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Dilemas y novedades en los MTD: el día después de los subsidios

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“Los movimientos que construyeron sólo a partir de los planes, están en peligro de muerte” fue una de las frases pronunciadas en Allen, Río Negro, durante un encuentro que permitió observar de qué modo varios MTD consideran que puede encararse una subsistencia autónoma. ¿Los subsidios estatales para los desocupados serán eternos? ¿Los piqueteros pueden independizarse de esas dádivas? ¿De qué modo? Y en ese caso, ¿qué ocurrirá con quienes se acercan sólo por los 150 pesos de los planes? Los valores en juego, los riesgos, los enigmas, y algunas descripciones descarnadas sobre la actualidad de esos movimientos.

Los MTD de Allen y Cipolletti, Río Negro, invitaron a una Ronda de pensamiento a la que asistieron integrantes del MTD de Solano y el Colectivo Situaciones, entre otros.
Neka, de Solano planteó que «los movimientos que construyeron sólo a partir de los planes, hoy están en peligro de muerte» y relató descarnadamente varios de los conflictos que atraviesa el propio MTD de Solano, ante el dilema de abrirse al barrio y a otras experiencias, o correr el riesgo de convertirse en un grupo cerrado, sectario y burocratizado.
«Estamos definiendo entre todos qué será el movimiento más allá de los planes», dijo. «El horizonte de mayor radicalidad hoy en día consiste en no reproducir un sistema que sabemos que está destruido. Ese es el centro del conflicto cotidiano». Uno de los puntos de debate es qué hacer con los excedentes económicos que generan los proyectos productivos.
Allen y Cipolletti comparten la visión sobre el ocaso de los planes. Ya no organizan cortes ni piquetes reclamándolos: «Nuestra idea no es construir a partir de los planes, sino gestar la base material de la autonomía con nuestros propios proyectos». Las marchas y piquetes se concentran entonces en lograr que el Estado cumpla con lo acordado respecto a diversos emprendimientos productivos. Más allá, los movimientos se abren a experiencias de autogestión en los barrios que incluyen proyectos como los de salud y educación, la incorporación de gente que trabaja pese a no tener plan, y la inclusión también de trabajadores formales que apuestan a un nuevo horizonte.
Uno de los argumentos: «De nosotros parte construir nuestro propio futuro. Porque el gobierno no nos va a solucionar la vida. Ni ahora ni nunca».

La idea de hornear pan en un lava vajilla puede parecer estrambótica, pero en Río Negro el invento funcionó. El horno está en el MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupados) de Allen, surgido de una mezcla de necesidad e ingenio. El resultado es un pan casi adictivo.
El artefacto, además, tuvo cría. En Allen muestran orgullosos a los visitantes el nuevo horno rotativo, metálico, levemente marciano y con puerta transparente, capaz de preparar más de 50 kilos de pan en 25 minutos, que se obtuvo tras arduas negociaciones con funcionarios, y un piquete en la ruta 22.
En Cipolletti otro MTD cambió su nombre (ahora se llama Movimiento de Trabajadores por la Dignidad) aunque funciona articulado con el de Allen, y tiene también un viejo lava vajillas reciclado como horno. En ambos casos, estos «desocupados» consiguieron los lava vajillas antes de que la Universidad del Comahue los tirara a la basura (lo que genera cierta perplejidad acerca de dónde residen el conocimiento y el saber).

En Río Negro, el pan en un símbolo de otra cosa. Esos MTD capaces de cortar rutas y reconvertir hornos, buscan ahora reconvertirse a sí mismos. Reflexionan sobre qué son, qué hacen, cómo luchan, de qué modo se relacionan o se enfrentan con el gobierno, qué quieren construir.
Se preguntan acerca del futuro.
Tienen una idea entre ceja y ceja: lograr que la autonomía que reivindican como corazón de su organización no sea sólo una idea de acción, sino una realidad material, a través de proyectos productivos que no los hagan depender de los planes para desocupados que regula el Estado. Consideran que se trata de una especie en extinción (los planes, aunque tampoco parecen atribuirle un gran futuro al Estado).
Con ese tipo de temas en agenda, organizaron una Ronda de pensamiento en Allen a la que llegaron algunos visitantes desde Buenos Aires, incluyendo integrantes del MTD de Solano y del Colectivo Situaciones.
Se trató de un encuentro de ideas y de afecto. El lugar, la escuela de uno de los barrios más populares y populosos de Allen, con nombre de deseo: El Progreso.
Los bancos de la escuela se pusieron en ronda. También había rueda de mate. Varias jóvenes del movimiento hicieron una pequeña presentación y saludo. Magdalena dijo: «Estábamos tan entusiasmados con la visita, que no organizamos nada. Así que el que quiera puede tomar la dirección de todo esto. Pero que sepa que nadie le va a dar bola».
Estaban Orlando, Neka y Mava, del MTD de Solano, Patricia del MTD de Cipolletti, Diego, Verónica y el Ruso, del Colectivo Situaciones, Víctor, de Alerta Salta, La Fogata y habitué de la Ronda de Pensamiento Autónomo de Roca Negra, un integrante de lavaca y los anfitriones: Oscar, Carlos, Vasco, Magdalena, Carmen, Vilma, Mirtha, María Esther, Sandra entre tantos otros miembros de los talleres productivos del MTD de Allen.

