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Progres & putas

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Cecilia Sabsay. Esta socióloga radicada en Londres aporta al debate sobre la prostitución un libro clave para estos días. El rol del discurso, los medios y la moral del progresismo. Qué confusión sembró la trata y por qué razón es un trampa.

Progres & putasEs imposible leer este libro sin tener en cuenta los días que corren. Mientras los medios de formación de opinión construyen los carriles del debate acerca de los prostíbulos montados en departamentos que son propiedad de EL Juez de la Corte Suprema, Raúl Zaffaroni, la socióloga Leticia Sabsay coloca en los estantes de las librerías una linterna para alumbrarse en la oscuridad medieval. Fronteras sexuales se convierte así en un libro claro porque complejiza el tema de la prostitución, devolviéndole su dimensión política.
Sabsay cruza tres ejes que enuncia desde el subtítulo: espacio urbano, cuerpos y ciudadanía. Traza así una cartografía histórica y social. Vuelve, podríamos decir, a la escena del crimen: el escenario en el que la ciudad de Buenos Aires trazó la nueva frontera entre lo incluido y lo excluido en tiempos de retorno democrático. Estamos hablando sobre cómo se construyó el llamado “progresismo”, su discurso, pero también su práctica e imaginario social. Estamos hablando del año 98, cuando cayeron los represivos edictos policiales y un entonces legislador Raúl Zaffaroni marcó el ritmo de los nuevos límites de la convivencia social. Regresa así a los orígenes: la calle. Ahí fue donde toda una generación de intelectuales se formó, escuchando las lúcidas enseñanzas de quienes eran las víctimas, pero también las heroínas de esta batalla. Así aprendió, entre otras cosas, que la prostitución no tiene solo cara de mujer, sino que atraviesa los cuerpos de todas identidades sexuales. La industria del sexo es cruel verdad. Nunca niega la realidad, la explota.
El medio es el control
La hipótesis que nos plantea Sabsay es la siguiente: si el poder es la capacidad de controlar, lo que cambió a finales de los 90 es la forma de ejercer ese control. Se trata de un cambio profundo, en más de un sentido. Implica quién ordena, pero también hacia dónde se dirige esa orden.
El nuevo sujeto de control, señala Sabsay, son los medios de comunicación. Serán los encargados de señalar “quiénes pueden hacer demandas políticas y de qué manera”, pero también cuál es el modo correcto o incorrecto de pertenecer al espacio común, criminalizando tanto conductas como sectores sociales, según estrictos criterios que, al ser descriptos por Sabsay, dejan en claro cómo son concebidos por una determinada moral, entendiendo por moral aquellos valores que tejen la red de defensa de los intereses de raza, género y clase.
Esas órdenes mediáticas tienen un objetivo: trazar la frontera “entre lo visible y lo invisible, entre lo decible y lo indecible”. Pero también una consecuencia: modelar subjetividades. “Cómo el deseo y el placer pueden, en definitiva, ser pensados, o más aun, cómo pueden llegar a ser pensables”, sintetiza Sabsay.
Fue ese pensamiento “progresista” el encargado de otorgarle a la justicia un discurso que Sabsay denomina “terapeútico”, de reparación. Y fueron los medios los encargados de marcar hasta dónde llegaría. En este juego debe entenderse su rico análisis del matrimonio igualitario y –lo que es más interesante en estos días– su argumento a favor de reglamentar el “trabajo sexual”. El proyecto “progresista” tiene esa deuda, queda inacabado, incompleto y expone así su débil proyección. Su horizonte. Su propia moral.
Generación queer
Hay casi cuatro horas de diferencia con Londres a esta altura del año, pero Skype permite que conversemos como si no hubiera distancias. La voz da cuenta de su larga estadía en el extranjero. Vivió primero en España donde hizo su doctorado y ahora está en Inglaterra, en la Open University, investigando. Le pregunto su edad para comprobar mi hipótesis de lectura: se trata de una mirada generacional. Acierto. Es hija del feminismo porteño que se formó en las orillas queer que humedecieron los márgenes académicos a finales de los 90. Se trata, también, de uno de los tantos –pero ese “uno” merece gritarse– de los movimientos que tiró leña al fuego de la desobediencia que emergió a finales de 2001 y eso también se nota. Por ejemplo, Sabsay diferencia en su libro dos conceptos que muchos confunden: espacio urbano no es lo mismo que espacio público. La diferencia es política. Sabsay la aprendió en la calle el 19 y 20 de diciembre y ahora la revalida en plena agitación europea. “Acá estamos viendo hoy cómo se debaten estos mismos temas”. ¿Qué temas? Las instituciones, la ciudadanía, la democracia.
