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Noticias desde villa adentro

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Los curas herederos de los sacerdotes tercermundistas plantearon que la droga está despenalizada en las villas, y el padre Pepe terminó amenazado. La “invisible” cultura barrial, las diferencias con los 70. Medios, clases sociales, y un mensaje para herejes.

Noticias desde villa adentroEl padre Pepe recomienda no tomar fotografías dentro de la Villa 21. No por inseguridad, miedo o pronóstico de tormenta delictiva abalanzándose sobre comunicadores inermes, sino lo contrario: “La gente ve a los medios y salen todos corriendo. Hay mucha desconfianza, no quieren que los estén filmando ni sacando fotos porque todo eso en muchos casos se muestra de un modo muy negativo”.
En 2008 mu visitó a Pepe en la parroquia que construyó la propia gente de la villa, la Virgen de Caacupé, sobre la calle Osvaldo Cruz de Barracas, símbolo de un barrio gestado a pulmón por sus habitantes (como toda villa), con incidencia paraguaya en esa diversidad también boliviana, peruana y obviamente argentina.
O sea, porteños, detalle que escapa a muchos comentaristas y racistas all uso nostro: “Parecería que los habitantes de la ciudad se dividen entre porteños y villeros, pero aquí son todos habitantes de la ciudad, y todos los chicos que nacen y bautizo son porteños” explica Pepe, demográficamente.
José María Di Paola, Pepe, 47 años, pertenece al Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia, 19 curas que se consideran herederos del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, y de su referente asesinado hace 35 años, Carlos Mugica. Ahora el padre Pepe se ha convertido en símbolo de la pelea contra el paco, multiplicado por los medios a partir del documento del equipo de curas que denunciaba que la droga está despenalizada de hecho en la villa. Quedó exponencialmente eyectado a los medios tras la amenaza que recibió cuando volvía a la parroquia, a fines de abril, y un hombre lo paró para decirle cosas como “rajate a tiempo” y “cuando afloje esto de los medios vas a ser boleta”, entre las más ilustrativas.
“No fue mal educado ni violento Fue contundente. Y yo me quedé helado” describe Pepe, antes de que una anciana cartonera lo abrace, de diga “fuerza”, y vaya por un guiso al comedor popular. Los chicos juegan al fútbol en la canchita. En una de las pancartas que ahora colorean la pequeña iglesia se lee: “Fuerza Padre Pepe, que nosotros estamos acá para defenderlo de los narcos. Basta de paco, basta de coca, sí a la vida. Escuela 12”. Hay cientos de dibujos y papeles de chiquitos de la escuela con mensajes similares, pegados en las paredes.
 
