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Diario del aborto en el Senado 24-7-2018

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Otra jornada intensa en las audiencias en el Senado por el Aborto Legal. Nueve horas de exposiciones donde coincidieron el actual Ministro de Salud de Mauricio Macri con el ex Ministro de Salud de Néstor Kirchner. Ambos a favor. Además, las experiencias internacionales de un país un una gran capital de Latinoamérica que legalizaron: Uruguay y Ciudad de México. El poeta Bullrich y el anticlerical Pichetto, senadores estelares. Y el fuego verde presente y futuro de Juana Garay. Pasó de todo. 

Por Pablo Marchetti

Una presentación saludable

Si esto fuera un espectáculo con entrada paga, los organizadores estarían exultantes, pues no les quedaría más remedio que colgar el cartel más deseado, el más preciado, el más codiciado: “No hay más localidades”. Pero esto es un plenario de comisiones en la Cámara de Senadores, donde expone gente a favor y en contra de la legalización del aborto.
El salón Iliia está lleno de gente desde el comienzo, no entra más nadie, es la jornada más convocante de todas. No es para menos: hoy habla el Ministro de Salud, Adolfo Rubinstein. Rubinstein habla como ministro de un gabinete que está partido en dos en cuanto al tema. Y en un Senado en el que el partido del que forma parte también está dividido, aunque la mayoría de sus senadores está en contra.
“Yo vengo de la investigación y siempre he tenido un gran respeto por los datos –arranca Rubinstein-. Y todos son datos serios, sólidos. Entiendo que los datos a veces pueden ser más o menos sólidos. Pero la decisión está tomada por los datos rigurosos”.
Rubinstein mostró powerpoint y tiró datos. Muchos datos. Datos del Ministerio de Salud, de la Organización Mundial de la Salud. Datos sobre hospitalizaciones por abortos complicados, sobre muerte materna, sobre presupuesto, sobre lo que sea. Y habló también de los datos que faltan, por la ilegalidad.
También hizo referencia a la educación sexual, a los anticonceptivos y hasta habló de la continuidad durante su gestión de políticas implementadas desde el Gobierno anterior. Luego mostró el mapa del mundo, con los países donde es legal y los países donde no. Y siguió con una comparación de la situación entre estos países.
Una hora y media duró la presentación de Rubinstein, entre la ponencia y las respuestas a las preguntas que le hicieron senadoras y senadores. Muy claro lo del Ministro de Salud. Muy saludable.

El informe completo que mostró el Ministro de Salud en el Congreso a favor del #AbortoLegal

Pichetto, el hereje

“Excelente presentación, Ministro –fue el piropo del senador Miguel Ángel Pichetto a Rubinstein-. Si yo hubiera estado en contra no hubiera podido preguntar nada. Usted hizo un aporte significativo con tantos datos que dio. Y hay que reconocer también el aporte del presidente Macri al habilitar este debate. Si yo fuera de Cambiemos me sentiría orgulloso”.
Terminó de hablar Pichetto y Esteban Bullrich tomó la palabra: “Es una gran noticia que el senador Pichetto se haya vuelto macrista. Sobre todo ahora que tenemos que tratar el presupuesto”, chicaneó el senador de Cambiemos.
Pichetto esperó un rato para contestarle. Más precisamente, hasta después de que habló Ginés González García. “Quiero recordar que cuando usted repartió preservativos –dijo Pichetto en referencia a Ginés- el obispo castrense Baseotto sugirió atarlo a una piedra y tirarlo al río. Del mismo modo que se opuso la Iglesia al reparto de preservativos en África, cuando la gente se moría de sida”.
“No me volví macrista –continuó Pichetto-. Y tengo un gran respeto por el senador Bullrich, que me parece un hombre honesto. Pero si fuera macrista destacaría esto de mi Presidente, como me sentiría orgulloso de la presentación que hizo el ministro Rubinstein”.
La senadora María Cristina Fiore le pidió a Pichetto que no le faltara el respeto a la Iglesia, pero el senador peronista por Río Negro insistió: “Es imprescindible que la Iglesia entienda cuál es el rol de la mujer hoy en la sociedad, que comprenda los cambios que estamos viviendo. Y que asuma que tuvo una posición retrógrada respecto del divorcio vincular, el matrimonio igualitario y ahora, con el aborto legal”.
Sí, leyeron bien: eso lo dijo Pichetto, no Susy Shock.

Pago a proveedores

“Yo hice el juramento hipocrático y me acuerdo bien”, arrancó el rector de la Universidad Católica Argentina, Miguel Schiavone, como respuesta venenosa a Rubinstein, que había dicho que no recordaba qué decía el juramento hipocrático, pues no importaba, porque era cosa del pasado.
“La principal causa de muerte en la Argentina es la pobreza -generalizó Schiavone-. Las mortalidades materna e infantil, y el aborto, son una cuestión de salud pública sólo porque son parte de un país inmerso en la pobreza. Esta ley atenta contra la solidaridad social y cultiva el individualismo”.
Schiavone hizo una presentación clásica en las filas de los antiderecho: arrancó tranquilo, sugiriendo mesura, y terminó mostrando la verdad sobre los verdaderos intereses que sostiene. “Esta ley condiciona nuestro futuro mucho más que cualquier acuerdo o préstamo internacional”, expresó, volviendo al recurso remanido de vincular a la legalización del aborto con un pedido foráneo.
Para concluir dio cátedra de la igualdad de género según los antiderecho, cuando le preguntaron por el rol del hombre dentro de esta ley: “El hombre deberá ser el proveedor del hogar, así como la mujer es la proveedora del niño por nacer, primero, y en el niño pequeño, después. El hombre actual colabora en el hogar porque la mujer necesita realizarse como persona”, explicó.
Lo que se dice un tipo amplio. Y quien piensa otra cosa es una feminazi.

