CABA
La prensa terrorista II
El caso de Alejandrina Barry Mata. Su imagen fue usada en 1977 para desinformar sobre una serie de operativos realizados en Uruguay en los que fueron secuestradas, torturadas y desaparecidas varias personas. Ahora demanda a Editorial Atlántida por encubrimiento y complicidad.
Memoria, verdad, justicia. No es una consigna, sino una trompada. Representa la violencia del silencio que corta la respuesta de Alejandrina con una sola palabra.
¿Qué te acordás de aquel día?
Nada.
¿Y de tu vida antes de aquel día?
Nada.
En la mesa hay una foto con marco de madera lustrada y marrón, protegida con un vidrio. La sacó de su cartera un rato antes y la colocó al lado de la taza de café y al costado de la carpeta donde guarda los recortes. En esa foto, una joven pareja mira con ternura hacia la cámara. Es el único recuerdo que Alejandrina tiene de sus padres. Hasta la adolescencia, creyó que habían muerto en un accidente de auto. Fue la mujer de su abuelo la que, con saña, le escupió una frase que abrió la puerta de la historia que desde entonces está tratando de reconstruir. “Tus padres eran terroristas”, le gritó. Y aunque la frase fue un insulto, Alejandrina la escuchó como una llave. “Comencé a indagar. Mi abuela materna hasta el día de hoy no quiere decirme ni una palabra. Pero alguien me habló de una foto mía que había aparecido en una revista. Un amigo me acompañó al archivo. Durante mucho tiempo pensé que había sido el del Congreso, pero hace poco me di cuenta de que era el de la Biblioteca Nacional. Fue tal el shock que tuve cuando encontré los recortes que ni sabía dónde había estado. Lo único que recordaba es que lloré a mares. Y que en un momento algo se me revolvió bien adentro y lo que era dolor se transformó en otra cosa más fuerte, muy fuerte. Ese día decidí que iba a ser militante”.
Lo que Alejandrina descubrió en aquel archivo eran los recortes de tres publicaciones de una misma editorial: Atlántida.
El de la revista Gente la mostraba con un vestido a lunares y un saquito de lana. La volanta decía: “Esto también es terrorismo”. La nota, correspondiente a la edición del 5 de enero de 1978, comenzaba así:
“Alejandra tiene una medalla con su nombre colgada del cuello. Tiene también un vestido a pintas blancas y coloradas, un chaleco de lana celeste y una muñeca con un pañuelo en la cabeza. La muñeca está vestida con un retazo del vestido de Alejandra. Tiene también zapatos blancos. Pero nada más tiene en el mundo Alejandra. Nada más, excepto un apellido (Barry) y otro apellido (Matta), que sus padres ocultaron hace algunos años cuando dejaron de ser un hombre y una mujer y se convirtieron en dos terroristas. En dos asesinos”.
La revista Somos la exponía acompañada del título “Los hijos del terror” y en una nota sin firma, aunque precedida por la consigna “de un enviado especial”. En la de Para Ti está sentada, jugando.
Ahora esos tres recortes acompañan la denuncia que esta semana Alejandrina presentó ante el Juzgado Federal en lo Criminal N° 12, del doctor Sergio Torres. Acusa a Editorial Atlántida por encubrimiento y participación en los delitos de privación ilegal de la libertad y homicidio. Intenta así recuperar su vida. Alejandrina me mira entonces con ese tipo de mirada que dejan inútiles las palabras. La nena que está en los recortes también.
Los Barry de Adrogué
El abuelo Alfredo era abogado y titular adjunto de Derecho Agrario y Minero en la UBA. El otro adjunto era José Alfredo Martínez de Hoz. Don Barry había aprovechado para hacer un posgrado en Oxford cuando su primera mujer decidió enrolarse como enfermera voluntaria durante la Segunda Guerra Mundial. Juntos tuvieron tres hijos, que llamaban siempre por sus nombres en inglés George (Jorge), John Alex (Juan Alejandro) y Henry (Enrique). Los tres jugaban al rugby en el club Pucará y comenzaron la carrera de Derecho. Allí se integraron a Montoneros desafiando, entre otras cosas, el férreo antiperonismo de Don Barry.
