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Poder hip hop

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Actitud María Marta es un grupo pionero del hip hop local, nació como banda sonora de escraches y marchas y desde allí consolidó un estilo que lo convierte en una de las expresiones más originales de la escena argentina. Vienen de una gira por Europa y de un romance con Venezuela que les marca el ritmo de sus pasiones actuales.

Poder hip hop¿Cuándo viene Actitud? La pregunta, que se hace unánime entre las mujeres que están delante nuestro, no encuentra respuesta siquiera en el programa que las acomodadoras reparten a diestra y siniestra. Lidia Borda, que sobre el escenario y junto a su hermano entona alguna chacarera o tan tango bien porteño, no sugiere nada al respecto. ¿Cuándo toca María Marta? No sé si la señora que me pregunta espera a Serra Lima, o piensa que dentro del trío de mujeres de hip hop existe alguna integrante con dicho nombre. Igualmente respondo que no lo sé y, junto con la impaciente señora y sus impacientes compañeras, pienso que no queda otra opción que esperar.
Dos cosas me resultan, de movida, extrañas. El 90 por ciento del teatro Coliseo está repleto de mujeres; la segunda, que el 70 por ciento de esas mujeres lleva alguna prenda o atuendo de color verde manzana. Rápidamente me doy cuenta de mi estupidez. En el I Festival Latinoamericano por los Derechos, la Vida y la Salud de las Mujeres, ¿a quién esperaba encontrar? ¿A Baby Etchecopar? Escucho que las mujeres de verde, por otro lado, están entonando cánticos en contra del Papa, la Iglesia, y otras desgracias. Deduzco, entonces, que ese color es el distintivo de las que apoyan a gritos -literalmente- la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, consigna estampada sobre sus remeras.
Todo muy agradable, sí. La música, los músicos, la gente, los cantos, el verde. Pero hay un pero. La gente está alegre, tiene ganas de divertirse y hasta bailar, pero la oferta musical no da más que para estar sentado y escuchar. Falta conexión entre esos dos mundos: el de ese público y el escenario, el de la música y los sentidos.
Después de Lidia, aparece un hombre de ropas anchas que –asomando como una esperanza– comienza a enchufar aparatos. Ahora se desliza una base de rap, una suerte de intro a lo que viene después: Malena D’Alessio y las Karen (Pastrana y Fleitas) irrumpen en el escenario ya cantando, como si no hubiera nada que esperar ni tiempo que perder. Ese pero, ahora entiendo, tenía nombre propio. Entonan Sonrisa Macabra, tema del último disco dedicado al –por suerte– ex presidente norteamericano, George Bush:
Degenerado, criminal,
terrorista de estado
Genocidio o suicidio,
qué dilema, eh.
 
El festival da un vuelco abrupto: el trío de mujeres baila e invita a bailar, toca y contagia el ritmo, canta y transmite puro el mensaje. Se mueve ahora la marea verde por los pasillos y trepa al escenario lista para bailar. Los del pullman y súper pullman hacen lo propio desde sus butacas. El teatro Coliseo en este momento es una suerte de boliche bailable donde no hay dj’s, sino tres mujeres y ganas de divertirse. ¿Hace falta agregar mucho más? Actitud.
 
De escraches y musicoterapia
El hip hop exige rimas, letras extensas y un cantar veloz y rítmico como pocos, en relación con otros géneros musicales. Las palabras se mezclan, las frases se entrecortan y las chicas improvisan bailes al compás del sampler. “¿Se entiende la letra?”, pregunta una de las tres. Sí, se entiende, y el mensaje llega clarito: ahora suena Hijo Mío, y es una de las frases de esa canción la que me reaparece el día después, cuando me siento a charlar con Malena:
“La rima me ha enseñado
a vomitar mi mierda
y convertirla en arte.”
La estrofa representa lo que Malena nos contará a continuación: Actitud María Marta nace casi simultáneamente a la agrupación h.i.j.o.s. (de la que fue miembro fundadora, allá por el 95) como banda soporte de la Comisión Escrache, y con una formación distinta a la actual. “Era una época donde las manifestaciones se veían con un dejo de nostalgia, una marcha era algo triste, amargo, y nosotros a eso le opusimos la fuerza del escrache como algo de confrontación. Era salir del llorisqueo y pasar a la lucha. Poco a poco, además, fueron evolucionando: lo que primero era solamente una manifestación en la puerta de la casa de un tipo, después se transformó en un evento cultural, con grupos de música que tocaban, de percusión, de teatro… era algo muy creativo y alegre. Se podría decir que fueron mis terapias”.
Malena ríe y contagia la risa. Tiene la asombrosa capacidad de transformar lo malo –y me estaría quedando corto con este adjetivo– en algo alegre y lleno de energía. En palabras de ella: “una energía que puede ser de protesta, pero que de todos modos es una expresión artística, no es solamente una cuestión de militancia política. Poder combinar la creatividad, poder canalizar la historia de uno, y con un espacio como éste, tan potente y enérgico fue algo que a mí me hizo mucho bien en lo personal.”
 