Gol uruguayo

Lo siento mucho. Díganme machirulo, si quieren. Llámenme hijo del heteropatriarcado, acúsenme de haber abandonado la dieta de la deconstrucción. Piensen lo que quieran. Pero se me hace inevitable la comparación futbolera. Por un lado, puede hablarse de garra charrúa. Por otro, puede decirse que Leonel Briozzo ganó, gustó y goleó.
Briozzo es médico ginecólogo y empezó su charla pidiendo disculpas a sus pacientes, porque hoy no iba a poder atender. El doctor es el jefe de servicio de la Maternidad Augusto Tourenne del Hospital de la Mujer del Centro Hospitalario Pereira Rossell, el más importante en esa especialización en Montevideo. Y allí atiende de lunes a sábado, desde las 8 de la mañana.
Además de su trabajo como médico, Briozzo fue Subsecretario de Salud durante la presidencia de José Pepe Mujica, y uno de los grandes responsables de la legalización del aborto en el Uruguay. Curioso: para su presentación en el Congreso luce una corbata celeste. Aunque en su caso parece más vinculada con la camiseta de su Selección que con el color antiderecho.
La presentación de Briozzo estuvo cargada de datos, con powerpoint, y fue contundente respecto de lo que había pasado en el Uruguay con el aborto legal. “Hoy somos el segundo país con menos muertes maternas, superado sólo por Canadá”, arrancó.
“En nuestro país, con la ley también disminuyeron las enfermedades maternas y la mortalidad infantil –continuó Briozzo-. Y también disminuyeron los abortos, cosa que sucede en general con los países en los que se legaliza el aborto. Y digo en general porque hay excepciones, como Cuba, donde el aborto no disminuyó con la legalización, que sucedió al comienzo de la revolución”.
También destacó otros aspectos de la legalización y derribó algunos mitos: “No es cierto que las mujeres pobres abortan más. Como decimos del otro lado del charco, ‘esto es algo que pasa en las mejores familias’. La legalización terminó también con el estigma que había sobre la mujer”.
Uno de los temas centrales del debate, en general, fue la objeción de conciencia. “No tuvimos problemas en ese sentido –explicó Briozzo-. La ley ayudó a que tengamos más y mejores profesionales, en todo sentido. También en cuanto a la formación ética. La idea es que no importa lo que pienso, sino lo que necesita el paciente. Por supuesto que hay objetores de conciencia. Pero quienes no pueden hacer un aborto por convicciones personales son conscientes de que tienen que buscar a quien lo haga”.
Briozzo explicó que con el aborto tampoco se fue afectada la tasa de natalidad de su país. “Sé que esto es algo que a ustedes aquí en la Argentina les puede parecer irrelevante, pero en un país con 3 millones 400 mil habitantes es algo importante”, aclaró.
En cuanto a otro de los temas centrales del debate, el “gasto” que le ocasionaría al Estado afrontar el aborto legal, el doctor Briozzo dio cifras concretas: “Cada aborto cuesta en promedio unos cien dólares”. La cifra surge del hecho de que el 96% de los abortos en el Uruguay son farmacológicos ambulatorios y el 3% son farmacológicos institucionalizados. Sólo el 1% restante requieren internaciones producto de complicaciones.
“Los 100 dólares son producto del medicamento y de la atención médica –explico Briozzo-. Y esto es porque tenemos que importar el Misoprostol. Pero me enteré que aquí en Santa Fe lo están empezando a fabricar. Si esto sucede, mi país podría ser el primero en comprarles, con lo cual se podrían abaratar los costos”.
A Briozzo le preguntaron si no creía que la vida comenzaba con la concepción. “Concepción es un concepto religioso –respondió-. En medicina hablamos de fecundación. Desde luego que la vida del feto es invaluable. Para mí el feto es un paciente más. Siempre que la madre así lo establezca, por supuesto. Porque la madre es la única que puede representar a ese paciente”.
Por último, Briozzo dijo que legalizar el aborto no soluciona nada si no se llevan adelante también programas de educación sexual y reparto de anticonceptivos. Y explicó cómo había sido esa experiencia en su país. “Nosotros somos pro vida y ese derecho no voy a permitir que me lo quite nadie”, concluyó el ex Subsecretario de Salud del Uruguay.
Ni Edinson Cavani la hubiera clavado así, en el ángulo.

Ay, paisito

Al diputado uruguayo Gerardo Amarilla le tocó el triste papel de ser la contracara de Briozzo y explicar por qué en su país el aborto legal había sido un fracaso. La exposición de Amarilla fue muy útil para demostrar que existe algo más ridículo que oponerse a la legalización del aborto. Y es oponerse al aborto cuando ya es legal.
Amarilla no aportó datos claros, todo fue muy confuso, hasta que llegó una pregunta que permitió entender de qué iba su exposición: “Para mí la mujer que aborte debería ir presa”, aseguró. Y cerró con broche de oro en un tono conspiranoico que cada tanto aparece entre los antiderecho: “La legalización del aborto es una estrategia de la ONU para reducir la población mundial”, afirmó. Lógico, si no fuera por la ONU, Uruguay no sería un paisito, sino un paisote.

The Bullrich horror show

El senador Esteban Bullrich llegó temprano al salón Illia y se quedó sentado varias horas escuchando. Bullrich fue el primer Ministro de Educación de Mauricio Macri y logró un gran triunfo electoral al vencer a Cristina Fernández de Kirchner en los comicios para senadores en la Provincia de Buenos Aires, el año pasado.
El ex ministro tiene una militancia destacada en lo que los antiderecho llaman “defensa de las 2 vidas”. Hace unos meses, Bullrich se hizo famoso también como poeta, cuando publicó en su cuenta de Facebook el poema “Yo te amo, mamá”, en el que realizó una operación de enorme destreza literaria, al escribir en primera persona desde el punto de vista de un feto.
Después de chicanear a Pichetto, el senador y ex ministro tomó la palabra para cuestionar al Ministro de Salud de su propio Gobierno, de su propio partido. Este enfrentamiento de posiciones es algo que se da naturalmente, sobre lo que no hay mucho cuestionamiento social. Es más, es visto como un acto democrático, de sano disenso. ¿No debería haberse observado, entonces, del mismo modo el “voto no positivo” de Julio Cobos cuando se votó la 125, hace diez años?
Luego de dejar claro que “la vida comienza en la concepción”, que estaba allí para “la defensa de las 2 vidas” y que había que elegir el largo plazo, el ex ministro Bullrich, de Cambiemos, le preguntó al actual ministro Rubinstein, de Cambiemos: “¿No estamos eligiendo el camino más fácil? “Coincido en que hay que elegir el largo plazo, porque la solución de fondo es la prevención –respondió Rubinstein- El problema es el mientras tanto”.
Pero el verdadero gran momento de Bullrich fue cuando cruzó a su colega, el senador chaqueño Eduardo Aguilar. Se realizaba la ronda de preguntas a Ernesto Beruti, obstetra del Hospital Austral.
Beruti había plantado bandera de entrada: “Un embrión es un ser humano, es evidente”. Y después cometió una de las mayores aberraciones propias de los militantes antiderecho: se refirió al derecho a la vida de los “bebes”. Sí, así, sin tilde. Beruti habló de “bebes” en lugar de “bebés”. El horror.
“Estoy convencido de que una mujer que aborta no es una asesina, sino una víctima –aclaró Beruti- . Si no fuera así, estaríamos creando un problema. A la mujer que se hace un aborto hay que ayudarla, hay que acompañarla, no mandarla a la cárcel”.
Cuando le tocó preguntar, el senador Aguilar expresó: “Usted habla de acompañamiento, pero si el aborto es ilegal, nadie va a admitir que abortó por miedo a ir a la cárcel. Y si nadie dice nada, no puede haber ningún tipo de acompañamiento”. Beruti no llegó a contestar porque antes habló el senador Esteban Bullrich.
“Si es por eso, a los adictos habría que darles droga en los hospitales y controlarlos, acompañarlos”, dijo el ex Ministro de Educación de este gobierno. El mismo Gobierno que tiene como ministro de Salud a Rubinstein. Una joya. O, mejor dicho, un verdadero poema.

Una desigualdad sin igual

“Este es un debate sobre la desigualdad –aseguró Nora Maciel, investigadora de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Noreste, en Corrientes-. Sobre la desigualdad entre mujeres ricas y mujeres pobres, sobre la desigualdad entre hombres y mujeres, y es también un debate sobre la salud pública en el marco de esa desigualdad”.
“El cuerpo de las mujeres se concibe como propiedad del Estado, como envase o como incubadora –continuó Maciel-. Lo que molesta al sistema patriarcal es el empoderamiento de las mujeres”.
Breve, contundente. Sin igual.

