Mu182
Humor tullido
Tulliworld, por Nancy Arruzza.
Corría el año 2015 y yo apenas andaba con dos bastones canadienses. Estaba tomando café y abrí mi mail. Un amigo me había mandado uno en el que solo se leía: “¿Cómo anda la gacela?…”. De la risa escupí el café que intentaba tragar y rocié pantalla y teclado de la computadora e incluso la pared.
Dos años después fui con ese amigo a un evento en Plaza de Mayo. Ya usaba la silla de ruedas. A mis espaldas escuché el siguiente diálogo:
–Che, ¿es tu hija?
–Si llega a ser mi hija me corto la chota.
Giré la cabeza riéndome y le dije al señor que había recibido esa respuesta espantado, que no se preocupara, que con el ser aparentemente indeseable éramos amigos.
Rodé hasta el kiosko cercano al lugar en el que fui paciente ¿? del mismo kinesiólogo durante años. Para evitar el incordio de entrar por donde había un escalón, me estacioné de costado, obstruyendo momentáneamente la entrada. Le pedí papelillos al kioskero y, antes de retirarme, alguien detrás de mí corrió la silla mientras decía, a viva voz, “Estos discapacitados de mierda, siempre molestando”. Acto seguido, ante el estupor del comerciante que me conocía a mí y a quien yo ya había también reconocido como mi kinesiólogo, dije entre risas que la próxima vez me pondría a llorar ante el fingido maltrato solo para dejarlo mal parado. El kioskero sonrió nervioso y aliviado.
Una amiga me rempujaba por no recuerdo qué calle y ya estaba harta de mis quejas. Debíamos cruzar la Avenida 9 de Julio; el tráfico estaba detenido hacía unos segundos así que aguardamos. Yo seguía con la pronunciación de mi hartazgo; mi amiga dijo, con voz pausada pero firme “Mirá, tullida del orto, si seguís protestando te empujo hacia el medio de la avenida cuando cambie el semáforo”. Claramente, la risa nos asistió a las dos.
Sospecho que está claro que solo interlocutores con les que ejerzo la reciprocidad en varios aspectos, pueden hablarme así sin arriesgar su organización psicofísica. Les desconocides, a menos que puedan ejercer el sentido del humor que aprecio, es mejor que no me dirijan la palabra.
Galeano escribió en uno de sus maravillosos textos que lo importante es reír, pero reír juntos.
Creo que esa es una de las pocas herramientas que pueden ayudar a construir algo no infernal en este infierno.
Reír y pensar, claro.
Tampoco hay que abusarse del JaJaJa porque estaríamos demasiado cerca de la idiotez y ya hay demasiada.
Mu182
Fu-Manchú, 50 años después: reivindicación de la magia
La actual casa de la Cooperativa Lavaca es sede de diferentes actos de magia en estos tiempos laberínticos, entre los cuales se cuenta que Riobamba 143 es la histórica sede del que fue Centro Mágico Fu Manchú. Tal el nombre artístico de David Bamberg, mítico mago inglés enamorado de la Argentina, quien tras una notable carrera internacional decidió quedarse en Buenos Aires, donde falleció hace 50 años. Fue pionero en fusionar la magia, el arte, el espectáculo. Pero además logró ser un maestro que combinó y agrupó a quienes hacían magia para trabajar, divertirse y crecer juntos. Entre sus descendientes en el oficio, sacó de la galera a figuras como René Lavand y Fantasio (Ricardo Roucau) y León Benarós lo incluyó en los versos del tango Buenos Aires Tres Mil, con música de Sebastián Piana: “Si yo tuviera la bola de cristal, si fuera Fu Manchú o brujo medieval” comienza diciendo en esa canción dedicada a la ciudad de otro milenio, a la que le plantea el desafío mágico del futuro: “Tal vez entonces no puedas conjugar / a puro corazón, los verbos ser y amar./ No pierdas nunca tu rostro ni la fe, / ni la ternura del íntimo café./ No dejes apagar el sol de la amistad, / mi muy querida, futura ciudad”.
Aquí, publicada originalmente en MU 182, la semblanza de la historia de Fu Manchú, y su actual legado, para que en estos tiempos no se esfume ante nuestros ojos el arte de la sorpresa.
Texto: Lucas Pedulla
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Sí, fue magia: la historia de Fu-Manchú
La actual casa de la Cooperativa Lavaca fue sede del mítico mago que vivió en Argentina, pionero en fusionar la magia y el arte. Semblanza de su increíble historia y actual legado, para que en estos tiempos no se corte el arte de la sorpresa.
Texto: Lucas Pedulla
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Corrientes: las vidas que valen menos que un tomate
Comienza el juicio por el asesinato de “Kili” Rivero. Tenía 4 años y murió fulminado por los agrotóxicos de las producciones de tomate, en 2012. En 2021 su hermana de 16 años falleció de cáncer. Viaje a un modelo de envenenamiento en una de las provincias más pobres del país. El silencio político, el miedo, y el juicio a un productor, gracias a la perseverancia de las familias que siguen buscando cosas complejas: justicia, paz y salud. Por Francisco Pandolfi.
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