La saga familiar fue reconstruida en el libro Los Barry de Adrogué, de Mónica Mendoza y Eduardo Espinoza, donde se cuenta también la historia de Susana Mata. Susy, como todos los de Adrogué la conocían, se casó con Juan Alejandro y juntos compartieron esa joven vida de militancia que los llevó a él a convertirse en el secretario político de Montoneros y a ella a desplazar a la vieja conducción del sindicato docente de la zona.
Alejandrina, la hija de Susy y Juan Alejandro, nació el 19 de mayo de 1975 en la cárcel de Olmos. Cuenta que su mamá cayó porque llamó a una compañera por teléfono y, por el tono de voz, se dio cuenta de que algo malo le estaba pasando. “No la voy a dejar sola”, dijo y fue a buscarla a la casa donde se estaba realizando uno de los operativos de cacería que siguió al pase a la clandestinidad de Montoneros. A Susana la llevaron primero a la Brigada de Investigaciones, que luego fue conocida como Pozo de Banfield. Según las denuncias registradas en la causa que investiga lo ocurrido en ese centro clandestino, una docena de militantes sufrieron el mismo destino en noviembre de 1974: fueron capturados por la Triple A, torturados en la Brigada y luego “legalizados” y trasladados a Olmos. Algunos, como en el caso de Susana, consiguieron ser liberados pocos meses antes del golpe.
Ya en dictadura, el primero de los Barry secuestrado y desaparecido fue el menor, Enrique, en octubre de 1976. Lo llevaron a él, a su mujer (también desaparecida) y a su pequeño hijo Agustín, que la familia encontró después en la Casa Cuna. Lo habían abandonado en las escaleras.
Fue entonces cuando Juan Alejandro, Susana y la pequeña Alejandrina partieron rumbo a Uruguay con los documentos que les habían prestado unos amigos del barrio. Él tenía 30 años, ella 29. Alejandrina no había cumplido los 3.
El operativo conjunto
Hacia fines de 1977 la dictadura uruguaya estaba preocupada por la inminente visita de una misión extranjera de juristas integrada por los abogados Joaquim Martínez Bjorkman (Federación Internacional de los Derechos del Hombre), Robert Goldman (Sociedad Americana de Derecho Internacional) y Jean Louis Weil (Ministerio Internacional de Juristas Católicos). Quizá por ese marco, las llamadas Fuerzas Conjuntas uruguayas se tomaron el trabajo de documentar todas las acciones llevadas a cabo en esos días. Según revela uno de los documentos desclasificados del Departamento de Estado norteamericano, la Embajada de Estados Unidos en Uruguay informó especialmente, en diciembre de 1977, sobre una serie de redadas llevadas a cabo entre el 15 y 16 de diciembre donde “fueron capturados ocho Montoneros”, dice el informe.
Los operativos comenzaron el 15 de diciembre con la persecución por la ruta Interbalnearia de una camioneta Mehari en la que viajaban el ex diputado peronista Jaime Dri y Juan Alejandro. Los vehículos militares cortaron el paso y chocaron a la Mehari, que volcó sobre la cuneta. Cuando intentaban escapar, Barry murió acribillado y Dri fue herido en las dos piernas.
Ese mismo 15 de diciembre, en Lagomar, mientras esperaban el colectivo en la ruta, fueron secuestrados Rosario Quiroga y Rolando Pisarello. Al día siguiente, los militares avanzaron sobre la casa de Rosario, donde vivía el grupo de militantes exiliados. De allí secuestraron a María del Huerto Milesi de Pisarello, a María Laura Pisarello y a las tres hijas de Rosario Quiroga (María Paula, María Elvira y María Virginia). En el operativo resultó muerta Susana. Y de allí se llevaron a Alejandrina.
En otro procedimiento realizado el mismo día fue detenido el pianista argentino Miguel Angel Estrella junto con Raquel Odasso, Luisa Olivera y Jaime Brancoy. Todos ellos fueron luego procesados por el Juzgado Militar N° 2 y detenidos y torturados en el Penal de Libertad y en el de Punta de Rieles.
