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Ojos que ven: Ulises de la Orden y un nuevo documental

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A partir de 530 horas de grabación del Juicio a las Juntas Militares, El juicio refleja la realidad de lo que Argentina, 1985 mostró como ficción. Los delitos sexuales, los robos, los cruces durante las audiencias. ¿De qué nos habla hoy mientras da sus primeros pasos hacia el Oscar? La mirada de Ulises combina en distintos films temas como derechos humanos, ambiente, justicia, autoritarismo, modelos económicos. En tiempos oscuros, las luces que revela el cine.

Texto: Sergio Ciancaglini

Fotos: Lina Etchesuri

Ojos que ven: Ulises de la Orden y un nuevo documental
Ulises de la Orden. Foto: Lina Etchesuri

La mujer está sentada casi de espaldas a la cámara, frente a los jueces. Cuenta lo que vio mientras estuvo secuestrada. Sus captores le decían a otra cautiva –embarazada– que podía elegir: ser torturada, o violada. Relata luego qué respondió su compañera de infierno, y lo que finalmente ocurrió.  

Otra escena, en otra película. Un grupo de mujeres en una cocina toman mate, conversan, miran y muestran un mapa que hicieron ellas mismas en una gran hoja blanca. Hay puntos redondos y de colores sobre cada casa. Al costado del mapa no hay nombres de calles o de parajes sino una columna de palabras escritas a mano en letras de imprenta: leucemia, cáncer, púrpura, lupus, tumores, anemia hemolítica, hepatitis autoinmune. Las mujeres hablan de una señora que tuvo un bebé sin pulgares, sin el maxilar, “ni los huesitos de la cabeza”. En la casa de al lado había una chica joven, cuenta otra, que falleció de cáncer. Ceban el mate, miran el mapa: “Al lado está la Norma, que tiene la hija con leucemia”. 

La primera escena pertenece al documental El juicio. Ocupa apenas algunos segundos de los 177 minutos de duración del film estrenado este 2023: una obra asombrosa a partir de las 530 horas grabadas del Juicio a las Juntas Militares de 1985. 

La escena de la cocina forma parte de otro documental, Desierto verde. Dura 84 minutos. Fue estrenado en 2013. Refleja el juicio de 2012 a los responsables de las fumigaciones sobre el barrio Ituzaingó Anexo, en Córdoba.  Allí aparecen científicos como el argentino Andrés Carrasco y la india Vandana Shiva, miembros del riñón de los agronegocios como Gustavo Grobocopatel y Federico Trucco de Bioceres, jueces, defensores, las Madres de Ituzaingó Anexo entre mates y mapas. Y también Brisa una nena de 10 años, deslizándose sobre la leucemia que pudo superar, sobre el poder tóxico, y aprendiendo danza sobre patines.  

Une a estos documentales un mismo director con nombre viajero. Ulises de la Orden tiene 53 años, cuatro hijos, diez películas dirigidas, la productora Polo Sur, periplos desde la India hasta cientos de pueblos argentinos, pasando por China o por Nueva York, “siempre buscando contar aquellas historias que me emocionan, ligadas al medio ambiente, a los pueblos originarios y a las cuestiones sociales y políticas más urgentes”, explica en su página web. 

De chico le fascinaban los documentales del francés Jacques Cousteau, después llegó el turno de Solanas y Gettino, y La hora de los hornos. En el perfil de su WhatsApp muestra una kombi VW azul con techo blanco (el nombre venía de la “combinación” como vehículo de pasajeros y de carga). La compró ya vieja, en los 90, por 900 libras esterlinas, cuando trabajó para la película Evita, de Alan Parker, con Madonna como protagonista. Ulises integró primero el grupo que debía lustrar 5.000 pares de botas de soldados extras y luego trabajó en props, rubro referido a todos y cada uno de los objetos, prendas, accesorios que se ven en la pantalla y contribuyen al acto de magia llamado cine.  

Interesarse en temas ambientales y sociales puede no ser un gran método para ganar amigos. Explica Ulises: “A veces te ponés a charlar de estas cosas en una mesa, y de golpe te das cuenta de que estás a punto de quedarte hablando solo. Creo que hay gente que a veces, de buena fe, elige vivir olvidando. Y mirar solo para adelante. No estoy seguro de tener ninguna razón, pero es una sensación”.  