El fin del mundo, y Huracán
Pepe llegó a la villa en 1997. “Mucha gente habrá pensado: pobre, está en la villa. Pero yo estoy más feliz acá que en cualquier otro lado. Una Navidad acá no la cambio por nada. Yo pongo la mesa para los que están solos, vienen del hogar de abuelos, del de jóvenes, comemos juntos, después pasan los vecinos a saludar. Una Navidad así es hermosa. Hay otra alegría. Otra satisfacción de compartir con la gente. Difícil de transmitir, pero es lo que siento”.
En el año 2000 Pepe y más de cien vecinos construyeron la pequeña iglesia. “Se hizo sin pagar un peso, con el aporte de todos. Fue un signo en ese año donde decían que se acababa el mundo, toda esa locura”. Calcula para la zona unos 40.000 habitantes distribuidos, entre la 21, la 24 y Zavaleta, en 90 manzanas de vida arreglándoselas por cuenta propia.
Llegó 2001. “Como se habla de antes y después de Cristo, en Argentina hay que hablar de antes y después del 2001. La crisis. Y luego apareció la cuestión del paco, una cosa nueva como droga, que produce un deterioro asombroso, chicos que van siendo pateados de otros barrios, con cuestiones que antes no se veían”.
¿Por ejemplo?
Vienen chicos expulsados, y se instalan en la villa. Ya no hablamos de que estén en situación de calle, sino en situación de pasillo. Obviamente antes también había chicos drogados. Pero esto fue un cambio total. En dos semanas ves a los chicos mucho más flacos, produce marginalidad. Mucha gente dice: “Van a la villa porque venden droga”, pero yo creo que pasa otra cosa. Vienen porque saben que acá no los van a dejar morirse. Hay solidaridad, alguien siempre les da abrigo o comida. Nosotros, los comedores, los mismos vecinos. Todo implica un mundo solidario adentro de la villa. para con esos chicos expulsados desde sus familias y desde la ciudad.
¿Qué produce el paco?
Es terrible. Pierden noción de la realidad. Chicos que uno conoce como tranquilos se ponen violentos. Otros que no sabemos ni de dónde vienen son muy difíciles de abordar porque están muy deteriorados. No son chicos que puedan decidir, porque lo que están consumiendo es veneno y ya ni se dan cuenta. Y tampoco pueden decidir libremente si quieren hacer o no un tratamiento. Es una obligación tratarlos. Si alguien se quiere suicidar primero lo tratás de disuadir, pero en otro momento tenés que evitarlo. Llamar a un psiquiatra, algo. Como sociedad, estamos contemplando de qué modo se van a suicidar los chicos, pero te aparecen discursos en nombre de una supuesta libertad…
No veo la relación entre libertad y paco.
Lo que quiero decir es justamente que no hay libertad, pero hay discursos donde para mi se mezclan algunos pensamientos progresistas y conservadores. Por eso dijimos con el equipo de curas villeros, en el documento, que la droga está despenalizada de hecho, y estamos peor. El tema es: ¿cómo hacemos para estar mejor?
El riesgo, y a lo que se subieron muchos medios, es terminar diciendo: “entonces hay que penalizar”. Y esa persona que es la víctima de todo este negocio, termina siendo la única que va presa.
Ah no, nosotros estamos en contra de seguir victimizando a los chicos. Lo que queremos es que vivan, y no lo que está pasando ahora. Lo que quisimos es ser descriptivos. No estamos repitiendo como loros, sino que hablamos desde nuestra propia experiencia. Por eso creemos que es fundamental meterse en los barrios para analizar las cosas desde la pobreza, en lugar de estigmatizarla y discriminarla. Por eso cuando hablamos de temas como la droga o lo que llaman urbanización de las villas, estamos juzgando a una sociedad cristiana.
No entiendo.
Mientras haya individualismo, prejuicios y materialismo, no podemos decir que nuestra sociedad es cristiana.
 
La pequeña oficina del padre Pepe refleja muchas de las cosas que andan transitando las neuronas y coronarias del párroco. Antes de entrar se ve un mural del padre Daniel de la Sierra: “Fue compañero de Mugica, gran luchador, gallego cabeza dura, trabajador como él sólo. Hizo una cooperativa de viviendas. Ahí está la foto de la Madre Teresa, de Carlos Mugica, esa de Perón me la regalaron, aquel sombrero es paraguayo, hay chicos de mi grupo juvenil” dice, y se queda pensando: algunos fueron muertos por la policía. “Allá está Don Orione. Y ése es el Turco Mohamed”. Antonio Mohamed fue jugador y director técnico del club Huracán. “Soy quemero –se confiesa el párroco– y medio que lo cuestioné a Cappa (Ángel Cappa, actual dt del equipo) porque los hinchas de Huracán sabemos que jugar bien no siempre alcanza para ganar. Hemos perdido campeonatos en los que éramos los mejores”. Al cierre de esta edición, cerca del fin del campeonato, era imposible determinar en qué medida, para el padre Pepe, podía crecer o derretirse su fe por tal Ángel.
 