Voto ministerial

El salón Illia seguía lleno para esperar a la segunda estrella del día. Ya había pasado un Ministro de Salud en ejercicio, Adolfo Rubinstein, ministro del presidente Mauricio Macri. Ahora era el turno de un ex Ministro de Salud, el del presidente Néstor Kirchner. Ginés González García se había expresado a favor de legalizar el aborto hace años, siendo ministro, inclusive cuando las posibilidades de debatir una ley parecía un tema de la ciencia ficción.
“Hoy el lugar de venta del mercado negro de Misoprostol es internet, es Mercado Libre –afirmó Ginés-. Pidieron que no se lo llamara por ese nombre, entonces le cambiaron un par de letras o lo llaman de otra forma. Pero no se puede evitar eso, lo sabemos bien. Es imposible de controlar”.
“Hay abortos de ricas y de pobres, no es lo mismo –continuó el ex ministro-. Esta ley implicaría una reducción de la brecha social. Legalizar es la política más eficaz para igualar derechos de las personas”.
Ginés habló de lo “saludable” que resultaba el movimiento social que se generó en torno al pedido de legalización del aborto. “Esta es la manera de cambiar la historia –expresó-. Tenemos que entender que si queremos parecernos al Primer Mundo tenemos que empezar a implementar las políticas que llevan adelante ellos”.
“Con todo respeto, yo quiero parecerme a Europa, no a África –agregó el ex ministro-. Y por favor, dejemos de lado las teorías conspirativas. Dejemos de decir cosas como que la ONU quiere bajar la tasa de natalidad. La ONU la integran todos los países del Mundo. Nosotros somos parte de la ONU. Además, la ONU puede sentar posiciones, pero de ninguna manera dar consejos”.
Entonces llegó el momento de las preguntas. Y entonces reapareció Bullrich, el poeta. “La democracia tiene una deuda con la desigualdad, no con el aborto –dijo el senador-. Además, las leyes no son mágicas”. “No, las leyes no son mágicas –reconoció Ginés-. Pero pocas veces una ley puede causar efectos tan inmediatos como esta. Mire si no lo que pasa en Rosario, con la implementación del protocolo”.
La presentación de Ginés terminó con un largo elogio de Pichetto, “un reconocimiento por su tarea como ministro de Néstor Kirchner”.
Ginés González y Pichetto, corazón/ acá tienen los pibes para la liberación. O la interrupción, como prefieran.

El modelo: Rosario, la ciudad del aborto legal

Arrancó el fetito

El obstetra Adolfo Etchegaray apeló al hit embrionista, al “una que sepamos todos” del fetismo organizado. No con la palabra, sino con algo que vale más que mil palabras: la imagen. El tipo arrancó su charla, sacó el control remoto, peló powerpoint y ahí aparecieron las imágenes de ellos, los fetos. Pero el tipo fue más allá y se despachó hasta con fotos de bebés gateando.
Su aporte fue más de lo mismo, pero el fetismo se vio conmovido por esos bracitos, esas piernitas, ese corazoncito latiendo, todo ahí, en diminutivo, porque se sabe que el diminutivo vuelve todo más benévolo.
Si el diminutivo se aplica a la comida, se bajan las calorías o el nivel de grasas saturadas. Todo el mundo sabe que un choricito o una mollejita tienen menos colesterol que un chorizo o una molleja. Pero si el diminutivo se aplica a los seres vivos se gana en ternura: un perrito conmueve más que un perro; una abuelita más que una abuela; y bebito más que un bebé. Y, en ese sentido, el feto es la apoteosis del diminutivo.
Después de una exposición donde empleó el término “feticidio”, concluyó: “El aborto sólo busca suprimir al discapacitado”. Con lo cual se supone que estaríamos incurriendo en discapaciticidio. O sea, terminar con los discapacitaditos.
La del martes fue una jornada internacional. Después de la contundente ponencia sobre la situación en el Uruguay, llegó el momento de la Ciudad de México. Hace once años que la ciudad más poblada de un país de habla hispana tiene legalizado el aborto.
El sistema federal de México hace que esta ciudad sea el único estado (de las 32 entidades federativas del país) que tiene aprobado el aborto. Puede pensarse que se trata de una ciudad, porque lo es. Pero lo cierto es que sólo en la ciudad de México viven 9 millones de habitantes. Que llegan a 23 millones si se suman los 14 que viven en ciudades satélite.
Sólo la ciudad tiene casi el triple de habitantes del Uruguay. Y todo el casco urbano, la mitad de habitantes que toda la Argentina. En suma, es sólo una ciudad. Pero en términos de la cantidad de gente, bien podría pensarse en todo un país.
El médico obstetra mexicano Patricio Sanhueza fue muy didáctico sobre cómo funcionaba el sistema mexicano. Y en su exposición con powerpoint hasta mostró fotos de las manifestaciones que hubo en México para reclamar el tratamiento de la ley. Cualquier similitud con la marea verde de la Argentina no es pura coincidencia.
Lo más llamativo de la exposición de Sanhueza fue su permanente invocación al consenso y al diálogo que había precedido al tratamiento y la implementación de la ley. Inclusive habló varias veces de “los sectores más conservadores”, que se vieron contemplados y quienes llevaron adelante un programa de adopción.
“Me parece injusto hablar de gasto para hablar de la salud de una mujer –afirmó Sanhueza-. En este caso me parece fundamental aprender a escuchar. Y si hay algo que ha sido fundamental en el tratamiento y la implementación de la ley es que hemos aprendido a escuchar”.
Como ejemplo de aprender a escuchar, Sanhueza contó el caso de una chica de 15 años que llegó acompañada de su madre y su abuela. La madre y la abuela le decían que aborto, pero la chica dijo que no, que ella estaba de novia con el chico de la tienda y que quería tener al chico porque quería “ser señora”. “Es terrible todo lo que tiene para decirnos esto como sociedad”, dijo el médico mexicano.
Cuando le consultaron sobre las extranjeras que llegaban a México para hacerse un aborto, Sanhueza fue categórico: “Vienen algunas, es cierto. Y sobre todo, vienen muchas mujeres de otros estados. Pero eso es irrelevante. También viene mucha gente a los hospitales de México a atenderse por otros problemas de salud. Es algo lógico que sucede en toda gran ciudad”.
En tu cara, fetista. Canta y no llores.

