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Cumbiar el mundo
DJ Negro Dub. Lleva casi una década sacudiendo pistas de baile. También musicalizó cine de culto y organizó festivales. En la frontera entre lo popular y lo vanguardista vive este estilo, al que llama electro-cumbia-dub.
Música popular, barrial, y ahora global. Incomprendida y menospreciada durante décadas por las clases medias y altas –y en particular por muchos rockeros– la cumbia se consolidó como el folclore de los sectores populares urbanos. Hay cumbia en Argentina por lo menos desde los años 60, movilizando cuerpos y vidas desde distintos orígenes: colombiana, santafecina, chicha peruana, cumbia villera. Y empezó a contagiar a quienes antes huían ante el primer acorde.
Gastón, alias Negro Dub, es un joven DJ, productor de lo que él mismo denomina Nueva Cumbia, un universo en el que la raíz colombiana se cruza sin prejuicios con el hip-hop, el dub jamaicano y la música electrónica de avanzada. Y como buen universo está siempre en expansión. Por eso nuevas producciones salen a las pistas de baile del Gran Buenos Aires, o del Distrito Federal mexicano o de la ciudad de Los Ángeles en Estados Unidos cada fin de semana. El fenómeno es tan global que hasta hay grupos que la cantan en japonés.
DJ Negro Dub lleva casi una década sacudiendo las pistas de baile. En un mismo fin de semana puede tocar para miles de personas en una bailanta bonaerense o para doscientas en una fiesta en el porteño barrio de Villa Urquiza. Cruza esas fronteras territoriales con la misma naturalidad con la cual puede cruzar géneros musicales. En uno de esos cruces se topó con el director Raúl Perrone (el Jim Jarmusch de Ituzaingó) y aportó la música para su última y celebrada película: Pendejos.
Gastón vive en Mataderos, barrio también fronterizo entre la capital y la provincia. De allí salió su más reciente producción, un EP de 6 temas llamado Speiyal, editado por un sello digital con base en Estados Unidos llamado Global Bass.
Breve historia. “Mi tía tenía un novio que era DJ de fiestas de cumpleaños y él me pasó un programa de edición de audio con multipistas. Era 2004. Descubrí que la música se podía intervenir. Siempre me había gustado la cumbia: a los 13 años mi padre, que trabajaba en una fábrica, me había hecho escuchar a Aniceto Molina”.
En 2006 la música de DJ Negro Dub ya sonaba en los bailes a través de figuras como DJ Taz (alias de Gabriel Baglione), DJ Loco o DJ Pirata. “Ellos me invitaron a las bailantas, pero antes yo empecé con mi propia movida que fue el Colombia Fest, con Che Cumbe. Entonces cuando llego a los bailes mi música ya sonaba ahí. Fui trabajando desde afuera del circuito hacia adentro”.
¿Ya estabas produciendo tus propios temas?
Yo hacía remixes de Andrés Landero, por ejemplo, o un subgénero que es la cumbia editada. En Buenos Aires no sonaba la cumbia colombiana, pero en la primera Colombia Fest que hicimos en Saavedra, en 2009, metimos 500 personas, y 2.500 quedaron afuera. Por un lado soy under, pero hago temas que tienen miles de reproducciones en la web. Y no pongo límites: voy a donde me inviten.
Bailantas power
Advertencia: estamos hablando de una música creada exclusivamente para bailar. No son canciones con un estribillo para memorizar. De lo que se trata es de dejarse llevar por el ritmo, aceptar esa invitación al trance que nos hace mover los pies. Le pregunto al Negro cómo definiría su estilo, y contesta sin dudar: “Electro-cumbia-dub”.
¿Y cómo conecta esta movida con el dub jamaicano, que hasta hace 15 años sólo era conocido en la Argentina por el núcleo duro de los amantes del reggae? “El dub aparece cuando empiezo a jugar con los programas de audio, pero sin tener idea de eso que se llamaba dub. Comienzo a juntarme con DJ Taz y con Fidel Nadal, que traía los discos de Jamaica. Así nos llega el dub a los que veníamos de la cumbia. En esa época Fidel comenzó a colaborar con Pablo Lescano de Damas Gratis. También fue el inicio de El Hijo de la Cumbia. Con Taz hacíamos remixes a partir de vinilos de cumbia. Fue el germen de la explosión que vivimos ahora. También Toy Selectah en México, con su participación en Cumbia sobre el Río, de Celso Piña”.
Negro Dub sostiene que gran parte de lo que está pasando ahora tuvo otra raíz en la Cumbia Sonidera mexicana. “Hay muchísimos aportes. En 2006 arrancaron las fiestas Zizek que le dieron espacio a esta movida. Yo apoyo todo lo que se haga. Me encanta tocar también en el circuito de bailantas, que es más agresivo y más power. El de la Nueva Cumbia es un mundo para experimentar. En la pista se mezclan públicos rockeros, poperos, tecnos y punks. Te encontrás con todo”.
Cumbiópera
Uno de los acontecimientos de un 2013 cargado de proyectos fue su participación en la música de la película Pendejos, de Raúl Perrone, quien se quedó con el premio al mejor director del último festival BAFICI. Todas las reseñas y críticas destacaron el acierto de la elección de la banda de sonido de un film definido como una “cumbiópera”: no tiene palabras, lo cual acrecienta el peso de lo musical en esa película que explora aventuras y desventuras adolescentes.
“Es una locura que me pasa a partir de Pendejos. Perrone había recibido unos dubs míos, me quiso conocer y ahí nació la cuestión. Yo nunca había hecho nada para cine. Fue un trabajo colectivo con Che Cumbe y DJ Taz. Formamos el colectivo Nomenombres Wey. ¡Hasta aparecemos en una escena de la película tocando los tres! Y ahora estamos trabajando la música para otra película de Perrone”.
Uno de los proyectos que lo mantiene ocupado por estos días es su próximo lanzamiento discográfico. Se trata de once temas que viene produciendo junto a Che Cumbe y que esperan tener listos antes de fin de año. Además, tiene pautada la inclusión de tres temas propios en un recopilatorio que tendrá su edición física en formato vinilo y distribución de alcance internacional. Mientras tanto, sigue haciendo sonar su música en cuanta pista lo inviten. Muchas veces lo hace en combinación con Cumbiemos El Mundo, un proyecto de video experimental que aporta psicodelia al ámbito festivo: “Es el dub de las artes visuales. Juega con la irrealidad de las imágenes. Con la música también podés hacer eso, pero sin pasarte de rosca para no caer en algo denso. Es importante saber en qué lugar del espacio estás, que función tenés que cumplir. Y mi función es dar música, transmitir lo que fui aprendiendo y poder decir que no hay límites con la música”.
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