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El milagro brasileño

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Flaskó, fábrica brasileña bajo control obrero. Bajaron la jornada laboral a 30 horas semanales, ganan más que los obreros de empresas convencionales y recuperaron la clientela, tras 8 años de ocupación.

El milagro brasileñoTal vez el mundo se esté convirtiendo en una infinita repetición de escenarios. Los aeropuertos son todos iguales, o casi. Los hoteles, las peatonales, zonas de las ciudades, las rutas que llevan a las periferias, el paisaje suburbano. Ocurre incluso en las afueras de la poderosa San Pablo, motor crucial de ese nuevo protagonista de la economía mundial llamado Brasil. Desde allí el viaje es hasta Campinhas, y luego a Sumaré, donde se llega hasta un barrio obrero que rodea a Flaskô Industrial de Embalagens Ltda. Al entrar a Flaskô, la sorpresa de un acto de triple magia: organizados a partir de la asamblea, a) demuestran que se puede trabajar sin patrón ni gurúes gerenciales, b) hacen viable una fábrica que era inviable con los empresarios, y c) les va bien. O un poco mejor que bien.
Menos trabajo, más ganancia
Manuel es un mulato de 44 años, dos hijos y una sonrisa enorme: “Estamos muy contentos. Hace 20 años trabajo aquí, pero esta etapa es mejor que con los patrones. Estamos más tranquilos”.
Flaskô fabrica toda clase de bidones, barriles y recipientes de polietileno (entre 20 y 200 litros) de alta densidad y peso molecular, y a la vez muy livianos, que sirven para almacenamiento y transporte de productos químicos, con control de calidad y apoyo técnico de la alemana Mauser Werke. Vende 5.000 unidades por mes, factura 500.000 reales, y tiene 70 obreros.
El ingreso de los trabajadores no baja de los 1.200 reales mensuales, contra los 800 que cobran en fábricas convencionales. Fernando Martins integra la Comisión de Movilización: “Hay diferencias en los salarios por alguna especialización (por ejemplo de 1.200 a 1.700 reales) pero nunca como en las fábricas capitalistas”, dice Fernando.
Esas decisiones, incluidas las de los ingresos, son tomadas en asambleas que una vez por mes resuelven los temas más importantes. El día a día queda a cargo del Consejo de Fábrica con 13 representantes, uno por cada sector, y un Coordinador de ese Consejo, Pedro Santinho. El abogado de Flaskô, Alexandre Mandl: “Hicimos una serie de estudios y evaluaciones, y logramos bajar la jornada de trabajo semanal de 44 horas, que es lo que marca la ley brasileña, a 30 horas semanales. Son 6 horas diarias, sin reducción de los salarios. Además, desde que hay una gestión obrera, no hubo más accidentes de trabajo. Ni uno”.
Y además, vivienda
¿Cómo se logra trabajar menos y ganar más? Explica Fernando: “El problema es que en las empresas convencionales el lucro patronal es tan grande, que se lleva las ganancias. La plusvalía. Aquí las ganancias vuelvan a los trabajadores”.
Flaskô además es una usina de otras iniciativas, como la de usar terrenos de la planta para construir viviendas para la comunidad. Alexandre: “Teníamos el 60 por ciento o más de la superficie del terreno vacío. La gente necesita vivienda y para nosotros es una forma de fortalecer la ocupación. Tomamos las tierras con la comunidad. La construcción es para los vecinos, no para especular o vender. Viven 564 familias que construyeron sus propias casas”.
¿Y si la moda pega?
No fue posible en esta visita conocer otras experiencias de las más de 200 cooperativas que están a cargo de fábricas quebradas. Mandl elige la cautela: “Con algunas tenemos buenas relaciones, pero el problema es que les transfieren la deuda de las patronales, entre otras cosas, quedan muy bajo la órbita estatal, y sólo el 12% quedan abiertas por más de dos años. Nosotros podemos tener muchas contradicciones pero ya llevamos ocho años, con conquistas, y muchos compañeros que pudieron jubilarse”.
Los trabajadores crearon además la Fábrica de Cultura y Deportes, donde se estudia dibujo, teatro, música danza, español, ballet, jazz. Deportes: capoeira, judo, ajedrez, fútbol para todas las edades, voley. Además hay ciclos en el cine FlaskôPLEX, fiestas de reggae, hip hop, música electrónica, exposiciones.
Joao, 34 años, 14 años como obrero de Flaskô: “Me gusta el fútbol, pero aquí descubrí la lectura, el teatro, el cine. Yo casi no sabía nada. Esto me cambió, y me gusta más que el fútbol”.
Uno de los jueces que ordenó la intervención judicial hace unos años se preguntaba sobre esta tendencia al control fabril en manos de los trabajadores: “¿Se imaginan si la moda pega?”. Alexandre: “Queremos que pegue, se extienda y se contagie”.
Quién manda
La fábrica era parte de un gran conjunto fabril manejado por las familias Hansen y Batschauer principalmente, que llegaron a sumar 65 procesos judiciales por fraudes y evasiones impositivas y previsionales. Pedro Santinho: “Aquí se decidió en asamblea la ocupación de la planta, sobre el filo de la Navidad de 2002. Participaron y votaron incluso los guardias de seguridad que había puesto la empresa”. El 1º de enero de 2003 asumió la presidencia brasileña un ex metalúrgico, Lula Da Silva. “Nos dijo que la nacionalización bajo control obrero no estaba en el menú, pero que defendría los puestos de trabajo. Conseguimos la cesión de la fábrica a los trabajadores primero por 30 días y luego por tiempo indeterminado”. El propio Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil (BNDES), dictaminó que la mejor solución para las fábricas era nacionalizarlas, quedando el Estado con la propiedad del bien y los trabajadores con la gestión de la planta. Lula no aceptó la idea y entró a correr el taxi judicial ordenando desalojos.
Hubo un acuerdo con Venezuela para la construcción de viviendas a base de plásticos. ¿Fábricas en manos de obreros negociando con Chávez? La campaña mediática fue virulenta y creó el clima, en 2007, para la intervención judicial a las dos hermanas mayores de Flaskô, Cipla e Interfibra (casi 1.000 trabajadores entre ambas), con 200 policías federales y una lista de despidos a la fuerza. Por burocracia judicial, Flaskô zafó de la primera invasión. “Nos dio tiempo para organizarnos y defendernos”. Saldo las dos mayores: de 1.000 pasaron a 250 obreros que trabajan, con sueldos menores, 44 horas semanales.
Pedro Santinho, que está al frente de la asociación civil que maneja la fábrica, proviene del partido Izquierda Marxista y no era trabajador de Flaskô. Le pregunto a Fernando si eso no puede ser contradictorio con el propio postulado de que los obreros estén a cargo de la gestión: “No, porque aquí manda la asamblea. Pedro estuvo con nosotros siempre, pasó hambre aquí, sufrió como nosotros, es uno más. Y lo eligen los trabajadores. Además, por supuesto, los cargos son revocables, o sea: la asamblea es soberana”.

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