Diferencias con los 70
El documento del equipo de sacerdotes traza un panorama siempre ignorado por los medios: “Miles de mujeres y de hombres hacen filas para viajar y trabajar honradamente, para llevar el pan de cada día a la mesa, para ahorrar e ir de a poco comprando ladrillos y así mejorar la casa. Se va dando así esa dinámica linda que va transformando las Villas en barrios obreros. Miles y miles de niños con sus guardapolvos desfilan por pasillos y calles en ida y vuelta de casa a la escuela, y de ésta a casa. Mientras tanto los abuelos, quienes atesoran la sabiduría popular, se reúnen a la sombra de un árbol o de un techo de chapa a compartir un mate o un tereré y a contar anécdotas. Y al caer la tarde muchos de todas las edades se reúnen a rezar las novenas y preparar las fiestas en torno a las ermitas levantadas por la fe del pueblo”. Esta última frase puede resultar un tanto promocional, pero se verá que Pepe considera que existe un cristianismo popular como cultura, más allá de lo estrictamente religioso.
Para los curas villeros ese aspecto de trabajo y convivencia es sistemáticamente desaparecido por los medios: “La prensa amarilla responsabiliza a la villa del problema de la droga y la delincuencia. Decimos claramente: el problema no es la Villa sino el narcotráfico. La mayoría de los que se enriquecen con el narcotráfico no viven en las villas, en estos barrios donde se corta la luz, donde una ambulancia tarda en entrar, donde es común ver cloacas rebalsadas. Otra cosa distinta es que el espacio de la villa –como zona liberada– resulte funcional a esa situación”. Otras cloacas: el documento denuncia otro tráfico, el de armas, y se pregunta quién les da esas armas a los chicos.
La palabra zona liberada recuerda lo policial. ¿Cuando hablan de narcotráfico –separándolo de la vida de los vecinos– tiene que ver con lo que suele verse como relaciones entre delincuencia, poder e incluso fuerzas de seguridad?
(Silencio de tres segundos) Preferiría no entrar en ese terreno.
No quería dejar de hacer la pregunta.
Y eso yo lo agradezco.
 
Pepe ha tomado el nexo con los medios como algo que favoreció la discusión de estos temas. “Por supuesto te empiezan a preguntar sobre cualquier otra cosa, y ahí pongo el límite. No soy opinólogo”. Me muestra entusiasmado una imagen de los chicos en recuperación, que hicieron un fotomontaje donde pelean contra el demonio.
¿Creés en el demonio?
Yo era medio escéptico, pero a medida que voy conociendo la naturaleza humana, pienso que existe el mal, con una influencia que puede perturbar la vida de cualquiera.
En ese caso, ¿qué es el mal?
El narcotráfico, el materialismo, el hedonismo. Para nosotros la droga es un problema espiritual, no en el sentido de ir a misa o no, sino en el de encontrarle sentido a la vida.
Imagino que para los tercermundistas el mal era la opresión.
La droga es una opresión. Tenemos los mismos principios, somos hijos de ellos en cierto sentido, continuadores. Pero a nosotros se nos presentan desafíos modernos: urbanización, paco, discriminación, estigmatización.
Qué otras cosas pueden diferenciar las prácticas de los sacerdotes de los 70 con las actuales?
Se hace un trabajo que tal vez no es tanto la idea de lo ideológico –y lo digo en el mejor sentido, el de liberación–, sino que se gira más a escuchar a la gente. No es tanto decir por dónde va el camino, sino entender qué camino quieren. Interpretar lo colectivo desde el sentir de la gente. Interpretar a la gente, y no querer dirigirla. Sin negar los objetivos que uno pueda tener. Pero no pensar que vas a ayudar, sino a escuchar qué necesita el otro. No vas a predicar y a concientizar. Pasa al revés, termina siendo para uno un aprendizaje fenomenal.
¿Qué se aprende?
De todo. Valores, formas de convivencia. Aprendés a ponerte al lado, no adelante. No vas más a imponer una idea, sino a compartir. Nosotros por eso respetamos expresiones como el Gauchito Gil, que te están diciendo qué valores tiene la gente, de justicia, de reparto de los bienes, una ética que es parte de la sabiduría popular.
 
