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La peste

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Paren de fumigar. Un caso raro, una sospecha, un diagnóstico: médicos, pediatras y científicos de distintas provincias inundadas por el monocultivo y el glifosato fueron, casi siempre en soledad, el amplificador de una realidad silenciada al detectar que el crecimiento exponencial de malformaciones de bebés, cáncer y abortos a repetición, no es una plaga sobrenatural sino el efecto de un tipo de modelo productivo. En Chaco un informe impulsado por una pediatra oficialista (pero no obsecuente) determinó un 300% de aumento de casos de cáncer y 400% de malformaciones en zonas altamente fumigadas. Algunas de las voces que no se resignan a estas epidemias.

Hay preguntas que cualquiera podría formularse.
¿Qué hacer ante la evidencia de una inflación del 400% de nacimientos con malformaciones, por ejemplo, de bebés sin cerebro? ¿O sin brazos, o apenas con una especie de pinza como de cangrejo donde tendría que haber una mano? ¿O con labio leporino en los casos benignos (con perdón de la palabra)? ¿O con el corazón enfermo? ¿O con la médula convertida en una deformidad que parece querer estallar en la espalda del recién nacido?
Otra: ¿Qué hacer si se percibe en una localidad o barrio un incremento del cáncer que triplica (300%) los casos conocidos?
La respuesta tal vez dependa del oficio: todo será diferente según uno sea padre, madre, psicópata, víctima, zombi, en medio de una tasa alarmante de funcionarios y legisladores con ADN de tortícolis política que los hace mirar para otro lado. O con formas mutantes de sordera.
Pero el extraño paraje denominado Argentina presenta –además- síntomas notables de personas que se hicieron la pregunta ¿qué hacer ante lo intolerable?, y respondieron con una actitud obvia, pero inexplorada: investigar cuáles pueden ser las causas.
Cómo resolver un misterio
La doctora Ana Lía Otaño percibió que algo andaba mal en el Chaco por lo que repetían vecinos y pacientes: “Decían que el monte se iba achicando cada día ante sus ojos, hasta que un día desapareció”. En los 70 desaparecían personas. En los 90, la naturaleza. Pediatra del hospital de Resistencia, Ana Lía recibía más y más casos de niños con enfermedades insólitas hasta entonces.
Como esos personajes de las series que de pronto ensamblan las piezas aparentemente dispersas de un misterio, la doctora comprendió: “Era todo parte de lo mismo: desmonte con topadoras para cultivos de soja y arroz, expulsión de pequeños chacareros criollos y de aborígenes de los campos, fumigaciones masivas, y aumento de leucemias, tumores cerebrales, cáncer y malformaciones”.
Breve presentación de la doctora: “Soy pediatra, trabajé en salud pública durante 30 años, y soy Delegada del ministerio nacional de Salud Pública en la provincia. Integro la Red de Salud Popular Ramón Carrillo que a su vez está en Carta Abierta, porque estamos consustanciados con el gobierno nacional. Pero no podemos ser obsecuentes, hay que apoyar lo correcto y reclamar lo equivocado. El tema del medio ambiente es un reclamo. Hay funcionarios que hacen cosas vergonzosas”.
Novedades de la muerte
El comienzo: “El problema empieza con la soja y el glifosato a mitad de los 90. Después de unos años se vieron los efectos del modelo de semilla transgénica y fumigación, una cosa perversa: en Pediatría fue muy evidente porque es lo más sensible y doloroso. Pero además hay que decir que el desmonte fue un asesinato de los aborígenes”. Al mismo tiempo, vecinos de zonas como La Leonesa, aparecieron con otra novedad: “Reclamaban porque sus familiares siempre morían de viejitos, pero ahora morían de cáncer”.
Los vecinos empezaron a movilizarse y organizarse, sin lograr respuestas: “La cosa cambió con Ituzaingó”.