La sensación no detuvo jamás a este director que filmó documentales como Río Arriba (sobre la explotación de las comunidades kollas en Salta), Tierra adentro (la conquista del desierto entendida como genocidio), Nueva Mente (sobre la basura, el reciclado y las cooperativas de cartoneros como La Bella Flor), Marea y viento (una escuela autogestiva en el Delta, con nuevos modos de pensar la educación) como parte de esa especie de kombi cinematográfica que carga y transporta contenidos, imágenes, ideas y sueños desde hace 18 años. Temas que mucha gente prefiere no mirar, a los que Ulises les da un tratamiento que ayuda a un oficio crucial en estos tiempos: abrir los ojos. El juicio, su más reciente producción, ya ha recorrido festivales europeos, cosechado premios, recibió una crítica consagratoria en The New York Times y fue estrenada en el Film Forum de Nueva York, con lo cual subió a la long list, la lista larga de documentales que están en carrera para el Oscar 2024. 

En lugar de vivir olvidando, este director parece decidido a tratar de vivir entendiendo y compartiendo las pesadillas y las maravillas que encuentra en sus odiseas. 

Mirá lo que pasó

Reconoce que el estreno de Argentina, 1985, de Santiago Mitre, le generó un baño de humildad: “Yo estaba haciendo el documental, pensaba que era mi tema, pero los temas no son de uno, son de todos. Y la película cumplió un rol fascinante de poner el tema del juicio en boca de todo el mundo. Vengo de presentar El juicio en Europa y todos sabían lo que significaba por haber visto la película de Santiago”. 

Cuenta que empezó a pensar en el tema del juicio en 2015; en 2016 se conectó con Canal 7 (que bajo la sigla ATC había grabado el juicio completo) y el Archivo General de la Nación. En tales tiempos macristas ambos entes le negaron toda colaboración. Así llegó a Memoria Abierta, entidad que agrupa a ocho organismos de derechos humanos, y a una primera versión de aquellas 530 horas de grabación. 

Como había tramos deteriorados, siguió buscando y supo que los jueces de la Cámara Federal, en 1987, ante el peligro de los levantamientos militares y cualquier intento de destruir el material, habían trasladado copias en VHS al Parlamento de Noruega (que las depositó en una sala blindada a prueba de explosiones atómicas). Por eso además de la coproducción con Francia e Italia, se sumó un coproductor noruego (Dag Hoel) para conseguir ese material que fue pasado de las viejas cintas a calidad 4K. De la Orden y sus colaboradores gestaron durante nueve meses el visionado de cada minuto, señalando así cada frase, cada gesto, cada silencio. 

El juicio no sintetiza las audiencias (imposible comprimir 31.800 minutos en 177) sino que, sin ninguna voz en off, elige mostrar una forma de conocerlo (o re-conocerlo) y comprenderlo. 

Tiene una introducción y 18 capítulos temáticos, en los que conviven y se complementan o contrastan testimonios de familiares de las víctimas y de los sobrevivientes de los campos clandestinos, con las intervenciones de los jueces, fiscales y abogados de los militares, y de los propios ex comandantes acusados. 

¿Cuál es el esquema? De la Orden eligió basarse en el alegato de la Fiscalía, que no tuvo un orden cronológico y descriptivo sino que agrupó los 709 casos testigo que seleccionó a partir del Informe de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas). El objetivo del alegato fue demostrar la existencia de un plan criminal sistemático por parte del Estado, que incluyó la intención militar de destruir todas las pruebas: por eso ocurrieron las desapariciones, delito que no existía en la legislación argentina, que se llevaron a cabo –entre muchas otras cosas– para eliminar los cuerpos del delito, las pruebas de lo que Strassera llamó “el mayor genocidio que registra la joven historia de nuestro país”. 

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La guerra adaptada a la agricultura a través de máquinas y agentes químicos.

