Nota
Una pinturita: artistas que exhiben el deterioro ferroviario
La Agrupación Boletos Tipo Edmondson interviene estaciones de tren y la cartelería ferroviara para repararla a medias: una manera de poner en evidencia la ausencia de mantenimiento estatal y empresaria. El trabajo político de un grupo de artistas que se propone demostrar que con las privatizaciones no sólo hubo un vaciamiento económico sino también cultural.
Imagine que baja del tren y ve a dos muchachos que, vestidos como antiguos trabajadores ferroviarios, pintan con dedicación el rotoso y roñoso cartel nomenclador de la estación más cercana a su casa. Por más increíble que parezca, eso es lo que hacen los artistas Patricio Larrambebere y Ezequiel Semo, creadores de la Agrupación Boletos Tipo Edmondson (ABTE). Sus intervenciones tienen una inquietante particularidad: arreglan solamente parte de las estaciones o sólo un sector de los carteles nomencladores. De esta manera, intentan poner aún más en evidencia el deplorable estado en el que se encuentra la infraestructura del transporte pública, la ausencia del Estado y el verdadero interés de las empresas concesionarias.
Vestidos con antiguos uniformes ferroviarios, los artistas buscan recrear también los oficios extinguidos tras las privatizaciones. Los cruces en el tiempo generan desconcierto en el espectador ocasional. «Nunca pedimos autorización a la empresa para hacer este trabajo, que genera estupefacción: ¿Quiénes son? ¿Son de la empresa? Qué ridículo que estén arreglando solo esta sección del cartel, de la estación», dice Larrambebere.
Todas las intervenciones tienen una clara intencionalidad artística, pero también política: «En las últimas elecciones, ningún partido político tocó el tema ferroviario. Este gobierno habla del tren bala cuando tenemos 35 mil kilómetros de vía férrea paralizados que costaría mucho menos que esa payasada atómica, otro negociado más», argumenta Semo.
La intención de las acciones no consiste en hacer el trabajo por la empresa sino más bien señalar algo que sólo los usuarios parecen ver. La pintada a medias denuncia la situación en el estado de deterioro de los servicios públicos pero también intenta iniciar un debate: ¿de quiénes son esos espacios? Larrambebere no titubea: «Es nuestro. Las estaciones y todos los bienes muebles e inmuebles son del Estado. Lo que hace el concesionario es brindar el servicio ferroviario, nada más, por lo tanto es de todos».
La Agrupación Boletos Tipo Edmondson (ABTE) nació en 1998 no como una broma sino como un espacio de reflexión acerca de los que estaba sucediendo con las instituciones en la Argentina. Larrambebere se declara «pintor de caballete» y para cuando fundó ABTE ya tenía pintados varios cuadros de logotipos e imágenes institucionales de los ferrocarriles, todos previos al proceso de privatización. En ese momento se encontró con Javier Martínez que lo ayudó a crear ABTE y aportó sus reflexiones vinculadas al situacionismo. Larrambebere dice que Martínez fue como el brazo teórico de ABTE para salirse de lo meramente estético y encontrarse con el presente que les había legado el menemismo: «En la medida en que íbamos viendo lo que sucedía con los ferrocarriles y redescubriendo su importancia institucional en el país, también reflexionábamos acerca de su desaparición. Nos dimos cuenta de que la extinción del viejo boleto de cartón en cierta medida fue como una esquirla, un rastro nimio de la desaparición de toda una cultura, la ferroviaria», recuerda Larrambebere.
Una de las primeras producciones de esta falsa institución fue el bolezine, el órgano de comunicación de ABTE en forma de boleto desplegable que publicaba noticias sobre el ferrocarril. Lo imprimían con una máquina que pertenecía a la administración estatal del ferrocarril, recuperada a punto de ser destruida.
En un principio, Larrambebere se propuso documentar y armar un archivo. Pero rápidamente la idea quedó descartada. En 1999, ABTE llevó a cabo su primera acción. “Consistió en rehabilitar una cabina de guardabarrera en Crisólogo Larralde, cerca de Saavedra, que estaba abandonado y convivía con el paso a nivel automático. Nuestra acción consistió en limpiar esa cabina para presentar una serie de calcomanías que habíamos hecho y que se llamaba ’24 reflexiones sobre nuestro presente ferroviario’. Además de eso incluía la reaparición del guardabarrera que le daba la señal de vía libre al conductor del tren», cuenta. Por supuesto que ante esa aparición casi fantasmal, cuando el motorman lo veía comenzaba tocaba bocina como si estuviera loco. Los artistas –dicen- quieren poner en discusión el vaciamiento ferroviario que, subrayan, no sólo fue económico: “También hubo un vaciamiento humano, de oficios y profesiones que se desarrollaban en torno al tren”.
Larrambebere y Semo son dos amigos que comparten ideas, las discuten, ponen plata de sus bolsillos y salen intervenir estaciones ferroviarias. En total, ya hicieron más de 20 acciones. «Para nosotros esto no es un trabajo, forma parte de nuestra formación intelectual», concluyen.
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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