Lecciones de hip hop
“Nosotras hacemos un hip hop sudamericano, digamos, con bastante identidad argentina, en el sentido de que se despega de los grupos que son un calco del rap norteamericano. Que hay muchos, ¿no?”. La pregunta, digámoslo, revela cierto desprecio. Malena se siente más familiarizada con el continente negro, por su música y su ritmo, que con los que nos aplastan desde arriba, al norte. El rap, aclara, no es más que un envase que uno rellena “con el contenido que quiere”, pero que no necesariamente debe llevar consigo la estética del prototipo del rapero de ropas anchas, cadenas de oro, letras con apologías a las armas, al sexo y al dinero. “Me parece interesante despegarse de eso. En Latinoamérica el rap está retomando cada vez más las raíces y la esencia que tenía al comienzo. Las estéticas no responden a algo necesariamente pautado. Por ejemplo, en Bolivia hay quienes rapean en aymara y usan sus ropas tradicionales. En la parte melódica lo que hacen es fusionarla con músicas regionales autóctonas, desde africana y flamenco, hasta el tango y el folklore, como hacemos nosotras. También tenemos mucho de reggae y dance hall, que son ritmos jamaiquinos”.
Cuenta, además, la fuerza del hip hop en casi toda Latinoamérica -estuvo en las favelas brasileñas y en los barrios de la periferia cubana conociendo en directo lo que suena y cómo- hasta que su itinerario se detiene en ese casi nuestro país. “Argentina es el que menos cultura del rap y hip hop tiene de todo el continente”, se lamenta y acusa al rock de tal desgracia. Tal vez por eso viaje tanto y conozca todo el continente y más. “En cada lugar donde vamos intentamos involucrarnos y conocer un poquito más allá del evento musical en el que nos presentamos. Averiguamos qué esta pasando, un poco de la historia, de cómo se van entrelazando los movimientos sociales y políticos que están emergiendo ahora, especialmente mirando el escenario del mapa mundial en Latinoamérica, que es una de las cosas más interesantes que están pasando en el mundo”.
 
Identidad y religión
Malena y Actitud han encontrado, por azarosa causalidad de la historia o quizá por un triste determinismo del destino, un envase en el medio de su camino que les ha servido para devolverle al rap y a ellas mismas sus propias raíces. Es un envase que han rellenado a lo largo de estos años -aunque todavía no esté saturado-, de pura fuerza y lucha política, de esperanza latinoamericana y ritmo africano. “Creo que la música es una de las herramientas que tienen más potencial transformador porque es una de las ramas del arte más masiva, más influyente en los jóvenes”. Malena se detiene. No la interrumpo porque sé que va a seguir, sé que está tomando carrera para continuar, sé que es como una maquinita que piensa y dice, que dice y hace, que hace y sueña. “La música es como una conexión con algo que va más allá de lo intelectual y lo racional. En ese sentido, tiene cierto grado de trascendencia, aunque suene así, religioso”. Y agrega con total espontaneidad: “Y te digo que si tengo que tener una religión viene más por ese lado. Tiene que ver con la energía, con cosas que están en otro plano de la existencia”.
Le creo más que a cualquier cura.
 
La mirada de los otros
De su gira de este año por Europa cuenta de todo: que se animó con el francés y el inglés arriba del escenario y que hubo una muy buena recepción del público. Menciona cómo trató, ante la ignorancia de la opinión pública respecto a los procesos latinoamericanos, de dejar su testimonio en otro capítulo más de una lucha emprendida ya hace tiempo contra lo que considera un adversario hostil, de difícil confrontación: los medios masivos. “Estamos en una época donde el bloqueo mediático es uno de nuestro grandes enemigos, y donde es así de literal: hay un bloqueo en lugares como Venezuela o Bolivia. Esto dentro de Latinoamérica y ni hablar del resto del mundo. Para los europeos, en el caso de Venezuela, al presidente le faltan los cuernos y la capa para que sea el diablo. Mismo desde la izquierda europea hay una subestimación de todos los procesos políticos y sociales que están ocurriendo acá.” Queda en claro que esta mirada europea no es cercana a la Actitud Malena: no tiene ni su curiosidad ni su experiencia. “Subestiman todo, como si ya lo hubiesen vivido y nosotros somos para ellos unos ingenuos que seguimos pensando que los cambios son posibles. La opinión pública masiva, influenciada directamente por los medios, habla de dictaduras, de cosas que si te ponés a hablar cinco minutos y le empezás a decir: ´bueno, pero Venezuela es el país con más cantidad de elecciones y referendums en la historia de las democracias latinoamericanas´… no saben qué contestar”. Para Malena es complejo tener que luchar de manera constante contra unos medios de comunicación tan claramente posicionados políticamente, pero no por eso desesperanzador. “Porque ni siquiera es algo sutil, digamos, es bastante grotesco. Sobre todo en el caso venezolano”, reitera y evidencia su puntual interés por contar lo que considera “la verdadera realidad” del país bolivariano. Malena mira, toca, conoce y luego -recién luego- habla. Y lleva y cuenta su testimonio a donde haya a quién contárselo.
 
