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Los invasores al ataque
Saskia Sassen. No es autora de ciencia ficción, sino de una investigación sobre el capital financiero. Advierte: están apoderándose de la tierra. El lema: invade, destruye y gana.
Nació en Holanda, se crió en Argentina, estudió en Italia y en Francia, se graduó en Filosofía y Ciencias Políticas en la UBA y en Sociología y Economía en Estados Unidos, donde ahora es profesora. El resultado de este itinerario vital y académico es esa mujer que te sacude a su ritmo –que es intenso porque siempre está en más de una cosa a la vez– te exige atención con sus palabras –habla con porteñísimo acento, pero en cada frase recurre al inglés porque ha perdido vocabulario, especialmente el técnico, por falta de práctica– y te dicta las preguntas para aprovechar mejor el tiempo, que se intuye que en su caso siempre es escaso. El combo Sassen incluye, por supuesto, la anticipación. Supone que vamos a conversar sobre La ciudad global, el libro y el tema más difundido en castellano y que la ha consagrado como una especialista en el análisis de los tiempos modernos. Le digo, en cambio, que para aprovechar el encuentro salteemos lo obvio y vayamos al grano: lo que interesa ahora y acá, en Argentina, es su análisis sobre la relación entre el capital financiero y la tierra. Recién ahí logro captar su atención y sorpresa. “’¿Pero cómo te enteraste? Acabo de mandar el libro un minuto antes de que llegara el auto que nos llevó al aeropuerto. ¡Qué digo! Ni un minuto antes: mi marido estaba abajo gritándome que me apurara porque íbamos a perder el avión!”. Vale la pena aclarar alguno de los misterios que se esconden en esta frase.
Saskia Sassen está casada con el prestigioso sociólogo Richard Sennet, cuyo análisis sobre el trabajo en el marco del nuevo capitalismo le valió premios, entre ellos, el que trajo a la pareja hasta aquí: la distinción como profesor emérito de la Universidad Nacional de San Martin. Él era, entonces, el que la apuraba mientras Saskia enviaba por mail a su editor su último libro, Exclusiones, cuya primera frase recita ahora frente al grabador: “El valor financiero es una construcción”. Precisamente esa construcción es la que se pasó investigando los últimos años, impulsada por el movimiento que sacude Estados Unidos de abajo hacia arriba: Ocuppy Wall Street. Ahí, justamente, conocí el trabajo de Sassen. Lo dicho: el mejor medio de comunicación y la más actualizada academia, es la calle.
Saskia cuenta que el origen de su investigación fue el lema del movimiento: “Somos el 99%”. Estaba claro así que el problema, la crisis, sus responsables, era el 1%. Y ahí se concentró. Primera sorpresa: no es el 1%, sino el 0,5%. Esa pequeñísima elite es la que concentra todo el poder financiero en los Estados Unidos. Pero el análisis minucioso de ese país nos permite ver el todo, porque esa elite está en todas partes.
Didáctica, Saskia lo simplifica así: “Durante mucho tiempo, otro tiempo, los bancos se dedicaban a prestar el dinero que tenían. Esa era su actividad. Ahora, trabajan con dinero que no tienen. Eso es lo que llamamos capital financiero: la producción de capital a partir de la especulación”. Primer problema: ¿el capital financiero, entonces, es una ficción? Sí y no, responde Saskia. “Hay que tener cuidado con ese término, muy caro a los marxistas, porque si bien por un lado podemos decir que es ficticio, por el otro tenemos que notar que para materializarse, para reproducirse, necesita encarnarse en un sector muy real, muy concreto, básico. Y ahí está la principal característica de esta nueva forma de capital: tiene que invadir otros sectores. Y cuando los invade, deja su huella”. Esa huella es la destrucción.
El proceso
El proceso descripto por Saskia es el siguiente: el capital financiero invade, destruye y gana. Un ejemplo: “Con la crisis, el capital financiero pasó de 600 a 800 trillones de dólares, pero el Producto Bruto cayó de 54 a 30 trillones”. Otra forma de medirlo es “seguir su huella en todo lo que toca”, según palabras de Saskia. Ella la buscó, por ejemplo, en las hipotecas. “Es muy difícil de explicar lo que encontré. Muy complicado: es un procedimiento que insume 15 pasos, muy concretos, muy precisos, que evidentemente necesitó para su armado de una inteligencia especial, de alta calidad, más ligada a la física que a la economía. Pero es bien fácil de entender cuando se ven los resultados: 9,3 millones de hogares han perdido sus casas en los últimos 5 años. ¡Es casi el equivalente a la población de Holanda! ¿A dónde va esa gente? No importa: afuera. Y ahí está otra de las huellas del capital financiero: la culpa siempre es biográfica –no sistémica– y la tiene la víctima. En este caso, la culpa es del irresponsable que pensó que podía tener casa propia”.