Feminismo chabón

No ando por la vida con el pañuelo verde. Tengo una posición clarísima a favor del Aborto Legal, Seguro y Gratuito desde siempre, apoyé desde el nacimiento la lucha de la Campaña, hice pública siempre mi posición. Pero desde el nacimiento de la Marea Verde prefiero quedarme un poco al margen. No porque haya cambiado mi posición. Simplemente porque soy un tipo, un hombre, un varón blanco y heterosexual. Un chabón.
Tengo cierto pudor de sobreactuar un reclamo que tiene que ver con la soberanía del cuerpo de la mujer. Me manifiesto a favor del aborto donde me convoquen, pero no me gusta la estridencia en esta lucha. Discuto, sí, y mucho, con chabones que están en contra. Pero no ando por la vida con un estandarte que no me corresponde. Porque no quiero protagonizar una lucha que no es mi lucha.
Que se entienda: es mi lucha, como lo es toda lucha que tiene que ver con la igualdad de derechos. Pero mi lugar aquí es el de acompañante. Estoy para acompañar, para preguntar si hago falta, para decir: “Cuenten conmigo para lo que sea”. No para decir qué es lo que hay que hacer. Digo esto porque creo que es clave para entender lo que, creo, fueron desde lo argumentativo dos buenas ponencias sobre el aborto.
El médico y ex titular del PAMI, Carlos Regazzoni, y el abogado constitucionalista Fernando Toller dieron argumentos sólidos y en ningún momento derraparon con tráfico de fetos, complots internacionales, genocidios como el nazismo o cosas por el estilo.
Regazzoni pidió un sinceramiento en la discusión: “En ambos casos, en ambas posturas, estamos hablando de cosmovisiones. El argumento, sea cual sea, será un argumento ético, no médico. Antes que una cuestión de salud pública, esta es una discusión filosófica, de valores”.
“En los países centrales se bajó la tasa de mortalidad materna por la economía, no por el aborto –afirmó Regazzoni-. Si queremos parecernos a ellos, pensemos en cambiar la economía. El aborto es un problema de salud pública porque la pobreza es un problema de salud pública. Los sectores más pobres son los que tienen más hijos, aquí y en los países más avanzados”.
Toller, por su parte, se dedicó a destrozar punto por punto el proyecto de ley, argumentando lo que, según él, son “disparates jurídicos”. Habló más de una hora (el tiempo estipulado para cada expositor es de siete minutos) y fue categórico al respecto. Tanto, que cualquiera que no sepa nada de derecho (como un servidor) se sintió apabullado por sus argumentos.
El problema de Regazzoni y de Toller es que son dos tipos, dos varones blancos y heterosexuales. Dos chabones. Como yo. Dos tipos que, además, no se permiten entender qué es lo que está pasando con las mujeres. No como entidad, como enunciado. Como realidad concreta, como cuerpos en movimiento, como puesta en valor, en deseo, en gestación y en acción.
Regazzoni y Toller tienen razones sólidas propias de un mundo que ya no es. Ni en los valores ni en las leyes. Ni en la medicina ni en las relaciones sociales. Un mundo que es el mundo en el que crecimos y nos desarrollamos. Un mundo en el que existimos y aprendimos a ser. Y un mundo que tenemos que cambiar. Ni siquiera hablo de cambiar al mundo. Hablo de cambiar nosotros, nosotras, nosotres.
Nos están reclamando un cambio. Las mujeres nos están mostrando cosas que están mal, nos están pidiendo a gritos un cambio, una nueva mirada, una nueva manera de comportarnos, de ser. Y, como decía Sanhueza sobre la experiencia en México, este es un momento de escuchar.
Los chabones llevamos miles de años diciéndoles a las mujeres cómo debe ser el mundo. Pensemos en los filósofos, en los médicos, en los abogados y jueces: todos tipos marcando las pautas de cómo debe ser la sociedad.
No hablo de dejar de opinar. Hablo de escuchar. Hablo de respeto.

El futuro llegó

“Somos un fuego verde que recorre América latina. La maternidad será deseada o no será. Y como familia elegimos tener miles de hermanas”. Juana Garay conmueve con sus palabras apasionadas, de consignas incendiarias, cargadas de futuro, como decía Gabriel Celaya sobre la poesía. Palabras que arrancan parafraseando al Manifiesto Comunista de Marx y Engels, y continúan citando a Eva Perón.
Juana es la presidenta del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires. Tiene 17 años, está en quinto año. “Ustedes pueden discutir si las jóvenes debemos o no abortar pero les tengo una mala noticia: ya lo hacemos”, dice Juana que tiene puesta una camisa a rayas verdes y blancas. Sí, el verde de los pañuelos vuelve magnética su imagen.
“A las mujeres nos golpean, nos violan, nos matan –aseguró Juana-. Por eso emergimos en las plazas, en las escuelas, en los trabajos. Sabemos que vamos a vencer. Pero no por milagro, sino porque estamos militando esto. Estamos haciendo una revolución”.
A la hora de las preguntas, la senadora Inés Brizuela, contraria a la ley, felicitó a Juana por pelear por sus convicciones: “En eso estamos del mismo lado, aunque no coincidamos en el planteo y tengamos distintos métodos”, expresó la senadora. Y para contestarle, la dirigente estudiantil eligió un tono conciliador, lejos de estridencias y apostó a lo que viene.
“Los métodos diferentes que usted plantea tienen que ver con la diferencia generacional –respondió Juana Garay-. Entiendo sus valores, pero hoy esos valores cambiaron. Los jóvenes pensamos de otra manera. El aborto legal es un reclamo generalizado en nuestra generación. Tenemos valores distintos y la ley debe ser pensada para esa sociedad, para mi generación y las generaciones que vendrán”.
Gracias, Juana. El futuro ya llegó.

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Sí, podemos: 20 años del No a la Mina de Esquel

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Esquel está cumpliendo 20 años del histórico plebiscito en el que por más del 81% de los sufragios la comunidad votó «No a la Mina» y rechazó así la instalación de la megaminería en la región. A qué le dijeron que «Sí», desde la nota histórica que se hizo desde MU en uno de los tantos viajes, el primero, a la madre de muchas batallas.

El 23 de marzo se cumplieron 20 años del rechazo a la megaminería en Esquel, símbolo de lucha contra los proyectos contaminantes, inconsultos, impuestos en silencio y con violencia, y símbolo también de la democracia participativa, la organización y una lucha que se contagió a otros lugares del país.

En estos días hubo recitales, charlas, caminatas, marcha el 23 de marzo, y este domingo culminará la celebración con un ascenso al cerro Calfu Mahuida, un modo de simbolizar ese contacto permanente de la comunidad de Esquel con la naturaleza.

La historia viva cuenta que un puñado de vecinas y vecinos, que fueron cada vez más, comenzaron a reunirse, a estudiar la situación, a ir a escuelas, clubes, barios, difundiendo capilarmente, en una movilización a la vez inmensa, lo que se estaba tramando para hundir a Esquel en la megaminería. El 4 de diciembre de 2002 fue la primera marcha que reunió a más de 6.000 personas. Nunca desde entonces se dejó de marchar el 4 de cada mes.

Esa creación de movilización involucró otro hecho histórico: se había formado la Asamblea No a la Mina, grupo apartidario, horizontal, democrático, diverso, expresión de las nuevas formas de organización social que emergían en el país tras la crisis de 2001.  

El mecanismo asambleario en el que participaba todo el que quisiera, llevó a presionar la situación hasta obtener la posibilidad de la que se celebraron ahora 20 años: el 23 de marzo de 2003 se realizó un plebiscito en el que la comunidad rechazó por más del 81% de los votos al proyecto que intentaban imponer la empresa Meridian Gold y el Estado. Esquel hizo nacer aquel No, pero además generó un contagio en diferentes lugares en que se manifestaban  conflictos ambientales en todo el país (Gualeguaychú, Famatina, Andalgalá, como emblemas de una actitud ciudadana no ha dejado de crecer hasta hoy frente a diferentes situaciones territoriales, de salud, y hasta de derechos humanos). Se ponía en foco al modelo extractivo.

