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Retiro, de villa a barrio
Desde hace siete años, la Facultad de Arquitectura de la uba impulsa un proyecto de urbanización para las villas de Retiro. Vecinos y organizaciones del barrio lo tomaron como propio y se organizaron para defenderlo. Una propuesta que deja en claro que esta urbanización es posible, rentable y de probada eficacia.
Frente a los departamentos Sory que están sobre avenida Libertador y entre la estación de ómnibus de Retiro, el puerto y las líneas del ferrocarril, está ubicada la villa más antigua y más resistida de la ciudad. Tiene más de 70 años de historia y un sinfín de idas y vueltas con amenazas de urbanización desde las diversas representaciones del Estado. Como era de esperar, la respuesta más razonable surgió del propio barrio.
Desde el año 2002, el arquitecto Javier Fernández Castro, de la Facultad de Arquitectura de la uba, trabaja –junto a estudiantes, pasantes y otros investigadores– en un proyecto de urbanización para el barrio. ¿Qué reconocieron los vecinos de la villa de diferente en este proyecto? El concepto: por primera vez dejaron de hablarles de sus viviendas y se centraron en los espacios públicos, los únicos que son responsabilidad del Estado y que, por supuesto, ellos autogestionan como pueden y con lo que tienen. Así, después de haber golpeado innumerables puertas y recorrido dependencias de sucesivas gestiones, la propuesta ya tiene forma de anteproyecto, ya pasó por la Comisión de Vivienda de la Legislatura de la Ciudad, donde fue aprobado, y está a la espera de ser tratado en la Comisión de Planeamiento Urbano.
“El proyecto no se plantea como la única solución posible sino como un primer escenario a discutir. Si hay que darlo vuelta todo, hay que darlo vuelta todo. Lo único que sí el proyecto ha demostrado es que pueden estar ahí. Y que esto no es contradictorio con ninguna gran obra de infraestructura de la ciudad, ni que impide ningún desarrollo ni del sector norte, ni del centro, ni del puerto, ni nada por el estilo”, adelanta Fernández Castro.
“El mérito que tiene el proyecto es haber instalado la posibilidad de urbanización. Después podrá concretarse con ese dibujo o con otro. O las viviendas nuevas van acá o un poco más allá o con tal forma o tal otra. Eso no es lo grave. Es haber puesto un escenario donde esa hipótesis es de posible desarrollo”.
En el barrio, vecinos, instituciones y organizaciones sociales hicieron bandera de la propuesta y se juntaron para conformar la Mesa de Trabajo por la Urbanización Padre Carlos Mugica. Desde allí acompañan y discuten el proyecto, realizan actividades para difundirlo y presionan para hacer efectivos sus derechos.
La desgracia de existir
Aunque ni las topadoras de las sucesivas dictaduras lograron erradicarlo, el mapa de situación para el barrio continúa siendo bastante conflictivo. Como explica Fernández Castro, “el resto de las villas del sur tienen la suerte y la desgracia de casi no existir para los medios de comunicación”. Las villas 31 y 31 bis, en cambio, con sus 25.987 habitantes –según el último censo realizado en mayo por el Gobierno de la Ciudad– es una de las más mediáticas y aparece como mucho más visible por estar dentro del circuito turístico. El sentido común porteño, con sus comentarios dignos de ser plagiados por los ficcionales oyentes radiales de Diego Capusotto, logra el resto.
Así las cosas, innumerables promesas han llegado a oídos de los residentes del barrio desde las distintas gestiones, pero también incontable cantidad de amenazas sobres sus destinos. Al parecer nadie quiere hacerse cargo de algo que es como una papa caliente. La mayor parte de los terrenos sobre los cuales está asentada la villa pertenecen al Estado Nacional, pero es el gobierno de la Ciudad quien dicta el código de urbanización por ser la autoridad local. Por este conflicto de juridiscciones los vecinos y vecinas de este barrio –que nació allá por la década del 30 al calor del trabajo en el puerto y el ferrocarril– soportan una situación de alerta indefinida sin encontrar más soluciones que los parches habituales de chapas, caños y punterismo.
