No revela su apellido, su edad, ni obviamente sus trucos. Empezó en la escuela porteña de Fu Manchú y es una de las magas latinoamericanas más reconocidas del mundo. Mujeres partidas, la compañía de los demás y un misterio: por qué buscamos la ilusión. Por María del Carmen Varela.

“¿Creés en la magia?” interroga Alba al iniciar su show mientras señala al azar a alguna persona del público. Repite la pregunta y todas las respuestas son positivas. En esta ocasión, la gran mayoría de las personas consultadas se dedican al oficio. Estamos en la séptima edición del Aparishentazo, el Festival de Magia que esperan cada año quienes se dedican al arte de la ilusión y en el que comparten trucos, información y saberes para enriquecer sus performances. 

Cartas, monedas, sogas, aros, copas, bolas, pañuelos –ya no se ven varitas– son los elementos habituales con los que lxs magxs despiertan el asombro, pero no son los únicos. Alba utiliza dos cubos mágicos (o cubos de Rubik) que fueron muy populares en los 70. ¿Es posible creer en la magia cuando se tiene el conocimiento para producirla? “Si alguien no vive la magia, la magia no existe” asegura ella y la consigna aplica tanto para quien la genera como para quien la observa. La magia requiere de entrega.             

Alba ocultó siempre su apellido, o su verdadero nombre (nada por aquí, nada por allá)  como parte de su marketing artístico. Decidió estudiar magia siendo una niña (oculta también su edad como si se tratase del secreto de un truco), sin haber visto nunca antes a un mago. Mientras leía una revista de su hermano vio un aviso de la Escuela de Magia de Fu Manchú –nombre artístico del mago inglés David Bamberg radicado en la Argentina– y le dijo a su mamá: “Quiero aprender magia”. 

Lola, quien había sido la compañera del maestro, estaba a cargo de la Escuela tras la muerte de Fu Manchú en 1974, y recibía a la pequeña Alba para que tomara clases en ese lugar de prestigio situado en Riobamba 143, en el barrio porteño de Balvanera, actual casa de la Cooperativa lavaca y sede del Aparishentazo desde el año pasado. En el primer día de aprendizaje, Alba fue instruida para realizar un truco con sogas “y para mí no perdió nada de interés”. Por eso suele abrir sus shows con es a prestidigitación asombrosa.  

“Mi trabajo es que los niños encerrados en los adultos salgan a jugar” propone. Gran desafío para esta maga de carácter arrollador, mujer de palabra y acción, hija de un vendedor de libros usados,  autora de Magia 5 estrellas para 4 tenedores, sobre este espectáculo en restaurantes y colaboradora de la revista norteamericana Genii, una de las más importantes del mundo dedicadas al oficio. 

El truco en la cabeza

Interesada siempre en la neurociencia, es la primera latinoamericana que participa en The Magic Castle de Hollywood: hotel, restaurante y alto lugar de encuentro para los espectáculos de magia del mundo. “Es como ser cantante y poder actuar en el Colón” suele decir sobre ese lugar al que accedió otro maestro que ya es historia: René Lavand. 

¿Qué es la magia? “Es eso que no se puede explicar. Hubo un momento en el que el magnetismo era considerado magia, después la ciencia explicó el por qué. El cerebro es limitado y siempre va a haber cosas que no vamos a entender. Pero la magia está. Un atardecer es mágico. Hay muchas cosas que no podemos explicar, ni nos interesa porque solo queremos disfrutar de ese momento”. 

Alba presta mucha atención al público y busca generar diálogos e intercambios. En una ocasión, le preguntó a una mujer si le gustaba la magia. La respuesta fue: no. Ella contestó: “Ay, te amo. Explicame porque a mí tampoco me gusta  mucha magia”. Siguió la conversación y la mujer finalmente le pidió un truco. Habían encontrado un punto en común. No es la magia de “palo y a la bolsa” la que Alba prefiere ejecutar. “A mí me gusta mucho hacer reuniones de amigas a la tarde sin tener que ponerte tacos ni maquillaje, pasarla bien y ver nuestras intuiciones, nuestros descubrimientos, nuestros miedos. Que sea un lugar totalmente seguro donde podamos jugar y pasarlo lindo”. 

