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La toma en gringo
A pocos días de que el presidente Obama anunciara el plan de rescate del sistema financiero, una fábrica de puertas y ventanas fue ocupada por sus 340 trabajadores. Reclamaban contra el cierre y el despido, pero también contra los bancos que, en lugar de destinar el dinero público a la defensa de la producción, se dedicaban a ser lobby en el Congreso para obtener más beneficios. La lucha de los obreros de Republic se convirtió muy pronto en un símbolo. La toma duró 6 días, pero hasta hoy recorren Estados Unidos para contar esa experiencia. Ellos fueron los invitados especiales de la presentación de Sin patrón, el libro editado por lavaca, en Nueva York. Similitudes y diferencias con la experiencia argentina.
Armando Robles es un mexicano tímido y petiso que se convierte en un gigante apasionado cuando cuenta su historia. Ante las más de 1.000 personas que lo escuchan en el histórico salón de Cooper Union de Nueva York –en el cual habló hasta al mismísimo Abraham Lincoln– Armando no necesita presentaciones. Solo dice:
–Soy un trabajador de Republic…
Y estallan los aplausos.
La ovación que recibe en la conferencia –que compartió con Naomi Klein, Avi Lewis, Brendan Martin de La Base y lavaca– es solo una demostración del significado que tuvo para la actualidad norteamericana la toma de la fábrica de la que Armando es delegado. Fueron 6 días, pero claves, porque sintonizaron con un clima político cargado de significados. Diciembre de 2008, Obama flamante presidente anuncia el mega millonario rescate del sistema financiero. En Chicago, la fábrica Republic Windows and Doors comunica otra noticia: el cierre y el despido de sus 340 trabajadores. Lo que pasó entonces parece una película argentina, pero no: conviene contar con detalles toda la historia para que el juego de las diferencias quede claro.
La administración de Republic Windows and Doors explicó que cerraban la planta de Chicago porque su principal fuente de crédito, Bank of America, le negó financiamiento para pagar los salarios. Pocos días antes ese banco había recibido 25 mil millones de dólares (sí: 25 mil millones) del fondo de rescate dispuesto por el gobierno federal. Los trabajadores comprobaron que la empresa había comenzado a transportar las máquinas hacia vaya a saber dónde. Luego lo averiguaron: pretendían trasladar la producción hacia una nueva planta donde empleaba a trabajadores temporarios por 8 dólares la hora.
Armando y sus compañeros se apostaron en la puerta de la fábrica. “Nos quedamos en los autos, vigilando. Ahí comenzamos a pensar qué hacíamos. La gente del sindicato nos había advertido: sin máquinas están fritos. Así que teníamos que parar el traslado, pero no sabíamos cómo”. Leah es la joven representante del Sindicato Unido de Trabajadores Eléctricos, Radio y Maquinaria (UE por sus siglas en inglés) que tuvo la tarea de preparar la solución. Leah encontró en Youtube un video. “Mostraba a un grupo de 8 hombres que cortaban el candando, entraban a la fábrica y decían: de acá no nos movemos hasta que no nos den lo que nos corresponde. Y esa fue la frase que repetí cuando entramos”, recuerda Armando. Con esa frase entonces se inició la toma, una táctica de lucha que en Estados Unidos se había aplicado por última vez en 1930.
Blanco y negro
Las empresas medianas como Republic (que en el pico de la burbuja inmobiliaria llegó a emplear 700 trabajadores) representa el sector más golpeado por la crisis: su cadena de pagos depende del crédito bancario. Es el sector que concentra, según el censo oficial, el 80% de la mano de obra (empresas con menos de 1.000 empleados), por lo que el caso Republic representaba apenas el primero de una cadena que se intuía infinita. “Nuestro acierto –reflexiona Leah– fue relacionar el problema concreto de estos trabajadores con la situación política nacional. Es decir, el rescate financiero con los despidos”. Por eso la consigna que estamparon en la bandera que colgaron de la fábrica estaba dirigida al sistema financiero. Decía: “A ustedes los salvaron, a nosotros nos entregan”.
“Este es un caso muy sencillo, en blanco y negro, que todo el mundo puede entender”, fue la síntesis de James Thindwa, director de Jobs With Justice (Trabajos con justicia), una coalición nacional de sindicatos, grupos comunitarios y otras organizaciones que brindaron su apoyo a los trabajadores. También contaron con la solidaridad explícita del congresista Luis Gutiérrez, el gobernador Rod Blagojavich, el senador federal Dick Durban y el reverendo Jesse Jackson, que llegó el tercer día de toma con un camión repleto de víveres.
