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El gran mito argentino

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El nuevo libro del historiador Ezequiel Adamovsky es la primera investigación sobre la clase media argentina. Le llevó diez años. Así descubrió que esa identidad social es un invento creado en el 45 por Gino Germani y José Luis Romero. El racismo de clase, el reparto del ingreso, Perón, Frondizi, el 2001 y Kirchner son los temas que resume en esta charla .

El gran mito argentino¿Por qué planteás que tu investigación es sobre una ausencia, como si la clase media se tratara de un fantasma?
Una de las cosas descubrí investigando es que hay una serie de ideas acerca de qué es la clase media argentina que cuando vas a los documentos históricos no encontrás. No hay ninguna evidencia de que haya habido una identidad de clase media hasta la época de Perón. El mito se origina, sobre todo, de una narración sobre el pasado argentino que inventaron Gino Germani y José Luis Romero, que después se transformó en una especie de sentido común social. La idea de que a fines del siglo 19 hubo un proceso de modernización y que por eso la sociedad que antes estaba dividida en dos se complejizó formando una clase media, es un mito. Y esa narración es una continuidad, con rasgos y conceptos nuevos, de la visión de Mitre y Sarmiento.
¿Por qué?
Porque se basa en la idea de que el progreso argentino viene con la inmigración europea. La contracara de esta afirmación es la visión que se proyecta hacia abajo: que la población que no es europea es un resto bárbaro e incivilizado que no se supo integrar. Esta idea que surge con Sarmiento, se encuentra implícita en Germani. José Luis Romero inventó otra: la de la Argentina aluvial. La llegada masiva de inmigrantes cambió totalmente lo que había. Fue un antes y un después. Estos dos autores veían lo mismo: el problema era ese resto criollo y bárbaro que no se pudo integrar porque no estuvo a la altura del progreso, de la civilización. Es una visión que también resuena muy bien con el problema del peronismo: venia todo muy bien hasta que alguien le dio a los cabecitas negras más cabida de lo que correspondía, y se acabo con el desarrollo “normal”.
¿Ese sería el mito? ¿Y cuál la realidad?
Una primera realidad -que me sorprende que hasta hoy no sea discutida- es que la Argentina criolla no desapareció con la inmigración. El mito de que los argentinos descendemos de los barcos no resiste el menor análisis histórico. Ahora contamos hasta con análisis genéticos que indican que un 56 por ciento de la población tiene antecedentes indígenas y casi un 10 por ciento, africanos. No reconocer esto es resultado de la construcción de un mito muy fuerte y central para la identidad nacional: la idea de que la clase media es europea y que, por lo tanto, la Argentina toda lo es.
Todo mito intenta ocultar una realidad, en este caso ¿cuál sería?
Algo bastante evidente: la relación entre clase social y color de piel. También, la relación entre formación de clases y distribución regional de la riqueza.
¿Esto significa que la clase media es racista?
Un racismo diferente al que se da en otros países, porque es de clase. La discriminación es hacia el negro, pero hacia el negro pobre. La frase “negro de mierda” refiere tanto al color de piel como al estatus social. Y de los dos términos, el acento hay que ponerlo en “pobre”. Es una constante del siglo 19 el uso del odio al pobre para desacreditar cualquier participación política directa de la plebe. Se utiliza el desprecio a lo negro, a lo criollo, para referirse a la participación de gauchos o campesinos en la política. Sarmiento y Mitre utilizaban ese desprecio, ya que veían ahí una desobediencia: no estaban incluidos en “el orden”. Cuando Yrigoyen empieza a conseguir apoyo en grupos sociales más bajos, los conservadores lo apodaron “el cacique de los negritos”. Y con Perón fue más evidente. La actitud de desprecio racial y racista crece cuando hay un desafío a la autoridad. Cuando no lo hay es más paternalista: “tenemos que educarlos”.
¿Esta identidad trazó el mapa de la pobreza en Argentina?
