Mu42
Un pogo de vida
Mavi Rock. Mavi tenía 17 años cuando murió de leucemia. Sus padres y amigos convirtieron ese dolor en una banda de rock cooperativa que edita una revista y un portal.
Una historia atípica: cuando María Victoria Latta murió –después de pelear durante un tiempo con una leucemia– a los 17 años, nadie imaginaba que ése sería el punto de partida para la formación de una banda de rock. No lo sabían ni sus padres ni sus amigos. Menos iban a suponer todos ellos que terminarían editando una revista, manejando una página web y una radio para transformar la pérdida en un proyecto incontenible que desencaja algunos moldes.
Decir que todo surgió como una suerte de congregación alrededor de la tumba, entre rituales místicos e invocatorios sería mentira, porque la banda empezó a tomar cuerpo en tardes de domingos cargadas de mate y de zapadas para escaparle al mal recuerdo. El territorio: la casa de Silvia y Luis –los padres de Mavi– en Ramos Mejía, al oeste de Buenos Aires. Así se formó Mavi Rock.
Mavi iba a ver a los Redondos desde que tenía 9 años, y era una fanática de la banda: iba a todos lados. A los 16 años tenía los ahorros justos para hacer un viaje a Cuba y en su cuarto –conservado tal cual estaba cuando ella lo habitaba– todavía hoy se pueden ver las fotos de José Luis Cabezas y el Che Guevara, entre muchos otros amuletos. No faltaba nunca a las marchas convocadas por Abuelas de Plaza de Mayo. “A su edad tenía ya muy definido quién era y qué quería, con valores humanos que hacían que tuviera sus problemas acá y también en la escuela,” recuerda su madre. Y los otros chicos de la banda revelan, de la misma manera que se acostumbran a contar los secretos: “Mavi tenía un pensamiento visionario. Uno de sus últimos deseos cumplidos se realizó cuando, ya estando muy débil, fue visitada en el hospital por el Indio Solari y su esposa. El Indio más tarde se encargaría de dedicar especialmente a Mavi el tema Juguetes Perdidos durante el mítico recital en cancha de River.
Los caminos de Mavi
Los integrantes de la banda son ahora Luis en el canto; Silvia en batería; Ale, saxofonista; Hernán y el Flaco en guitarras y cerrando la tropa, Ernesto, a cargo del bajo. Silvia es maestra de educación física y nunca había probado los placeres de manejar un instrumento. Empezó a tocar la batería con un maestro exquisito: el baterista de los Redondos, Piojo Ávalos, vivía por el barrio y un día le ofreció a Silvia enseñarle algunas cosas.
El primer concierto que dieron fue a manera de homenaje, en el bar El Coyote, a unas cuadras de la casa. “Lo divulgamos con la gente conocida, de boca en boca, y habrán venido 200. Se generó algo muy fuerte, inesperado, gente gritando `aguante Mavi’. Después todo eso derivó en la idea de hacer una banda y grabar algo”. Eso fue durante 2004, cinco años después de la muerte de Mavi. Pasaron los años y ese proyecto pequeño hoy mira atrás y se encuentra con dos discos. Este mes debuta en las disquerías el tercero, A la Deriva, que se presentó el 28 de diciembre –Día de los Inocentes– en el Teatro de Flores. La trilogía se emparenta por tener en formato de canción alguno de los poemas que Mavi escribía; también tenía terminados algunos cuentos cortos y soñaba con ser algún día periodista. En el último cd, el tema escogido es un canto premonitorio llamado Ángel del Pasado. También hay un homenaje a dos chicos –en el libro que acompaña al disco hay una foto de ellos– que pasan su tiempo limpiando vidrios en una esquina del barrio de Palermo. El tema se llama Jesi y Pintitas y dice:
Jesi y Pintitas hacen malabares
con el secador
Un currinche obsceno
vende mierda de tevé
Y no paran de jalar
en J. B Justo y Santa Fe
La interroga
¿quién te vende el Poxirán?
Se cuidan de la gorra
y saben bien por qué
Y arrebatan a chetitas sólo por placer
“Durante 2010 no tocamos y nos dedicamos a preparar este disco”, dice Silvia, mientras Ale acota: “Y como es un laburo independiente habla de esas vicisitudes que hacen que algunas cosas sean difíciles, como la difusión que es a tracción a sangre, pero también te da libertades: no te presionan para terminarlo rápido, no te dicen sacá esta letra, poné este estribillo”.
El formato de los discos que editaron no es el tradicional. El tamaño es más grande y en el arte de tapa de los últimos dos hay un trabajo manual sobre cada uno de los ejemplares: en el último disco hay una brújula como símbolo (el dibujo de la portada es un barco hundiéndose rodeado de cráneos, mientras en un ocaso rojo la cara de Mavi aparece difuminada). “Todo lo que hacemos lo pensamos desde Mavi, porque ella estaba muy vinculada con una cultura y una filosofía de vida que tenía que ver con los derechos humanos y con la libertad. Por eso las letras, los discos y el formato no hacen más que plasmar el sentimiento de una chica de 16 años que ya una capacidad de crítica e imaginación muy grande”.
Ya consolidada la banda, la recaudación de uno de los recitales terminó siendo destinada al centro cultural Tony Acosta de Ituzaingó –en recuerdo de un joven asesinado– donde enseñan murga, hay un merendero, talleres. Al centro van más de 200 chicos todos los días. Otro recital, más reciente, terminó siendo de ayuda para refaccionar la casa donde vivía Luciano Arruga, el chico desaparecido por la policía bonaerense en enero de 2009. “Lo pensamos de la mejor manera. No de hacer desde una obra de caridad y después desaparecer. Nuestra ide es seguir acompañando. Es un ida y vuelta”.
La revista que sale “cuando juntamos la guita” se llama también MaviRock y aseguran que piensan a la publicación como una plataforma para que bandas y otros tipos de expresiones culturales tengan un espacio y logren algo de visibilidad. En sintonía con esto uno de los integrantes, Hernán, suelta una teoría musical bastante arriesgada, defendiendo el rock de barrio: “Yo quisiera ver a una banda de Laferrere a ver si no es mejor que los Beatles. Porque ellos grabaron en Abbey Road, el mejor estudio del mundo. Aparte estos pibes llegan con la cabeza quemada, por estar picando una loza, todo el día laburando, y tienen un equipo de bajo de 10 W. Sin embargo, tenemos unos semilleros de música muy grande, de todos los géneros, que hay que seguir cuidando”. Con esa idea, largaron la revista, hace ya cuatro años.
Ale, el saxofonista, deja para el final algo así como una declaración de principios, que complementa Silvia: “Esto es una familia y vemos con mucha gratificación que el efecto que nos llega es genuino. No estamos contando cuánta gente viene a vernos sino en qué frecuencia estamos. Nosotros entendemos que el rock, como todas las manifestaciones artísticas, para ser legítimas, no tienen que ser corporativas, sino cooperativas. Y bueno, es eso: tratar de continuar su historia y que siga más viva que nunca porque en realidad Mavi está siempre con nosotros: está en el pogo, está metida en medio de todos y por eso se siente que no hay tristeza en los recitales, porque el rock es protesta pero es también,mucha alegría. Lo bueno es aprender que quedarte con el dolor y solo, te mata. Pero esa es una energía que la podés transformar en algo creativo y positivo, para vos y para otros”.
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