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Hijas del fuego. Fuegas: mujeres brigadistas contra los incendios en Córdoba

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Son más de 30 brigadistas forestales del corredor de Sierras Chicas, Córdoba. Cada una integra la brigada forestal del pueblo o comuna que habita, y juntas Formaron la red Fuegas. Cuerpos y naturaleza. El machismo cotidiano. La quema de territorios que favorece negocios inmobiliarios y estatales. ¿Cuidado es igual a heroísmo? La valentía de compartir los sueños. Texto: Bernardina Rosini.

Hijas del fuego. Fuegas: mujeres brigadistas contra los incendios en Córdoba
Las brigadistas que además crearon Fuegas: la defensa de la naturaleza frente a los incendios, y de las propias mujeres frente a la desvalorización y la violencia.

Desde la ciudad de Córdoba hacia el noroeste por la ruta provincial E53, comienza una sucesión de pueblos y comunas que forman el corredor de Sierras Chicas: Unquillo, Río Ceballos, Salsipuedes, Agua de Oro, Cerro Azul, Villa Animí y Ascochinga. Esta zona, junto al Valle de Punilla, es de las más afectadas por los incendios forestales de los últimos años: en 2020 se quemaron 340 mil hectáreas de monte, equivalente a lo incendiado en toda la década anterior: 16 veces el tamaño de la ciudad de Buenos Aires. 

En 2021 se quemaron 65.740 hectáreas, pero esa cifra del Plan Provincial de Manejo del Fuego es discutida: tomaron en cuenta solo incendios de determinada envergadura y no la totalidad de focos y zonas que afectan la sustentabilidad hídrica en áreas donde nacen ríos vitales para Córdoba, en un contexto de sequía histórica. Este otoño fue de los menos lluviosos registrados desde 1961, según el Servicio Meteorológico Nacional. 

En junio se decretó el alerta ambiental hasta fin de año. La disposición de la Secretaría de Gestión de Riesgo Climático, Catástrofes y Protección Civil estableció la prohibición “del encendido de cualquier tipo de fuego y de toda actividad que pueda dar lugar al inicio de incendios” en condiciones agravadas por sequías, heladas tempranas y olas recurrentes de calor. La medida sonó a poco. En los últimos 20 años la cifra de monte incendiado supera 1,5 millones de hectáreas, que representan casi el 10% de todo el mapa provincial. 

Para las mujeres que integran Fuegas se trata sencillamente de un ecocidio. 

Son brigadistas de los distintos pueblos de Sierras Chicas, que enfrentaron siempre los incendios pero además decidieron reunirse y crear Fuegas frente a los negocios que queman la vida.  

Todo fuego es político

Los organismos gubernamentales implicados en el tema de los incendios se muestran muchas veces reacios a manejarse de una manera preventiva, amplia e integral. Ante este vacío, acompañado por la voracidad de la obra pública y los negocios inmobiliarios por sobre el medioambiente, a partir de 2020 en Córdoba fueron los y las vecinas cordobesas quienes comenzaron a auto-organizarse. 

Lo expresa Victoria Prado, de la brigada Chiviquín de Unquillo. “Estamos presentes con nuestros cuerpos en un lugar donde el Estado viene operando impunemente hace muchos años promoviendo incluso la quema controlada para favorecer el negocio extractivista. El fuego es instrumentado como herramienta de devastación porque es baratísimo, mucho más que usar topadoras”. 

Las brigadas también colectan y analizan datos para elaborar informes. En marzo compartieron su lectura en relación a los incendios del 2021. Se apoyan en una enorme investigación propia. “Esto nos permite entender con claridad, y de manera simple, cómo fue que trabajaron las instituciones; cómo fue que hicieron un ‘manejo del fuego’ acorde a la política de Estado, ejecutando de manera muy prolija lo que podríamos denominar una ‘quema controlada’, en la intención de avanzar con una serie de negocios ilegítimos sobre los territorios quemados” postula el informe.

La gran mayoría de los incendios (+95%) se originan en la acción humana. Se provocan quemas para reducir el volumen de los desechos en basurales a cielo abierto. Para renovar pastura. Y para desmontar y motivar el cambio del uso del suelo, habilitando así los proyectos de urbanización en zonas rurales. Pero el relato sobre las causas del fuego suele ser manipulado: un excesivo señalamiento a las responsabilidades y descuidos individuales –que ocurren, aclara Victoria– pero distraen de otros orígenes. “La desidia, la falta de control, el no aplacar el fuego tempranamente. La negligencia también forma parte de las responsabilidades. Y de las decisiones”, añade Virginia Sánchez de la brigada de Río Ceballos.