En su comunicado N° 1378, la Oficina de Prensa de las Fuerzas Conjuntas uruguayas informa la parte “legalizada” de lo sucedido. Da cuenta de la muerte de Susana y Juan Alejandro y de la detención de Estrella, Odasso, Olivera y Brancoy. Nada dice del resto, que fue trasladado clandestinamente a la ESMA. Según el testimonio de Rosario Quiroga, ese grupo fue llevado a una “residencia en Carrasco, con apariencia de castillo medieval” y en cuyo sótano los alojaron. Allí fueron torturados. Luego, en una habitación Rosario logra identificar a varios militares argentinos y algunos uruguayos que le comunicaron que iba a ser trasladada a la ESMA. Días después fue el propio Alfredo Astiz quien dejó en un internado a las tres hijas de Rosario. En tanto, Jaime Dri, Rolando Pisarello, su esposa, María Milesi, y la hija de ambos, María Laura, fueron también transportados en avión el 18 de diciembre de 1977 a la ESMA.
El falso abandono
La misma Oficina de Prensa de los militares uruguayos “amplía el comunicado” con el parte N° 1380 para informar los datos completos de “los sediciosos muertos” e informa que la niña Alejandrina “fue entregada por la Justicia Militar a sus abuelos paternos para su traslado a Argentina”. Ese comunicado es el que reproducen dos agencias internacionales: Asociated Press y France Press, que los medios argentinos La Nación y La Opinión publican en sus ediciones del 23 de diciembre de 1977. Las tres notas publicadas en los medios de Editorial Atlántida son posteriores, pero ignoran el hecho de que Alejandrina ya estaba con su familia y en Argentina. Hacen eje, en cambio, en su “abandono”:
La revista Somos asegura en el copete: “La niña espera que alguien la reclame” y en la nota muestra la foto de Alejandrina junto a la de la Mehari acribillada. También da cuenta de la detención de Miguel Ángel Estrella de una manera especial. Dice textualmente: “pianista tucumano, 33 años, homosexual”.
La revista Gente títuló: “Alejandra está sola”. Muestra fotos de la casa donde se produjeron los secuestros y de un supuesto botín de guerra, con grandes ametralladoras. “que se encontraba a pocos metros de la cuna de Alejandra”.
Cuenta hoy Alejandrina que cuando leyó ese texto, tan burdo, se transformó. “Mi tío me había contado que mis padres habían intentado durante mucho tiempo quedar embarazados y sé que fui una bebé deseada y querida. Me indignó tanto ver tanta mentira que decidí empezar a militar”.
La decisión de dedicarse a buscar la verdad y hacer política la llevó a un enfrentamiento con su abuela materna, pero también le posibilitó encontrar en su propio colegio secundario a profesoras que habían conocido a su mamá en sus épocas de dirigente gremial. Se fue a vivir sola, se integró al PTS, se entrevistó con Miguel Bonasso (autor de Recuerdo de la muerte, que narra la odisea de Jaime Dri y cuenta parte de la historia militante de su papá, Juan Alejandro), con Miguel Ángel Estrella y con varios de los sobrevivientes de aquella redada. Comenzó luego su trabajo social en La Matanza, donde fue incluso candidata en las últimas elecciones, y en el organismo de derechos humanos CEPRODH y la agrupación feminista Pan y Rosas. También se presentó como querellante en las causas que investigan los delitos de lesa humanidad cometidos en la ESMA y en el Pozo de Banfield. Ahora, cuando ya cumplió 35 años y encontró “la fuerza que necesitaba”, presenta su Yo Acuso contra la Editorial Atlántida. Quiere que se investigue qué rol cumplió esa editorial en el marco de un procedimiento donde fueron secuestradas, torturadas y desaparecidas personas. Quiere, también, que expliquen por qué mintieron y por qué usaron su imagen para manipular su historia. “Como las notas no están firmadas, la querella es contra todo el directorio y las personas que figuran en el staff”. Entre ellos, Samuel Chiche Gelblung (por entonces, director de la revista Gente), Agustín Agostinelli y Lucrecia Gordillo (directores de Para Ti) y Gustavo Landívar (director de la revista Somos). Lo que busca Alejandrina no es sólo que cada uno asuma su responsabilidad, sino que se investigue el hilo político que zurció aquellas tres notas. Lo que se juzgará, entonces, será nada menos que el rol que cumplió esa editorial durante la dictadura.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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