Desde aquellos años Esquel ha pasado por situaciones de todo tipo que han sido reflejadas tanto en lavaca.org como en la revista MU:

  • la intención de dar vuelta la decisión de la población a través de campañas de acción psicológica y desinformación;
  • el espionaje a vecinas y vecinos que integraban la Asamblea, por parte de la AFI, como forma de amedrentamiento y control social;
  • las presiones políticas y hasta laborales que sufría toda persona involucrada con el proceso asambleario;
  • el contagio fundamental de la acción de Esquel a toda Chubut, que se pobló de asambleas en todo el territorio, incluyendo a las comunidades de pueblos originarios, siempre rechazando los proyectos y negociados minero-estatales;
  • las trampas legislativas detectadas cuando se obtuvo la foto del diputado Gustavo Muñiz (del Frente para la Victoria) chateando por celular con el gerente Gastón Berardi de Yamana Gold, la empresa que había asumido el proyecto para impedir y ningunear la Iniciativa Popular presentada por la ciudadanía para que se convirtiera en Ley;
  • las represiones a los manifestantes en Rawson, cuando la lucha debió concentrarse en la capital provincial; el acoso mediático a toda esta movida en defensa de la naturaleza por parte de buena parte del sistema mediático, dependiente de pautas publicitarias estatales y privadas.
  • Y, por nombrar algo de lo más relevante en los últimos tiempos, el Chubutazo, o “Chubutaguazo”, con que la provincia movilizada logró dar vuelta de un modo comovedor en 2020 un nuevo intento de legislación que bajo el disfraz de una “zonificación” provincial buscaba lo de siempre: ir por la minería. La ciudadanía logró tumbar esa intentona y reponer la ley que prohíbe los megaproyectos extractivos.
  • Otro detalle de estos tiempos: ya hay una tercera generación de integrantes de las asambleas participando plenamente, un sub-17 que demuestra el alcance de todo lo que se ha realizado, también desde el punto de vista inter-generacional.

Esquel fue el nacimiento de la resistencia de Chubut, que no significa solamente un rechazo al saqueo y la contaminación, un No, sino también múltiples Sí:

  • Sí: sí a la vida.
  • Sí a la reivindicación por la positiva de otras formas de producción que no impliquen la destrucción.
  • Sí a la necesidad de licencia social para cualquier proyecto, de cuidado de ambiente como forma de preservación de la vida y el trabajo.
  • Sí a nuevas formas de relación entre lo humano y la naturaleza. A nuevas relaciones también entre las personas para plasmar la idea de que el agua vale más que el oro, y de que el futuro es posible.

Como homenaje a todo eso aquí puede verse la primera de las notas publicadas en MU sobre la asamblea de Esquel: “La madre del No”, para conocer esa experiencia histórica hecha de resistencia, inteligencia, generosidad y, también, alegría.  

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24 de marzo de 2023: Que la memoria (los) ilumine

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Crónica de un nuevo 24 de marzo desde la voz de la gente, que habla de todo: de cuánto estaba el chori la marcha pasada a cuánto está hoy; de la pesificación de los fondos jubilatorios y de las elecciones por venir; de las dos marchas, y de la realidad. La necesidad de seguir enfrentando al fascismo, ¿cada vez más presente?, y la energía que da la calle. El recuerdo de Hebe, la presencia y las palabras de Nora Cortiñas, la partida sin condena de Carlos Blaquier. Lo pendiente: los juicios aún en curso, la falta de respuestas del Poder Judicial y de la política, les desparecides de hoy. La presencia de niñas y niños como herencia de una sana costumbre: memoria, verdad y justicia, ahora y siempre.

Y si de vos
me dijeran que no exististe,
les gritaría que me quedan,
tus ojos tristes,
tu caminar lento,
tu sonrisa apenas esbozada,
tu caricia leve,
y una espera,
una larga espera
de la que no volveremos
nunca,
o tal vez sí…

“Octubre 1976”, de Ana María Ponce, desaparecida.
24 de marzo de 2023: una de las intervenciones callejeras con el Nunca Más como bandera. Foto: Sol Tunni

Ahora es marzo de 2023.

24 de marzo de 2023.

Un pibe alto camina lento, con ojos tristes; el frente y el dorsal de su musculosa negra, cuenta: “Son 30.000 y uno es mi abuelo”. Al lado, su mamá, camina lento, con una sonrisa apenas esbozada. Su musculosa gris, cuenta: “Son 30.000 y uno es mi papá”. Caminan lento porque hay un océano de cabezas, pies y corazones que se dirigen desde el Congreso de la Nación hacia Plaza de Mayo, a reivindicar la Memoria, la Verdad y la Justicia, a 47 años de la noche más sombría.

El pibe alto se llama Thomas Aballay y sostiene un cartel que contiene la foto de su abuelo, cuya sonrisa es tan ancha que parece desbordarse de la imagen. Se lee: “Jorge Oscar Tanco, detenido desaparecido, 16/09/1976”. Dice: “Pertenezco a la agrupación de Nietos de desaparecidos, conmueve un montón estar acá. El Nunca Más no debe quedar en el aire, por eso hay que seguir luchando”. Lo escucha su mamá, Maika Tanco, la hija de Jorge. Plantea deudas de esta democracia en relación a los castigos por los crímenes de lesa humanidad: “Necesitamos hablar no sólo del pasado, sino del presente y del futuro. La cárcel para los genocidas debe ser definitiva; cárcel común, no que estén en sus casas. Además, los juicios están retrasados. En los últimos cuatro años no hubo adelantos significativos y eso quedó manifiesto en que el empresario Carlos Blaquier acaba de morir sin ser juzgado por su complicidad con la dictadura. 47 años después, no es justicia. Y él ni siquiera la tuvo; falleció como inocente, y no lo fue”.

Lo que plantea Maika, minutos después lo confirman en números desde Sobrevivientes, Familiares Compañerxs y Amigxs del Centro Clandestino de Detención «El Olimpo”, emplazado en el barrio porteño de Floresta: “Hoy, 8 de cada 10 condenados por delitos de lesa humanidad están en sus casas cumpliendo las penas que debieran completar en cárcel común”. Desde que se reabrieron los juicios, entre 2006 y 2022 hubo 283 sentencias dictadas, 1115 personas condenadas y 171 absueltas. Hay 15 juicios en curso y 75 causas aguardan fecha de debate. En relación a la falta de celeridad, se debe a la escasez de tribunales orales disponibles. Un ejemplo es el proceso judicial por las violaciones de derechos humanos en el Centro Clandestino “Puente 12”, en La Matanza. El debate, pactado para principios de 2022, recién comenzará el próximo 3 de abril “por cuestiones de agenda”.

