Nota
10 años sin Iván, 4 años sin Luciano: el Poder Judicial y su rol en las desapariciones forzadas
El mismo día que se cumplen 10 años de la desaparición de Iván Torres en Comodoro Rivadavia, familiares de Luciano Arruga revelaron la trama judicial de estas desapariciones. En una conferencia de prensa realizada en el CELS denunciaron que sus teléfonos fueron pinchados durante un año y cuatro meses. La medida, mantenida en un legajo secreto que recién se dio a conocer, fue solicitada por la fiscal Celia Cejas y habilitada por el juez Gustavo Banco, en abril del 2009, y se prorrogó 14 veces – a medida que iba venciendo el permiso- hasta agosto de 2010, poco antes que el CELS interviniera en la causa. “No es la primera falta de respeto que sufre la familia”, dijo angustiada Vanesa Orieta, hermana de Luciano, “ya que nunca nos trataron como víctimas sino como responsables de la desaparición. Nos criminalizan y subestiman porque venimos de un barrio pobre del conurbano”. Por su parte, Gastón Chillier, director ejecutivo del CELS, informó que ese organismo junto a la APDH de La Matanza y el abogado de la familia Juan Manuel Combi solicitaron un pedido de juicio político contra la fiscal Cejas y el juez Banco por haber “controlado a la familia sin justificación”.
La noticia la dio a conocer Chillier en la apertura de la conferencia de prensa que se brindó hoy en el CELS junto al abogado de esa institución, Maximiliano Medina, la hermana de Luciano, Vanesa Orieta, su mamá, Mónica Alegre, Pablo Pimentel de la APDH de La Matanza y el abogado de la familia, Juan Manuel Combi. Chillier anunció: “Hoy presentamos en el Consejo de la Magistratura un pedido de jury político contra la fiscal Cejas y el juez Banco ya que durante 1 año y medio habilitaron pinchaduras telefónicas a la madre, la hermana y otras personas cercanas a Luciano”. Según pudo precisar lavaca, además de Vanesa y Mónica, quienes sufrieron el espionaje fueron la abuela de Luciano, Marta, y su pareja Héctor. Chillier habló del “control a la familia sin justificación” y del carácter “secreto” del legajo que habilitó dicha intervención gracias a un artículo procesal penal que autoriza a fiscales abrir legajos paralelos. La justificación que alegó la fiscalía para la realización de escuchas fue “la obtención de datos útiles sobre el paradero de Luciano”. Precisó Chillier: “Pero no se puede utilizar para producir pruebas como en este caso”.
Según relató, los pedidos de intercepción de llamadas fueron solicitados en 15 oportunidades sucesivas por la fiscal y habilitados toda vez por el juez de la causa Banco, en un período de 1 año y cuatro meses que comprende de abril del 2009 hasta agosto de 2010, dos meses antes que interviniera el CELS en la causa. Una de las primeras medidas que se impulsó desde este organismo fue justamente la solicitud de revisar este legajo oculto que “la fiscal Cejas mandó con 5 meses de demora”.
Chillier consideró esta maniobra judicial como parte de “un problema estructural de violencia institucional” que se da en los casos en que “los sospechosos son policías y la justicia muchas veces actúa de manera cómplice”. El CELS apuntó entonces a los “responsables institucionales” de la medida de espionaje contra la familia y a la responsabilidad de la jefa del Ministerio Público, que designó a la fiscal Cejas a cargo de la causa de Luciano Arruga.
4 años sin Luciano
Luego fue el turno de Vanesa Orieta, la hermana de Luciano, que hasta entonces se mantuvo visiblemente angustiada junto a su madre Mónica. Lo primero que recordó Vanesa: “Hoy se cumplen 10 años de la desaparición de Iván Torres”. Luego hizo un repaso por otros casos de desaparición forzada -como Sergio Ávalos y Daniel Solano- para ilustrar la tardanza de los mecanismos de justicia y la afectación de las familias en ese proceso. “En 4 años pasan un montón de cosas en la familia. Para lograr la carátula de desaparición forzada y el pase a la justicia federal tuvimos que estar en la calle. Y es inhumano. No es nuestro deber. Nuestro deber es superar el dolor, en nuestras casas, con contención. No perder nuestra vida en la calle”.
Sobre el espionaje, Vanesa recordó: “No es la primer falta de respeto que sufre la familia” y relató los maltratos y amenazas que sufrió en estos cuatro años, tanto ella como su madre y otros familiares y amigos. “Se mueven con impunidad porque la sociedad no termina de entender la importancia de estos casos, y en eso tienen algo de razón”, sentenció.