¿Qué tiene que ver la prostitución con todo esto? Mucho y Sabsay también lo aprendió en la calle: es el límite urbano de todos los discursos de cambio.
¿Podríamos decir que tu tesis muestra cómo el mecanismo de control, a través de la criminalización y la discriminación pasa, a finales de los 90, a ser una operación mediática?
No diría que es una transferencia de poderes, sino que se establece, de alguna manera, una especie de batalla –que yo llamo “guerra de género”– de dos visiones distintas con respecto al cuerpo social. Pero los medios no funcionan de forma represiva, como el aparato jurídico, sino a través de la creación de imaginario social. Esa es mi tesis. Y analizo cómo esas nuevas formas de regulación social trabajan no solo a nivel de la conciencia, sino a nivel de la creencia, que es más profunda porque modela lo psíquico.
¿La subjetividad?
Exactamente, penetrando creencias, valores, cuestiones morales muy profundamente arraigadas. Estas nuevas formas también alcanzan al Estado, que pasa a tener una un discurso que llamo “terapéutico”: te regula por tu bien.
¿Es tutelar?
No solo eso. Es algo más profundo. Va a regular, por ejemplo, qué es salud mental o qué es tener una vida sana y te va a proveer, incluso, los servicios de acuerdo a ese determinado modelo de valores.
¿Cuál sería un ejemplo de este cambio en los mecanismos de control?
En las plazas de Buenos Aires tenés a la industria sexual a la vista, pero nadie la ve. Un formato jurídico represivo diría: lo que hay que hacer es sacar a esta gente de la vista. Y un formato regulador dice: lo que hay que hacer es que la gente ni se de cuenta de que están ahí.
También planteás cómo el discurso progresista, que se basa en la idea de la igualdad de derechos, crea una nueva situación de discriminación. ¿Por qué?
Esa es una segunda cuestión. En primer lugar, analizo las nuevas formas de poder y de regulación social a nivel jurídico, a nivel represivo y a nivel de formas gubernamentales o de gobernabilidad, y cómo se implementan a través del Estado, de los medios y del mercado. Como consecuencia de esto –y sin estar en contra del progresismo– investigo el discurso de la llamada “equidad de género” y el de la “diversidad sexual” y planteo cómo funcionan. Se trata de un nuevo mecanismo de regulación social, porque si bien propone una visión más flexible, más democrática, también implica una regulación: no todas las formas de sexualidad están representadas en el discurso de “la igualdad” o de “la libertad”. Lo interesante, para mi, es analizar la relación que hay entre identidad sexual y ciudadanía. Cómo una persona deviene o no en ciudadano, en sujeto de derecho y cómo la definición de su sexualidad es una forma de acceso a ese ejercicio de ciudadanía. Analizo, también, cómo el discurso de la igualdad y la libertad crea sus nuevos y propios abyectos, porque hay quienes son bienvenidos y quienes no solo no son aceptados, sino que ni están siquiera pensados en ese discurso.
¿Es tu análisis de lo que representa el matrimonio igualitario?
Es un buen ejemplo porque demuestra ahí un nuevo “ideal”. Por supuesto que me parece bien la sanción de esa ley, pero lo que propongo pensar es que, tras tantos años de progresismo, lo que tenemos es una nueva respetabilidad social y sexual, donde algunos otros abyectos de la historia han sido incluidos, pero no todos: aparecen nuevos excluidos. Este modelo no es menos regulatorio o no deja de serlo. Es, en todo caso, una nueva normalización sexual.
¿El problema no es el piso, sino el techo?
El problema es si esta normalización no nos permite pensar, por ejemplo, que hay otras formas de vínculo social que no están previstas por esa concepción de igualdad y libertad, si podemos compartir objetivos y luchas políticas sin tener que ser idénticos ni tener que identificarnos, sin tener todo en común a nivel de cómo vivimos, quiénes somos o qué deseamos.
¿Quiénes representan, según tu mirada, las identidades postergadas?