Como el mundial

El olor a humo que emana de decenas de parrillas acompañan toda la marcha. Hay olor a chori, hay olor a un pueblo que, pese a ser una fecha que evoca la peor de las crueldades, se hermana, se abraza. Se trata de una fecha para encontrarse y reencontrarse, con unx mismo y con el resto. El barro que se multiplica con el paso de las horas en varios sectores de la Plaza de Mayo refleja la masividad de la cita ineludible. Hay mil banderas de organizaciones sociales, de partidos, de sindicatos; pasacalles, stencils, graffitis viejos y que acaban de nacer; bombos, cánticos, intervenciones artísticas; hay sueños compartidos: “La importancia de estar acá es mostrar que la derecha, los milicos, la policía, no tiene la cancha libre; desearía que fueran menos, pero no lo son, siguen teniendo mucho poder. Entonces, la única defensa que tenemos es la calle”, alza Cecilia, 69 años, de Florida Norte. Y profundiza: “Hay que apuntar a la igualdad social como eje; tenemos alimentos para millones de personas, pero la mitad de nuestra población infantil es pobre. Alguien se la está llevando y es contra ellos que debemos pelear”.

Antes de empezar a marchar, Norita Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, le dice a la lavaca que está “con mucha fuerza para seguir pidiendo Memoria, Verdad y Justicia”; le dice que “el país está cada día peor, porque este gobierno, gobierna para los ricos, y hay que resistir en la calle”; le dice que pasó su cumpleaños (93, el 22 de marzo) “muy feliz, llena de abrazos y de afecto, pero la felicidad nunca es completa y será así hasta encontrar a Gustavo (su hijo, desaparecido)”; dice que el compromiso “debe ser hasta morir” y antes de terminar la charla, en medio de un intenso calor, propone ir tomar una cerveza al final de la jornada.

Lucía Iérmoli tiene 35 años y está embarazada de seis meses. “Las conquistas hay que defenderlas acá, contra el poder concentrado que sigue creciendo. No estar un día como hoy marcaría una ausencia. Que reviente de gente esta plaza es un logro de todas, de todos. No sé cuántos lugares en el mundo tienen un día que reivindique la memoria”, dice, con voz tierna y con Vera en la panza, que también sigue creciendo. A su lado, su amiga Alejandra Spinetta, 59 años, agrega: “No se puede no estar acá; si uno falta, si no se compromete, es dejarle el lugar para que avance la derecha”.

A unos metros, Laura, de 66, está contenta. Muestra una vitalidad que está recuperando, a medida que avanzan las horas: “Es mi primera movilización después de la pandemia; estuve muy enferma, durante muchos años, pero hoy sentía que debía estar con mi pueblo y no me arrepiento: me llena de energía”.

Detrás, una imagen bellísima que retrata a Hebe de Bonafini, en el primer 24 sin su presencia física. Está con sus dos hijos, chiquitos, ambos desaparecidos. Una frase acompaña el cuadro, a 40 años de la recuperación de la democracia: “El día que me muera no me tienen que llorar. Hagan una fiesta en la calle, porque hice lo que quise y peleé con todo como quise”.

Retrato de Hebe de Bonafini: símbolo de lucha y de una época. Foto: Sol Tunni

El 24 de marzo de 1995 a las 6 de la mañana llegó al mundo Victoria Rossi. “Victoria por la frase del Che, de ‘hasta la victoria siempre’, por el concepto del triunfo del pueblo”, rememora Viqui, a metros de la Catedral vallada, en su cumpleaños 28. “A partir de que empecé a militar en el centro de estudiantes del secundario, sentí que los 24 de marzo ya no había lugar para festejos personales, sí para abrazos, sí para estar con mi gente, pero desde un lado más colectivo”. Su mamá y su papá, militantes de izquierda, venían a las marchas mucho antes de que se decretara feriado, allá por 2022: “Desde chiquita fui consciente del valor que tenía esta fecha y me acuerdo que en cuarto grado fue el último cumple que festejé en la escuela. Sin embargo, estar acá es lo más importante en este día; un año no vine y algo me faltó. Decidí que esa sensación no la quiero sentir más”. Y asocia: “Más allá de que esto no sea una celebración, vivo un 24 de marzo como lo más parecido a ganar un campeonato del mundo, porque hay un gran motivo para juntarse: hay orgas, partidos, familias, parejas, gente que va de la mano con quien quiere y eso tiene que ver con la búsqueda de la libertad por la que peleaban las y los desaparecidos”.

Ideas de ayer a hoy

Un hombre cuarentón camina de la mano de su hija. Ambos tienen puesta el mismo modelo de remera que exige “Juicio y castigo”. La diferencia es que una es talle X y la otra es talle S. Expresa Lucas: “Estamos acá por dos motivos: por responsabilidad social y porque mi papá es uno de los 30 mil”. ¿Qué utopías de su viejo hay que traer al presente? “Nunca dejar de hacer política seria y trabajar mucho en los barrios”. Se va a seguir marchando, siempre de la mano de su hija. En su espalda, de su mochila cuelga un pañuelo blanco que denuncia: “Pablo Córdoba, desaparecido”.

Ana Valverde escucha atentamente el documento leído por el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia. Tiene 72 años, milita hace 54 y lleva bien alto un cartel con la foto y el nombre de Patricia Gaitán, desaparecida por la última dictadura cívico militar eclesiástica. “La principal pelea de los 70 que hay que dar hoy es cómo lograr la unidad de las y los laburantes”. Dice que es jubilada y protesta porque “el gobierno nacional acaba de confiscar el fondo de garantía de sustentabilidad que estaba en dólares y que por un DNU lo pesificó. Esto no perjudica a quienes ahora somos jubilados, sino también a ustedes, los más jóvenes”.

–¿Vos aportás? –me pregunta.
–Sí.
–Bueno, te acaban de afanar.

Un pasacalle grita: “30.000 razones contra el FMI”; un cartel pegado con engrudo sigue la línea: “Basta de extorsiones del FMI”; desde arriba del escenario, en el documento que leen los organismos de derechos humanos, se agita: “El Poder económico es el gran ausente de este proceso, y su impunidad la seguimos pagando como pueblo, porque nos siguen sometiendo a la miseria, buscando un enriquecimiento sin límites y sin importar los costos”. Abajo, la inflación arrasa. Alberto es de Avellaneda y atiende una parrilla que instaló en la esquina de Avenida de Mayo y Carlos Pellegrini: “En la marcha pasada, el chori estaba 150 pesos, cobrándolo caro; hoy, yo lo tengo 700, como barato; en otros puestos está hasta 900”. A 50 metros, Viviana está sentada en un banquito. En el piso, sobre una lona, expone pañuelos blancos y azules, con la consigna “Nunca Más”. “El año pasado estaban 250 pesos, hoy 500”. Agrega: “Fue muy floja la venta, hoy se vendió mucho menos que en 2022”.