Peste modelo siglo 21
Ituzaingó Anexo es un barrio cordobés donde las madres desde 2002 se hicieron una pregunta nacida en una conversación y una desesperación compartida en la verdulería: ¿no hay demasiado cáncer? Las denominadas “autoridades” las ignoraron. Las mujeres hicieron su propia encuesta en el barrio detectando velozmente 60 casos en 5.000 habitantes. Las Madres de Ituzaingó se organizaron, se movilizaron. Fueron descalificadas y tratadas de locas, como suele ocurrir con los que dicen la verdad. A fines de 2008 lograron detener judicialmente la lluvia de fumigaciones, señalando a agroquímicos como el glifosato como causantes de esa peste modelo siglo 21. Llegaron a 200 casos y un récord: un enfermo o muerto en cada familia.
En toda esta recorrida es prudente recordar la frase de una novela que tal vez no lo sea, La Peste, de Albert Camus:
“Estos hechos parecerán a muchos naturales y a otros, por el contrario, inverosímiles. Pero, después de todo, un cronista no puede tener en cuenta esas contradicciones. Su misión es únicamente decir: ’Esto pasó’, cuando sabe que pasó en efecto, que interesó la vida de todo un pueblo y que por lo tanto hay miles de testigos que en el fondo de su corazón sabrán estimar la verdad de lo que dice”.
Indignación + audífonos
Continúa Ana Lía Otaño: “En Ituzaingó procesaron a los responsables: sojeros y fumigadores. A los 10 días, en enero de 2009 la Presidenta firmó el decreto 21 que creó una Comisión de Investigación de las Denuncias por Intoxicación con Agroquímicos”. Los médicos de zonas fumigadas conocen el valor de la rapidez: “Le reclamamos a la entonces ministra de Salud Graciela Ocaña que mandara la Comisión al Chaco. Vinieron, confirmaron lo que les decíamos y quedé como Delegada trabajando en esto”. Con el mismo envión Ana Lía logró formar una Comisión Provincial de investigación del agua, mientras la Comisión Nacional empezaba a contaminarse: “Dejó de tener fuerza para trabajar cuando cambiaron a Ocaña por Juan Manzur. Con indignación y dolor te digo que el nuevo ministro hizo oídos sordos a todo esto”. Las comisiones son como ciertos pacientes fumigados: sufren parálisis de sus miembros. Pero la Comisión Provincial hizo algo levemente subversivo: siguió trabajando.
Manual de malformaciones
“Nos encontrábamos una vez por semana profesionales de los distintos servicios y hacíamos la contabilidad de lo que habíamos podido ver en esos días. Aparecía muchísimo labio leporino, que es desagradable pero no es mortal. Se incrementaron las cardiopatías congénitas y la gastrosquisis: falta de pared abdominal. Y situaciones más graves como los chiquitos anencéfalos: no tienen cerebro. Ese bebé respira y tiene corazón, pero a los dos o tres días muere”, explica la doctora Otaño.
¿Cómo trabajaron? “Fuimos investigando historia clínica por historia clínica. Una por una. No fue un estudio científico, sino informativo sobre lo ocurrido en las últimas décadas”. Por primera vez se tuvo, en 2010, a 15 años del nacimiento del “modelo glifosato”, una noción cuantitativa de sus efectos.
Resultados
La Comisión provincial comprobó que en una década se triplicaron los casos de cáncer y se cuadruplicaron las malformaciones en nacidos vivos en las comunidades más contaminadas.
Conviene aclarar que los casos de enfermedades se tomaron sobre bebés vivos. Ana Lía adelanta un próximo informe: “La mortalidad puede darse por diferentes causas, pero hay zonas fumigadas donde las malformaciones congénitas representan entre el 80 y el 100% de los casos de mortalidad infantil”.
Salud y agricultura
El estudio no sirvió para ganar amigos. “Empezaron a pasar cosas desagradables, presiones, descalificaciones desde el propio gobierno provincial. Hay algunos diputados del Frente para la Victoria que nos apoyan. Y también algunas opositoras de la UCR y del ARI (González y Terada), pero qué casualidad: las dos son pediatras”.
Ana Lía hace una división tentativa. “Hay buenas personas que trabajan por la salud, incluso a nivel nacional. pero hay ministerios provinciales que realmente son vergonzosos, comprometidos con los grandes monopolios. El de Salud, por ejemplo, desconoce todos los casos que nosotros hemos demostrado. Y el de Agricultura es el cómplice de que esté pasando esto. Tendría que haber procesamiento de funcionarios porque no cumplen sus deberes”.
