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Que te quiero verde

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Cooperativa Iriarte Verde. Dos veces por semana entregan un cajón de exquisitas verduras cultivadas sin productos tóxicos por una cooperativa de pequeños productores de La Plata.

Sábado por la mañana. Timbrazo. Usted abre la puerta y se encuentra frente a una prueba concreta del esplendor que puede alcanzar la naturaleza: un cajón de plástico repleto de verduras y hortalizas frescas, lavadas y envasadas en bolsitas microperforadas. Albahaca, zapallitos, zuchinis, perejil, zapallo anco, remolachas, ciboullete, acelga, pepinos, tomates, tomatitos cherry, rúcula, morrones, chauchas y berenjenas. Alegría para los sentidos. El colorido regocija, el aroma deleita, el tacto reconoce diferentes texturas y finalmente el gusto a rico, punto cúlmine para la celebración de uno de los mayores placeres de la vida: comer.
Hasta aquí mi experiencia, que comenzó con un simple pedido telefónico. Aunque para que el cajón de verduras llegara sublime a la puerta de mi casa, fueron necesarios otros condimentos: una producción artesanal, la aplicación de tecnología novedosa, el respeto por la tierra y la visión de la economía como una herramienta de transformación social.
“Nos interesa y preocupa la soberanía alimentaria, por eso arrancamos con Iriarte Verde, que es una propuesta de alimentos sanos para todos, productos de alta calidad, sin agroquímicos, entregados a domicilio, a un precio razonable, apostando a la rentabilidad necesaria y no a la rentabilidad máxima. Desde lo popular se pueden hacer cosas de calidad”, cuenta José Pablo Sabatino, integrante de la cooperativa de trabajo icecoop, nacida hace poco más de dos años y compuesta por ocho personas. Las entregas a domicilio comenzaron el 19 de abril de 2008 y reciben cada vez más pedidos: ya suman 95 envíos en cada día de distribución. Aseguran que el “boca a boca” es la herramienta publicitaria que mejor funciona. El comprador puede optar entre un cajón chico, de 6 kilos, o el familiar, de 12 kilos. Ellos mismos los distribuyen los jueves y los sábados, con cuatro vehículos en Capital Federal y Gran Buenos Aires. No dejan de sorprenderse por el retorno afectivo de los clientes: “Te llaman al día siguiente y te agradecen por la verdura. Uno siempre supone que lo van a llamar para hacer un reclamo, pero notamos que estamos construyendo una forma de relación distinta con la gente”, relata orgulloso José Pablo.
La huerta está ubicada en Arana, una localidad al sur de La Plata, gestionada por el Grupo San Isidro Labrador, que está asociado a la cooperativa. La producción es agroecológica, característica interesante cuando se trata de alimentos ya que descarta la utilización de productos químicos, reemplazados con preparados caseros sin sustancias tóxicas.
Son pequeños productores, trabajadores de la tierra, que cortan las hortalizas el día anterior a la entrega, las clasifican, las lavan y las embolsan. Cuidan cada detalle y eso se evidencia en la presentación y en el sabor.
 
Cuidar la tierra
La calidad de lo cosechado mantiene estrecha relación con el tratamiento que le brindan al suelo. El secreto tiene que ver con la puesta en marcha de una herramienta de labranza que dos ingenieros uruguayos diseñaron estando en Cuba. El bloqueo no permitía el acceso al combustible ni a los productos químicos, pero no se resignaron y demostraron que el ingenio prevalece ante cualquier dificultad. Así idearon una tecnología, denominada “multicorte”, que posibilitó el mejoramiento de la tierra. Lalo Bottesi es integrante de la cooperativa e ingeniero agrónomo, por eso es quien explica las cuestiones técnicas: “La agricultura convencional utiliza elementos que dan vuelta el suelo, pasa un arado e invierte las distintas capas. Para la producción agroecológica, es una propuesta inviable, buscamos que eso no ocurra, porque rompe la estructura del suelo, que no es sólo tierra, hay lugares que tienen oxígeno, otros que tienen agua, donde hay microorganismos. Nosotros lo consideramos como un ser viviente, entonces si lo destruyo con labores inadecuadas, también estoy destruyendo toda la vida que hay allí; la alternativa es una tecnología que no haga esa vuelta de suelo”.
La innovadora maquinaria, que puede ser usada por quien trabaja con un caballo o con un tractor, pasa a 10 ó 15 centímetros del suelo, lo corta y lo empuja hacia arriba. Así queda aireado y esponjoso para recibir a la semilla. Realiza un corte vertical y otro horizontal, por eso “multicorte”, preserva la tierra y es amigable con el medio ambiente. La cooperativa construye los equipos mediante un convenio con una fábrica recuperada en Rosario, Herramientas Unión, y la terminación está a cargo de una empresa familiar de Avellaneda. Convencidos de las bondades de esta tecnología, intentan difundirla a través de talleres que organizan junto a distintas organizaciones como el mocase, el mocafor y con gente de Catamarca y Córdoba, entre otros. Primero les proveen los materiales para que los prueben durante un mes y medio, establecen un plan de trabajo y luego llega la etapa de la evaluación conjunta, en la que la organización que realizó el ensayo confirma si adquiere los equipos.
 
Sustentarse
La cooperativa obtiene sus ingresos de la venta de la producción de verduras y hortalizas, de la venta de la tecnología y de la capacitación. Las tres ramas son independientes económicamente. También sueñan con expandir sus conocimientos, y para eso van a aprovechar ofertas estatales de financiamiento para la investigación. “Desde el comienzo, quisimos que los proyectos fueran autosustentados, probar en la práctica que podían funcionar y a partir de ese momento, potenciarlos a través de algún subsidio, como apoyo, pero no que se basara en eso”, dice Gustavo Rosas, sociólogo uruguayo radicado en Argentina hace más de diez años. Gustavo conoció a José Pablo cuando ambos cursaban una maestría en Economía Social. José Pablo proviene del campo de la filosofía, vivió cinco años en el monte, en Santiago del Estero, con su mujer y sus hijos, cuenta que la maestría le dio muchas herramientas nuevas para aplicar en el trabajo y en la vida. Por su parte, Lalo tuvo que sacar de su cabeza conocimientos adquiridos en la Facultad de Agronomía, información que le sirvió para saber lo que no tenía que hacer, asegura: “Nosotros comprobamos que es absolutamente necesaria la mirada social de la producción agropecuaria”.
Los tres coinciden en resaltar que en la cooperativa encontraron un lugar propio, donde poder llevar adelante lo que vienen trabajando desde hace varios años, cada uno desde su experiencia. Ante las perspectivas que vislumbran para el futuro, planean incrementar la investigación, activar un convenio con la Universidad de La Plata, continuar promoviendo la tecnología del multicorte e impulsar una línea de abastecimiento a distintas organizaciones populares. José Pablo agrega otras tareas no menos importantes: disfrutar las 24 horas del día, del trabajo, de los proyectos y de la lucha.

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