Es cierto que hay zonas con recursos y posibilidades distintas. Pero también que el proyecto de país que se instaló en la segunda mitad del siglo 19 privilegió la región pampeana. De modo que las regiones que no consiguieron ofrecer cosas al mercado externo fueron las empobrecidas. Fue un proceso de fabricación de pobreza. Hay zonas enteras que eran no tan pobres y quedaron mucho peor por obra de ese proceso. Y como la zona de mayor progreso fue la que recibió a los inmigrantes, eso reforzó la lectura racial de la realidad nacional.
Si la identidad de clase media no existía antes de Perón, ¿cuándo comenzó a formarse?
Hay dos momentos. Primero está el momento donde determinados grupos comienzan a hablar de la clase media para construir un orgullo que los identifica. El contexto es 1919. Hasta ahí nadie usaba ese término. Fue una tarea de liberales reformistas, como Joaquín V. Gonzalez, es decir, de la parte más inteligente de la elite, con más visión de futuro. Muy rápidamente también se plegó el primer grupo de ultraderecha: la Liga Patriótica. Los radicales, curiosamente, se sumaron más tarde; los católicos, también. Lo interesante es porqué impulsan esta idea. 1919 fue el pico de activismo obrero en el país. En enero había sido la Semana Trágica, pero después, durante todo el año 19, el 20 y parte del 21, hubo una enorme movilización de reclamos en sectores medios: huelgas de maestros, empleados de comercio, chacareros. Esas agrupaciones tenían una identidad trabajadora o coqueteaban con ella. “Acá no hay que permitir que los reclamos de los que no son obreros se mezclen”, decían los liberales reformistas. Ahí se empieza a fomentar la idea de orgullo de clase en sectores que no son obreros, para distanciarlos.
¿Qué tenía de peligroso esa unión identitaria?
Dos cosas. La primera, que en el contexto del año 19 esa unión era un movimiento importante que paralizó todo: desde la tienda Gath&Chaves hasta la telefónica. Si a eso le sumás que los sectores obreros paralizaban lo suyo, el resultado hacia inmanejable la situación. El otro factor es que desde el año 1912 la población votaba, por lo tanto, la elite no podía mantenerse en una situación de dominio sin un apoyo numeroso y para eso era clave romper esa unión.
¿Por qué la identidad de clase media se consagra con el peronismo?
En el 45 hubo un fenómeno interesante: en oposición a la figura de Perón se armó una colisión social y política, construida por el gran capital (la Bolsa de Comercio, la Sociedad Rural, la embajada de Estados Unidos) que consiguió por primera vez arrastrar a entidades de sectores medios: asociaciones civiles, de profesionales, estudiantes, empleados, intelectuales. Lograron así una convocatoria tan grande que movilizaron doscientas mil personas en contra de Perón. Este éxito los llevó a tener una fantasía: que ellos representaban a toda la nación. A esta ilusión le dieron una bofetada las elecciones del 46. Perón les ganó por poco, pero les ganó. ¿Qué había pasado? Había emergido esa argentina oscura. Nadie “sabía” que estaba allí, pero esa era la verdadera mayoría. El trauma que representó este descubrimiento y la necesidad de enfrentar a Perón llevaron a que se solidificara una clase media.
Hablás como si se tratara de un proyecto de laboratorio. ¿Por qué?
Yo uso el término “clase media” para referir a la identidad. Se trata de algo que no tiene existencia física: es una imagen mental. Es como una metáfora. Porque ¿qué son los sectores medios? Son los sectores que no son la clase alta y tampoco son obreros. Pero sin embargo, los empleados de comercio, por ejemplo, tenían una identidad obrerista muy fuerte. Hacía falta, entonces, repetir mucho esa metáfora para garantizar que la línea de separación entre un empleado y un obrero fuera sólida. Todos estos años estuvo en disputa la identidad obrerista de los sectores medios con la idea que intentaban instalar determinados grupos: la de que eran otra cosa.