El racconto de Vanesa se remitió a la primer fiscal del caso, la doctora Castelli, que tuvo la causa los primeros 45 días. Vanesa: “En esos 45 días perdimos a Luciano”. Vanesa contó cómo se encargó de ir todos esos días a la fiscalía donde estaba Castelli, quien no la recibió ninguna vez. “Siempre me dejaron en la mesa de entrada”, dijo. En ese interín Vanesa dejó dos cartas que alertaban a la fiscal el riesgo que corría la familia, ya que denunciaban a los policías del destacamento como responsables de la desaparición de Luciano.
“La primera vez que me tomaron declaración fue cuando apareció un testigo que decía haber visto a mi hermano siendo golpeado en el destacamento la noche del 31 de enero”, contó Vanesa. “Esa declaración yo la di con un policía detrás, un policía que yo estaba denunciando”.
“¿Qué tipo de protección me estaban dando como familiar?”, se preguntó.
Cuando lograron remover a esa fiscal, las esperanzas se renovaron al ritmo de rastrillajes, búsqueda de pruebas y medidas que apuntaban a los policías. Hoy, Vanesa definió todo eso como un “maquillaje”. “Nos dimos cuenta que al mismo tiempo que hacía esas cositas mínimas, mantenía una postura muy agresiva contra la familia. Tenía una necesidad de meterse en nuestra vida privada muy grande”. Las escuchas confirman la sospecha.
Vanesa dijo dos frases muy fuertes que dejaron resonando el pequeño auditorio del CELS:
-“Les digo la verdad, ya no tengo esperanzas de encontrar a mi hermano. Pero ojalá que el caso y toda la lucha de la familia sirva para no seguir cometiendo muchos errores”.
-“No queremos seguir más hablando de un desaparecido. Es un desaparecido porque no nos dicen dónde está”.
Desde esta frase, Vanesa recordó que la convocatoria para informar el espionaje a la familia se da en el marco de la campaña que impulsan familiares y amigos de Luciano por el “derecho a saber”: el derecho a saber dónde está Luciano Arruga.
Por último, Vanesa no eludió el tema de la baja de imputabilidad, sosteniendo: “Hay que salir a luchar para que no se implemente”, pero alertando que esa legalidad no hace falta para que la policía lleve adelante maltratos, torturas y desapariciones contra muchos pibes: “Eso ya está pasando”.
Luego de Vanesa, la madre de Luciano pronunció unas breves y sentidas palabras: no le dio relevancia al espionaje telefónica “porque yo ya me sentía acusada”, pero sí manifestó dolor y bronca por estar implicada hasta su madre. “Es la justicia que tenemos los pobres”, sintetizó, “que nos cierran la puerta en la cara”. Entre la decepción por haber confiado en la fiscal y en otros a los les quepa el saco, dijo estar triste “porque no puedo confiar en nadie”.
Cerró la conferencia Pablo Pimentel, quien caratuló la noticia del espionaje como una “nueva desaparición de Luciano”.
10 años sin Iván
Desde la mañana y en Comodoro Rivadavia se realizaron distintas actividades por los 10 años de la desaparición de Iván Torres.
“Hoy a las 10:30 nos juntamos en la Plaza Vito, el lugar donde fue visto por última vez Iván por los amigos, se desplegó una bandera, se pasaron unas fotos y ahí se pegó la última sentencia de la Cámara Penal”, relata desde Comodoro la abogada del caso, Verónica Heredia.
Esta última sentencia de la Cámara Alta de Comodoro modificó la carátula de «desaparición forzada» – la causa de Iván había sido la primera en lograrlo en Argentina- a la de «privación ilegítima de la libertad» con el argumento que al momento del delito no estaba tipificada la desaparición. Si bien existe un principio general del Derecho Penal que prohíbe aplicar una ley sancionada luego del momento de los hechos que tipifica, como el cuerpo de Iván todavía no aparece, en su caso se trata de un “delito continuado”. Así lo explica Verónica Heredia: «Mientras no aparezca Iván el delito se está ejecutando todos los días. Entonces desde el momento en que se tipifica alcanza los hechos. En definitiva la persona que el 2 de octubre de 2003 privó de la libertad a Iván y no lo dijo, y el que sabía y no denunció al otro, y el que no investigó pero sabe, hoy lo sigue sabiendo».