Conexiones
De tanto gobierno latinoamericano, nos olvidamos del nuestro. ¿Qué pensará esta muchachita rebelde de un gobierno que apoyó uno de sus puntos débiles: los derechos humanos? Revela: “La verdad que sí, que se han ocupado muchísimo del tema y me parece bien, y no es subestimable y hay que reconocerlo”. Y sin que se lo pregunte, se anima también con una crítica. “Falta conexión con el pueblo. Hay una desinformación terrible. Y cuando digo esto se me vienen a la cabeza el tema de las retenciones a las exportaciones agrícolas. Me acuerdo que fue un momento crucial, en el que se dividieron las aguas y era interesante eso como fenómeno político. Personalmente nunca terminé de entender el tema, la parte técnica, y no me pareció que desde el gobierno hubiese una política de difusión masiva, de bajar toda la parte técnica a tierra y explicarle a la gente en palabras simples eso que era tan complejo. Hay como una especie de soberbia en ese sentido, y ése es para mí el costado malo de este gobierno”. Y sí, por supuesto; dicho esto, a Malena se le cruza por la cabeza el programa del gobierno venezolano. “En el caso venezolano ese tipo de comunicación está muy bien plasmado en Aló Presidente, en donde se le explica a la gente de manera accesible un montón de cuestiones que se están haciendo, políticas, económicas. Va cada ministro y habla con la gente y le explica. Hay gente que opina que eso es demagogia, que es populismo, pero el pueblo cada vez está más exigente y más crítico con el gobierno mismo. Ése es el mejor termómetro de lo que esta pasando”.
Su entusiasmo por Venezuela es explícito y forma parte de su catecismo; allí vio en acción algo de su fe y le interesa que quede claro, como si necesitara ese ejemplo para transmitir en qué cree y en qué no. Cree en la política, por supuesto (“es la mejor herramienta que tenemos para solucionar los grandes problemas. Es lo que define quién come y quién no, así que cómo no le vas a dar bola.”) y no cree en los líderes (“las cosas se solucionan con la gente en la calle, presionando”). Cree en la música (“reemplazó a la militancia”) y no cree en los discursos (“prefiero lo concreto: en poner el cuero”).
Malena está muy lejos de cantar un tango pero sí, como dice la canción, pone en cada verso su propio cuero. El hip hop es un arma que le vino “como anillo al dedo” para hacerlo latir al ritmo de sus pasiones. Canta y baila y a ese ritmo cura las heridas. Las propias –su padre era militante montonero y desapareció en 1977– y las ajenas, como ahora mismo puedo ver en este Coliseo donde no hay nadie, nadie, sentado: la marea verde se agita en esta ceremonia que une y conmueve. En el escenario, Malena está en el centro, escoltada por las Karen. Una es dueña de tal vez la mejor voz y de un espíritu más sereno. La otra usa los típicos pantalones anchos y la típica agresividad rapera. Malena parecería ser el equilibrio entre las dos Karen, aunque la palabra equilibrio tiene en ella otro sentido. ¿Hace falta explicarlo? Desde el escenario me llega, salvadora, la estrofa perfecta para dejar de dar vueltas:
Conciencia, rebeldía
que día a día crece.
Mi cuerpo fortalece,
espíritu engrandece,
Actitud María Marta,
le pese a quien le pese.

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María Isabel Chorobik de Mariani –Chicha– es la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, aunque se separó en 1989 por razones que prefiere no revelar. En noviembre cumplió 85 años y sigue buscando a su nieta Clara Anahí, desaparecida tras un ataque descomunal dirigido por los propios Camps y Etchecolatz, contra una casa que hoy es museo, en la que mataron a cinco personas, incluyendo a la nuera de Chicha. En medio de las investigaciones y denuncias, esta mujer compraba una muñeca por cada viaje, por cada reclamo. Son más de 200. Un símbolo de paño, plástico y corazón, para que los nietos sepan que nunca dejaron de ser buscados.
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