¿Cómo, finalmente, se instaló esa identidad?
Germani empieza por primera vez a estudiar la clase media en el 42. Él venia de Italia donde el problema político era que la clase media había apoyado al fascismo. Se había exiliado por eso y una de las primeras cosas que propone es estudiar a la clase media, planteando que podía llegara a ocurrir lo mismo que en Italia. En el 42 publica un estudio con los porcentajes de las clases sociales. Él inventó una división: eligió dividirlas en tres. Llegó así a la conclusión de que el 40 por ciento de la población era de clase media. Esto es bastante caprichoso. Por ejemplo, define como clase obrera solo a los trabajadores manuales. Y a todos los empleados los mete en la clase media, cuando obviamente no era así.
¿Por qué creés que hizo esta operación?
Inicialmente, él retomó la manera en que distribuían las ocupaciones en Europa. Traía una matriz liberal. La idea de que la sociedad tenía extremos de riqueza y pobreza, que eran nocivos, y que la solución era equilibrarlos a través de una clase media importante, era típica del siglo 19. En el 42 Germani utiliza esta división en tres y más tarde la combina con la narrativa de la modernización: la idea de que las sociedades avanzan de un momento tradicional a uno moderno y que ese avance tiene que ver con el paso de una sociedad dividida en dos a una dividida en tres. O sea que la clase media trae progresos en otras áreas.
¿Germani, entonces, trazó el mapa de clases sociales que se impuso en el imaginario argentino?
Lo cierto es que hasta el cuarenta y pico, los registros del término “clase media” en la prensa dan cuenta de que se trata de una idea que no era popular, ni masiva: no sabían ni cómo escribirlo o le ponían comillas, como si se tratara de un término extranjero. O incluso, tomaban distancia anteponiendo frases del tipo “la llamada clase media”. La idea se hace masiva luego del 46. Es evidente que hay una masa de la población muy importante que es antiperonista. Es evidentemente, también, que no son todos ricos y que, en general, los trabajadores no son antiperonistas. Pero el discurso peronista también imagina que representa al pueblo entero y que los que no están con él son la oligarquía. Definirse como “clase media” era una forma de reclamar que se es parte de un grupo social importante con intereses legítimos, que no es la oligarquía y tampoco el obrero. Entonces la idea de clase media sirve para eso: para posicionarse en un lugar de reclamo propio y legítimo, especialmente cuando el discurso del poder lo niega.
¿Qué pasa con esta identidad luego de la caída de Perón?
Es el momento consagratorio. Cuando cae Perón fue un momento de enorme movilización de masas callejeras masivas y antiperonistas. Cientos de miles de personas escuchando los discursos del nuevo presidente de facto. Movilizándose para manifestar acuerdo con el golpe militar. Ese es el momento de mayor distancia entre clase media y clase obrera.
Pasemos a Frondizi..
Él hizo una jugada que le salió muy bien: plantear una visión superadora de la dicotomía. No proponía eliminar el legado del peronismo, sino superarlo integrándolo. Obviamente hizo negociaciones con Perón y así gano las elecciones. Los primeros años de Frondizi también fueron vistos como la victoria de la clase media. Incluso lo llamaban “el Perón de la clase media”. Representaba la promesa de que nuevamente los pobres iban a estar en un lugar subordinado de la política nacional. Pero no funcionó, claro. Frondizi fue derrocado y ese sueño comenzó a resquebrajarse.
¿Es el regreso de la clase media a las bases?
En la década del 60 se abre una difusión de ideales socialistas y de revolución, impulsados por la revolución cubana. Y se comienza a debatir nuevamente cuál es el lugar de la clase media. Se la acusa de ser antinacional, racista, etc. Podríamos hablar en este período de una crisis identitaria, en parte dada por el cambio generacional. Esta impugnación fue tan fuerte que, por primera vez, alcanza a tener lugar en los medios masivos de comunicación. Se intenta volver a colocar al bajo pueblo como sujeto de cambio. Hay una lucha de imágenes a favor y en contra de la clase media que se resolvió cuando los militares hicieron desaparecer una de ellas.
