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De qué hablar. Silvina Tamous, de El Ciudadano

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Directora de un diario cooperativo, criada en la sección Policiales, analiza sin eufemismos la trama del narco capitalismo que infecta a Rosario. Medios, redes sociales y territorio: para pensar de qué tenemos que hablar, ver y hacer en estos tiempos violentos y autogestivos. Por Claudia Acuña.

De qué hablar. Silvina Tamous, de El Ciudadano
Silvina Tamous. Foto: Eduardo Bodiño

El Ciudadano puede comunicar sus números con orgullo: es el tercer diario más leído de Rosario, detrás de dos multimedios, y el quinto en la provincia. Si bien existe desde hace 25 años, desde 2016 se organiza como cooperativa de trabajo, recuperado por sus trabajadores que evitaron que más de 40 familias se quedaran sin empleo. Silvina Tamous es la directora del diario, y ese es un primer dato: “Al tratarse de una cooperativa de trabajo los principios que rigen son distintos, por lo tanto una mujer puede estar al frente de la redacción, en una ciudad donde las mujeres en general no ocupan esos lugares”. 

Para Silvina la mayor fortaleza de ese medio es su historia: “una historia de lucha”, precisa. Y la cuenta así: “Nace en el 98 y rápidamente, como medio privado, logró equiparar la tirada con La Capital, que era el diario más tradicional e importante. Y la consecuencia de ese éxito fue que el dueño vendió El Ciudadano a La Capital, a cambio de quedarse con el 25% de… La Capital”.

Replay, o VAR como se dice ahora: un diario nuevo empezó a competirle al monopolio, que para seguir siendo monopolio decidió comprar ese diario nuevo. Un clásico argentino, alterado por otro clásico argentino: la lucha de quienes se quedaban sin trabajo. Lo cuenta Silvina, una de ellas: “Éramos mucha gente en la calle mucho tiempo. Tomamos la Secretaría de Trabajo: fue la primera vez que se vio la proletarización del periodista, que en general tiene otro estatus. Logramos reabrir el diario con otras características y logramos un acuerdo; los que no quisieron ser parte cobraron su indemnización y el resto recuperamos nuestros puestos de trabajo. Fue una lucha histórica, junto con el sindicato de prensa. Y transformamos a El Ciudadano en un diario popular. Eran años de ebullición”. Corrían los 2000. “Cubríamos protestas sociales porque nos debíamos a toda la gente que nos acompañó en nuestra lucha, fue una sinergia”, sigue Silvina. La historia larga de este medio increíble está narrada en la MU 178: Expresión de libertad. 

En esta nueva etapa lo importante fue la tapa: “Cuando nos hicimos cooperativa nuestra tapa fue una conquista, porque bajo la administración patronal era lo que se negociaba con el poder político. Teníamos muy claro lo que pensaba El Ciudadano, más allá de lo que pensaba cualquiera de nosotras y nosotros: un diario de centro izquierda, feminista”, define Silvina. “Sabíamos que la visión estaba planteada desde el lugar de los trabajadores. Por ejemplo, el día que no salió la ley del aborto -nunca lo voy a olvidar- no dudamos que la tapa tenía que decir, bien grande: ‘CLANDESTINO'”.

Corrían tiempos macristas, con todo lo que ello significa, y gracias al seguro de desempleo pudieron capear los primeros tres años; inflación mediante, ese monto fue mermando hasta que llegara el nuevo gobierno peronista. “Ahí nosotros creíamos que nos iba a ir muy bien pero… Alberto (Fernández) no nos dio un centavo en plena pandemia, para las cooperativas no había nada, y mientras nos cagábamos de hambre el Estado pagaba los sueldos del diario La Capital. Fue muy dura esa etapa, pero salimos adelante, cobrando casi nada”.

Las monedas llegaron tarde y mal: “Nunca contamos con pauta del gobierno nacional, pero en el último año y medio de Alberto nos dieron algo que nos sirvió para hacer un ahorro para lo que se venía, y pudimos subsistir un poco el verano”. Las consecuencias de esta anemia de recursos los obligó a dejar de imprimir el diario en papel, pero nunca dejaron de hacer la tapa: “la consideramos una declaración de principios: es lo que el diario opina”. La experiencia sembrada por la falta de recursos los encuentra ahora preparados: “No tenemos pauta nacional, obvio, y la que tenemos provincial es muy escasa, pero como fuimos fabricando otros recursos es la primera vez que tenemos más pauta privada que estatal”.

La cuenta tiene que cerrar para las 47 personas que integran la cooperativa. Silvina: “El balance que hago es positivo. A mi edad no podría trabajar en otro lugar porque no tengo ganas de que me den órdenes y mucho menos por cómo se está dando hoy la relación entre los medios y el poder, de una manera que no es la misma a la que estamos acostumbrados a trabajar los periodistas profesionales”. 