Además, el 13 de marzo de 2007 la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos consideró el delito como «desaparición forzada» e instó al Estado argentino a investigar profundamente el caso de Iván. «Que se haya cambiado la calificación es muy grosero. Es desconocer la jurisprudencia internacional. Estamos estudiando la posibilidad de denunciar a estos jueces ante el Concejo de la Magistratura por desconocimiento del Derecho y de resoluciones internacionales», asegura Heredia. Desde 2007 que la defensa ya no sigue la causa que estos jueces tomaron en 2005, justamente porque «no estaban dadas las condiciones para que se llevara adelante una investigación imparcial: el fiscal no aportó ninguna prueba, y la jueza cumplía los roles de investigar y juzgar, lo cual es inconstitucional».
Entre otros hechos que fueron garantizando la impunidad, uno de los más graves tuvo que ver con una serie de fotos que aparecieron en el expediente y fueron tomadas a Iván durante un supuesto cautiverio. La jueza no determinó quién aportó esas pruebas contundentes, que en este marco parecen mensajes mafiosos. “La última foto que nosotros vimos de Iván fue en febrero de 2011: está parado con el torso desnudo y un jean, y en una posición… como pidiendo ayuda. Fueron fotos que aparecieron en el expediente judicial, que no nos dejaron ver durante mucho tiempo. En ese lapso se ingresaron un montón de escritos y presentaciones de la propia jueza. Eso sólo tendría que haber generado que la jueza preguntara quién trajo esa foto. Cuando lo mostramos a la Corte Interamericana los jueces no lo podían creer, les preguntaron a los abogados y no supieron qué responderles. La impunidad está consagrada en los expedientes”.
María, madre de Iván, repite hace un tiempo en este mismo sentido: “No necesitamos ningún testigo que hable porque el expediente habla por sí solo”.
Hoy al mediodía, desde la plaza la movilización por Iván se trasladó a la Comisaría 1° donde estuvo detenido. Se sospecha que de allí desapareció. Su madre, María, hizo una conferencia en el hall donde acampó durante más de un año en reclamo por la aparición de su hijo (sí: en el hall de la comisaría), volviendo a denunciar las amenazas que sufrió durante ese lapso y los desastres de la causa judicial. Desde las 19 las actividades seguían en una biblioteca popular de Comodoro, a cargo de un grupo de poetas, y mañana está planeada una mesa-debate sobre delitos de lesa humanidad en la Universidad de la Patagonia, y a las 16 horas. Entre los disertantes estarán la madre de Iván, César Antillanca – padre de Julián, joven de 16 años asesinado por la policía en Trelew en 2010- y en representación de los familiares de Luciano viajará Rosaura Barletta. Por último, las actividades que recuerdan los 10 años sin Iván Torres culminarán el sábado 5 en una radio abierta en la plaza y una movilización por las calles de Comodoro, donde estará presente Nora Cortiñas, entre otros.
Frente al retroceso que implica el cambio de carátula en la causa de Iván, la defensa estudia presentar el caso ante la Corte Penal Internacional, uno de los máximos organismos en materia de Derecho Penal. “Lo que queremos demostrar es que el caso de Iván es un caso testigo de una práctica sistemática por parte de la policía, con silencio del Poder Judicial y complicidad del poder político. Y que entonces esa desaparición forzada se convierte en un delito de lesa humanidad”, dice Heredia.
Tales argumentos ya fueron presentados ante la Corte Interamericana que confirmó el carácter de “desaparición forzada” culpando al Estado argentino, que todavía no acató las medidas que solicitó esa Corte, sino al contrario: hace meses permitió el cambio de carátula en la causa, entre otras impunidades. Por eso, Heredia concluye: “En definitiva, más allá de las instancias internacionales, tenemos que seguir peticionando todos los días, movilizándonos con la gente”.
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

Revista MuHace 2 semanasMu 209: Una de terror

Derechos HumanosHace 3 díasA 40 años de la sentencia: ¿Qué significa hoy el Juicio a las Juntas?

ActualidadHace 2 semanasExtractivismo en Mendoza: movilización y rechazo ante la legislatura por el intento de votación del proyecto San Jorge

NotaHace 5 díasEncuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

#NiUnaMásHace 1 semanaAdiós a Claudia Rodríguez: la Trans andina que propuso politizar el amor