¿Por qué se metió el capital financiero en el negocio hipotecario? Respuesta complicada. “Al principio, dar una hipoteca era una forma de que la gente tuviera acceso a una vivienda. Una política, generalmente de Estado, digamos. Luego, se privatizó y fue un negocio de los bancos. Estamos en otra etapa, la que marca la invasión del capital financiero en este campo. ¿Cuál es su interés? ¿Quedarse con tu casa? No. ¿Entonces? Ahí viene lo complicado. El capital financiero lo que realmente necesita es que firmes el contrato hipotecario. Ese es su interés principal, porque ese papel es el que le permite especular: lo presenta en el mercado financiero como un bien, de alta calidad, que tiene además respaldo. Y así atrae inversores, capital, dinero fresco. En los Estados Unidos se hicieron 15 millones de contratos en 5 años. Esto significa que cada agente financiero produjo 500 contratos cada 3 días. En lo concreto, es como si mataras un cuerpo para usar sólo las córneas. ¡Una carnicería! Dejaron familias destruídas, barrios desolados, gobierno municipales quebrados sólo para tener los papeles que le permiten hacer sus cositas ahí arriba”.
Trabajo negro
Otra huella difícil de explicar: el capital financiero genera millones de puestos de trabajo. Pero es trabajo esclavo, precario y, por eso, se invisibiliza y en las estadísticas y análisis de tendencias se habla del cognitariado, del trabajo intelectual, de alta calidad educativa, que es el único trabajo blanco, en el doble sentido: es perceptible porque es reconocido legal y socialmente. El capital financiero encarna, en cambio, el violento retroceso de las relaciones laborales. Y aquí hay otro y complicado proceso, que insume varios y precisos pasos, necesarios para separar las responsabilidades de la empresa global de la mano de obra utilizada para enriquecerla.
La tierra tiembla
Saskia es quien se hace ahora la pregunta: ¿por qué el capital financiero se mete con la tierra? “Esto es relativamente nuevo. A escala global, comenzó hace unos 3 años. ¿Es que ahora quieren dedicarse a cultivar campos? No, pero han comprado y alquilado mucha tierra. Esto ya tiene un impacto especulativo, per se: aumenta el valor de la hectárea de manera tal que la aleja de los sectores históricamente instalados en el campo”. Otra vez la huella: la invasión. Y su resultado: destrucción. “La invasión de la tierra por parte del capital financiero ha expulsado a millones de personas del campo”. Pero lo que se está empezando a notar ahora es otro efecto destructivo: su impacto en el mercado de los alimentos. “El precio de los alimentos aumentó en los últimos 2 años un 300% y ésta alza está relacionada con la invasión del capital financiero en los sistemas de producción de alimentos, fundamentalmente la invasión de su base productiva, la tierra”.
Política extorsiva
¿Cómo impacta este proceso en lo político? Saskia señala aquí el punto más grave. “El problema es que el capital financiero no es político en el sentido en que los gobiernos lo son. No necesita votos, no le interesa persuadir, tampoco tiene interés en una determinada ideología. Solo tiene una necesidad política y es técnica. Se reduce a un par muy sencillo de instrumentos, un ABC casi minimalista, que por otra parte lo hace muy sencillo tanto de imponer como de controlar. Básicamente, son reglas que obligan a los gobiernos a controlar la inflación, dejar en plena libertad a los capitales especulativos, sin ningún tipo de retención ni control. Los gobiernos que aplican estas reglas son amigos y los que no, enemigos. Y punto. Y en general, los gobiernos aceptan estas normas porque no saben, no estudian, no conocen el impacto que generan. Lo único de lo que sí son conscientes es que no respetarlas les puede representar un importante problema”.
Saskia sabe que el debate más serio sobre estas cuestiones se está dando en la calle. “Los movimientos han generado hasta un espacio semántico para dar este tipo de discusión. Yo estoy convencida, creo realmente, que los sin poder también hacen historia. Entonces, nos va a llevar un poco más de tiempo traducir todo este debate en una política concreta”. Su investigación debe leerse en esa clave: sumar información e ideas, para ser parte de lo que ya está y se viene.
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