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Abrir el poder

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La Universidad de Río Cuarto. La universidad más asombrosa del país rechazó los fondos mineros, la instalación de Monsanto y se abrió para que la comunidad participe de sus decisiones. En 2007 un experimento con multinacionales terminó en tragedia. Hoy reescribe su historia.

Abrir el poder

Argentina es un país serio, moderno y progresista. La Universidad, por ejemplo, deja de tener un rol difuso de investigación, tecnología y ciencia, esa ensimismada idea de valorar el conocimiento en sí mismo, y se vuelca a trabajar con las grandes empresas para aportar ciencia aplicada e intercambiar desarrollos que estén a la altura de los desafíos actuales del crecimiento en los países serios, modernos y progresistas…

Pero un día algo estalla.

Diciembre 5, 2007. El GIDPO (Grupo de Investigación y Desarrollo de Productos Oleaginosos de la Universidad Nacional de Río Cuarto) trabaja en la Planta Piloto a ritmo de taylorismo y cuarteto en experimentos con dos corporaciones sinuosas, la multinacional De Smet, con el apoyo de la gigantesca Aceitera General Deheza (AGD). Objetivo: acelerar los tiempos de extracción y elaboración del aceite de soja. Los experimentos incluyen el uso de 13 tambores de  200 litros cada uno: 2.600 litros de hexano. Hay un derrame y olor a hexano, un gas volátil e inflamable que se enciende con la llama de un dispositivo llamado autoclave. El fuego vuelve hacia los tambores, y los hace estallar. Uno a uno. 

Son las 10 de la mañana de un miércoles de sol, 22 grados, 13 explosiones, nubarrones negros de monóxido. Y fuego, y gritos, y sirenas. Hay 24 heridos. Mueren cinco docentes y un estudiante. “Ese día estallamos todos”, dice hoy Marisa Villaverde, docente de Agronomía.

Tras el shock inicial, las lágrimas, el duelo y el trauma ante lo que un sabio llamaba muerte anunciada, mucha gente de la UNRC pareció verse impulsada a investigar un par de tecnologías nuevas:

1) ¿Cómo darle sentido a lo ocurrido?

2) ¿Cómo pensar y actuar en asuntos tan laberínticos como el conocimiento, el trabajo, el mundo que nos rodea y la vida?   

Muchas cosas pasaron en estos últimos seis años y medio, 2.350 días de mutaciones y novedades que convierten a Río Cuarto en la universidad más sorprendente del país:

Fue la primera universidad argentina que rechazó los fondos de Minera Alumbrera, por su oposición a esa industria extractiva.

Participa como un integrante más en la Asamblea Río Cuarto sin Agrotóxicos.

Las resoluciones del Consejo Superior fueron cruciales para que el intendente de Río Cuarto rechazara la instalación en la ciudad de la semillera, glifosatera & afines Monsanto.

Creó dos observatorios: Conflictos Socio Ambientales, y Derechos Humanos.

Impulsa proyectos agroecológicos en la región y cuestiona el modelo de agronegocios. Investiga los efectos de los agrotóxicos en humanos.

Está democratizando su vida interna, y creó un Consejo Social para que desde la comunidad se sugieran líneas de investigación referidas a ciencia, innovación y tecnologías sustentables.    

Por reglamento, a la bandera nacional agrega la de los pueblos originarios.

Esas medidas parecen reflejar ciertos debates sobre cómo se construye conocimiento, cuál es el rol de la universidad, y qué significa el poder, entre otros enigmas. 

Se viene el estallido

“Hijos de puta, les dije que esto iba a pasar, que íbamos a volar todos. Por qué carajo vine”. Esas fueron las palabras de la ingeniera Liliana Giacomelli. Se las dijo a su cuñada, Viviana Ceballos, técnica del área de salud de la UNRC, cuando la subían a la ambulancia tras el estallido de la Planta Piloto aquel día de 2007. 

El marido de Liliana, el doctor en Química Claudio Ceballos, se había tirado por la ventana desde 3 metros y medio de altura para escapar del incendio, y pudo entrar en la ambulancia para acompañar a su esposa: “No la reconocí, por las quemaduras que tenía”. Era la única ambulancia que había llegado, y habían cargado allí a otras cuatro víctimas. Claudio: “Tengo grabados los gritos, las imágenes, hasta el olor”. Olor a hexano, un solvente de aroma empetrolado. Olor a cosas quemadas, y a cuerpos quemados. “Ese viaje fue eterno” dice Claudio. Liliana murió dos días después.

