Nota
#LasCriadasEnElSenado: ¿En qué clase de país querés vivir?
120 Criadas rodearon el Congreso de la Nación mientras sesionaba el Senado. La actriz y cantante Elena Roger leyó la carta de la escritora canadiense Margaret Atwood -autora de la novela El cuento de la criada-, dirigida a las senadoras y los senadores donde expresaba «no podemos seguir viendo a las mujeres desangrarse por hemorragias en silencio». Participaron periodistas, escritoras, actrices, abogadas, psicólogas, secundarias y hasta diputadas nacionales. Muchas de ellas fueron firmantes de las cartas dirigidas a diputados y diputados desde distintos sectores y profesiones. Esta es la segunda acción del grupo que de acá al 8 de agosto planea seguir irrumpiendo hasta que sea ley. Nuestro video y reportaje fotográfico.
Gabriela, Fernanda y Adriana son periodistas y se están poniendo la capa roja y el gorro blanco de goma eva por segunda vez en 15 días. “La primera fuimos 38, ahora somos 120: nos reprodujimos, pero en libertad”, describen a lavaca antes de salir vestidas en una nueva recreación de El cuento de la criada, la novela de la canadiense Margaret Atwood, y si no dicen sus apellidos es para dimensionar un cuerpo colectivo que en instantes se pondrá en marcha hacia el Congreso de la Nación en una impactante fila de dos cuadras que pintará en silencio la garúa porteña en capas rojas y gorros blancos hasta que la acción estalle en un grito: “Aborto Legal Ya”.
Hay rostros tensos, emocionados, silenciosos. Gabriela, Fernanda y Adriana transmiten sensaciones: “Para muchas de nosotras es la primera vez que salimos a la calle a hacer una acción como esta. Y en condiciones muy particulares: íbamos mirando el piso, nuestros pies marchando en silencio, y eso te aumenta la capacidad de escuchar”.
¿Qué escuchaban?
-Los gritos en contra, pero también los apoyos. Una señora nos dijo: “Bien, chicas, bien: las felicito”. Y era a todas. Era a un colectivo. Tanto la felicitación y el insulto como la marcha y el ritmo al caminar. Todas fuimos una.
La acción se coordinó durante semanas en la que muchas de estas mujeres se juntaron a coser, a cortar las telas, a medirlas. Y a conversar. “Lo que más cuesta es venir. Estar. A último momento muchas abandonan, porque poner el cuerpo es difícil. Pero las que vienen quedan conmovidas. Muchas no podían ni hablar, pero acá estaban, porque hay tanto deseo de encontrarse y de conversar en un ámbito tan distinto que no nos quisimos ir”.
Y no se fueron.
De fondo, lenta y ríspida, la garúa seguía cayendo, pero pintada de color verde aborto legal.
La red es la calle
Julieta, María Julia, Naila, Maia y Verónica y tantas más que hoy pusieron el cuerpo a Las Criadas son periodistas, locutoras, productoras audiovisuales, maquilladoras, artistas plásticas, cineastas, correctoras, traductoras y guionistas. Son, también, parte de una acción que las ubicó en un mismo tiempo y espacio. “La mayoría ni siquiera nos conocemos”, dicen a lavaca. “Algunas recién nos vimos por acá”.
Todas vieron la serie, protagonizada por Elizabeth Moss, o la novela de Atwood. Algunas dicen que tuvieron que dejarla después de los primeros capítulos: “Es muy fuerte, no lo soporté”. Otras matizan: “Es brutal, pero también genera fuerza. Es imposible no ponerse en la piel. Al principio sólo parece ciencia ficción, y luego te das cuenta que nada que ver”.
Aportan un dato: la novela, publicada en 1985, está entre los primeros cinco best seller actuales. “Desgraciadamente, la historia coincide con este avance recalcitrante de sectores conservadores. Lo sentimos muy cercano. Y más con la discusión que nos está atravesando y por la que venimos a reclamar la ley al Senado: la discusión por el aborto legal abrió una nueva grieta, que es entre argumentos del siglo XXI y de la Edad Media”.
Todas reconocen una potencialidad de lo que acaban de hacer: el encuentro cara a cara. “El movimiento Ni Una Menos y las cartas dirigidas a Diputados rompieron algo en todas nosotras, y es que ya no vemos a otra mujer como competencia. Esa rivalidad inexistente impuesta culturalmente se quebró y esta marea nos empoderó al punto de que ya no nos vemos como competencia, sino como compañeras. Y es esto: vernos, escucharnos, creernos, apoyarnos. Crear verdaderas redes. Físicas. Que se sustentan en poner el cuerpo y en la calle”.