Su estilo es intimista, la palabra tiene protagonismo y el truco completa el acto artístico. Hace además la llamada magia de cerca que ella define como magia a quemarropa. “Yo conozco lo que me funciona y lo que me gusta hacer, contagio el gusto por lo que hago. Quiero que la gente se sienta parte de la magia, que se vaya pensando: si yo no estaba acá, esto no pasaba”. 

En su vida personal no utiliza sus dotes de maga. Reserva la práctica para los shows y busca conectar con el público. “Necesito tranquilidad, que me prestes atención, estoy cien por ciento ahí”. El tono de su voz en el escenario y el magnetismo del relato sumado al remate de la sorpresa provocan que la atención se mantenga constante mientras dura su show. “Yo digo que hago trucos y el público lo sabe. La magia está en la cabeza de la gente, es el público el que permite que yo les haga magia o no. El truco es mi vehículo”. Hace poco le consultó a la inteligencia artificial cómo definiría lo que ella hace y la respuesta fue: “Facilitadora de momentos mágicos”, lo que demostraría que la IA carece de magia.  

Durante cinco años estuvo alejada de la magia e incursionó en la actuación. “Sentí que no tenía nada para decir. Me sentí vacía. Dije: esto no es para mí y dejé la magia completamente”. Pero la pasión finalmente regresó. Durante veinte años vivió en la ciudad de Chicago, regresó luego de la pandemia por motivos familiares, y desde hace 27 años trabaja para The Magic Castle , ese lugar conocido como la Meca de los Magos: un exclusivo club al que solo se accede por invitación, se ingresa con ropa formal, es frecuentado por aficionados, aprendices y fanáticos de la magia para ver shows de lxs mejores magxs del mundo. Llegó a ese sitio increíble porque en 1997 un mago estadounidense la animó a presentar un video. Tanto insistió que finalmente en el día de su cumpleaños ella filmó un video de diez minutos haciendo magia y hablando  en inglés. Al poco tiempo fue contratada: “Queremos tu personalidad”. 

Mujeres por la mitad

En los comienzos de su vida profesional le tocó vivir situaciones incómodas y le costó abrirse camino en un ámbito que décadas atrás era transitado mayoritariamente por varones. “Estoy muy feliz de que haya muchas más magas. Hay cada vez más en todo el mundo”. Llevarle la valija al mago era la tarea que le encomendaban –es oportuno recordar el meme “Mira de quién te burlaste”– y Alba se sentía fuera de lugar en un mundo que buscaba invisibilizarla. ¿Cuál era el truco más importante que hacían los magos? Cortar al medio a una mujer. “Hay un libro que se llama El verdadero secreto de la magia, que explica que el truco de la mujer cortada al medio se diseñó y se inventó cuando las suffragettes en Inglaterra querían el voto femenino. ¿Cómo van a querer votar las mujeres? Alguien se quejó y dijeron bueno, ahora vamos a cortar a un hombre, o a un niño o a un animal”. Escándalo. No se atrevieron y siguieron empleando el truco sobre los cuerpos de las mujeres.

Cree esta mujer que hay un ingrediente que no puede faltar con el público: “La confianza, que es algo delicado. Uno creería que es psicológica pero es biológica, todos estamos diseñados para sentir confianza, porque sin confianza no hay conexión”, dice durante su presentación en el Aparishentazo a la que fue a verla su mamá, que festeja: “Hace mucho que no la veo en un show, porque son privados o está en el exterior”. La maga agrega: “Nosotros necesitamos la compañía del otro. Los filósofos o los gurúes siempre dicen: vos te podés ir a la montaña, pero no vas a encontrarte. Te encontrás en la relación con el otro”. Por eso le gusta hablar de tribu. 

¿Por qué buscamos la ilusión? “Porque la vida es dura, nos vamos a morir todos. Creo que la muerte no es tremenda. Lo que pasa es que tenemos mala vida, por eso le tenemos miedo a la muerte. Si tuviéramos buena vida, la muerte sería parte de un todo, pero como vivimos muy mal tenemos miedo a perder lo que conocemos. La magia viene de la religión, de la alquimia, no era un entretenimiento. La ilusión le da aire a lo cotidiano”. 

Tal vez por eso mismo, al hacerle la misma pregunta con la que abre su show, Alba contesta sin dudar: “Sí, creo en la magia”.