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Humor tullido

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Tulliworld, por Nancy Arruzza.

Corría el año 2015 y yo apenas andaba con dos bastones canadienses. Estaba tomando café y abrí mi mail. Un amigo me había mandado uno en el que solo se leía: “¿Cómo anda la gacela?…”. De la risa escupí el café que intentaba tragar y rocié pantalla y teclado de la computadora e incluso la pared. 

Dos años después fui con ese amigo a un evento en Plaza de Mayo. Ya usaba la silla de ruedas. A mis espaldas escuché el siguiente diálogo:

–Che, ¿es tu hija?

–Si llega a ser mi hija me corto la chota.

Giré la cabeza riéndome y le dije al señor que había recibido esa respuesta espantado, que no se preocupara, que con el ser aparentemente indeseable éramos amigos.

Rodé hasta el kiosko cercano al lugar en el que fui paciente ¿? del mismo kinesiólogo durante años. Para evitar el incordio de entrar por donde había un escalón, me estacioné de costado, obstruyendo momentáneamente la entrada. Le pedí papelillos al kioskero y, antes de retirarme, alguien detrás de mí corrió la silla mientras decía, a viva voz, “Estos discapacitados de mierda, siempre molestando”. Acto seguido, ante el estupor del comerciante que me conocía a mí y a quien yo ya había también reconocido como mi kinesiólogo, dije entre risas que la próxima vez me pondría a llorar ante el fingido maltrato solo para dejarlo mal parado. El kioskero sonrió nervioso y aliviado.

Una amiga me rempujaba por no recuerdo qué calle y ya estaba harta de mis quejas. Debíamos cruzar la Avenida 9 de Julio; el tráfico estaba detenido hacía unos segundos así que aguardamos. Yo seguía con la pronunciación de mi hartazgo; mi amiga dijo, con voz pausada pero firme “Mirá, tullida del orto, si seguís protestando te empujo hacia el medio de la avenida cuando cambie el semáforo”. Claramente, la risa nos asistió a las dos.

Sospecho que está claro que solo interlocutores con les que ejerzo la reciprocidad en varios aspectos, pueden hablarme así sin arriesgar su organización psicofísica. Les desconocides, a menos que puedan ejercer el sentido del humor que aprecio, es mejor que no me dirijan la palabra.

Galeano escribió en uno de sus maravillosos textos que lo importante es reír, pero reír juntos.

Creo que esa es una de las pocas herramientas que pueden ayudar a construir algo no infernal en este infierno.

Reír y pensar, claro. 

Tampoco hay que abusarse del JaJaJa porque estaríamos demasiado cerca de la idiotez y ya hay demasiada.

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Sí, fue magia: la historia de Fu-Manchú

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La actual casa de la Cooperativa Lavaca fue sede del mítico mago que vivió en Argentina, pionero en fusionar la magia y el arte. Semblanza de su increíble historia y actual legado, para que en estos tiempos no se corte el arte de la sorpresa.

Texto: Lucas Pedulla

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Corrientes: las vidas que valen menos que un tomate

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Comienza el juicio por el asesinato de “Kili” Rivero. Tenía 4 años y murió fulminado por los agrotóxicos de las producciones de tomate, en 2012. En 2021 su hermana de 16 años falleció de cáncer. Viaje a un modelo de envenenamiento en una de las provincias más pobres del país. El silencio político, el miedo, y el juicio a un productor, gracias a la perseverancia de las familias que siguen buscando cosas complejas: justicia, paz y salud. Por Francisco Pandolfi.

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La verdad artificial: Éric Sadin, filósofo francés, y la vida dominada por la IA

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Su último libro editado en Argentina, La inteligencia artificial o el desafío del siglo, analiza a través de ejemplos concretos cómo la IA coarta nuestra capacidad de actuar, reflexionar y vivir en libertad. Extractos de ese libro que invita a crear imaginarios por fuera de la tecnología, y de la charla en la que repasa las pistas para no convertirnos en máquinas. Por Franco Ciancaglini.

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LA NUEVA MU. La vanguardia

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