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Date el gusto

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Ballet 40/90. Un espectáculo musical creativo, divertido y sensual con 55 mujeres en scena de entre 40 y 90 años.

Date el gustoEs un ballet que de clásico no tiene nada. El nombre de su nuevo espectáculo lo demuestra: A más hechos, más pechos. Empieza la función: las bailarinas están acostadas en el piso, se ponen de pie al ritmo de una música alegre y al mover sus cuerpos inundan la sala de picardía y sensualidad. Los vestuarios: taco aguja, lentejuelas, vestidos coloridos y pestañas postizas. El elenco: 55 mujeres en escena. Edades: entre 40 y 90 años.
Elsa Agras es la directora y fundadora del ballet, tiene 89 años y bailó toda su vida. Hace 18 tuvo el deseo de enseñar baile a gente que tuviese muchas ganas de bailar, pero que nunca pudo hacerlo por diversos motivos. Y lo logró. “No tenía claro qué quería hacer, pero algo me decía que valía la pena. Poco a poco me fui dando cuenta de que no tenía que enseñar primero la técnica, sino que debía ir por otro camino que fui descubriendo gracias a lo que me transmitían las chicas. Este ballet tiene que ver con lo social: muestra que la gente que hizo otras cosas en su vida que no estaban relacionadas con el arte puede hacerlo cuando quiera. No hay que buscar la perfección, sólo hay que buscar un camino”, dice Elsa.
En 1995 decidió que no debían ser sólo clases de baile, y montaron la primera temporada del espectáculo. A partir de ahí ensayan tres o cuatro veces por semana con un gran compromiso profesional y los resultados se ven en cuanto se encienden las luces.

Aprender lo justo

Elsa tuvo tres accidentes graves, uno la dejó temporalmente sin poder caminar, pero eso no la detuvo: “Cuando estuve en silla de ruedas me venían a buscar las chicas y daba la clase igual. No lo hacía por genialidad sino porque me hacía bien. Hoy me sigue haciendo bien”. Con esta actitud atrevida Elsa hace clown con Marcelo Katz, desde hace 14 años: está en el grupo más avanzado. “Soy muy buena clown. Con bastón y todo, estoy en el grupo con chicos muy jóvenes. Allí descubrí que soy muy payasa y esto también lo aplico al ballet: juego mucho con las chicas. Creo que todos tenemos un niño interno, pero cuando nos volvemos adultos no lo dejamos salir y la forma de hacerlo salir es a través del juego”. Se siente una privilegiada por estudiar y tener un maestro a su edad: “Para mí lo más importante de la vida es aprender a cualquier edad y para ello hay que ser humilde, porque si no, no tolerás que alguien te enseñe. Aprender es importante, sobre todo porque da ganas de entender más sobre esta sociedad en la que vivimos: lo que es justo, lo que no es justo y qué puede hacer uno con todo eso desde su lugar. Mi lugar es este.”
En el Ballet 40-90 no hay castings: hay gordas, flacas, altas, bajas, rubias, morochas. El único motivo que Elsa señala como impedimento para participar del mismo es si aparece el individualismo: “Llevar adelante este espectáculo es un trabajo grupal, nunca nadie baila sola y todas son solidarias con sus compañeras. Siempre les digo que esto es un mundito aparte, donde todos los valores son diferentes: no hay nadie mejor que otro”.
En este grupo hay mucha alegría y lo que la genera no es sólo bailar: es lo grupal. Elsa agrega sobre los problemas que trae pensar con el ego: “Lo importante para aprender también está en aceptar las limitaciones. Yo tengo mis limitaciones, las chicas tienen las suyas. El problema es que cuando prima el individualismo, las personas no quieren aceptar sus limitaciones, eso no las deja aceptar correcciones, las llena de enojo y no las deja crecer”.

Date el gustoPito catalán

A pesar de los años que tiene el ballet, Elsa sigue asombrándose de lo que aparece en las chicas: la sensualidad, el erotismo, la provocación, la irreverencia. Y comenta: “Me produce una felicidad enorme que todo eso aparezca, porque a determinada edad no es común. Por eso les digo siempre: nosotras le hacemos pito catalán a la sociedad”.
Las letras de las canciones también las escribe Elsa y recuerda sonriente una que cantaron que decía: “Tengo un cuerpito que es muy bonito. Tengo ganas de bailar”. Con frases como esta aparece uno de los elementos fundamentales de este grupo de baile: la libertad. Tita, una de las integrantes más nuevas en el ballet, lo expresa: “Amo bailar pero nunca tuve formación académica. Vine a verlas y dije: yo me quiero divertir así. La sensación es que cada ensayo es como venir a una fiesta desde que llegás hasta que te vas porque te permitís hacer cosas que en la vida cotidiana no podés hacer. Acá jugamos y somos bataclanas”.
Sadi –una de las mayores– describe al ballet: “Bailar acá es atreverse. Los años nos vienen, eso no se puede evitar pero hay que darles vida. Para mí el ballet es eso: una actitud de vida”. Hace diez años que Sadi es parte del ballet y tiene un poder de seducción en el escenario con el que logra meterse a todo el público en el bolsillo. Da cuenta de eso cuando dice: “Todos tenemos un poco de purpurina en el corazón”.
Termina la función. La gente aplaude, chifla, se ríe, se emociona y sobre todo cuando salen les agradecen la experiencia. Hay una intención explícita del ballet de tener una conexión muy fuerte con el público y en algunos momentos hasta levantan gente de las butacas y los hacen bailar con ellas. Las chicas buscan comunicarse desde el escenario constantemente a través de miradas, gestos, sonrisas y chistes. “La respuesta del público tiene que ver con que de alguna manera saben que ellos podrían estar arriba del escenario haciendo lo mismo”, sugiere Elsa, pero advierte: “Ojo, eso no quiere decir que estas mujeres no sean artistas. Ser artista no es haber seguido una carrera. Ellas son bailarinas y actrices: son artistas”.
Estas mujeres con cada paso de baile le dan la razón a Elsa cuando dice: “El dilema no es ser joven, el dilema es tener el derecho de ser feliz”. Ellas con su atrevimiento se burlan con un pito catalán de las visiones comunes sobre las mujeres mayores de 40 y rechazan terminantemente el término tercera edad. Y así demuestran que si uno desea hacer algo con pasión puede hacerlo en cualquier momento de la vida. El gran secreto: hay que desear hacerlo.

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