La primera actividad que arranca el 24, a media mañana, y la que cierra, a eso de las 20, se da en Plaza de los Dos Congresos. Es un festival por la memoria donde cantan bandas de heavy metal, que se organiza desde hace 16 años. Quien presenta a las bandas se llama Fernando Ricart, tiene 52 años, un pelo larguísimo y un padrino que estuvo detenido desaparecido: “Se lo llevaron por ser delegado, como si eso fuera un delito. Estuvo un mes y medio desaparecido, pero el daño que le hicieron fue para siempre. Se lo llevaron siendo uno, y me devolvieron a otra persona. Nunca se recuperó”. Andrés, 39 años, escucha la música pesada junto a su hijo de 6. Lleva una remera que se pregunta qué hicieron con Santiago Maldonado. Le pregunto qué ideas de la militancia de los 70 serían importantes que hoy sean prioridad: “Se perdió la perspectiva de un cambio revolucionario real; el peronismo tiene su eje en la Justicia, como si no fuera parte de este sistema que hay que cambiar de raíz; mientras que la izquierda partidaria sigue en la pelotudez, discutiendo en el Congreso sobre concepciones marxistas de hace tiempo, sin pensar en el cambio social actual”.

Rocío y Darío viajaron desde Tandil junto a su hijo Amadeo, de un año recién cumplido, para sentir en vivo y en directo la marcha que tantos años recorrieron cuando vivían en Buenos Aires. “La memoria se construye desde la cuna y las Madres y las Abuelas son la escuela”, recuerda ella. “La mejor manera de reivindicar a las y los desaparecidos es seguir su camino: el trabajo de base que se hacía en esos años”, recuerda él, que al igual que su bebé lleva puesta una remera de Diego Maradona. A su lado está Belén, una amiga de la pareja que por primera vez es parte de esta movilización: “En Tandil es diferente; hay un espacio fuerte y comprometido con los derechos humanos, pero es una ciudad mayormente oligarca; para mí es muy fuerte estar acá. Más que nunca debemos mantener viva la memoria y para eso hay que movernos”.

Memoria en este momento

Hay un graffiti recién pintado en la estación de subte Lima, de la línea A, que reza: “Memoria en este momento”.

Aparece también en paredes, en carteles y en diversos reclamos. Elizabeth tiene 70 años y lleva colgado un cartel que pide “Libertad a Assange, una verdad sin mordaza”. Lo relaciona con el 24 de marzo: “En el caso de Julian, se condena la libertad de expresión, no hay derecho a la información de la población y se expone cómo se persigue a la gente cuando se descubren los secretos de los gobiernos”. Detrás de ella, un stencil negro exhorta: “Abran los archivos secretos de la Dictadura”. Elizabeth tiene tres compañeros desaparecidos: Mónica Epstein, Hernán Abriata y Klaus Zleschank. “De ellos, además de recordarlos, hay que seguir su ejemplo: militar por una mejor redistribución de los ingresos”.

El recorrido desde la 9 de Julio hasta la Plaza de Mayo está acompañado por afiches de la organización La Poderosa con un encabezado: “40 años alimentando la democracia”. Se da en el marco de un proyecto de ley que impulsa el conglomerado de asambleas villeras para que se reconozca con un salario a las más de 70 mil cocineras comunitarias que trabajan en el país sin percibir un salario. ¿Qué implica el reconocimiento laboral? “Un salario ligado al Mínimo Vital y Móvil como base; acceso al aguinaldo, vacaciones, seguridad social, cobertura contra riesgos en el trabajo por enfermedades y maternidad, por invalidez y vida, retiro, acceso a la jubilación y guarderías”, expresan desde el movimiento.

Uno de esos afiches lo tiene a su lado Francisca, que vive en la calle y ahora está delante de un kiosco de diarios cerrado. Tiene una bandeja de arroz por la mitad y una voz que pide escucha: “Se la pasa muy difícil acá”. Y en un puñado de palabras, esgrime una deuda sustancial de la democracia: “Pensemos, ¿cuántos políticos en los últimos años hablaron de la situación de calle, de las villas? Eso dice mucho de cómo estamos”.

Detrás de su lente, la mirada de Oswald, colombiano de 41 años que hace 14 vive en Argentina, fotografía a un pueblo que recuerda sin parar. “Es imposible estar acá y no compararlo con mi país. Allá, pese a que no hubo una dictadura tan marcada, la serie de gobiernos de derecha y los paramilitares han desaparecido a más gente que en cualquier dictadura del cono sur”. Añade: “Por eso es tan importante valorar lo que se consiguió acá. En mi país, el miedo y la violencia aún imposibilita la unión de familiares de víctimas para reclamar en conjunto. En el último tiempo la juventud comienza a jugar un rol clave y para esto la Argentina es un ejemplo a seguir”.

Sobre Avenida de Mayo, un gazebo contiene a un grupo de “peruanos autoconvocadxs” que vocifera por la “dictadura que vive Perú”. Más de 60 caras se alternan con cintas de luto negro, en un antimemorial que estremece. Son las “víctimas del Estado Peruano”. Merly tiene 36 años, nació en Parcona Ica y hace 20 vive en Argentina. “Estamos acá porque también queremos decir Nunca Más. Las muertes tienen rostro y la mayoría son de pueblos originarios, del sur del país”.

Carolina, de 23, muestra su juventud caminando rápido, para no perderle pisada a sus amigos que van un poco más adelante. “Recordar a los desaparecidos de la dictadura es luchar por los desaparecidos de hoy. La derecha sigue avanzando y no lo podemos permitir”. A pocos metros de la Plaza de Mayo, donde desemboca la enorme movilización, Daniela, de 35, vende hamburguesas veganas. En el frente de su heladerita de telgopor está pegado un cartel con los colores de la diversidad, que se pregunta: ¿Dónde mierda está Tehuel? “No se puede aceptar tener desaparecides en democracia. El Estado define de quién se ocupa y de quién no, discriminando a las identidades trans. El racismo sigue, nunca se fue”.

¿Dónde está Tehuel?. Foto: Sol Tunni

Pablo está a pasos de la Pirámide de Mayo. Tiene 36 años, una militancia desde la juventud y un miedo que le recorre el cuerpo: “La democracia vuelve a estar en riesgo; las voces que la amenazan vuelven a tener más peso, que se traducen en persecución, en proscripción, en prohibición”. Suma: “Sufrimos salarios de miseria que sólo lo podremos dar vuelta con una transformación obrera y un pacto social que resguarde un piso que la derecha busca perforar. Para esto, hay que poner el cuerpo como en los 70, porque salvo en determinados momentos como el 2001 o la reforma jubilatoria del macrismo, no pudimos hacerlo en unidad”. A su lado, lo escucha Fidel, su hijo de 8 años.

–¿Por qué estás acá? –le pregunto a Fidel.

–Por la desaparición de los compañeros.

La tarde empieza a caer, la multitud a desconcentrarse y, mientras las paredes siguen pintando preguntas, también se escuchan versos que alimentan la memoria.

Se que algún día dejaré de pertenecer al mundo,
y nunca más podré escribir,
ni hacer el amor,
ni disfrazar la naturaleza con un poema,
ni viajar en los libros,
ni exponer mis ideas.
Por eso en este poema dejo, mar, cielo y luna
mariposas, besos y sirenas,
y me dejo a mí,
porque cuando muera seguiré viviendo en estos
versos.