Redes, medios & narcos

Desde la era Milei, el mítico El Ciudadano pasó a ser exclusivamente digital. Algo que, como narra Silvina, ya se venía madurando, entre los aumentos de insumos para impresión, la falta de auspicios, pero también bajo una estrategia de comunicación digital que el diario ya venía desarrollando desde su etapa cooperativa: las tapas digitales viralizadas, la incorporación de equipos específicos para redes sociales, entre otros etcéteras de una reconversión a tono con la época. Silvina: “Todo el fenómeno tecnológico nos obligó a aprender cosas que nos parecían novedades, pero ya estaban viejas. Mucha gente se informa por las redes. Son muy pocos los que miran de dónde sale la información, cuál es la fuente. Las redes lo que hacen es honrar la posverdad: lo que consumís es para reafirmar lo que vos ya creés. Nunca la red social te desafía con un contenido que no estás buscando. Hay una producción de la información de nicho, en todos los sentidos. En ese contexto, el diario generalista va perdiendo vigencia. Incluso los medios tradicionales crean productos de nicho para poder llegar a determinados lugares”. 

En este contexto de agendas diseñadas por algoritmos y con la información manipulada por las redes, la pregunta es simple: ¿de qué tiene que hablar hoy un medio autogestivo? Silvina no duda:

-Del hambre y del narcotráfico.

En épocas oscuras el territorio ilumina al periodismo: aquello que se ve en Rosario es esa relación estrecha entre lo que falta y lo que sobra. Falta comida porque falta empleo legal con salarios justos, sobra dinero negro generado por la industria ilegal de la droga.

La ventana por la que observa Silvina a Rosario la construyó su experiencia profesional: “Vengo del periodismo policial”. Desde allí  nos resume el panorama: “En Rosario se dio un fenómeno que comenzó en 2014 con la muerte de un líder narco. Eso derivó en el descontrol del mercado del narcotráfico que antes regulaba de manera clandestina la policía, pero era efectivo: cobraba por dividir el territorio y así garantizaba que cada banda tuviera su porción. Eso se cortó abruptamente cuando la propia policía perdió el control de la recaudación: salían todos a recaudar a la vez y convirtieron así el territorio en un desastre. Llegó a un pico de pánico a principios del año 2023 con la ejecución al azar y sucesiva de cuatro trabajadores, con la intención de sembrar el terror, pero también dejaba en claro que no había nadie que controlara a la policía porque estaba involucrada en todas las bandas de droga. Hoy Rosario parece más tranquilo, no sé hasta cuándo. Bajaron 70% los homicidios, ves mucho tránsito uniformado y circo de helicópteros por todos lados. El Estado organiza propuestas para vecinos del centro, pero no para las periferias a donde le es muy difícil llegar si no tiene ni un litro de leche para repartir. A esos territorios la miseria los convierten en zonas liberadas. 

¿Qué cambió este año para que bajen tan notablemente la tasa de homicidios, las balaceras, el terror?

Todos tienen teorías diferentes, pero a mí no me cierra ninguna. Por un lado, hay otra manera de gestionar la cárcel local -que no es la nacional- donde están encerrados los verdaderos líderes de estas microbandas. Es una gestión caracterizada por tratos humillantes, crueles y formas muy violentas; o ponen en una misma celda a integrantes de bandas rivales para que se maten entre ellos.. El servicio penitenciario empezó a actuar como una banda más, y eso originó venganzas: balean un colectivo del servicio penitenciario en represalia. Ahora parece haber un pacto para no matarse entre ellos, eso es real, pero no me queda claro que ese sea el motivo que terminó con los altos índices de violencia urbana. Creo que hay otro tipo pactos. Carlos Del Frade, por ejemplo, habla de reguladores del territorio, que son viejos policías que intentan marcar los límites entre bandas para operar en cada lugar, pero en muchos barrios me dicen que no es así… Es muy difícil saber qué pasa realmente, pero obviamente algo pasa porque no se tranquiliza todo de la noche a la mañana.

Lo diferente y lo común

El rol policial es clave, pero también tiene en Rosario característica propias. Explica Silvina: “Hay varias cosas que en Rosario son distintas que en otras ciudades latinoamericanas dominadas por el narcotráfico. La narco regulación policial funcionó hasta 2013, más o menos. Después eso se rompe porque la misma estructura policial, a través de los altos mandos, decide salir a recaudar, y eso arma un pequeño descontrol en el territorio que años después se convierte en caos. Otra cuestión por la que la policía se ve impedida de regular sola la actividad narco territorial es porque en este juego entra también a jugar un rol la fiscalía, que no confía en la policía. Ordena allanamientos en distintos territorios, detienen a una banda, dejan a otra liberada, y después dejan el territorio librado a su suerte para que se maten a balazos hasta definir quién lo controla. La policía en este caso no puede controlarlo porque no tiene el poder de decirle a un narco “yo no te voy a detener”, entonces eso también descontrola. Lo cual no significa que la policía no siga siendo parte del problema, pero ya no tiene el monopolio de la impunidad. Eso debilita el narco control policial, pero también al territorio. Los grandes capos están presos, pero en los barrios el conflicto está lejos de solucionarse”.