Las trabajadores sexuales, sin duda. Y este no es un problema solo argentino. En Europa se ve claramente cómo esta nueva normatización está atravesada por el tema racial. Se trata de un modelo que establece una identidad clara: es occidental y moderno aquel que es sexualmente progresista, pero con la limitaciones que tiene ese progresismo. Las prácticas que no condicen con ese modelo, siguen afuera.
En el tema de la prostitución se ve también claramente cómo la simplificación siembra confusión política y académica. Por ejemplo, asimilando la oferta de sexo al delito. ¿Tu hipótesis es que ayuda a esta confusión el hecho de que tampoco se defina social, política y conceptualmente si es o no trabajo?
No es delito, desde ya. Y sí te diría que es trabajo. Veamos por qué. La confusión surge cuando se pone este tema en blanco o negro. Pero puesto en esos términos, te diría que sí: es trabajo. Es necesario decirlo así, claro, porque lo que me preocupa es cómo, desde ciertos grupos feministas, se homologa la tendencia internacional hegemónica de asimilar tráfico con industria sexual. Esa es la operación que subyace bajo la palabra “trata” y desde la cual se pretende, bajo el amparo de la doctrina abolicionista, impulsar una serie de normativas basadas en argumentos morales.
¿Esa operación fue introducida a través del dinero que se inyectó a la academia y las onegés?
Exactamente. Y le ha hecho muy mal a este debate, porque simplificó una cuestión super compleja como lo es hoy la industria del sexo, que tiene derivaciones complicadísimas. Es un problema enorme. Y dentro de ese enorme problema, está el tema del tráfico. Reducir todo el debate al tema del tráfico es un error político y conceptual grosero. Lógico: estamos en contra del tráfico y de la explotación del trabajo sexual por parte de terceros, pero la industria sexual es más compleja. E incluye a un sector que tiene voz, tiene demandas y tiene derechos que no se respetan. Y eso está mal y punto. No se puede en nombre de una cosa negar la otra. Y hay un feminismo que convierte a este sector en víctimas y, en su supuesto nombre, no respetan esos derechos. Si las trabajadoras sexuales tienen sus demandas y reivindicaciones, lo que hay que hacer es atender esas demandas y reivindicaciones. ¿Termina ahí el tema de la industria sexual? No, de ninguna manera. Pero eso no justifica que no se atiendan esas demandas concretas. Y si se postergan, es por otra cosa.
Sin embargo, la regulación del trabajo sexual en Europa no sirvió más que para tranquilizar la conciencia progresista y crear una nueva discriminación: la racial, porque dejó afuera a todas las inmigrantes. En Argentina, no alcanzaría, por ejemplo, a las dominicanas o las paraguayas que explotan en cada prostíbulo del país. Parecería ser que las posiciones se reducen, por ahora, entre los discursos que victimizan, los que moralizan y los racistas. ¿Hay forma de salir de esta encrucijada?
Ese es otro problema, el de fondo y el que no se debate: el tema de la desigualdad social. Estamos de acuerdo en eso: no alcanza con regular el trabajo sexual. La desigualdad es, sin duda, un factor importante en la prostitución, pero es otra lucha y otro debate, que no pasa por el estatus legal que deba tener la prostitución. No es que va a haber más igualdad social por prohibir o por reglamentar la prostitución. Y si lo que queremos es establecer la relación que hay entre clase, raza, desigualdad y prostitución y queremos luchar contra eso, pues sí: vamos contra eso.
¿Tu planteo es: démosle sus derechos a las trabajadoras sexuales y pongámonos a discutir el fondo de la cuestión?
Es un camino. Porque lo que está demorándolo es la cuestión moral. No la desigualdad, no la injusticia. En este sistema, en medio de la posmodernidad más posmoderna, tenemos relaciones de servilismo como lo es el servicio doméstico o tenemos mineros que se mueren antes de los 30 años por las condiciones insalubres de trabajo. Voy a ser muy radical para que se entienda claramente: en este sistema la explotación del cuerpo no se limita al cuerpo sexual. ¿A vos se te ocurre pedir que prohiban la minería porque la explotación minera es brutal?
En Esquel pidieron eso y ganaron. Si: yo pido no a la mina. ¿Porqué no?
Se puede pedir y ganar eso, por supueto, porque es una demanda clara y legítima. Pero lo que sostiene este no a la industria del sexo es, sobre todo, la connotación moral. Porque si de lo que se trata es de luchar contra las formas de explotación del cuerpo, hay que atender las demandas, claras y legítimas, de quienes se reconocen a sí mismas como trabajadoras sexuales.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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