Uno de los dueños de casa empezó a hacer girar la ronda. «Hay quienes plantean que la autonomía es fundamentalmente una cuestión territorial. Me parece que el desafío es más grande, y que construir autonomía implica también la apertura hacia otros sectores. Sería un error no atender cuál es el proyecto del gobierno hoy, qué quiere hacer con nosotros. O no tener debatido qué es lo que nosotros queremos hacer, hacia dónde vamos».
Neka, de Solano, mencionó su alegría por el encuentro y diseñó un análisis de la actualidad de los movimientos, con un diagnóstico:

«Desde que empezó este gobierno lo vivimos con expectativa por algunas cosas, y prevenciones frente a otras, sobre todo la cooptación institucional que se comienza a dar.
«Una de las cosas que se ve muy fuertemente, por lo menos en Buenos Aires, es que aquellos movimientos que se plantearon construir solo a partir de los planes, hoy están en peligro de muerte.

Dicho esto, pasó a definiciones sobre lo que ocurre en el MTD de Solano que podrían definirse como descarnadas (aunque cada lector puede elegir el adjetivo que prefiera).
«Es un tiempo de muchos conflictos internos. Nos planteamos: ¿qué hay más allá de los planes? ¿qué hay en estas maneras de convivir, relacionarnos y hacer nuestra experiencia? Esas preguntas nos van poniendo en contacto con nuestras contradicciones personales y grupales.
«Tenemos debates y peleas, algunos muy desagradables. Estamos construyendo algo de manera horizontal, democrática, autónoma, con valores como la libertad, pero muchas veces en la práctica cotidiana salta el egoísmo, la lucha del uno contra el otro, qué es lo tuyo, qué es lo mío. Yo veo que sale muy fuerte el tema del poder. De quién es el movimiento, para quién, para qué. Si está abierto al barrio o no. Si hacemos educación popular, ¿para quién es? ¿para los chicos del movimiento solamente? ¿para los que tienen plan?
«Muchos pensamos que si el movimiento no se abre a una realidad barrial, a pensar un proyecto de salud, de educación, de trabajo -de trabajo creativo y no alienante- nos podemos convertir en una isla o en un grupo cerrado y sectario.
«Estamos en ese debate, y tenemos peleas muy fuertes. Nada es fácil ni color de rosa. Lo que nos pone contentos es que a la vez hay mucha gente de realidades diferentes con la que se va armando una red de ideas y de prácticas.
«Además de discutir qué será del movimiento más allá de los planes, también nos planteamos cómo producir, sin reproducir al capitalismo. Esa es una discusión permanente.

Carlos, de Allen, dijo que el gobierno de Kirchner disparó una crisis dentro de los movimientos y la obligación de volver a trabajar sobre principios. «Es un momento crítico, porque no sabemos si esto termina en una revuelta -algo que llama la atención, produce un cambio y cierta organización- o en una revolución, que implica un cambio social y un cambio de mentalidad. Para mí hay una crisis del sistema: y habrá que ver cómo van a salir parados los distintos movimientos».
Los mates seguían circulando; afuera los chicos habían organizado un partido de fútbol bajo un clima que un porteño podría calificar como frío, pero piadoso.

También de Allen, Oscar -un joven que ha pasado los 50- mencionó que la explosión de los movimientos sociales dispuestos a luchar contra lo establecido generó expectativas de algo nuevo en el país. La resultante fueron los planes -dijo- que generaron «cierta dependencia, o cierta relación con el gobierno. Aunque lo único que muestran los planes es la irresponsabilidad total de los gobiernos al no poder generar lo esencial, lo básico, que es el trabajo». Oscar es de los que usan la palabra responsabilidad como capacidad de dar respuesta. Luego dijo:
«Hoy sabemos que esto no tiene una solución. A través del tiempo vamos descubriendo que el gobierno no nos va a dar respuesta. Ya no tiene solución ni para los jóvenes, que no consiguen trabajo aunque tengan títulos o capacitación. Menos todavía los de más de 40 ó 50 años. Ni en las empresas privadas, ni en el Estado.
«Vamos descubriendo esas cosas, y si miramos el futuro, nos damos cuenta de que no hay. El gobierno no nos da un futuro. no hay para nosotros nada. Nada.
«Ahí nos preguntamos. ¿Qué va a pasar con nosotros? ¿Vamos a seguir viviendo del asistencialismo, de los 150 pesos, para forjarnos un futuro? ¿Eso vamos a hacer por nuestros hijos?
«Algunos tienen la ilusión de que el gobierno tiene soluciones, pero no. No tiene cómo solucionar nada. Y si el gobierno no va a resolver las cosas, tenemos que pensar, ¿cómo las vamos a resolver nosotros?
«De nosotros parte construir nuestro propio futuro. Porque el gobierno -puedo estar equivocado- no nos va a solucionar la vida. Ni ahora ni nunca».