Lo que tiene Rosario en común con otras ciudades latinoamericanas es el puerto, privatizado. “Lo gestiona Vicentín”, advierte Silvina. Y ese es el centro de operaciones de tráfico. “El único cargamento que se incauta en un galpón fue el llamado ‘arroz blanco’: un médico había diseñado el método para convertir la cocaína en una especie de arroz para exportarlo a Europa, pero Rosario tiene una larga lista de puertos en una larga costa, y todos saben que por ahí sale la soja negra. Y por donde sale la soja negra, salen otras cosas en negro. Se lava plata de soja y se lava plata del narco: es más o menos lo mismo. Como nadie va a investigar la plata que se lava en soja negra, tampoco van a investigar al narcotráfico. Ese es el verdadero narcotráfico, porque lo que hay en las calles de Rosario es narcomenudeo, sumamente violento sí, pero no estamos hablando de tráfico a gran a escala, sino del remanente que queda de lo que se exporta. Aunque en estos últimos años también se aprendió a cocinar, a estirar la droga, que es algo que trajo mucho valor agregado al tema del narcomenudeo, mientras se secaban otros negocios”. 

Silvina advierte el ejemplo de Ecuador, país que adoptó hace un par de años el modelo político que ahora estamos padeciendo: “Con la dolarización y el intento de llegar al déficit cero se desarmaron todos los organismos de control. Así Ecuador se transformó, a través del puerto, en un lugar tentador para el tráfico. Las bandas que ya operaban en ese país se terminaron asociando primero con una banda mexicana, que era la que sacaba la droga del puerto, y finalmente el resto de los carteles centro americanos: ahí se produjo el primer conflicto. Pero como esa droga sale para Europa, comenzaron a llegar las mafias de Europa del Este -como la albanesa, también hay alguna data sobre la mafia calabresa metida en Ecuador- que encontraron terreno fértil para el control del territorio. Con la dolarización se terminó de consolidar ese esquema: no hay control, hay dólares y tenés al lado el productor, que es México, y muy cerca el receptor, que es Europa del Este. Los ecuatorianos sólo ponen los muertos y el territorio. Y es una alerta grande a la hora de pensar la Argentina porque los mecanismos de control se están desarmando. Podemos muy rápidamente entrar en ese infierno”.

Ante ese inquietante panorama, ¿cuáles son las fuerzas del suelo? 

A diferencia de lo que pasa a nivel nacional, acá sí hay una preocupación porque la gente mínimamente coma. Y si bien se hizo una auditoría sobre organizaciones sociales solo fue para confeccionar un listado, como forma de ordenar un poco el territorio y que se sepa qué días se distribuye comida en cada lugar. Es cierto que los recursos que se les dan a estas organizaciones es muy poco, pero algo hay. Al igual que en Nación, hay una influencia muy grande de todo lo que es el sistema evangélico en las políticas sociales del gobernador Pullaro, que mientras hace campaña para instalarse nacionalmente trabaja con los evangelistas y considera que son la gran ayuda en los territorios, pero no le saca plata a organizaciones sociales o a la iglesia católica porque en Rosario las organizaciones son muy fuertes y, por una cuestión de cercanía, no es tan fácil desprestigiarlas, como pasa a nivel nacional. Además hay partidos políticos nuevos como Ciudad Futura, con militantes muy pibitos, -la mayoría no tiene 40 años- que estuvieron a un punto de quedarse con la intendencia de Rosario, pese a no tener aparato. Lo que sí hay es mucha miseria: volvió el trueque, por ejemplo. Otra diferencia es lo que denuncian algunos periodistas en Buenos Aires sobre organizaciones narco delictivas que bancan comedores: acá no pasa. Dicen que sí pasa en localidades cercanas a Rosario, pero en nuestra ciudad para parar la olla hay ahora dos fenómenos: la gran cantidad de mujeres que se incorporan a la policía para tener una obra social y un trabajo fijo, que son jefas de familia; y también las que se meten en las bandas porque las heredan al caer preso el jefe de familia, porque no les queda opción o porque es el recurso disponible en un barrio para comer. Esa es la realidad hoy.

¿Cuál es la solución a este tremendo presente? 

Hagámosla corta: si lo importante es la lucha contra el narcotráfico, legalicen las drogas y se terminó la batalla. Es la única manera de combatirlo. Hasta el año pasado, el 60% de las causas por drogas en la justicia federal seguían siendo por tenencia para consumo. Hay gente que consumía marihuana por problemas de salud que también ha sido encerrada, entonces los recursos del Estado se ponen en esas boludeces y no en lo que es importante. 

¿Qué es lo importante?

Lo más importante es la vida.  Y, mientras no se reportan muertes por sobredosis, en Rosario el mercado ilegalizado de drogas atenta contra la vida.[/wcm_nonmember]

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