La prensa comercial también jugó este partido a favor de los trabajadores. Los medios no sólo registraron en las portadas el reclamo de Republic, sino además investigaron al patrón. El Chicago Tribune informó que el principal dueño de Republic, Rich Gillman, estaba involucrado en la compra de otra fábrica de ventanas, no sindicalizada, en Iowa. Los periodistas también aportaron pruebas de que el Bank of America se negó a las reiteradas peticiones para extender el crédito a Republic, a pesar de contar con el dinero del rescate económico.
El 10 de diciembre más de 1.000 personas se congregaron frente el Bank of America para manifestar su apoyo a la toma de Republic. “Ya que estamos aquí, en el distrito financiero, hagamos un poco de matemáticas –propuso el primer orador, el reverendo Gregory Livingston– El Bank of America recibió 25 mil millones, el Citibank otros 25 mil millones. ¿Cuánto recibieron los trabajadores? Cero. Por eso estamos aquí, en el distrito financiero. Este es el lugar donde está el dinero.¿Y adivinen de quién es ese dinero? Es nuestro”.
Larry Spivack, director regional del sindicato de trabajadores del Estado, fue el siguiente orador. “Los trabajadores de Republic son la cara de esta resistencia. Ellos personifican el desafío que la clase trabajadora enfrenta hoy en la economía, pero también simbolizan la esperanza de que si nosotros, como trabajadores, permanecemos unidos, si luchamos juntos, y si estamos dispuestos a empujar los límites, podemos lograr cosas increíbles”.
Saquemos ahora otras cuentas: 340 obreros deciden ocupar una fábrica y esa medida es apoyada por sindicatos, políticos, gobernadores, diputados, prensa y reverendos. Si a esta altura no queda claro porqué esta historia no es el guión de una película argentina, sumemos otro dato: ese día en la habitual rueda de prensa de la Casa Blanca un periodista le preguntó al Presidente cuál era su opinión sobre la toma Republic por sus trabajadores. Obama simplemente respondió:
–Tienen razón.
Al día siguiente, la administración de Republic y los bancos Bank of America y JPMorgan Chase negociaron. Llegaron a un acuerdo que le otorgaba a la empresa un crédito de 1,75 millones de dólares cuyo destino era el pago a los trabajadores.
La toma de Republic duró seis días y terminó en un simbólico triunfo, ya que la continuidad laboral es todavía una incógnita que depende de la venta de la fábrica y del cumplimiento del acuerdo por parte de sus nuevos dueños. Sin embargo, fue suficiente para que dejar una lección que marcó tanto a trabajadores como a empresarios y bancos. En mayo de este año, por ejemplo, bastó que la asamblea de trabajadores de una empresa textil votara que si se producían despidos tomaban la fábrica para que la empresa abone en término todos los salarios y desactive cualquier fantasma de telegramas. Claro que no se trataba de cualquier textil, sino de la responsable de la confección del traje que usó el presidente Obama durante la ceremonia de asunción.
Cómo se hizo
Armando está ahora en Nueva York para contar toda su experiencia, en una gira que no se detiene desde que terminó el conflicto. Leah lo acompaña en este periplo que tiene un objetivo concreto: “Nos piden que hagamos workshops sobre cómo hacer una toma, cómo comunicar un conflicto, cómo establecer lazos con organizaciones sociales. Incluso estamos pensando en hacer un libro que, a manera de manual, refleje las enseñanzas de esta experiencia. De alguna manera queremos que esto sirva para que otros trabajadores no tengan que comenzar desde cero, como nosotros.”
¿Qué síntesis harían de esas enseñanzas que comparten en estos encuentros?
Leah: Tienen que ver sobre todo con cuestiones prácticas. Por ejemplo, tomar conciencia, especialmente en las dirigencias de los sindicatos, que en las fábricas se habla español. Ese es el lenguaje de clase obrera en nuestro país. No solo porque el 80 por ciento de la clase obrera hoy es latina, sino porque hasta los rusos o chinos se comunican con sus compañeros en español, porque es el idioma de más fácil aprendizaje. Otras cosas tienen que ver con la comunicación. Los periodistas siempre nos dicen: ‘en mi diario no puedo publicar noticias sobre conflictos sindicales’. Entonces, hay que buscar la manera de salir de esa casilla porque evidentemente está cerrada. Hay que volver a darle a la lucha gremial una dimensión política, que es en realidad la que tiene. Y para eso no tenemos que aprender estrategias de marketing o comunicación, que banalizan todas las luchas, sino formarnos en el debate político que a veces evitamos con la excusa de no crear divisiones o espantar posibles apoyos.