Botín de guerra

El relato incluye además los robos, en la voz de familiares y hasta de un ex presidente de facto como el general Alejandro Lanusse, avergonzado al ver que “su” ejército se componía de oficiales encapuchados que saqueaban las vajillas de sus víctimas. En el capítulo “Estrictamente patrimonial” se enumera el robo a los hogares de los secuestrados (una madre cuenta que le llevaron muebles, sillones y hasta un libro de Doña Petrona) y el de gran escala: empresas, propiedades y departamentos obtenidos bajo torturas y amenazas infinitas. 

Otros capítulos son, por ejemplo, “Feroz, clandestina y cobarde” (definición de Strassera sobre la represión ilegal), o “Un ejército de ocupación” (en el que se recuerda la frase de San Martín: “La Patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes”). 

Como si quisieran confirmar la acusación, se ve a algunos de los abogados de los militares ratificando todo a su manera, al considerar “lícito resarcirse con los bienes del enemigo de los gastos de una guerra”. Es el llamado “botín de guerra” aunque la Fiscalía, la sentencia y todas las instancias judiciales posteriores en todos los niveles, demostraron que tal “guerra” jamás existió, y la guerrilla ya estaba diezmada en el momento de producirse el golpe. 

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Otras Madres: las de Ituzaingó Anexo, Córdoba, que hicieron un censo de víctimas de cáncer y demás enfermedades agrotóxicas. Lograron en 2013 la primera condena y la prohibición de las fumigaciones.

Los delitos sexuales

Al elegir un nuevo modo de ordenar los testimonios, el director concentra por ejemplo los casos sobre la tortura (¿estremecedores, trágicos, alucinantes? No hay adjetivos para describirlos). En Memoria Abierta le pidieron que no incluyera tramos especialmente escalofriantes, o imágenes como las del cuerpo de Floreal Avellaneda, sometido a toda clase de vejámenes, cuyo cadáver apareció flotando en las costas uruguayas y fue fotografiado por la Prefectura de dicho país. 

Se ve a quienes testimonian, pero no sus nombres, que aparecen detallados al final de este documental que se convierte así en una gigantesca voz colectiva. 

“Éramos muertos que caminan” dice un testigo. Se decriben los salones de tortura que tenían un cartel con el nombre de un programa de televisión: “Si lo sabe, cante”. Una mujer cuenta que la encerraban atada en un placard. Se habla de picanas, pero también de cigarrillos que quemaban los cuerpos, y una de las testigos explica que le pusieron una rata en los muslos desnudos y en la cara. Otra testigo recuerda a una chica que deliraba a los gritos: “Papá, por qué me hacen esto”. A otra secuestrada le quemaban los pechos con soplete. Las cautivas en la ESMA, como Miriam Lewin y Graciela Daleo, detallaron cómo las convirtieron en mano de obra esclava del proyecto político del almirante Massera (cuyas patéticas frases en el juicio son hoy repetidas palabra por palabra por uno de los candidatos a presidente). 

La película muestra al propio Massera durante el alegato, arrancándose pelos de una ceja, cerca de Jorge Videla que leía el libro Las siete palabras de Cristo, en el tramo “Reflexiones del Apocalipsis”. 

En el capítulo “A merced” el científico norteamericano Clide Snow exhibe diapositivas de los huesos de Liliana Carmen Pereyra: “En muchos sentidos, el esqueleto que exhumamos es su mejor testigo” dice Snow a los jueces. El cuerpo de Liliana decía mucho ya que Snow detectó por la pelvis que había parido un bebé, que se lo habían quitado (no había resto alguno) y que luego había sido fusilada con balazos de Itaka en la cabeza a un metro de distancia. 

Un testigo informa que uno de los torturadores le anunció que sería acompañado por su hija en los tormentos. El torturador le preguntó entonces al médico que acompañaba el procedimiento “con qué peso podían empezar a torturar a los niños”. El médico “afirmó con bastante convicción que a partir de los 25 kilos ya era posible aplicar la picana”. 

Sobre el trato a las mujeres una testigo dice: “Ser violada allí era muy corriente”. A otra, que estaba embarazada, le pusieron una pistola en la vagina. Una más denuncia que fue violada vaginal y analmente con un palo (imposible olvidar que los militares decían defender los valores “occidentales y cristianos”). Cuenta de otra joven embarazada: “Le dieron a elegir si quería que la torturaran o que la violaran. Ella dijo primero que quería que la torturaran con la picana eléctrica. Y después, cuando vio cómo era todo, dijo que no, que prefería que la violaran. Y la violaron”. 

