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Limpieza revolucionaria
Detergentes, ceras y jabón en polvo de excelente calidad nacieron de una asamblea barrial y se transformaron en un empredimiento que sostiene ocho sueños.
Una buena declaración de principios precisa incluir argumentos lo suficientemente respetables como para merecer el estandarte. Veamos estos:
“Trabajar es perjudicial para la salud.
Y que también limpien los hombres,
Resistencia a explotar
y a ser explotados”.
Las tres máximas son aplicadas rigurosamente por los integrantes de Burbuja Latina, colectivo de trabajo (sí, pese al primer postulado, trabajan, ¡pero con alegría!) que encontró en la elaboración de productos de limpieza la excusa oportuna para materializar sus deseos. Envases apilados de detergente, lavandina, suavizante, limpiavidrios, jabón en polvo, cera y desodorante para pisos forman parte de la escenografía cotidiana del Centro Cultural La Sala, del barrio de Caballito, donde funciona la fábrica de artículos.
La entrevista transcurre en penumbras debido al corte de luz, consecuencia desafortunada de la lluvia furiosa del día anterior. En medio de las sombras y el mate que va y viene, Martín Cartuk, uno de los ocho integrantes de la cooperativa Burbuja Latina, define la visión que comparten acerca del verbo trabajar: “Si decÍs que estás en contra, creen que no querés laburar, que pretendés estar ocioso todo el día. Pero no es eso, sino que se trata de recuperar el valor social de tu tarea en la vida, ¿cuánta gente hay que puede decir: yo trabajo para servirle a la sociedad? En general la gente labura nada más que para sacar un mango”. Martín participa también en una cooperativa que se dedica a la producción artesanal de cerveza y es electricista, aunque en este caso nada puede hacer para que las lamparitas vuelvan a iluminar el lugar.
“Una actividad libre y creadora” añade Damián Ripetta, otro integrante de la cooperativa, a la descripción que inició su compañero. “Una relación que no se base en tu explotación o en la ajena, que tenga otra filosofía de vida, en la que puedas unirte con otras personas en diferentes redes, en otros espacios de socialización, de encuentro, es una apuesta integral. Esta es nuestra forma de cristalizar ese vínculo”. Hasta aquí, han fundamentado la primera y la última de las premisas que esgrimen. La segunda la defienden con la evidencia de la igualdad y el convencimiento de que los productos que fabrican no están destinados a ser utilizados sólo por manos femeninas, sino que los hombres también pueden entablar amistad con el trapo rejilla.
La asamblea
La economía es una suma de conocimientos de una complejidad poco digerible. De sus aplicaciones cotidianas comenzaron a dialogar los miembros de la Asamblea Gastón Riva, nacida de las convulsiones del año 2001. Con la intención de obtener una fuente genuina de trabajo, en septiembre de 2002 transformaron la profunda incertidumbre de aquellos días en la certeza de un objeto con peso específico propio: una botella de detergente. Y no una, sino varias. El capital inicial consistió en un mínimo subsidio, el asesoramiento científico de una compañera técnica-química, la curiosidad por la autogestión y la puesta en marcha de un manojo de nuevos preceptos laborales. “Al ser una cooperativa no estás esperando que venga la patronal y te ponga guita para comprar un insumo, tenés que hacerte cargo y controlar todo lo que se refiere a la producción. Trabajamos muy cómodos y los que tenemos otros trabajos notamos la diferencia en el aire mental, en poder respirar durante el día, frenar y proyectar también en otros espacios de tu vida, gracias a poder ganarte el sustento diario a partir de una lógica más tranquila, amena, fraternal, no explotadora”, virtudes que destaca Damián, uno de los más jóvenes del grupo.
Los primeros clientes fueron los miembros de lo que fue la Asamblea Gastón Riva y algunos vecinos. Luego se animaron a darse a conocer calzándose las zapatillas y golpeando puertas: llevaron muestras y una lista de precios a bares, restaurantes, geriátricos, lavaderos y consorcios de Caballito. Más tarde avanzaron sobre otros barrios y también llegan a zonas más alejadas mediante la ayuda de otras cooperativas que actúan como puentes para promocionar y trasladar los productos de limpieza. Con tres fletes semanales y algunos viajes en bicicleta, realizan el reparto a domicilios de particulares y empresas.
La manera de darse a conocer con mejores resultados son los eventos en el Centro Cultural que los alberga o en otros lugares a los que son invitados, los volantes, la publicidad en radios alternativas y el “boca a boca” que encabeza el ranking de efectividad.
El proceso de crecimiento fue pausado, pero firme. Con elementos reciclados, la compra de materias primas por un litro y un pequeño ingreso de planes de auto-empleo, se inauguró la producción. A medida que iban aumentando las ventas, les fue posible adquirir cantidades mayores y bajar los precios. Los misterios de la alquimia del detergente demoraron en revelarse y la fórmula ideal se consiguió hace un año. En total, fueron siete de ardua experimentación, de búsqueda de la densidad justa para obtener un producto de buena calidad que pudiera competir de igual a igual con otros que se encuentran en el mercado. En este largo aprendizaje fue esencial el punto de vista de los consumidores, el diálogo incesante y la crítica constructiva permitieron encontrar la consistencia necesaria. Fue un trabajo compartido, un ida y vuelta que obtuvo su recompensa. Damián explica las dificultades: “Cuando el producto se modificaba en su calidad debido a las distintas temperaturas del año, muchos pensaban que había un intento de estafa, había gente que te creía y gente que no. Tratamos de estandarizarlo, porque te vinculás también a través de la mercadería que vendés, tratás de que el producto represente lo que estás intentando fomentar con tu lógica de trabajo, entonces no puede estar adulterado o ser una mentira en si mismo, no tendría sentido”. Los planes para el futuro de Burbuja Latina están casi al alcance de la mano: el lanzamiento de una línea de productos cosméticos, como jabón líquido y de tocador.
Cuenta Martín que la organización fue lo que más les costó. Decidieron rotar, es decir, que todos los integrantes de Burbuja Latina conocieran e implementaran cada una de las tareas, desde la adquisición de las materias primas hasta la venta del producto terminado. El inconveniente era “salir de ese papel tradicional de trabajador”, detalla Martín, quien asegura que aquí aprendió a trabajar en equipo.
La posibilidad de que todos los integrantes puedan vivir de la cooperativa e incorporar gente que se sume a la propuesta es un anhelo que disuelve los obstáculos cotidianos y degrada el individualismo, sin corroer la afirmación de que trabajar en un ambiente agradable y solidario, hace bien.
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