Cuestión de clase
Para Pepe Di Paola uno de los problemas actuales es que hay demasiadas cosas que se piensan mal. “En las villas venimos de las luchas contra la erradicación. Después vino la idea de urbanización, que por lo menos es un avance. Pero nosotros proponemos algo más, la integración urbana. No traer maquetas y soluciones desde afuera, pensadas desde afuera, sino conocer y reconocer cómo la gente ha ido urbanizando a su modo cada lugar. Lo que pasa es que subyace una idea en las clases medias y acomodadas, en los gobernantes: los villeros son tipos que ocupan un terreno fiscal, por lo tanto no tienen ningún derecho. En lugar de entender que el villero no tiene dónde vivir, que se organizó por su cuenta, aparece la discriminación. Lo vimos en campañas políticas. Les preguntan a los candidatos: ¿que va a hacer con la droga? ¿que va a hacer con la inseguridad?, ¿que va a hacer con las villas? Esa es la secuencia para los medios”.
Otro caso: “Acá existe la matriz de la familia tipo americana. Pero la verdad es que la familia tipo latinoamericana tiene muchos hijos, están debajo del nivel de pobreza, la mujer es jefa de hogar, tiene hijos de parejas diferentes, tiene que emigrar”. Pensar la familia de un modo o del otro, implica un vuelco absoluto en la forma de ver el mundo.
Y otra perspectiva diferente: “Creo que el error actual es que las leyes y los pensamientos parten desde una clase acomodada. Un tipo que vive con la clase trabajadora como la de la villa, se va a dar cuenta de la necesidad que hay. En esto se tocan algunos progresistas y conservadores, en una suerte de mentalidad ilustrada, que no piensa desde el pobre, sino desde afuera. Y desde arriba”.
¿Y cómo funciona la jerarquía católica en estas cuestiones?
El obispo (Jorge Bergoglio) viene siempre. La gente lo quiere mucho. Viene a una reunión de cuatro personas o a una de 400.
Una imagen del señor Bergoglio es de persona conservadora, de derecha.
No es la experiencia nuestra. Una lectura anterior capaz que te muestra eso, pero acá lo ven como un pastor que llega, cercano. Viene en colectivo. Pero parece que no sólo acá.
Una vez un obrero paraguayo, en una reunión aquí en la parroquia, le dijo: “La vez pasada salí de la obra, tomé el colectivo y lo vi a usted sentado atrás. Le dije a mis compañeros y no me creían”. Fue la única vez que lo vi a Bergoglio emocionado.
 
La denominada dirigencia social y política argentina está logrando que hábitos como viajar en transporte público se transformen en situaciones asombrosas, o beatíficas.
 
Trabajo y fiesta
De 13 años de trabajo, Di Paola tiene mucho para mostrar. “Hay trabajos de prevención, con exploradores –como boy scouts– que ya son como 1.200. Hay centros de día para los chicos con problemas, con apoyo escolar, campamentos infantiles, un centro de adolescentes varones y otro de mujeres. Una escuela mixta de oficios para mayores de 16. En recuperación tenemos un centro en General Rodríguez, con una pequeña granja construida también por los vecinos. El tema que planteamos en el documento es que ahí el chico vive una situación idílica, y se puede recuperar, pero, ¿qué pasa si vuelve al pasillo, al barrio? Ahí hay que pensar variantes, que aprendan oficios rurales para seguir afuera del ambiente que lo llevó al paco”.
Hay ocho chicos adictos al paco en recuperación. La parroquia tiene además ocho comedores populares de los más de 20 que hay en la villa. Y Pepe hasta ha organizado retiros de grupos de hombres y mujeres, por separado, para combatir la violencia doméstica. “Y eso provocó cambios en muchísimas familias. Te hablo de retiros con 70 varones por ejemplo, reflexionando sobre la vida”.
¿Cómo sería el barrio si no existieran estas formas de organización?
Es que son formas de vida. Vos ves que un domingo se juntan las familias y todos hacen la losa de una casa. Otra vez la del otro. No es organizado, es natural. Te pagás el asadito, te hacemos la losa. Se matan de risa, se divierten trabajando. El sentido de la fiesta es muy importante. Fiestas religiosas larguísimas, festivales, caravanas. Es una cultura propia.
Visto así, Pepe, parece soñado.
No, no somos ingenuos ni decimos que acá estamos en el cielo. Lo que sí digo es que es una cara de la villa que nunca se cuenta. En tiempos de Mugica se cantaba: ¿El pueblo donde está? Ésa es una pregunta que sirve para entender, para no subestimar. Lo que se aprende aquí es solidaridad, trabajo, vivir juntos. Es un cristianismo popular, que impregna todo con valores que vienen desde las culturas indígenas. Son modos de autoconvocarse para que la gente encuentre soluciones, nuevos modos de relacionarse.
Pero ese estilo no es exclusivo de los cristianos.
Claro, va mas allá, es algo cultural. Pueden hasta rechazar a la Iglesia, pero lo que hacen en términos prácticos es lo que nosotros llamamos cristianismo popular, lo que pasa es que le damos una mirada muy amplia a eso.
Tan amplia que abarca a los herejes.
Pepe se ríe, y con santa rapidez dice: “Ah, bueno, esos son los mejores”.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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