En la misma ambulancia llevaban a Juan Politano, 21 años, estudiante de ingeniería química y asistente en el proyecto. Fue quien intentó detener el derrame con una especie de aspiradora formada por una manguera corrugada y un extractor, bajo la mirada del director del GIDPO, ingeniero Miguel Mattea. Ante la explosión, Juan intentó entrar a rescatar gente, pero allí flotaba el monóxido de carbono que invadió sus pulmones. El fuego quemó el 85 % de su cuerpo. Murió al día siguiente. Las otras cuatro víctimas fatales fueron Mattea, la ingeniera Gladys Baralla y los ingenieros Carlos Ravera y Damián Cardarelli.

Situación previa para comprender este breve curso de corporativismo explícito: los que intervenían en el proyecto no habían sido capacitados para la manipulación de esa substancia, y menos esa cantidad (2.600 litros), 10 veces superior al máximo reglamentado por ley para un lugar como la Planta Piloto. No había extintores ni instalaciones eléctricas contra incendios. Todo se hacía en medio de artefactos con llamas expuestas, incluso calefones. No había planes de evacuación o emergencia. Un cúmulo de bombas de tiempo similares ocupan unas 50 de las 251 fojas de la sentencia.

Breve adivinanza: ¿Qué instalación funcionaba enfrente, a 25 metros del lugar donde se manipulaban los tambores de hexano? Respuesta: el jardín maternal de la UNRC.   

Ceballos: “Liliana y yo trabajábamos en el edificio, pero habíamos renunciado al GIDPO por diferencias. La tentación de hacer cosas con la industria crecía demasiado, sin mirar lo que podía ocurrir. Además, se tomaban decisiones sin consultar al grupo, y por eso decidimos abrirnos”.

Héctor Politano, el padre del estudiante muerto: “Juan me contó que lo que hacían era secreto, que le pedían que no comentara nada, y que trabajaban a veces de noche, cuando no había gente en la Planta”.

El proyecto había comenzado 20 días antes del estallido, sus características fueron siempre ocultadas a los otros docentes e investigadores que trabajaban en el edificio. Ceballos: “Decían que era una gran empresa que estaba a cargo de todo. Liliana y muchos otros colegas les advertimos que lo que se estaba haciendo parecía peligroso y sin recaudos, sin saber que la realidad era mucho peor, por el volumen de hexano y la precariedad de las instalaciones”. Como De Smet no tenía autorización para el manejo del hexano, solicitó colaboración a su clienta, la Aceitera General Deheza que, como Bunge y Noble, entre otras citadas en la sentencia, son empresas tamaño XL que compran luego a De Smet estos desarrollos tecnológicos.

¿Cuánto ganaba la UNRC?

De Smet Engineers & Contractors (DSEC) se define como “contratista general de renombre internacional”, que “provee servicios de calidad mundial en ingeniería”, y “combina excelencia en la ejecución, seguridad, control de gastos y fiabilidad, enfocándose particularmente en el ahorro energético y la sustentabilidad”, según la página web que confirma que la creatividad de las corporaciones es un tanto lisérgica.

Tiene oficinas en Bélgica (casa matriz), Brasil y Argentina. Construye plantas agroindustriales completas y llave en mano con tecnología incorporada para la elaboración de aceites, azúcar, etanol y diesel. Lleva 50 proyectos terminados y 26 en ejecución, en unos 30 países, según se alcanza a ver en el Google Map. Cada contrato oscila entre 20 y 200 millones de euros. Facturación anual: 200 millones de euros.

Otra breve adivinanza: ¿Cuánto iba a pagar De Smet a la Fundación de la UNRC por el desarrollo de obtención de aceite de soja que luego vendería a las multinacionales aceiteras? Respuesta: 10.000 pesos.

Claudio Ceballos: “La cifra es irrisoria, pero encima lo que veías en la Planta era chatarra, mangueras de plástico a veces atadas con alambre, cosas precarias que no valían ni siquiera los 10.000 pesos”.

El menú del chancho

El acuerdo con De Smet había sido firmado por el ingeniero Carlos Bortis, vicedecano de Ingeniería y presidente de la Fundación de la UNRC, por lo que fue condenado a 3 años y medio de prisión, sentencia que está en apelación. Se defendió diciendo que no conocía lo que se estaba haciendo. “El que sabía era Mattea” dijo en un breve diálogo telefónico con MU, deslindando responsabilidades hacia un muerto. 

Pero usted firmó un contrato muy explícito.

No quiero hablar hasta que la sentencia esté firme.

¿Siente responsabilidad por lo ocurrido?

No voy a hablar del caso.

¿Habló al menos con los familiares?