Pero si justo Agricultura y Salud son así, parece ser una política de Estado: “No, porque hay otros ministerios como el de Educación que es un lujo, y trabaja para concientizar. Es cuestión de personas. El gobernador José Capitanich ha hecho una muy buena gestión, pero lamentablemente hay unos ministros… tenemos la esperanza de que los cambien. Bueno, yo también soy funcionaria, aunque esté medio castigada, y aunque hayamos pasado por cosas muy malas”.
Véalo en Youtube
El caso extremo ocurrió en La Leonesa, agosto de 2010, cuando el doctor Andrés Carrasco (quien reveló los efectos del glifosato en embriones) fue a dar una conferencia junto al médico chaqueño Horacio Lucero. La doctora Otaño no es muy vueltera para brindar su opinión: “Fue la vergüenza total. Nos atacaron patotas a sueldo del empresario arrocero Eduardo Meichtry, con la complicidad del intendente (José Carbajal), y agitadas por la mujer del intendente (Elda Insaurralde, diputada del PJ)”.
Carrasco quedó sitiado en un auto, le pegaron a toda la comitiva que lo acompañaba, y la jornada violenta puede verse por el principal canal de televisión del momento: Youtube. Lucero aporta un dato: “En un momento pensé que no salíamos”.
Éramos pocos
La doctora Otaño cuenta que una situación parecida se vive en Pampa del Indio, donde la comunidad qom ha denunciado al empresario Eduardo Eurnekián. ¿Alcanza con alejar las fumigaciones? Otaño: “Ya no. Hay que prohibir totalmente las fumigaciones aéreas. Y reglamentar las terrestres porque también hacen cualquier cosa. Y además planteamos cambiar el modelo, volver a la agricultura orgánica, familiar. Hasta el ministerio de Agricultura nacional está trabajando en eso. Pero tiene que haber un movimiento de abajo hacia arriba para enfrentar poderes muy fuertes”. Una apuesta: “Se puede hacer una producción sana, sustentable, y que brind trabajo a la gente en el campo. No es una locura. La locura es seguir como hasta ahora”.
Pinza de cangrejo
El primer caso que recuerda el doctor Horacio Lucero es el de una nena: “No tenía miembros superiores, salvo el esbozo de una mano, lo que se llama pinza de cangrejo. Sus estudios genéticos eran normales, entonces uno tiene la obligación de buscar una causa medioambiental”.
El médico (chaqueño, 49 años, actual jefe del Laboratorio de Biología Molecular del Instituto de Medicina Regional de la Universidad Nacional del Nordeste) habló con la madre de la chiquita: “En los primeros meses de embarazo trabajaba en el campo y la sobrevolaba el avión fumigador. El veneno puede interferir con la normal replicación del ADN que da la señal para formar los órganos, pero con esas alteraciones aparecen órganos o miembros anormales. Cuando empezó lo de la soja, el problema creció de un modo exponencial”.
Abortos y aspirinas
Lucero les pidió a los médicos chaqueños que le enviaran todos los casos inusuales. “Así conocí muchas parejas jóvenes con problemas reproductivos y abortos a repetición”. Lucero se transformó en el cronista de una peste. “Me parecía insólito lo que pasaba, y cómo lo contaban. Una chica me decía que en el barrio son 6 amigas, de 28 a 30 años. Todas con pareja. Una tuvo hijos. Las otras sólo abortos. Dos, la que menos tuvo. Las primeras semanas de gestación son las más peligrosas. Por eso a una embarazada no la dejan tomar ni una aspirina. Imagínese que la fumiguen”.
Lucero descubrió que un colega de Misiones, Hugo Gómez Demaio, era el único que venía advirtiendo estos temas, y el resto de bibliografía había que encontrarla en Estados Unidos o México. “La verdad es que me sentí bastante sólo porque parecía una preocupación más personal que colectiva. Pensé: ‘si tengo razón, esto es una bomba de tiempo porque los casos van a seguir aumentando’. Lastimosamente, tuve razón”.
