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Estación Esperanza
Los okupas del andén. Suman más de 45, ya escribieron colectivamente tres obras y reactivaron la vida cultural de barrio. Todo a partir de recuperar una estación de tren que hoy es escenario.
Es sábado, son las tres de la tarde y hay un sol que enamora. La Estación Provincial de Meridiano V, La Plata, cumple 104 años y aunque está repleta de gente, ninguno de ellos espera el tren: la dictadura clausuró el último ramal, en 1977. Lo que aguardan, con el entusiasmo reflejado en los rostros, es el reestreno de Historias anchas de trocha angosta, la obra de Los Okupas del Andén, el grupo de teatro comunitario que surgió hace una década atrás, parido por los vecinos que decidieron recuperar la vieja estación.
Hay: gente que llega en bicicleta, padres contándole a sus hijos la historia del tren y la estación, perros que van y vienen, una feria de objetos antiguos, un puesto que vende tortas –deliciosas– y decenas de sillas que empiezan a ocuparse frente a la escenografía montada allí, en la calle: una réplica de la estación. Hay algo más, la chispa que completa y define la escena: alegría compartida.
No es una pose. No es un artificio. Ni siquiera un estado de ánimo: es el lazo que los hace sentir comunidad.
Recorriendo la estación, no sé cómo, llego a un salón de paredes altas y espaciosas en el que veinte vecinos se preparan, con sus respectivos vestuarios, para la función. Hago silencio y observo: en ronda, hacen ejercicios de respiración y repasan las canciones. Luego, se toman de las manos y cada uno le dice a su compañero de al lado un deseo para la función. Los buenos deseos circulan y los contagian. Antes de salir a escena, una de las coordinadoras del grupo, Belén Trionfetti, les dice las últimas palabras: “Jueguen y diviértanse”.
Punto de encuentro
Abandonada como medio de transporte, unas décadas atrás la estación era un lugar lúgubre e inseguro. Los vecinos, sensibles a su destino, se propusieron recuperarla. El objetivo común los unió: de medio de transporte pasó a ser un medio de comunicación. El teatro comunitario potenció esos lazos e irrumpió en el más político de los ámbitos de un barrio: el cotidiano.
La panadera, el carnicero, la maestra, el estudiante, la peluquera, el jubilado: en el grupo, como vecinos-actores, los roles y los vínculos se resignificaron a través del juego y de los nuevos lazos que estas transformaciones generaban.
Colectivamente, la estación abandonada se convirtió un espacio cultural diverso, integrado por diversos grupos: hoy es el punto de encuentro del barrio, como lo era cien años atrás cuando el tren conectaba La Plata con Mira Pampa, en el límite de Buenos Aires con La Pampa. El Meridiano V es el paralelo que separa ambas provincias y, como era el destino final del tren, terminó por nombrar al barrio.
Más de tres décadas después de que fuera cerrado su último ramal (La Plata-Avellaneda), el gobierno de la provincia de Buenos Aires anunció la apertura del Tren del Sur, que recuperará ese recorrido, si es que la promesa no queda en el rincón de los proyectos olvidados. La Estación Provincial tendrá, entonces, un rol preponderante tras haber sido recuperada por la comunidad: nada de lo que se allí se haga debería hacerse sin ellos.
Arranca la función
Historias anchas de trocha angosta cuenta la historia de la estación y su ferrocarril: la inauguración, el trabajo de los obreros para extender el ramal, la conexión con otras estaciones, el Plan Larking con el que comienza a desaparecer el ferrocarril, el cierre definitivo del ramal y de la estación, la recuperación de los vecinos.
Todo, con más de cuarenta vecinos-actores, de diversas edades, en escena, música en vivo y muchísimo humor: una producción colectiva de enorme calidad artística y múltiples escenas antológicas.
En la obra hay: cambio de vestuario, actores-vecinos que interpretan más de un rol, un guion cargado de guiños al público adulto –cuando el obispo sale a escena y ve tantos chicos en el público dice: “¡Cuántos niños! Dejad que vengan a mí”–, interpretaciones que hacen morir de risa a los más chicos, improvisaciones y hasta un perro que va y hace sus necesidades ahí donde se desarrolla la función. Todo –el conjunto– se transforma en un producto maravilloso que interpreta e interpela la memoria colectiva.
Un tren que no para
Belén Trionfetti está en el lugar que desea. Su entusiasmo es contagioso. En las vías sin tren, ella es la locomotora que empuja al resto de la formación. Otro sábado de sol la veré en plaza de la Estación Provincial coordinando un ensayo abierto: la consigna que da es que todos se saquen el calzado de uno de los pies y los pongan en el centro de la ronda. Después sucede esto: alguien pasa al centro, agarra una zapatilla al azar, busca a quien le pertenece y se la devuelve inventando una historia. Así, todos recuperarán su calzado y, además, serán protagonistas de una historia. Jugar para zurcir los lazos comunitarios.
Belén me cuenta que entre actores, músicos, vestuaristas, escenógrafos y maquilladora suman cuarenta y cinco personas que son parte de Los Okupas del Andén. Además de Historias anchas…, en estos años el grupo gestó otras dos obras: Postales barriales de fulano de tal, que refiere a la mirada de los vecinos sobre el barrio, y La fiesta electoral: la elección de presidente de la República de Meridiano V. Todas las obras fueron creadas de manera colectiva por el grupo, en su trinchera: la Estación.
El anuncio del Tren del sur los tiene ansiosos porque su identidad como grupo está marcada por la historia ferroviaria, por el reclamo para recuperar los ramales perdidos y porque fueron parte de la reconstrucción que valorizó la Estación Provincial. Dice Belén: “Nos pone muy contentos que se reactive. Tenemos cierta incertidumbre con el destino del edificio de la estación y las actividades que allí se realizan, pero entendemos que es una muy buena noticia y bregamos para que surja el interés en la reactivación de los ramales y se le dé importancia a las actividades culturales comunitarias que como en nuestro caso se desarrollan en el barrio, cediéndonos algún otro predio en el caso que el edificio se utilice para oficinas administrativas”.
En la Estación Provincial, Los Okupas comparten espacios con otros grupos y organizaciones. En la recuperación de todo el espacio público –hay una plaza al lado de la estación–, lograron que todo el barrio se valorizara y exista ahora una importante variedad de bares, ubicados en los viejos caserones, enfrente de donde se detenía el tren. El desafío de los vecinos es que el barrio no se desarrolle sólo como una atracción comercial.
La autogestión es crear
“La autogestión es una pata fundamental. Tanto como lo artístico”, dice Belén. En estos años, Los Okupas comprobaron que ambas tareas van a la par y que para crecer artísticamente, necesitan sumar recursos. Belén: “Si no, se complica poder sostener los compromisos asumidos. Siempre te vas encontrando con piedras en el camino y si no te animás a dar el salto por cuestiones económicas, te estancás. En cambio, si vamos todos juntos, decidiendo y para adelante, vamos a crecer”.
Para la generar recursos, Los Okupas del Andén pasan la gorra tras cada función y arman mesas de tortas para cada espectáculo. Además, intentan participar de los escasos y tediosos programas de subsidios que existen.
Con esas herramientas, llevan once años de recorrido. Como dice en la canción con que cierran el espectáculo, el tren de Los Okupas no detiene su marcha:
“Para abrazar a los barrios
subiendo en el mismo tren
con disfraces y canciones
Los okupas del andén
creando la resistencia
para abrazar a los barrios
subiendo en el mismo tren”.
El tren comunitario sigue avanzando. La próxima estación podés ser vos.
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