Tulliworld, por Nancy Arruzza.

La vulneración de ciertos derechos de les tullides ha cobrado relevancia porque existe un incumplimiento y un ajuste feroz en el pago a los prestadores de los servicios que algunes requerimos y tenemos la posibilidad de usar. Pagarle al FMI es lo primordial (recuerdo que José Saramago, escritor portugués, ha dicho que mientras el poder real sea el económico, no tenía sentido hablar de democracia). 

Si esa situación se regularizara, la existencia tullida volvería a su ostracismo habitual en los miedos de incomunicación, ostracismo que sólo se abandona cuando se la usa como ejemplo de superación o se la muestra para lustrar la chapita que dice “Mirá qué inclusión me mandé acá”; en la conciencia de la mayor parte de la gente, cuando esta tormenta se calme, les tullides decantaremos nuevamente al plano de lo indeseable (pensé en agregar “y de la lástima”, pero quienes  andan defendiendo no se sabe bien qué, se nota que para no desorientarse, al tullido lo siguen poniendo en ese penoso lugar). 

A pesar de este estallido de súbito humanitarismo en algunes, hay quienes se siguen preguntando “¿Y yo qué culpa tengo de que haya tullidos?, ¿por qué el Estado debe invertir dinero en esas personas contrahechas?”. 

Algunos señores que se arrogaron la heroica defensa de los derechos tullidos han pronunciado discursos inexactos, paternalistas, vomitivos, pero, eso sí, indignantes. Si realmente deseaban persuadir a alguien de algo, erraron el camino. A menos que su público fuera tan poco versado en el tema como ellos, claro. 

No soy especialista en absolutamente nada y no cuento con ningún papelito académico para presumir lo contrario, pero si decido escribir o hablar de algún tema, al menos invierto tiempo y esfuerzo para saber de qué se trata. Estoy harta de la ignorancia pertinaz y de sus aplaudidores (esa ignorancia también está en muches tullides que se dan a conocer. Al parecer, nadie puede escapar de lo contemporáneo: en este siglo XXI, quizá como en ningún otro, hablar y hacer sin saber demasiado y comunicarlo irresponsablemente es tendencia. Tampoco yo logro escaparme siempre de esa arrogante estupidez, pero al menos intento disimularlo).

Está muy claro que mientras el quebrantamiento de derechos no le genere problemas económicos a nadie, movilizará mayormente solo a quienes se encuentren involucrades. 

Si yo no estuviera tullida quizá no me interesaría especialmente en estos temas que desde hace años me perturban y me fascinan. 

Lo que sé con certeza es que no me atrevería a pronunciarme livianamente y sin argumentos al respecto.  

Sé que con mi actitud nunca seré convocada para dar una entrevista en Telegarcha ni para dar una charla motivacional…