Sí, estamos en contacto, no hay ninguna tirantez en ese sentido.

Ceballos: “Jamás habló conmigo. Sigue dando clases y cobrando, como otros de los acusados. Uno esperaría en estos casos que lo inhabiliten, o una actitud moral de él mismo de separarse. Pero hablar de moral en estos tiempos es complicado”. La Universidad inició sumario a Bortis, pero decidió no tomar medidas hasta que haya fallo firme. Es difícil determinar qué es peor: si firmó a sabiendas, o sin saber. Sobre Mattea, la propia sentencia sugiere que la catarata de descargas de culpas de los acusados vivos, o los vivos acusados, sobre quien no está para defenderse “constituye un exceso, que violenta de las garantías del debido proceso y produce la estigmatización post mortem”.

Sobre el monto del contrato, el ingeniero Ceballos no sabe si había más dinero no declarado en juego. “No me consta que haya habido corrupción. Pero no hay que descartar la estupidez humana, la búsqueda de algún prestigio o alguna relación. En estos casos la culpa es del chancho y del que le da de comer”. Estupidez y corrupción son dos de las especializaciones o “expertises” más aceptadas por quienes alimentan a los chanchos, lo cual deja fuera de foco a quienes no ejercen la una ni la otra. 

La sentencia firmada por los jueces Asis, Lascano y Muscara, del Tribunal Oral 2 de Córdoba, condenó a Bortis por estrago culposo agravado por muerte de personas y, con pena menor, a los ingenieros José Luis Pincini, Mariam Ferrari, Sergio Antonelli, Edith Ducros, y ordenó seguir investigando la responsabilidad de Aceitera General Deheza y de De Smet, lo cual indica que estos jueces tal vez creen en las utopías. También se ordenó investigar al ex rector Oscar Spada.

Dedica la sentencia un párrafo al estudiante Juan Politano: “Demostró una grandeza, generosidad de espíritu y un acabado sentimiento de solidaridad, que en el infierno de las llamas, con el conocimiento de mayores riesgos, intentó colocar una manga corrugada con un extractor sobre el derrame, y luego reingresó nuevamente al escenario de la tragedia a salvar más vidas”. Y otro a Liliana Giacomelli “por su probada responsabilidad científica, preocupación personal y, principalmente, porque no estaba trabajando en el grupo de investigación cuando sucedieron los hechos, por diferencias internas, destacándola como una luchadora constante que velaba por la seguridad del lugar que finalmente terminó convirtiéndola en víctima”.

Rechazar plata minera

Cuando estalló la Planta Piloto las autoridades de la universidad y sus cinco facultades actuaron según un protocolo habitual en estos casos: se esfumaron. “Nadie daba la cara, nadie convocaba, nadie informaba, estábamos todos en estado de shock”, cuenta Marcelo Ruiz, actual rector de la UNRC, que en aquel momento era secretario general de lo que por carambola lleva la sigla AGD: Asociación Gremial Docente. “Lo primero que apareció fue la autoconvocatoria de la gente, docentes, no docentes, estudiantes, un estado de asambleas que llegaron a tener 3.000 personas, que se expandió a la ciudad de Río Cuarto. Asambleas que permitieron poner en palabras lo que todos estábamos sintiendo, contenernos colectivamente. Y fue el sindicato el que tomó las riendas de la cuestión”. Ruiz cumplió su mandato en AGD, se doctoró en Matemáticas y, en 2011, llegó al rectorado con la Corriente Nueva Universidad.

Adrián Ávalos, no docente (ATE) y elegido consejero superior por sus pares: “Ganamos por medio voto. Pero claro, ves a las universidades grandes, todas llenas de banderas rojas, la revolución, las pegatinas, la izquierda, el peronismo, pero cuando sacás lo simbólico, el contenido es poco. Acá con 3 ó 4 cuestiones hacés cosas que impactan en serio, porque también hay una discusión sobre lo que nos importa la formalidad: si dice algo el secretario general de un gremio, no le dan bola. Pero lo dice el rector o el Consejo Superior, y le hacen reverencias”.

Ejemplo frente al tema minero: el Consejo Superior al rechazar definitivamente los fondos que le corresponden de Minera Alumbrera, solicita al Estado Nacional “la nacionalización de los recursos naturales renovables y no renovables, profundizando el proceso de recuperación de la soberanía nacional”, considera esos recursos parte del bien común, y propone que su uso sea regulado de acuerdo a lo que planteen las comunidades. Resuelve: “Dar apoyatura a todas aquellas comunidades del país que consideren ser afectadas en sus derechos colectivos e individuales por la actividad extactivista, reafirmando los principios y conceptos de justicia ambiental y social”. El Consejo Superior está formado por rector, decanos de las 5 facultades de la UNRC, 6 estudiantes, 10 docentes, 2 no docentes y 2 graduados. 