La idea
Fernández Castro cuenta que la idea de trabajar en el proyecto surgió de un contacto con otro colega que, tras el exilio se radicó en Brasil y comenzó a desarrollar el programa que dio en llamarse favela-barrio para resolver un problema habitacional que se hacía acuciante: en Río de Janeiro, por ejemplo, el 50 por ciento del tejido urbano es favela. “Es un programa que cambió el concepto de trabajo sobre el hábitat informal a partir de que el concepto de vivienda no es lo prioritario. Siempre se trabajaba desde las políticas clásicas partiendo de que el déficit es únicamente de vivienda y eso llevó a lo largo de los años a muchos fracasos”, explica Javier. Entonces, “lo que hacía el favela-barrio era intervenir sobre el espacio público, dotar de infraestructura, de equipamiento, de calidad, de prestigio, al mismo nivel que el del resto de la ciudad. Y luego la vivienda venía casi por contagio o consecuencia, después. Porque hay una inversión popular en la vivienda. De hecho, se han asentado en el lugar y han construido”.
Concluyeron que sería interesante intentar replicar la experiencia en Argentina haciendo un trabajo en conjunto y comenzaron a pensar en dónde. “La Villa 31 era el lugar más cuestionado en el cual poner a prueba este proyecto de urbanización con la metodología del favela-barrio. Era el mayor desafío”. Y hacia allí fueron ellos.
Del plano al debate
En 2003, al año de haber comenzado a transitar por la villa, presentaron a los vecinos y delegados el primer croquis del proyecto para recibir devoluciones y continuar enriqueciéndolo. Desde ahí, es dinámica de trabajo no cesó nunca hasta el día de hoy. “Íbamos viendo qué contradicciones generaba. Enseguida todo el mundo se busca en el plano: yo quedé, dónde estoy, a mí me corriste, pasaste una calle por donde yo estoy. Entonces se fue produciendo una discusión que fue larga, pero necesaria para ir generando esa conciencia”.
Mientras tanto, la villa continuó recibiendo gente y fue sufriendo un proceso de densificación, por lo cual se hacía necesario actualizar constantemente los dibujos y los planos. “Rápidamente los vecinos fueron comprendiendo de qué se trataba la cuestión. Porque muchas veces en el barrio también está el imaginario de que va a venir el Estado y va a entregar una vivienda llave en mano,” explica Javier.
La versión con la que están trabajando ahora es una apuesta de máxima. Es decir, “ya que vamos a poner todos los deseos sobre el papel, pongámoslos sin reparos. Por eso contempla la densificación que tuvo la villa en los últimos tiempos –advierte– donde ya empieza a haber condiciones de hacinamiento que no había en el inicio del proyecto. Y donde ya no alcanza con las tierras que ocupa hoy estrictamente la villa para solucionar el tema”.
Con el cambio de esta variable evaluaron que sería necesario construir viviendas nuevas para un sector de la población cuya situación habitacional es en exceso precaria y, dentro de esta hipótesis, la posibilidad de que el Estado pueda comprar parte de los terrenos que hoy son de la empresa Repsol ypf para edificar allí. “Evaluamos ahora que tendremos que hacer una mayor cantidad de viviendas nuevas que lo pensado originalmente sobre ese terreno, y urbanizar el resto con la consolidación de las viviendas existentes. Después habría ciertos equipamientos de prestigio y un parque urbano que pueda usar toda la ciudad. Porque uno de los conceptos es que todo equipamiento que se ponga en el barrio no sea sólo para el barrio sino que sea un equipamiento abierto y accesible para el resto de la ciudad. Son los puntos de integración o llamados articuladores urbanos”, detalla el impulsor del proyecto. “En vez de tratar de asemejar la villa a la ciudad, en realidad, pensamos rótulas o piezas de anclaje donde se dan relaciones. Es respetar esa otra identidad y establecer espacios de negociación. Y el espacio público, abierto y democrático es el espacio especial para esto”.
Promesas y realidades
El Jefe de Gobierno porteño, dentro de su plataforma de campaña, antes de ser electo, anunció que la Villa 31 y 31 bis sería erradicada y que sobre las demás se trabajaría con urbanización. Hasta el momento nadie ha visto ninguna propuesta concreta o alternativa para los habitantes de Retiro y ninguna de las otras villas ha sido urbanizadas. Con un caso cotidiano Fernández Castro explica algo sobre costos y políticas públicas. “El otro día estábamos en la villa y viene el camión a destapar una cloaca. Si hubiera una instalación de cloacas no haría falta que venga un camión todos los días a destapar. Hay unos sobrecostos enormes por ineficiencia y por no hacerse cargo de lo que hay que hacerse cargo. Los paños fríos que pone el Estado son siempre mucho más caros”.
¿Por qué no se soluciona definitivamente si así es más caro?