Crear una herramienta de expresión
Elegir a Las Criadas para esta acción significó elegir un lenguaje para expresar a las senadores y los senadores el apoyo a ley. Significó también leer atentamente los proyectos presentados por el senador Federico Pinedo que parecían calcados del guión de la novela de Atwood. La primera acción se realizó durante la primera sesión del plenario de comisiones del Senado y ésta hoy, mientras dentro del recinto se escuchaban las barbaridades expresadas por el médico tucumano Abel Albino, que también parecían dictadas por el guión de la serie. La acción fue autogestionada y esto significó que cada participante aportó recursos para poder realizarla: tiempo y dinero. Las jornadas de corte y confección se transformaron en debates sobre cómo acompañar el proceso legislativo, pero también cómo organizarse para enfrentar violencias en los ámbitos en las que cada una desarrolla su actividad. Para muchas de las 120 participantes esta fue su primera acción callejera. Varias compartieron esta actividad con sus hijas adolescentes.
Una de las participantes fue la diputada nacional Mónica Macha, integrante del grupo tansversal Las Sororas. Otras dos integrantes de este grupo –las diputadas Victoria Donda y Karina Banfi- acompañaron al grupo e intervinieron cuando la policía quiso impedir el paso de Las Criadas frente a la puerta del Senado.
La carta a senadoras y senadores
Esta fue la carta leída por la cantante y actriz Elena Roger junto a las 120 criadas frente al Congreso de la Nación. Su autora es la escritora canadiense Margaret Atwood, y fue remitida especialmente a Argentina durante el debate en el Senado por la legalización del aborto.
La carta:
«A nadie le gusta el aborto, incluso cuando es seguro y legal. No es lo que ninguna mujer elegiría para festejar un sábado por la noche. Pero a nadie le gusta tampoco mujeres sangrando hasta la muerte en un baño por un aborto ilegal. ¿Qué hacer?
A lo mejor una manera diferente de acercarse a la respuesta sería preguntar, ¿en qué clase de país querés vivir? ¿En uno en el que cada individuo es libre de tomar decisiones concernientes a la salud y el cuerpo de ella o él, o en uno en el que la mitad de la población es libre y la otra mitad es esclavizada?
Las mujeres que no pueden tomar la decisión sobre si tener o no bebés son esclavas, porque el Estado reclama como propiedad a sus cuerpos y al derecho a dictar el uso al que deben someterse sus cuerpos. Y si el Estado está tan interesado en los bebés, ¿por qué no honrar a las mujeres que tienen más bebés respetándolas y sacándolas de la pobreza? Si las mujeres prestan un servicio necesario al Estado –aunque en contra de su voluntad– seguramente se les debería pagar por su trabajo. Si el objetivo es más bebés, estoy segura de que muchas mujeres se resignarían a la tarea si se las recompensara adecuadamente. De lo contrario, se inclinan por seguir la ley natural: los mamíferos placentarios abortarán ante la escasez de recursos.
Pero dudo que el Estado esté dispuesto a brindar los recursos necesarios. En cambio, solo quiere reforzar el truco barato habitual: obligar a las mujeres a tener bebés y luego hacer que paguen. Y que paguen. Y que paguen. Como dije, esclavitud”.
Si se elige tener un bebé, eso es, por supuesto, un asunto diferente. El bebé es un regalo, dado por la vida misma. Pero para ser un regalo, debe ser dado libremente y libremente recibido. Un regalo también puede ser rechazado. Un regalo que no puede ser rechazado no es un regalo, sino un síntoma de tiranía.
Decimos que las mujeres «dan a luz». Y las madres que han elegido ser madres sí dan a luz y lo sienten como un regalo. Pero si no han elegido, el nacimiento no es un regalo que ellas dan; es una extorsión contra sus voluntades.
Nadie está forzando a las mujeres a tener abortos. Nadie tampoco debería obligarlas a someterse a un parto. Fuerce partos si usted quiere, Argentina, pero por lo menos llame a lo forzado por lo que es. Es esclavitud: es reivindicar poseer y controlar el cuerpo de otra persona, y sacar provecho de eso”.

La cantante y actriz Elena Roger lee la carta de Margaret Atwood a senadoras y senadores. Fotos: Nacho Yuchark para lavaca
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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