Patricia, de Cipolletti, agregó temas: «»La lucha contra los vicios del capitalismo dentro de nuestros movimientos es muy fuerte». ¿Por ejemplo? – le consultaron. «El egoísmo; me salvo yo y no me importa el otro; la falta de compañerismo a veces. Son cosas que se hablan, se hacen talleres, y en los dichos todos estamos de acuerdo pero en la práctica cotidiana hacemos agua. No es general, pero ocurre. Ha habido muchas crisis, rupturas. Yo sé que no hay un camino marcado, pero me gustaría charlar sobre cómo construir una nueva subjetividad. Los movimientos estamos muy metidos hacia adentro, como decía Neka, y me parece que esa lucha es más fuerte que la que podamos tener hacia fuera».

Oscar dijo que hay una palabra clave: confusión. «El gobierno aparece con una actitud como bondadosa. Pero ¿cómo podemos mantener nuestra autonomía pese a esa relación? Dan plata para proyectos, y aparece la producción, la productividad, y la competencia. El gobierno piensa distinto que nosotros. Quiere que produzcamos para el mercado. Ahí nosotros paramos y decimos: No. Nosotros vamos a tomar esto sin perder nuestros principios». Patricia propuso «que hablen los de afuera».
Uno de los visitantes sugirió que nadie tenía por qué esperar ninguna respuesta. «La respuesta está en ustedes. De todos modos, aunque parezca una paradoja, entender que uno está confundido es un signo de claridad. Los que verdaderamente están confundidos son los que creen que tienen la verdad y ninguna incertidumbre. Todo eso ha provocado confusión y mentira. La gran novedad es poder preguntarse colectivamente las cosas. La duda es más compleja, pero los que se permiten dudar, discutir, admitir la incertidumbre, tienen razón. Sobre los debates, a veces se les tiene miedo. Antes que discusiones duras, uno preferiría conversaciones agradables. Pero estos debates muestran que además de galpones, panaderías y emprendimientos, lo que construyen estos movimientos son formas de ser. Nuevos tipos de relación, de formas de actuar. De ahí van a salir las respuestas».

Neka estuvo de acuerdo: «Nos estamos proponiendo ser personas y comunidades diferentes. El horizonte de mayor radicalidad hoy en día consiste en eso: no reproducir un sistema que sabemos que está destruido. Ese es el centro del conflicto cotidiano».
¿Por qué? «Porque aprendimos a vivir con esas ideas de que tener éxito por encima de los demás, de tener poder. A nosotros nos pasa. Los compañeros del área de administración a veces se convierten en los que dominan el mundo del movimiento. ‘Tengo el control, tengo tu plan’. Eso hay que ir erradicándolo. Tenemos que aceptar que podemos reproducir esas actitudes, pero es un desafío que venimos pasando bastante bien. En ese debate estamos. Es muy doloroso. Pero si logramos construir desde aquí, desde lo que nos pasa, unos cuantos pensamos que ese va a ser el horizonte».
Oscar: «Es cierto. Nosotros tenemos el horno rotatorio nuevo, pero ahí aparece la discusión: ¿de qué vale tener un emprendimiento, o muchos, si no cambiamos acá?» dijo tocándose la cabeza. «La discusión empieza cuando podemos pasar a tener cosas grandes, incluidas las máquinas de costura. Vamos a tener una elaboración importante de productos, porque además los compañeros saben trabajar y producir. Ahí hablamos de no perder nuestros principios. Si llegamos a pensar que tener el horno es más importante que lo que nosotros hacemos, nos vamos a equivocar».
Vasco: «Muchos ven los proyectos y piensan en cuánto vamos a ganar, pero es riesgoso pensar en eso, si afecta nuestra forma de crear, de ser capaces de organizarnos por nuestra cuenta, de seguir con la libertad que tenemos actualmente de decidir qué queremos hacer, cómo y para quién. El problema no es económico. Lo principal del movimiento no es la capacidad de producción, que es importantísima, sino que estamos construyendo nuestro propio pensamiento. Lo que tenemos en la cabeza. Cómo queremos encarar nuestra vida, si queremos mantener nuestra rebeldía o nos disciplinamos a lo que el gobierno quiere. Si nos subordinamos a las tentaciones del mercado. Ahí está lo más valioso que estamos construyendo. El pensamiento colectivo. Si eso está, bienvenidas sean todas las crisis y todos los desafíos».
Su idea se sintetizó luego de este modo: «Si vamos a hablar de territorio, el más importante es la subjetividad: los valores, el pensamiento, los sueños. El territorio es la vida».

