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La divina comedia

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El Épico de Floresta. Suman más de 40 y dos veces a la semana comparten la mística de hacer teatro. Así recorrieron diferentes escenarios sociales. Ahora se proponen tener su propia sala.

La divina comediaUn gran portón abierto, un señor de seguridad vestido para la ocasión y un espacio amplio para recorrer sin apuro. En este lugar ubicado en la calle Gaona al 4600, conocido como “el Corralón de Floresta” conviven varias identidades:
Es un viejo depósito municipal de chatarra abandonado que a fuerza de presencia y resistencia vecinal se transformó en un ámbito cultural en el que funcionan talleres artísticos gratuitos.
Es el sitio donde tres barrenderos -uno de ellos combinaba escoba y sotana- trabajaban antes de ser secuestrados en los años de la dictadura.
Es el punto de encuentro en el cual se reúne todas las semanas la Asamblea de Floresta, que sigue de pie desde su nacimiento durante los temblores de la crisis de 2001.
Es la residencia de un grupo numeroso de gatos que cada tarde esperan ansiosos la llegada de una vecina que aparece con una bolsa de plástico cargada de manjares.
Y es también el escenario en el que un grupo de teatro comunitario representa sus ficciones y realidades: El Épico de Floresta.
Mientras va cayendo el sol y el calor cede a regañadientes, Sonia Donnarumma me lleva a recorrer las instalaciones, me cuenta episodios de la historia del Corralón, la lucha por mantenerlo a salvo del vandalismo, de los funcionarios que de a poco le quitan territorio y de los intereses económicos que sobrevuelan el predio. Oficia de guía turística con simpatía y eficacia y explica que hace tres años se acercó al taller de teatro comunitario con la esperanza de atenuar su timidez. Su debut fue en una función interpretada en la Legislatura, con un público nutrido y un papel importante. Todo un desafío, del que salió airosa: logró sobreponerse a la vergüenza que le provocaba la exposición.
La hora de ir a jugar
El Épico de Floresta comenzó sus actividades peregrinando por diferentes plazas, clubes barriales, escuelas, espacios donde pudieran juntarse y dedicarse a la tarea que los convoca: jugar. Hasta que encontraron el lugar que les venía como anillo al dedo, el Corralón, donde se reúnen desde hace cinco años. “Todas las personas tienen una actitud artística: un niño juega desde que nace. A medida que crece, esa actitud lúdica se va cercenando por motivos políticos, religiosos, culturales, socio-económicos, o todo junto”, dice Orlando Santos, el director y fundador de El Épico y encargado de que ese don se encienda y permanezca en cada uno de sus alumnos.
Se juntan dos veces por semana y lo integran unas cuarenta personas. Está abierto a cualquier alma inquieta que quiera sumar sus habilidades artísticas, o despertarlas si aún no las reconoce. Orlando define la cualidad que prefiere en quienes se acercan al taller: “Cuando comprás un auto te dicen ‘nunca taxi’ en este caso si te dicen ‘nunca actor’, mejor. El vecino hace todo con ganas, disfruta. Acá todo está hecho por nosotros, tanto la escenografía como el vestuario”.
Los resultados no tardan mucho en evidenciarse, de acuerdo al relato de Sonia: “Hay gente que está sola y busca el teatro como excusa para relacionarse. A veces les cuesta mucho y se van, otros lo logran. Es buenísimo cuando ves cómo se van soltando de a poco y después terminan siendo unos actores impresionantes. Depende de la voluntad, de insistir y comprometerse”.
Escenarios múltiples
Cuando el grupo original buscaba su nombre, reflexionaron acerca del tipo de teatro al que se iban a referir y descubrieron que era épico. La diferencia entre el teatro épico y el clásico es que en éste, el héroe es el eje central de la obra, en cambio en el épico, es la consecuencia: hay causas que lo llevan a convertirse en un héroe.
Orlando señala: “El hecho de que seamos autogestivos no significa que pensemos que el Estado no debe darnos plata, ya que nosotros cumplimos una función que el Estado no hace. La falta de apoyo se ve en muchas cosas. En los festivales de teatro, por ejemplo, nunca hay un grupo de teatro comunitario invitado, aunque el nivel de muchos grupos es excelente, no tiene nada que envidiarle a otras producciones”.
Cada obra es una creación colectiva. El Épico imaginó, maduró y materializó tres. La primera trataba el tema de la violencia, la segunda sobre las raíces culturales, y la última, cuyo estreno fue a comienzos de noviembre, está dedicada a los pueblos originarios y narra la conquista de América, sin perder el sentido del humor.
Actúan, además, en escuelas estatales, organizaciones barriales, merenderos, fábricas recuperadas, se presentaron en el ex Olimpo, que fue centro clandestino de detención y tortura, actualmente recuperado como centro cultural. Tienen una estrecha relación con las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, colaboran con el espacio de reconstrucción popular de Moreno y dan charlas y talleres en distintos ámbitos.
Tuvieron la posibilidad de trabajar junto a la CTA en la Villa 15, de Villa Lugano, conocida como Ciudad Oculta. Orlando recuerda: “La idea era armar un grupo de teatro comunitario. La experiencia para ellos fue mágica, al comienzo, me esperaban dos tipos de la CTA cuando bajaba del colectivo y me hacían entrar al merendero, hasta que al tiempo ya entraba y salía sin problemas, después ya me esperaban los pibes. Cuando fuimos a hacer una función de nuestra primera obra El gigante Amapolas, nos recibieron con un muñeco enorme hecho por ellos, habían escrito ‘Hoy Teatro, Hoy’ y lo pasearon por toda la villa. Algunas chicas querían venir a Floresta a tomar clases de teatro, pero se les hacía difícil viajar. Para ellos hacer teatro era absolutamente liberador, una forma de recreación y juego que les daba una posibilidad creativa, todavía tenían edad para los juegos, pero estaban muy maltratados, no por sus padres, sino por la estructura social”.
El próximo desafío está a punto de comenzar. Durante diciembre van a dar inicio a un taller de teatro en el instituto de menores General Roca, del barrio de Floresta, invitados por Proyecto 30, que fue ideado por Madres Línea Fundadora. También planean armar una sala de teatro, preparar una obra con títeres gigantes que cuente la historia del Corralón y, como refiere Sonia: “Seguir encontrando gente que recibe el mensaje y se emociona. Con eso estamos hechos”.

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Abusados

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En un caso, una maestra fue condenada, pero cumplió sólo 6 meses de prisión y no se investigó a los hombres mencionados por las seis nenas abusadas. En otro, fue absuelto el profesor de gimnasia y fueron procesados dos peritos. El tercero sucedió en un jardín de infantes de Villa Gesell y todavía espera justicia. Sus diez expedientes se convierten en una prueba de cuál es el rol de quienes deben escuchar el relato de niños y niñas de apenas 4 años y hacer algo a partir de ello. También, de cómo se comporta la máxima autoridad eclesial cuando se reportan denuncias que involucran a las instituciones de la que es responsable, actitud que mereció hasta el reproche de los mismos jueces que exoneraron a los denunciados por considerar que los testimonios de los chicos estaban “contaminados”. El caso del Instituto Ana Böttgger de Villa Gesell permite verificar cómo se toman esas pericias y plantea un debate de fondo: por qué los tribunales no están en condiciones de hacer justicia.
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Locuras

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La bendición de la impunidad

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Jorge Garaventa intervino como terapeuta en casos de abuso y escribió una docena de libros sobre el maltrato infantil. Para resumir su opinión sobre cómo resuelve la justicia estos temas inventó un nuevo concepto: ostentación de impunidad.
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