¿Qué relación hay entre los auges y caídas de esta idea identitaria y el comportamiento real de la economía, por ejemplo?
Los dos momentos de mejor distribución del ingreso en Argentina fueron a principios de los años 50 y en 1974-75. Esos momentos están asociados con un mayor protagonismo de los trabajadores y con movimientos sociales muy fuertes, capaces de influir en lo político. No es casual. Por otro lado, los momentos en los que la clase media adquiere un lugar indisputado como centro de la nación (a expensas del pueblo llano) coinciden con la pérdida de derechos de trabajadores y un mayor empobrecimiento.
¿Llegamos así al 20 de diciembre de 2001?
Para llegar ahí es importante señalar que en los 90, a medida que se fue empobreciendo la sociedad, surgió el fenómeno de los llamados “nuevos pobres”. Los sociólogos y los medios comienzan a hablar de los nuevos pobres. Es un momento de ruptura de las identidades heredadas: por primera vez se relaciona ser de clase media con ser pobre. Hay una conciencia de sectores importante de ya no ser lo que se era y de estar más cerca de la clase baja. Toda la idea del ascenso social a través del esfuerzo, el estudio y el trabajo entra en crisis, porque todo ese universo mental de pronto no tiene sentido.
Pizza con champagne: menemismo…
En parte por eso, pero fundamentalmente porque hay, en la segunda mitad de la década del noventa, un progresivo reencuentro de luchas de trabajadores y sectores medios que empiezan a tejer alianzas de resistencia en común. La cta tuvo allí un papel importante. Ahí hay un momento de confluencia que se cristaliza el 20 de diciembre.
¿Fue la revuelta de la clase media?
Falso. Y es falso porque en la trama de acontecimientos que antecedieron al 20 se ve claramente que en todo el país se van entretejiendo luchas de sectores medios, pobres, piqueteros, etc. En realidad, salió a protestar todo el mundo. Hubo sí una intención de estigmatizar al 19 de diciembre como una reacción al corralito, pero eso no es cierto. Nadie se acordó del corralito la noche del 19. Criticaban al gobierno y a los políticos. Tampoco golpear cacerolas fue un símbolo de la clase media, porque las golpeó todo el mundo. Al contrario, expresó un momento de reencuentro, muy corto, pero que fue posible porque se previamente se había debilitado la barrera entre clase media y baja.
¿Cómo se reconstruyó esa barrera?
Se ve de manera explícita cuando Duhalde lanza un plan de subsidios masivos para controlar la situación. Lo que se discute en esa reunión de gabinete es: “si se juntan los reclamos de la clase media con la clase baja, el gobierno de Duhalde se va a la mierda”. Esta es la información que reflejan los medios.
Parecería que en el kichnerismo hay dos momentos de relación con la clase media
El Presidente argentino que más machacó con ese orgullo, con la idea de los abuelos europeos y la clase media más grande de Latinoamérica fue Kirchner, porque tenía esa idea frondizista de que un país “normal” es aquel que tiene un empresariado activo, una clase media pujante y una clase obrera con derechos. Y un Estado fuerte. La idea no tiene algo malo en sí mismo, salvo si es una estrategia para volver a ordenar a cada cual en su lugar, para restar fuerza a los reclamos de cambio. Pero luego, cuando el kirchnerismo toma las medidas regulatorias de las ganancias del campo, las acompaña con discursos que retoman la retórica del 55. El gobierno lanza acusaciones de oligarcas y golpistas y los políticos y medios conservadores aprovechan y se apoyan en el orgullo de clase media a partir de reconocerlos como algo diferente. Es lógico el resultado. Como diría Marx “la memoria de los muertos oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”. Como una lección o como una condena.

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