¿Se puede vivir sin la plata de La Alumbrera? Marcelo Ruiz transparenta números: “Los fondos son de aproximadamente 1 millón por año. La Universidad recibe para gastos de mantenimiento (sin contar los salarios) unos 40 millones de pesos. Pero pusimos un equipo a trabajar para conseguir diversos programas ministeriales con los que se ha hecho una nueva Planta Piloto, un canal web, el nodo para incorporarnos a la red de fibra óptica, profesorados en distintas localidades para que la Universidad salga al territorio. Esos programas implican unos 15 millones anuales”. Minera Alumbrera, por Ley, destina parte de sus fondos a las universidades (idea de su descubridor, Abel Peirano, cuando pensó que la minería era un tema nacional al que había que sacarle algún provecho educativo y no el modelo trasnacional y extractivo que se observa en estos tiempos). Cuenta Ruiz: “Durante meses se discutió si cobrar esos fondos y donarlos para beneficencia, o para investigar los efectos nocivos de la megaminería. Pero se los rechazó plateando que el problema no es de presupuesto. Por ejemplo, nos dan 500 por ciento más de presupuesto, como ocurre. Pero con eso ¿se revierte la lógica neoliberal, o se la refuerza? En todo caso lo que se planteó es que el rechazo era por un posicionamiento ético y político”.   

Además de la resolución, la UNRC realizó una minuciosa investigación científica sobre el Famatina (La Rioja), que demuestra que esa zona amenazada por las mineras posee más biodiversidad que el Nahuel Huapi. 

Agroecología o Monsanto

Hay que imaginar un mapa cordobés erizado de marcadores que señalan territorios en disputa. Esa es la cartografía del Observatorio de Conflictos Socio Ambientales creado por la UNRC encabezado por Nelso Doffo, geólogo. “Soy una mosca en la leche, un geólogo que critica la megaminería. Pero el problema real es que el extractivismo de cualquier tipo es cuestionable justamente desde un punto de vista científico. Lo que intentamos es una suerte de diálogo entre los conocimientos científicos rigurosos y académicos, reconociendo a la vez la lucha social de las comunidades en los territorios, de los trabajadores en el campo, que no suele ser donde se buscan normalmente elementos de verdad. Para nosotros no alcanza la legitimidad académica, tenemos que agregarle legitimidad social”.

Frente a un caso testigo como la instalación de Monsanto en Córdoba, la UNRC apoyó la resistencia de los vecinos en el barrio Islas Malvinas, y sus resoluciones fueron parte de los argumentos utilizados por el intendente radical Juan Jure para prohibir la instalación en la ciudad de una planta de experimentación con semillas, “en defensa de la paz social”. Para Doffo, es la confirmación de que se están valorando los elementos de impacto social, y no sólo ambiental.

Frente al modelo sojero, además, a través de la Secretaria de Extensión Universitaria, la UNRC forma parte de la Asamblea Río Cuarto sin Agrotóxicos. Impulsa proyectos de agricultura familiar a través de su vicerrector, el agrónomo Javier Salminis, y el Centro Cultural Agroecológico que capacita y estimula experiencias agrícolas que no utilizan venenos. El agrónomo Pablo Martínez: “No va a quedar otra que recurrir a una nueva matriz de producción agraria por la contaminación, la erosión, los costos de combustible y la necesidad de generar una alimentación sana. Hay experiencias cada vez mayores: Argentina ya es uno de los primeros exportadores mundiales de productos orgánicos, lo que implica que se puede producir a gran escala”. Lo orgánico se ha transformado en un nicho de mercado caro (por eso la exportación), pero lo agroecológico es lo mismo, con posibilidades de acceso a toda la población. Alberto Arguello: “La agroecología nos muestra en la práctica que hay otra posibilidad, que no hay que quedarse en el pensamiento abismal, ese que te dice que no hay nada más allá”.

Narcos & afines

Frente a la violencia institucional, la UNRC creó el Observatorio de Derechos Humanos, que coordina el periodista y docente Hernán Vaca Narvaja, siempre ligado al tema. La dictadura hizo desaparecer a su abuelo y fusiló a su padre en la penitenciaría de Córdoba: “El Observatorio trasciende la revisión del tema de derechos humanos durante la dictadura, aunque obviamente apoyamos todo el proceso de memoria, verdad y justicia. Pero nos volcamos a los actuales temas de abuso policial y judicial: tenemos uno de los peores poderes judiciales del país, como se vio en el caso del asesinato de Nora Dalmasso”. El propio Hernán es el único condenado del caso, por publicar notas, mientras el crimen sigue impune.