Porque si lo hago, consolido y doy derecho. No quieren dar ningún paso que lleve a pensar que se van a poder quedar ahí. Y así, en realidad, el Estado está gastando mucho en la villa, no es que no gasta. Hoy está haciendo una inversión muy fuerte en mantenimiento de algo obsoleto, que no tendría que hacerla si la infraestructura fuera normal. Pero por otro lado, supongamos que nos ponemos de acuerdo en que hay que erradicar: ¿a dónde, a qué terreno? Hay que pagar un terreno. ¿Quién lo paga? Además de pagar un terreno hay que hacer viviendas nuevas. ¿Quién las paga? Un proyecto de esa envergadura sale entre un 60 y un 70% más de lo que cuesta rehabilitar en el lugar, como lo propone el concepto favela-barrio. Entonces, es algo viable incluso para optimizar recursos del Estado. Y ni qué hablar del conflicto social.
Los objetivos
Por su parte, los integrantes de la Mesa de Trabajo por la Urbanización Padre Carlos Mugica, que cada viernes se reúnen para discutir y proyectar acciones de trabajo en el barrio en relación al proyecto, sintetizaron la explicación de esta solución para su barrio del siguiente modo: “Urbanizar significa integrar nuestro territorio a la ciudad como un barrio más, con sus espacios públicos de jerarquía (parques, plazas, calles), equipamiento social (escuelas, centros deportivos y culturales, hospital, áreas comerciales y sobre todo sitios para el trabajo y la producción de empleo) y la dotación de todas las infraestructuras de las que goza el resto de la ciudad: agua potable, cloacas, gas, electricidad, telefonía, Internet, televisión y transporte público”. La sola enumeración de lo que para otros es obvio resulta un inventario de lo que el Estado les negó durante todos estos años.
La Mesa trabaja también sobre el problema de la vivienda, según explica: “Consolidando y calificando la mayoría de las hoy existentes, dotándolas de todos los servicios y permitiendo su terminación; además de proyectar la construcción de otras nuevas en el mismo barrio y sus cercanías, para realojar el pequeño grupo que deba ser suplantado por necesarias aperturas de calles que contempal el proyecto”.
Lourdes tiene 20 años; tenía 12 cuando llegó con su familia desde Bolivia. Ella define la villa como una “pequeña Latinoamérica”. El porcentaje más alto de los habitantes de la villa lo constituyen inmigrantes bolivianos, paraguayos, peruanos y migrantes argentinos de distintas provincias del interior. Esto genera, explica ella, “una riqueza enorme por la convivencia de muchas culturas en un mismo espacio”. Mientras cursa el ingreso para la carrera de Economía en la uba se hace tiempo para participar de la Mesa de Trabajo: es la representante de sus vecinos desde abril último, cuando la eligieron en asamblea porque su manzana había quedado sin referente.
“Hay muchos vecinos que dicen que como nunca la sacaron, entonces nunca la van a sacar. Parece que siempre ésa es la respuesta. Pero yo les digo que si ya estuvo 70 años así y no se transformó, yo no me resigno a vivir diez años más en estas condiciones. Si es que no nos van a sacar, pongamos las manos, empecemos a luchar, pero para urbanizar el barrio. Porque hoy vivo así, con toda su infraestructura que no es muy buena, pero no puedo ponerme a pensar de vivir diez años más en estas mismas condiciones sin que cambie nada”.
Víctor, de 33 años, compañero de Lourdes de la Mesa, participa junto a otros vecinos en un club que habilita espacios deportivos para los jóvenes y en una cooperativa que armaron para la generación de trabajo. Él explica cómo es el funcionamiento de la Mesa: “Es abierta y pueden participar todos los vecinos para discutir todo lo que se refiere a la urbanización del barrio”. Pablo –de 31 años, trabaja en un Centro de Acción Familiar dentro de la villa desde 1999– completa: “Es un espacio que reúne una importante diversidad de perspectivas y sectores que sería difícil que coincidan en otras situaciones o con otros objetivos”.
La Mesa se reúne todos los viernes por la noche. Antes del plenario, funciona una Comisión de Comunicación y Prensa. Es la encargada de cosas muy concretas: volantes, declaraciones, comunicados, afichetas, etc. Pero también de pensar cómo mantener activa la participación y el debate dentro del barrio y el apoyo afuera. Entre otras herramientas están proyectando el blog de la Mesa; cuatro cuadernillos que recorran pasado, presente y futuro del barrio, una cartilla de actividades sobre la urbanización, con propuestas didácticas y videos para trabajar el tema en instituciones del barrio. “Creo que vamos a pasos lentos, pero firmes”, resume Víctor. Significa, entonces, que están avanzando.
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