Para Victoria,  aquel incendio de octubre de 2021 en Río Colorado fue revelador: “De pronto llegamos a un lugar, literalmente, donde antes no estaba representado el pueblo. Donde no estaban nuestros ojos, ni nuestro entendimiento ni nuestras voces. Nos dimos cuenta entonces de que las brigadas son una forma que adquiere la resistencia a ese modelo”.

Hijas del fuego. Fuegas: mujeres brigadistas contra los incendios en Córdoba

¿Cuidado o heroísmo?

La conversación con las brigadistas se teje con historias en escenarios de fuego.

Eugenia, “La Negra”, comparte una imagen del horror: “La temporada alta de incendios coincide con la de nidos con pichones. Las aves no abandonan el nido hasta el último momento. En una ocasión vi un ave abandonar el nido ya prendida fuego. Grité. No puedo olvidar esa imagen, como tampoco olvido que no somos los únicos que estamos ejerciendo el cuidado”. 

Probablemente el cuidado tenga una estructura de cadena.  Las brigadas se organizan así: hay quienes preparan las cosas para ir al fuego, hay quienes van a los focos para aplacarlo y están quienes reciben a las brigadistas cuando regresan a la base.

Las brigadistas hacen esta aclaración desde un principio: no son bomberas. Giuliana Santoni de la Brigada Colibrí de La Granja, se detiene en esa distinción: mientras los bomberos atienden exclusivamente a preservar la vida humana y los bienes materiales, las brigadistas forestales atienden a la conservación del monte y la vida que lo integra. Se encuentran ante el fuego, pero la formación de unos y otros es diferente: “Tenemos formación en tipos de combustibles, topografía, flora y fauna y condiciones climáticas de la zona. Profundizamos en el conocimiento del área”, especifica. 

Sin mangueras ni camiones cisternas, el brigadista intenta contener y evitar que el fuego avance: es agentes de conservación ambiental. Fuera de la temporada de incendios realizan tareas de remediación de suelos, reforestación, educación ambiental comunitaria, geolocalización, entre muchas otras que los mantienen en continua formación. 

La gran mayoría de las brigadas forestales de Sierras Chicas se formaron a partir de los incendios del 2020. Eugenia Torres, guardaparque, profesora de Historia, rememora: “Nos encontramos en asambleas vecinales frente a incendios que lo estaban devorando todo y un poder político que no estaba respondiendo a nuestras preocupaciones, con el cual no coincidimos en muchos aspectos, sobre todo cuáles son las prioridades. Somos hijas de aquellos fuegos”.

Respetando este origen mantienen el carácter voluntario, comunitario y horizontal. “Tenemos una estructura horizontal que se altera sólo cuando hay incidentes. En el momento de acción mutamos y respondemos a una lógica vertical basada en un sistema internacional llamado Sistema de Comando de Incidentes. Tenemos jefes de Brigada y jefes de Cuadrilla, elegidos por confianza y consenso y sus decisiones en el terreno no se debaten”, aclara Natalia Roca, de la Brigada Inchín de Saldán.

Las brigadas forestales de Sierras Chicas son autogestivas: organizan actividades de recaudación de fondos para adquirir los equipos de protección personal (cuesta 560 dólares), materiales, herramientas y demás gastos necesarios. En cuanto a la instrucción se realiza de manera interna y externa. Muchos brigadistas cuentan con formación como guardaparques, bomberos, telecomunicaciones, personal de salud etc. Esos conocimientos son compartidos y socializados entre pares. Por otro lado, realizan cursos externos, tanto los ofrecidos por  instituciones públicas como Defensa Civil, Ministerio de Ambiente o bomberos, como por organismos privados. 

Las brigadas mantienen su autonomía con respecto al Estado, con diferencias en sus miradas y formas de trabajo. Algunas tienen buen vínculo, por ejemplo, con bomberos o  la municipalidad local que redunda en mayor reconocimiento y colaboración. En otras, la distancia es rotunda. Lo mismo ocurre con la idea de formalizarse. Algunas brigadas buscan obtener personería jurídica y desean insertarse en el Plan de Manejo del Fuego, aunque sin intenciones de quedar bajo el mando de Bomberos. Otras elijen mantenerse ajenas a esa forma de institucionalizarse. 