Todo este segmento de declaraciones había quedado eclipsado durante el juicio, como ocurrió con los robos de bebés. No hubo castigos por ellos en la sentencia. Sostiene Ulises: “No es bueno que esos temas hayan pasado de largo en 1985, pero eso dio pie a que empezaran años después los juicios por robos de bebés y por los delitos sexuales”. Eso ocurrió porque tales crímenes habían quedado fuera de la posibilidad de argumentar obediencia debida. La película muestra así, implacablemente, una historia que algunos sectores llamados negacionistas intentan hoy robar o violar. 

Ojos que ven: Ulises de la Orden y un nuevo documental

Jauretche y Vandana

En Desierto verde se abre la mirada ante otra historia que tal vez esté más entrelazada con la de El juicio de lo que puede parecer. Habla de la producción de alimentos y el modelo de agronegocios que genera deforestación, desertificación, contaminación masiva con agrotóxicos, concentración de tierras, enfermedad y muerte. Un modelo sistemático.

Empieza con la sorpresa de un diálogo de 1972 –TV en blanco y negro– entre la entonces movilera Magdalena Ruiz Guiñazú y el escritor y pensador Arturo Jauretche. Ella consulta por el viaje de Richard Nixon a China. Él responde sobre el peligro del conflicto atómico y agrega: “Pero creo que aun la paz ofrece peligros tan grandes como eso. Es una cosa que se ha tocado todavía en la superficie y es la contaminación de las aguas, de los ríos, de los mares, de las aguas subterráneas, que día por día está avanzando prodigiosamente y que ya amenaza una catástrofe. Yo creo que tanto Mao como Nixon, y todas las grandes potencias, se encuentran en presencia de hechos nuevos cuya trascendencia no está suficientemente develada”. 

Ulises entrevista a la física y filósofa india Vandana Shiva quien explica que lo que se conoce como agricultura científica “es en realidad una agricultura de la ignorancia porque se basa en armas de guerra que fueron adaptadas a la agricultura con ignorancia con respecto a sus consecuencias”. Esto va desde las maquinarias hasta los agentes químicos, cosa que Jauretche parece haber intuido. El biólogo Raúl Montenegro plantea que el ser humano pasó a ser un depósito biológico de plaguicidas (cosa confirmada en estos días por el proyecto europeo SPRINT presentado ante la ONU que detectó agroquímicos en sangre, orina y materia fecal del 100% de los casos investigados en la provincia de Buenos Aires). 

Aparecen los científicos Andrés Carrasco y el francés Gilles-Éric Seralini, pero también Gustavo Grobocopatel (apodado “rey de la soja”) y su socio en Bioceres Federico Trucco, defendiendo ambos el modelo. Grobocopatel dice que el modelo transgénicoo debe ser colectivo e inclusivo. Trucco reconoce que tuvieron ciertas dudas sobre si no estarían jugando con fuego (por los transgénicos y las fumigaciones). “Pero el principal obstáculo que teníamos era nuestro propio miedo a emprender y a arriesgar. Vencido el miedo, todo es bastante más fácil de lo que parece”. 

Ulises dice a MU: “En los documentales me interesa llevar la discusión lo más arriba posible, que se vean las fuerzas que están en conflicto y si el discurso del antagonista es fuerte, me obliga a hacer un planteo superior, más inteligente. Es una estructura dramática que me gusta seguir. Grobocopatel me pareció encantador, amable. Trucco me pareció siniestro, sin ningún análisis crítico de su propio pensamiento. Los dos representan la idea de que la resultante de sus acciones no importa nada. Como si no hubiera otros seres humanos que pueden ser afectados por lo que ellos hacen”. 

