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Relatos salvajes

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Las relaciones de pareja suben a escena con actuaciones que las hacen brillar en la obra Entonces Bailemos . Ahora, la propuesta se hará cine. La potencia de la dramaturgia independiente.

Relatos salvajes

Si hay un tema trillado en teatro y cine es el de los avatares de  los encuentros de amor. Desde Shakespeare hasta  Disney. Sin embargo, Santiago Mitre (director de La Patota y El Estudiante) fue a ver Entonces bailemos,  obra de Martín Flores Cardenas (dramaturgo y director) que trata sobre los vínculos amorosos, y enseguida pensó que merecía la pantalla grande. Le sugirió la idea a Augusto Giménez Zapiola, quien coincidió en que era una gran apuesta para la productora Argentina Cine. Conclusión: a la obra le quedan sólo ocho funciones (después de cuatro años en el cartel porteño, gran convocatoria, buenas críticas y numerosos premios) porque comienzan el rodaje a mitad de este año.

¿Cuál es la novedad que generó tanta atracción?  Martín Flores Cardenas no relata una historia de amor desde afuera, sino que se metió de lleno a tocar fibras íntimas de los espectadores y a cuestionarnos:

¿Cómo vivimos el amor?

¿Por qué nos ponemos en pareja?

¿Son el dolor y la violencia parte inseparable de la forma en que nos vinculamos?

Lo más incómodo es que no da respuestas, aunque el nombre es una pista: ¿por qué Entonces bailemos? “Porque cuando bailamos somos puro cuerpo,  es dejarse llevar por la música de una forma primitiva o animal”, contesta su autor. “Amar es igual. Es dejarse llevar o dejarse caer. El amor y la atracción son puro cuerpo por más que tratemos todo el tiempo de racionalizarlo”.

Escenas de la vida sexual

Entramos a la sala y una luz blanca nos deja casi ciegas. En el centro hay un sommier de dos plazas iluminado por tubos fluorescentes que, una vez que el ojo se acostumbra, permite analizar la escena con detalle quirúrgico. Todo está expuesto: los actores y el público.

La acción transcurre en y alrededor de la cama. Y no es la cama de una persona, una familia o una pareja en particular. Es la cama de la sociedad actual.

Los actores y actrices (Florencia Bergallo, Laura López Moyano, Marcelo Mininno, Javier Pedersoli y Julián Rodríguez Rona) están siempre en escena y le ponen el cuerpo a  una sucesión de historias. Los monólogos pueden pasar de narrar orgasmos perfectos a describir con lujo de detalle el odio por la persona que duerme junto a ellos. No existe un de eso no se habla.

Una chica está enamorada de su amiga. Un matrimonio se insulta con un compañero de trabajo de testigo. Un hombre y una mujer se toman un whisky y tienen relaciones mientras ella está casi inconciente. Una pareja tiene una escena de celos intensa. Sin importar cuál sea el tema, el tono maneja alto grado de sarcasmo.

Miro al público, también iluminado, y noto que viendo el mismo acto hay una mujer que se ríe a carcajadas, un hombre muy serio que se revuelve en el asiento y  una mujer que está al borde del llanto. Al hablar sobre esa variedad de respuestas, Martín comenta: “La reacción del público tiene que ver con la ambigüedad que tiene  el material. La propuesta no define ni señala si nos tenemos que reír o nos tenemos que apenar por esto. Dejamos en manos del espectador eso y pasa de todo”.

Julián Rodríguez Rona, uno de los actores, agrega: “El tema del amor y la sexualidad se toca desde un borde que no sentencia ni moraliza con una idea correcta de cómo deberían ser. Se abre un terreno de lo indefinido que es potente e impacta en cada uno de forma distinta”.

Marcelo Minino suma: “Además, hay una atmósfera general de que cualquiera se puede acostar con cualquiera. Eso obliga al público a preguntarse dónde encasilla cada cosa. La obra tiene un poder sexual muy fuerte, y al decir cosas que habitualmente no se dicen se genera mucha tensión”.