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Chicote al machote

“Junto al machete, ésta es la herramienta fundamental del brigadista: el chicote”.

Victoria muestra el instrumento de sofocación: se trata de un mango de madera que sostiene un trozo de manguera de 3 pulgadas. “Por protocolo, los bomberos deben reponer las mangueras cada determinado tiempo, y de ese descarte armamos el chicote  Lo hacemos nosotres”. Con fuerza golpean con el chicote  y ahogan el fuego, y de esta manera trazan un perímetro por donde el fuego no podrá avanzar.

Hubo otro suceso que sacudió a las brigadistas. Luana Ludueña, una bombera voluntaria, denunció que fue abusada sexualmente por Diego Concha, el  Director de Defensa Civil de Córdoba. Tan sólo unas semanas después, el 23 de enero de 2022, Luana se suicidó. Tenía 26 años. 

Diego Concha –hoy preso a la espera del juicio–, hijo, hermano y padre de bomberos, era un personaje sumamente reconocido en su ámbito: durante 25 años fue el jefe del Cuerpo de Bomberos de la localidad de Icho Cruz. Con 35 años de experiencia, era el mayor referente en manejo del fuego en una provincia que cuenta con casi 5 mil bomberas y bomberos voluntarios. Durante 10 años ocupó el cargo de Director de Defensa Civil. Lo trataban casi como un héroe.

Se acercaba el 8 de marzo de 2022 y las brigadistas sintieron la necesidad de marchar juntas. Luana había sido una de ellas,  enfrentando el peligro para salvar a la naturaleza y la vida. “Fue, de algún modo, la semilla” reconoce Valeria Bokulic, de la brigada Kamchira, de Cerro Azul. “Algunas de nosotras nos habíamos cruzado en un contexto operativo, pero cada una vive en distintos pueblos: no habíamos tenido ocasión de conversar lo que de pronto nos mostró la muerte de Luana: también aquí hay situaciones de machismo que hay que revisar”.

Yeni Villafañe, brigadista en impasse, escultora, herrera, recuerda que en el momento de organizarse para marchar, algunos compañeros varones les indicaron que no marcharan con la indumentaria de las brigadas. “Pero no estábamos pidiendo permiso. Salimos a la calle con el equipo”. 

Así nació Fuegas, en la calle, juntas, al grito también de “¡Luana Ludueña, presente!”. Recuerdan que la gente les reconoció el rol de brigadistas, que fue una tarde muy emotiva en la que entre ellas lo que prendió inmediatamente fue la comprensión, la compañía y la confianza.

Fuegas permitió que profundizaran juntas cuestiones que eran parte de la vivencia cotidiana: varias de ellas no tenían equipo de protección personal de su talle porque las compras se definían con un criterio masculino. “Calzando 37, tenía que caminar el monte con borcegos número 40” detalla La Negra Euge. “Imaginate la incomodidad de jornadas extensas, con pantalones grandes que ya no sabés cómo ajustarlos”. 

Otro tema complicado es la valoración de la voz de las brigadistas. “No importa cuánto conocimiento tengas. Incluso en ocasiones siendo jefa de Brigada, tu voz es minimizada frente a la de un compañero”. A partir de los encuentros grupales pudieron ir trabajando juntas esas experiencias. 

Las Fuegas proponen reivindicar las tareas de cuidado en detrimento del heroísmo. Unas “tareas de cuidado” no limitadas al ámbito doméstico, o tal vez ampliando al territorio aquello que se entiende por hogar. El monte como lugar de vida, que puede desaparecer cuando los árboles arden y la fauna, huye. 

Desde aquel primer encuentro las Fuega cantan lo que sigue siendo una enseñanza y un proyecto de vida: “¡Alerta, alerta, brigadistas! Ni el monte ni la cuerpa son terrenos de conquista”.

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Contó en su último video cómo la querían asesinar, cosa que ocurrió al día siguiente. Pero la causa por el femicidio de la periodista no avanza ni se investigan las principales hipótesis: por qué la mataron, sus denuncias periodísticas. El rol de la policía que intentó encubrir la escena deteniendo a un inocente. Cómo era Griselda Blanco, las amenazas que recibía y el celular desaparecido. El viaje de Periodistas Argentinas a Corrientes y de uno de sus hijos a Buenos Aires. Crónica de un crimen, también, a la libertad de expresión. Por Claudia Acuña.

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El jujeñazo

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Texto: Francisco Pandolfi

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