Las Madres de Ituzaingó aparecen promoviendo el juicio, hablando del maltrato que sufrieron, del silencio mediático y político, de cómo fueron tratadas de locas siendo que eran las únicas que denunciaban lo que ocurría con la salud arrasada y las muertes que solo el propio barrio se atrevía a contabilizar. El ingeniero Walter Pengue explica además cómo en cada cosecha se van millones de dólares en nutrientes extraídos del suelo. La película es un contrapunto apasionante de argumentos y de realidades que deriva en el juicio que en Córdoba por primera vez condenó a una pena de prisión condicional a un productor y a un aplicador: la pena fue leve, pero se reconoció el delito y se prohibieron las fumigaciones en la zona. Las mujeres lloran. Esperaban otra forma de justicia. Se castiga a un pequeño productor. Se puede pensar que es como si en El juicio, en vez de condenar a Videla y a Massera, hubieran condenado solo a suboficiales. 

El documental plantea que existe otro modelo, el agroecológico. Vandana Shiva demuestra que la industria agroalimentaria no está alimentando al mundo sino generando miles de millones de personas con hambre por un lado y con enfermedades cada vez más complejas por otro. Dice que “una dieta llena de tóxicos es la dieta de la muerte, de la enfermedad, del cáncer”. Postula que si todos pudiésemos acceder a alimentos sanos se podrían crear cooperativas con los productores que trabajan en cooperación con la tierra. “Y así es como comienza el cambio”, dice, agregando una extraña propuesta que tal vez sea ética, política y biológica: “Tenemos que hacer las paces con la naturaleza”. 

Doctrina piantavotos

¿Qué relación podría hacerse entre ambas películas? Ulises: “No sé qué decirte. No soy un militante ni de los derechos humanos, ni los ambientales, ni de las Madres de Ituzaingó o el pueblo mapuche. Soy amigo de todos. Comparto su lucha. Pero mi trabajo es hacer películas del modo más honesto y concreto posible. Es cierto que hay vasos comunicantes cuando escuchás hablar a las víctimas de las fumigaciones, y a las del juicio. En Córdoba el juicio se pudo hacer por la movilización de las vecinas y vecinos del barrio. En el caso del Juicio a las Juntas, reconozco que el personaje Strassera me enamoró, me llenó de admiración, y pese a que sé que se lo critica por el tema, habiendo visto las 530 horas del juicio, no encontré nada que tenga que ver con la teoría de los dos demonios. Al contrario, hay un esfuerzo permanente en sentido contrario”. 

Un agregado crucial: “De todos modos los verdaderos héroes y heroínas fueron las personas sobrevivientes que declararon, además del rol de los organismos de derechos humanos. Es un héroe civil, colectivo”.  

Algo que lo sorprendió tras ver el juicio completo, y que de muchos modos aparece también en Desierto verde: “La calidad emocional de los testimonios”. Esa película lo hizo entrar en contacto con Andrés Carrasco, fallecido en 2014: “Para mí fue un ejemplo, no conozco otro caso de un científico legitimado a nivel mundial que se haya puesto al lado de la gente de la calle. Fuimos juntos a presentar a película al acampe de Malvinas Argentinas, Córdoba, que terminó impidiendo que se instalara Monsanto. Me decía: hay que estar acá, con los que ponen el cuerpo. Personas como Carrasco son las que hacen la diferencia”.   

Otro nexo que percibe entre las historias de ambas películas es el económico: “Termina habiendo un concepto que se impone para que estos avasallamientos sean posibles: la renta. La dictadura trabajaba por la renta, la  agroindustria también. El objetivo en ambos casos es económico, aunque se tengan que llevar puesta a toda la población.  Los derechos de las personas quedan sometidos a la rentabilidad. A nadie le importa otra cosa”.   

La idea empalma con la que escribió Rodolfo Walsh en su Carta Abierta de 1977, enviada poco antes de ser él mismo secuestrado y desaparecido. Walsh hablaba de la miseria planificada. “Exactamente, la miseria planificada tiene el objetivo de la renta, de todo lo que van a obtener los poderosos de turno. Yo estoy de acuerdo con la renta si hacés un trabajo, un negocio, un oficio, pero ninguna renta está por sobre los derechos humanos. No puedo fumigar escuelas o enfermar comunidades enteras por la renta. No puede ser que los derechos de las personas queden relegados frente a las cororaciones”. 