“Poema para no morir”, de José Beláustegui, desaparecido.
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24 de marzo: Las sombras de la democracia

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En pocas horas, una marea humana llenará las calles desde el Congreso de la Nación hasta la Plaza de Mayo y sus alrededores. Lo hará marchando en silencio, lo hará cantando, lo hará gritando, saltando, bailando, reclamando. Recordando. Lo hará a plena luz del día. Pero en vísperas del 24 de marzo, el escenario nocturno arroja ya algunas pistas sobre las deudas de la democracia, las que no se ven de día. Imagenes y significados actuales de la memoria despierta.

Por Francisco Pandolfi

Es jueves 23 de marzo, 23.30 y la medianoche está al caer. Y con ella, el inicio de una jornada en la que se recuerda que hace 47 años irrumpió la más cruenta dictadura cívico militar eclesiástica.

La luna, finita, ya es casi imperceptible en una noche especialmente agradable, sin frío ni calor; con una brisa necesaria que hace recibir al otoño con los brazos bien abiertos. En esas calles que pronto serán caminantes abarrotados, ahora pasan otras cosas. Un montón de cosas.

Un pibe de veintipico duerme, literalmente, en una de las puertas del Congreso Nacional, sobre avenida Rivadavia, aferrado a un parlante que hace luces multicolores al ritmo en que suena una cumbia, a un volumen que nada tiene que envidiarle a un boliche top. En la puerta contigua de la casa legislativa, otro tipo duerme arriba de dos viejos colchones.

A la vuelta, la fachada principal sobre la avenida Entre Ríos luce ambientada en una tonalidad azulada. Es imponente la gigantografía compuesta por mucho más que dos palabras: Nunca Más. Detrás, dos logos que sacan una cuenta ineludible: 40 años, democracia siempre.

Me paro en la esquina y también resulta imponente ver cómo viene envalentonada una manada de ciclistas y motociclistas con caparazones rojos, amarillos y naranjas, según la empresa precarizadora de delivery, que pareciera estar disputando una carrera.

Empiezo a caminar por donde en un rato habrá cientos de miles de corazones. No hago treinta metros y ya en la puerta del café Nápoles otra persona duerme en la calle. Cruzo a la Plaza de los Dos Congresos y allí no hay calculadora que resista. Una persona sueña sobre un banco, otras cuatro en una ranchada hecha de cartones y frazadas; otro más allá, tirado sobre su carro; un poquito después, cuatro pibes ríen sobre un par de colchones. A metros, la plaza de juegos está llena de infancias felices, subidas a hamacas y tiradas desde toboganes, encerradas por un cerco de rejas grises.

Aparecen los primeros grupos vestidos con camisetas de Argentina que van llegando desde el estadio Monumental, donde anoche la Selección le ganó a Panamá en el primer partido post conquista en Qatar. Ven lo mismo que yo: una persiana baja de una óptica con un grafitti que dice “Abajo la dictadura de Perú”; una persiana baja de una panadería con un lema que dice “Vivas nos quiero”; una persiana baja de un banco con unas letras que dicen: “Ni olvido ni perdón”. Enfrente, un mural impactante de las Madres de Plaza de Mayo: “La memoria es la patria que soñamos; 30.000 presentes”.

Son las 12 de la noche y entonces ya es 24 de marzo. Ya está latiendo. Un pibe, de no más de 25 años, lleva en brazos a un bebé de no más de dos. Tiene hambre y le pide al kiosquero si no le regala algo. No tiene suerte. Sigue su camino, en búsqueda de algún otro kiosco. Antes, se topa con otros dos pibes durmiendo en una esquina; y después con una pareja que lleva dos carros de bebé, sin ningún bebé adentro. Allí van juntando descartes de otros humanos.

Van, –vamos–, mirando los carteles que están pegados en el trayecto a Plaza de Mayo y que en cuestión de minutos serán tapados por cientos de carteles de organizaciones sociales y partidos políticos referidos al Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Una cartulina rosa que pide más tizas y menos balas; otro que interpela: “Me dicen tortillera como si eso fuera una ofensa”; otro que exige “Justicia por Carmen y Liliana”; un dibujo en la acera que exhorta: “No me toques”; otro que recuerda: «Falta Tehuel».

Son las doce y media y otro pibe durmiendo en un banco de cemento que es incómodamente duro, hasta para sentarse. Lleva un pañuelo, que no es blanco: es negro y verde y le sirve para taparse la cara.

Llego a la Estación Lima del subte A. La escalera mecánica sigue funcionando aunque hace rato ya pasó el último subte y las puertas están cerradas. Una mujer está a unos pasos pero no se da cuenta: duerme, en el palier de un negocio. Enfrente, un enorme edificio de la Unión Industrial Argentina. A sus dos costados, dos personas acostadas sobre el piso.

En la 9 de Julio, dos pibes con visera intentan vender los últimos pañuelos descartables que les quedan, aprovechando el cambio de temperatura. En el piso, una ilustración pequeña que a partir del mediodía pasará desapercibida ante las miles de piernas. Lo que no pasa desapercibido es lo que dice: “Ni una menos”.

Hacia el norte, el obelisco; hacia el sur, Evita, iluminada de celeste y blanco. Tras cruzar la que se considera la avenida más ancha del mundo, otra persona tirada en la calle, con una manta de rombos negros y blancos, y con una mochila devenida en almohada. Bares abiertos con un derroche de luminaria encendida; bares cerrados con un derroche de luminaria encendida. Pasan otros tantos ciclistas deliverys confirmando que sí están disputando una carrera. Ni de casualidad leen el graffiti que exclama una deuda interna: “Libertad a las presas mapuche”.

Una pareja de cincuentones caminan en sentido contrario, lookeados como si fueran a bailar unos tangos. No parecen darle importancia a unas letras A4 recién pegadas, que forman una verdad innegable: “El precio del alquiler lo desreguló la dictadura”. Ni tampoco a las y los vecinos de la organización La Poderosa, que llegaron desde las villas 31 de Retiro; Fátima de Soldati; 21-24 de Barracas; 20 de Lugano; entre otros barrios empobrecidos, para hacer memoria desde temprano y comenzar a colgar banderas y pasacalles.

En la Plaza de Mayo y en las cuadras previas, ya abundan los carteles de las organizaciones y partidos que buscaron primerear, ganar un mejor lugar en los registros audiovisuales. Uno que prepondera dice: “Hebe vive en nuestras luchas y en nuestros corazones”. El otro: “Defender a Cristina es volver a Perón”. En un grupo de tres jóvenes que pasa por debajo, el varón le pregunta con ironía a sus dos amigas: “¿Eso es a favor o en contra de Cristina?”.

A doscientos metros de la Casa Rosada, otro hombre duerme en la calle, esta vez en la puerta de una feria artesanal. Y enfrente otro más, al descubierto. A la intemperie.

En la Plaza: el escenario armado. La Policía de la Ciudad armada. La catedral vallada.

A metros, un pibe, un poco pasado de alcohol, se le queda mirando a otro, que está sentado en uno de esos bancos hechos para que nadie se quiera sentar. Lo amenaza con que le va a robar, pero sigue: “Eh, ojo, no te regalés”, le suelta. El otro no le dice nada. Se calla. Detrás, una inscripción con aerosol: “Memoria, es NO al FMI”. Arriba, colgado entre dos árboles, un pasacalle cierra el círculo: “La democracia se defiende en las calles”.

Ahí nos vemos.

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