Las putas y los bananas

Los actores y el director tienen distintas anécdotas sobre el público:

Una señora denunció en el teatro que era una obra misógina y maltrataban a una actriz. Laura López Moyano (actriz supuestamente maltratada) se ríe al contarlo.

Otra espectadora dijo que en esa obra todas las actrices eran putas y los actores eran unos bananas. Martín  Flores Cardenas  acota: “Ese comentario habla más de ella que de nosotros”.

El director también nos cuenta que una pareja de conocidos se separó después de ver la obra.

Marcelo Minino  tiene un monólogo fuerte: mirando al público, enumera  distintas formas de estar con otro creyendo que estás enamorado. Los motivos van desde dividir la paga del alquiler hasta el miedo a la soledad. Marcelo dice: “Me pasó de ver en las parejas la necesidad de hacer algún tipo de gesto como reafirmándose: nosotros no”.

Los personajes femeninos tienen un lugar central en esa incomodidad generada. En uno de los monólogos de Laura López Moyano (actriz que también trabajó en La Patota) le grita a viva voz que no puede parar de acostarse con hombres, y acota que todo el mundo le dice que pare. Laura: “Tanto en esa como en mis otras escenas siento que la voz femenina está super presente y bien lograda. No es nada fácil que un hombre escriba sobre lo que siente una mujer y no caiga en el cliché de Susanita”.

Entonces Bailemos muestra en su abanico de sucesos un tipo de femicidio: prender fuego a la mujer. El nivel de ironía toca ahí un punto máximo. Laura López Moyano, la actriz que lo interpreta, dice: “Era una escena de una pareja que se excita provocándose celos. La escena de celos que es violenta de por sí, pero el desenlace se sumó cuando, investigando, llegamos al extremo de ironizarlo”.

Martín: “Yo trataba de que no se metiera la realidad, sino que todo surgiera de qué nos pasaba a nosotros, de nuestras miserias. Sino se vuelve ingenuo hablar desde el teatro sobre algo que está todos los días en las noticias, y más  después de una marcha como la de Ni Una Menos. La clave no es el contexto social, sino que estamos hablado desde la intimidad”.

La alegría es nuestra

¿Qué pasa en el teatro independiente con la actualidad? Julián contesta: “La relación con el Estado siempre fue un problema. Ya sea por vaciamiento, por  privatista o por la cooptación de los artistas hacia el aparato estatal. El desarrollo de la cultura de forma independiente siempre fue difícil. La precarización que nosotros tenemos en nuestra actividad es la precarización que tienen los ferroviario o los maestros, y desde hace mucho”.

Marcelo suma: “Hay algo que el teatro independiente siempre sostuvo y hoy vamos a seguir sosteniendo: más allá de cuál sea el contexto reinante, la alegría la tenemos nosotros. No hay nada que nos quieran vender desde el discurso que no sea lo que ya estábamos haciendo.  Hace tiempo que sabemos trabajar en equipo. Siempre produjimos nuestros espectáculos creyendo en el trabajo colectivo y en poner el hombro. No es nada nuevo”.

Laura agrega: “El trabajo del teatro independiente siempre fue colectivo, medio marginal y de  lucha. Ahora estamos más desalentados por la situación general. Pasa algo similar al 2001, cuando si abrías un curso se anotaban tres personas. Hoy pasa lo mismo porque todo el mundo guarda la plata para comer”.

Martín: “Ya era difícil producir, pero hoy es más. Si aumenta la luz, aumenta la luz de las salas también y, por lo tanto, el alquiler. Igual hay algo de lo vincular del teatro que te permite  conectarte con personas reales, tanto en el quehacer como con el público, que no pensamos dejar de hacer.  Me resulta un oasis que la tecnología no sea un intermediario para el vínculo entre la gente. Es un lugar en el que se puede respirar otra cosa”.

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