Armando: En estos encuentros, por ejemplo, nos reunimos con los trabajadores de un hospital que estaba en conflicto por los recortes presupuestarios. Y las preguntas que nos hacían eran ¿cómo hicieron para organizar a afroamericanos, guatemaltecos, mexicanos y chinos detrás de un solo reclamo? Y nosotros no organizamos nada. Todos estábamos viviendo la misma experiencia de abuso. Eso fue lo que charlamos cuando alguno contaba lo que le pasaba en su casa, en lo cotidiano. Comenzábamos hablando de nuestra vida personal, pero terminábamos hablando de política porque todos estábamos sufriendo lo mismo.
¿Qué aporta la tradición latina a la organización de los trabajadores norteamericanos?
Armando: Mucha experiencia. Y una tradición de educación más enfocada en la historia, en lo social, que pesa a la hora de analizar la coyuntura.
Leah: También los inmigrantes latinos aportan un sentido colectivo que aquí ha sido borrado. El individualismo es nuestra enfermedad. Tienen también una tradición sindical más fuerte. Ellos llegan a nuestro sindicato para decirnos “queremos organizarnos”, mientras que nosotros estábamos acostumbrados a que teníamos que salir a convencer a los trabajadores de las ventajas de estar sindicalizados.
¿Por qué durante la ocupación no pusieron a producir la fábrica?
Armando: Nunca estuvo en consideración, porque el impulso inicial fue reclamar nuestros salarios y el no cierre de la fábrica. Pero fue algo que sugirió el sindicato una noche, cuando estábamos charlando sobre cómo seguir. Ahí recién lo pensé por primera vez porque nunca se me había ocurrido. El sindicato trajo al día siguiente una película sobre las fábricas recuperadas en Argentina (se refiere a La toma, el documental que realizaron Avi Lewis y Naomi Klein) y entonces nos pusimos a pensar si nos alcanzaba el material, a preguntarnos si nuestros compañeros estaban dispuestos a hacerlo. No nos dio el tiempo para seguir pensando esa idea. Me acuerdo que después de la movilización al banco llegó a la planta un representante de la Cámara de Comercio de Chicago para decirnos: “tenemos que arreglar esto rápido porque sino se va a repetir”. Tenían que pararlo antes de que todos empiecen a pensar de otra manera.
Leah: No se llevó a cabo porque el conflicto se solucionó rápido y el banco nos dio todo lo que pedíamos. Pero al menos la idea comenzó a pensarse y eso era algo que no estaba en el repertorio de las luchas obreras desde hace cincuenta años. Las tomas de los años 30 fueron justamente las que originaron la ley sindical que hoy tenemos y que todos queremos reformar. Fue una ley destinada a crear burocracias y a impedir acciones directas como las que se tomaban en aquella época. No es casual que uno de los reclamos a Obama sea que cumpla con la promesa electoral de reformar esa ley para favorecer la organización de trabajadores, cosa que hoy depende de la voluntad de la empresa. Y la empresa generalmente despide a quienes comienzan a organizarse antes de que lleguen a tener el status que requiere esta ley para reconocerle la protección gremial.
¿Cómo analizan la gestión de la presidencia Obama?
Armando: Hay ciertos temas que está tratando con más delicadeza, pero esa actitud es resultado de la presión que estamos ejerciendo trabajadores y sindicatos. Es cierto que si estuviera Bush no sería lo mismo: nuestros reclamos le entraban por un oído y le salían por el otro. Pero no hay que olvidarse que hace un año un millón de latinos se manifestaron en la calle por los derechos de los trabajadores inmigrantes. Eso no puede obviarlo un presidente. Este 1° de Mayo estábamos organizando otra marcha y quizá hubiera sido más grande, pero por el tema de la gripe porcina los medios salieron a decir que la marcha se parara. Aún así, en Chicago salimos 5.000 personas a la calle.
Leah: Nosotros siempre tuvimos la visión de que Obama por sí no va a cambiar nada, pero sí que puede estar influido por el cambio. Concretamente: si podemos movilizar a mucha gente nos va a escuchar.
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