Recuerda siempre el caso de una mamá, María Laura Mazitelli, que vivía frente a una arrocera que fumigaban obviamente con glifosato. “Ella es docente. Cuando pasaba el avión salía a saludarlo con su nena de 2 años, como un juego. La chiquita contrajo leucemia. Ahí uno ve la inocencia de la gente, y la perversidad de lo que ocurre. Uno se convierte en un indignado”.
La cantidad de glifosato
Lucero es un caso de laboratorio sobre el valor del disenso frente a ciertos consensos: una persona sola (o varias soledades, como en distintos lugares ocurría con Gómez Demaio o con Rodolfo Páramo) puede ser la única que tenga razón. “Nadie hacía caso. Ni los políticos, ni los medios. Y en cierta medida sigue pasando. Es distinto con las personas comunes, que cada vez van captando mejor el problema, y presionando para que se haga algo”. Asegura que de 20 entrevistas que concedió a medios nacionales en los últimos meses, sólo se publicaron cuatro. “Pero cada vez vienen más medios extranjeros porque entienden que está pasando algo grave. El glifosato no es agua bendita. Puede ser menos tóxico que otros, pero el problema es que las plagas no son tontas, van generando cepas resistentes. Entonces el productor tiene que usar cada vez más veneno, para lograr el mismo efecto. En vez de dos litros por hectárea, necesitan 10 ó 12 litros. Y en un sistema que sólo busca la rentabilidad esto no va a parar”.
No rascarse
El doctor Fernando Mañas participó en el equipo que descubrió alteraciones genéticas provocadas por exposición a los agrotóxicos en 32 pobladores de Marcos Juárez. “Nuestro estudio fue en humanos, con muestras de sangre, y confirman que lo que siempre percibieron médicos como el doctor Lucero está perfectamente vinculado a lo que hemos investigado. Las malformaciones, bajas tasas de fertilidad y posibilidad de desarrollar cáncer son algo que puede pronosticarse para los próximos años, de acuerdo a los resultados de esta investigación”. Lucero suma unas palabras: “En esto sí que está en juego el futuro de nuestros hijos”.
En Rosario, la Facultad de Medicina destinó toda la práctica final de sus futuros egresados a campamentos sanitarios en pueblos rodeados por el desierto sojero. El doctor Damián Verzeñassi conduce esos trabajos: “En localidades como Santa Isabel, San Gregorio, María Teresa, Murphy y Villa Cañás, la principal causa de muerte es el cáncer. Detectamos lo que puede calificarse como epidemia de hipotiroidismo, convertida en la tercera enfermedad en importancia, y en algunos de esos lugares se duplicó el número de embarazos perdidos en los últimos años”. Menos grave pero ilustrativo fue otro hallazgo en una escuela: “El 60 % de los chicos tenía lesiones profundas en brazos, el cuello, en la cara. Pensamos que era maltrato familiar, golpes, pero era por rascado: Se lastimaban de tanto rascarse, efecto de que a 10 metros hay fumigaciones. La escuela no lo denuncia porque los sojeros le pasan dinero para sostenerse”.
Cualquiera se formula preguntas. Algunos salen a responderlas: Otaño calcula que habrá más, cada vez. Una mutación diferente: “Antes nadie hablaba. Eran todos pobrecitos, víctimas a las que les llovía el veneno. Ahora está cambiando. Al haber más conciencia, cada uno decide qué hacer. Y si quiere o no quiere seguir siendo un cordero”.

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Paren de fumigar

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Este es un breve resumen de los informes que en diferentes localidades elaboraron médicos y científicos. Tienen en común la seriedad de las fuentes y la coincidencia de los resultados. Señalan que existe una relación entre el aumento de casos de cáncer, malformaciones congénitas y leucemia en las zonas de mayor fumigación con agrotóxicos. Por el momento son los únicos que trascendieron y con mucha dificultad para su difusión, sobre un tema que preocupa y moviliza a los vecinos de las zonas afectadas, principales motores de campañas y denuncias judiciales que lograron hasta ahora resultados parciales y provisorios. El debate de fondo es el modelo agroindustrial que afecta hoy a todo el campo argentino.
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