“La idea es que la universidad tiene que ser un actor social protagónico de lo que ocurre en la región. Por eso denunciamos también la situación del Código de Faltas por el cual la policía te puede detener sin razón, por merodeo, y la misma policía te juzga y te condena. Es absolutamente inconstitucional, una forma de control social y de discriminación contra jóvenes de zonas vulnerables, que ha provocado la Marcha de la Gorra, que se hace todos los años y es cada vez más masiva. Hay un fracaso de la política del gobernador De La Sota de darle más poder a esta policía, que estalló”. Tercer adivinanza: ¿quién terminó detenido por su vinculación con el narcotráfico? Respuesta: el jefe de Drogas Peligrosas. 

Volviendo a la UNRC, para Vaca Narvaja “lo que pasa en esta universidad es inédito, una apertura que la saca de la burbuja académica y democratiza la vida interna”. Quedan temas pendientes, como los propios programas de carreras como Agronomía, que no han sido tocados y responden al modelo que la UNRC discute. “En todo caso se trata de abrir espacios para que esas cosas puedan empezar a debatirse”.

Teoría sobre el poder

El rector Marcelo Ruiz, 44 años, ha podido combinar la serena belleza de las Matemáticas, con las agitaciones de toda la vida: Juventud Peronista en la universidad, algún paso por los comienzos de Proyecto Sur, las ideas de apertura y libertad sindical de la CTA con su gremio. “Como decía John William Cooke, me siento peronista en lo político y marxista en lo ideológico”. Otros conceptos: “Queremos entablar debates con densidad con respecto al modelo económico, y darles pertinencia académica. La perspectiva extractivista y desarrollista es antagónica a toda construcción democrática. Desestructura a los sujetos sociales de tal modo, que a la larga termina destruyendo a todo gobierno que tenga algo de vocación popular, como ya pasó en Paraguay. Es un modelo consustancial a la concentración de poder”.

Esas posiciones lo acercan al movimiento asambleario que crece en distintas provincias. ¿Y el gobierno nacional? “Creo que hay debates en sectores del kirchnerismo más interesante, al que me siento afín, conozco sus vidas, sé que no están simulando. Me refiero a grupos que buscan la democratización judicial, trabajan en temas educativos, culturales, con el campesinado, en ciencia y tecnología pero opuestos al extractivismo. Me obsesiona el tema de si existen límites de época. ¿Existen? No lo pregunto desde el pesimismo. En todo caso, creo que hay que trabajar para correr los límites de la época con inteligencia, astucia, mucho trabajo y con las organizaciones sociales”.

La UNRC tiene mecanismo de elección directa de las autoridades (con participación y representatividad infinitamente mayor a la UBA, entre otras), está terminando con los contratos, tercerizaciones y otros mecanismos de precarización de docentes y no docentes, y creó un Consejo Social (con 10 representantes de organizaciones vecinales y barriales) que funciona proponiendo al Consejo Superior las líneas de investigación y proyectos que debe encarar la Universidad. Ruiz: “No somos la casa de altos estudios ni el faro de la cultura, sino una institución educativa. Hay disciplinas con una lógica que debe darse en la universidad. Pero hay saberes sobre la realidad que no están en las academias. Las madres que hoy pelean contra policías y narcos para que sus hijos salgan de la droga, son las intelectuales de esta época. Lo que rechazamos es el riesgo de un progresismo fácil que utiliza al otro como objeto de estudio, y nunca como compañero de una construcción común”.

¿El cúmulo de cambios, conflictos, alianzas, políticas, debates sobre lo público, lo económico, lo ético y sobre cómo gestionar, implica una forma de pensar el poder?

Marcos Ocampo, asesor letrado de la UNRC, cree que en los debates sobre  la  injusticia y la desigualdad hubo hipótesis de izquierda clásica (la toma del poder) y otras autonomistas (cambiar el mundo sin tomar el poder). Pero de la charla sobre cómo se maneja la UNRC surge otro concepto: abrir el poder y repartirlo. “Relajar controles burocráticos para no estar concentrando justamente modos de control, y buscar  abrir y dar discusiones que permitan ganar fuerza social, legitimidad, no aparato, y poder real para tomar las decisiones colectivamente en lo interno, y también con el resto de la comunidad”.

Estos temas son los que aparecen cuando se charla de educación pública, y de cómo pensar la vida para que las tragedias no sean las que nos despierten.

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