Esa idea no sería muy bien recibida en los principales partidos políticos que se presentan a elecciones, que parecen rezarle a la posibilidad de la explotación masiva del medio ambiente. “Es cierto. Nadie está pensando en eso. No hay opción política, ninguna propuesta de gobierno que vaya en otro sentido. Si gana la derecha el riesgo es mayor. Hay propuestas que podrían al menos considerar a los seres humanos afectados, pero nadie dice: che, no hagamos eso, dejémonos de joder con reventar todo, hagamos otra cosa. Pero es lo que decíamos antes: lo planteás en una mesa y te quedás hablando solo. Sos un pingüino verde. Estás loco”. Coincide en que es como que cada quien queda atrapado en una especie de frasco de ideas y sentimientos. “Parte del modelo productivo es eso: meter a toda la sociedad en un frasco, y cerrarlo”.  

Asegura que le cuesta la actualidad: “Hay mucha roña, mucho ruido, me resulta difícil encontrar un pensamiento clarito. Sé dónde tengo mi emoción, mi corazón, sé para dónde voy. Pero no entiendo que alguien como Milei, con tres o cuatro ideas bien delineadas pero medio gansas –porque tampoco es Churchill– le haya implantado la agenda a todo el mundo. Habrá que ver”. 

Tanto el tema de la dictadura como el ambiental (extractivismo, destrucción, contaminación, crisis climática) son negados o esfumados por sectores de poder corporativo, político y mediático. “Pero yo quiero creer que al final las cosas son distintas. Que el rechazo a los derechos humanos es piantavotos. Les quita legitimidad, los expone de la peor manera. Hay todo un hartazgo, un espamento con la motosierra, pero creo de verdad que tenemos un pueblo inteligente, educado, sano. Espero no estar equivocado, pero aquí se hizo el juicio, algo único y admirado en el mundo, que muestra qué fuimos capaces de hacer los argentinos con los dictadores”. 

Cree que eso choca con ciertos discursos: “No puedo pensar en un apoyo a tipos que avalan a quienes violaron, torturaron y robaron niños, tiraron gente viva al mar desde de los aviones. Que avalan justamente a la dictadura y a la falta de libertad. Creo al revés, que hay una experiencia y una formación en el tema de derechos humanos. En lo ambiental todavía no”. 

Por eso advierte un riesgo: “Veo mucha soledad en las sociedades que se están plantando frente a proyectos que son avasallantes y proponen un deterioro irremediable del medio ambiente. No ves eso en ningún diario. Son movimientos de base sin ningún tipo de apoyo, y creo que están en riesgo, más si gana el neofascismo”. 

¿El cine puede hacer algo? “Los documentales no tienen masividad instantánea. No estrenás y va un millón de personas, no te la aceptan los distribuidores. Pero tienen un aliento largo, capaz que no es algo de unas semanas sino de varios años. Lo que intento no es hacer la película para los convencidos, ni tampoco para el enemigo, sino para esa zona gris de los inadvertidos, de los jóvenes, de los que sienten curiosidad, porque creo que ahí se puede tocar una voluntad para producir una modificación, un cambio, una perspectiva nueva”. Dice que no le gusta revolear sus películas. Escuelas, universidades, organizaciones sociales, pueden conectarse por redes o en la página web si quieren exhibirlas. Otra opción es la plataforma kinoa.tv, donde por 750 pesos se accede a cientos de documentales y películas latinoamericanas. 

Reconoce un tema que lo atrae: “Las comunidades de base que se están plantando frente al modelo, y me interesa especialmente todo lo que ocurre alrededor de la intención de explotar petróleo en el Mar Argentino. Esas asambleas están en peligro”. 

¿Puede ser ese un futuro trabajo? “Nunca se sabe, las ideas van surgiendo y siempre aparecen cosas que te pueden llevar a otros lugares. Lo mío no es un discurso de barricada ni una bajada de línea sino las ganas de mostrar estas cuestiones. Hay una gran movilización de la que nadie habla, desde San Clemente hasta Río Grande en Tierra del Fuego. Me convoca mucho a nivel personal”. 

Como es algo que recién empieza a gestarse, Ulises de la Orden dice como al pasar tres palabras que tal vez a esta altura representen un estilo de trabajo, de vida y una invitación frente al mundo: “Habrá que ver”. 

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Aumentazos, corporaciones y orcos: las manos visibles del mercado

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Diversas empresas enviaron este martes listas de precios de artículos de primera necesidad a los supermercados, con aumentos de entre el 35 y 50%. El tema confirma lo anticipado por la revista MU en la nota “Las infladoras”, que reproducimos aquí. 

Aumentazos, corporaciones y orcos: las manos visibles del mercado

Unilever, P&G, Arcor, Molinos, entre otras, que concentran gran parte del mercado (y no son “manos invisibles”) confirmaron este martes una tendencia histórica: la de priorizar sus ganancias a costa del público consumidor con listas de incrementos de los precios de hasta un 50%. El gobierno saliente logró detener ese aumento por ahora, escalonando los aumentos hacia adelante. Si no organizan otras corridas, o golpes de desabastecimiento, a principios de diciembre estas corporaciones habrán conseguido un aumento del 20% como mínimo en un par de semanas, esperando la asunción de un candidato que promete “liberarlo” todo, entendiendo “liberación” como la posibilidad de que empresas concentradas manejen a su antojo a la sociedad. En el primer día hábil pos triunfo electoral de Javier Milei, además, se conocieron las provocaciones del ex presidente Mauricio Macri quien en diálogo con el ex periodista Joaquín Morales Solá hizo un doble juego: 

  • Llamó “orcos” a quienes se opongan a las medidas que tome Milei, recordando las masivas manifestaciones y enfrentamientos contra la reforma previsional durante su gobierno. Los orcos son los oscuros y siniestros personajes de El Señor de los Anillos. “Los orcos van a tener que medir muy bien cuando quieran salir a la calle a hacer desmanes”.
  • A eso agregó la incitación a “los jóvenes” partidarios del nuevo gobierno, a salir a la calle a enfrentarlos. Frente a las teorías sobre la represión, Macri promueve algo peor, al incitar al enfrentamiento entre sectores sociales

En un país que tras las elecciones mostró serenidad, la de Macri fue una incitación y a la vez apología de la violencia, con el agregado de que plantea una nueva y violenta grieta social en la que los otros (los orcos y los jóvenes) son el objeto de manipulación, en la que él nunca se verá comprometido. Es también un indicio de la intención macrista de manipular al gobierno de Milei. No se sabe aún en qué medida el nuevo presidente responderá, o no, ante este tipo de situaciones.

Y resulta también, por parte de Macri, un indicio de resentimiento hacia la sociedad ante sus propios fracasos (el de su gobierno, el no haberse presentado este año para zafar de una derrota, resentimiento que además volcó contra una de las figuras que lo cuestionó históricamente: Diego Maradona). Fue expresión de su afán de figuración y control, y de daño. Es apenas algo de lo que pasó en el primer día hábil tras las elecciones. Mientras tanto “Las infladoras” explica mucho de lo que está pasando en lo económico, y refleja el rol que puede tener la organización de la sociedad, y su posible influencia ante los atropellos de las manos no tan invisibles del mercado.

Las infladoras

Inflación y empresas monopólicas. La economía en llamas, más acá del dólar: cómo impacta el tironeo en la inflación, particularmente de alimentos, un mercado gobernado por monopolios nacionales y extranjeros. El rol del Estado, y la conflictividad social como una parte clave de esa disputa. ¿Quién gana? ¿La derecha? Datos y miradas para dar vuelta la pirámide y hablar sobre las que ganan cuando perdemos.

Texto: Franco Ciancaglini

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La conexión vital. HIJAS: encuentro entre Teresa Laborde y Malena D’Alessio

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Primera presentación de un ciclo histórico: HIJAS es un encuentro público coproducido por la Cooperativa lavaca y revista MU junto a Teresa Laborde, hija de Adriana Calvo, una de las sobrevivientes cuyo testimonio fue clave en el Juicio a las Juntas Militares. La primera invitada fue Malena D’Alessio (foto), rapera e hija de un desaparecido. Ambas reflexionan sobre la política, el poder y el arte, en tiempos de negacionismo, trolls, machismo y fascismo. Cómo conectar con la vida, ahora y siempre.

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Tulliworld: la materia de lo íntimo

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Por Nancy Arruzza.

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LA NUEVA MU. Tomar el futuro

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