Magdalena es una de las más recientes integrantes del MTD, al que entró hace siete meses. «Me parece que primero nos dejaron afuera, y ahora nos quieren meter adentro del sistema capitalista. Incluirnos para decirnos qué es lo que tenemos que hacer con nuestras vidas y nuestros valores. Lo que discutimos es si tenemos que seguir construyendo la horzontalidad y la autonomía».
Diego, del Colectivo Situaciones, entró en la charla contando una historia: «Un antropólogo ve a unos indios que hacen la danza de la lluvia, y les pregunta si realmente creen que bailando van a hacer llover. Para el antropólogo era una estupidez total: ¿cómo creer que bailando se va a hacer llover? Pero le contestaron: ‘No, bailando nos estamos organizando, estamos festejando, y estamos produciendo lazos entre nosotros. Cuando venga la lluvia nos va a encontrar de otra manera».
Sobre la sensación de confusión, propuso: «El 19 y 20 aparecieron puntos de lucha y de discusión en todos lados. Hubo muchas experiencias, y me parece que tenemos el primer gobierno que supo leer el 19 y 20. Idalia, una compañera del MTD, decía que el gobierno empezó a entrar en el terreno de los movimientos, ofreciendo plata, posibilidades. Desarmando la danza.
Eso genera confusión. Nos están diciendo: ‘muchachos, gracias, ustedes lograron mucho, vuélvanse a casa, acá tienen unos pesos’. Me hace acordar al cuento de los indios, porque de última lo que no hay que hacer es dejar de bailar».
Diego dijo que es más fácil construir la autonomía contra un gobierno que reprime, o que es abiertamente oligárquico: «Ahí el compañerismo es más fácil de lograr. Pero cuando el gobierno toma el propio discurso de los movimientos, cambia la cuestión. Este gobierno es medio complicado. Habla en nuestro nombre, pero su objetivo es destruirnos. Hay dos salidas que me parecen demasiado fáciles. De un lado, los llamados duros, que salen a combatir al gobierno para ganar cartel. Y del otro los que aceptan todo lo que les da el gobierno. Son posiciones que están arriesgando todo lo que se pudo construir. Me parece una mejor actitud la que se dijo antes: ser capaces de sostener las verdaderas preguntas. Quiénes somos, por qué estamos acá, cómo seguir organizándonos. Seguir bailando. Me parece que eso es lo que tiene más valor. Sostener incluso la confusión, pero no olvidarse del valor de lo que se está construyendo bien desde abajo». «Porque esa es la otra cosa que me parece impresionante. Los que se suponía que estaban sin vida, en vez de pedir meramente inclusión, de pedir solamente trabajo, lanzan la pregunta sobre qué es vivir. Qué es la vida. Ese es un valor gigante, y está el desafío de cómo sostenerlo e los próximos tiempos».
Una consulta específica de los MTD patagónicos a los bonaerenses, fue cómo se hizo con los proyectos que generaban diferencias de ingresos para sus integrantes. Mava tomó la cuestión: «Se discutió qué pasaba. Algunos pensaron que iba a tener más ingreso el que trabajara en proyectos como el bar de Filosofía (en dicha facultad de Buenos Aires, el lugar ha sido entregado en concesión al MTD; Mava es una de las que trabaja en el lugar). Pero no nos gustaba mucho esa idea de esa desigualdad. ¿Por qué van a ganar más que los que están en el barrio, en salud, en la biblioteca o en la panadería? Es un proyecto de todos. Entonces acordamos que todos seguiríamos ganando lo mismo, y que el excedente se vuelca para los proyectos».
Oscar le dijo: «Imaginate que esa cuestión es sumamente importante para nosotros. No todos piensan igual. Si estás ganando 150 pesos y por ahí podés pasar a ganar 400 o 500, hay que tener mucha solidaridad y estar muy mentalizado para decir ‘voy a compartir con los otros proyectos’. Nos gustaría que nos contaran los entretelones, porque debe haber sido muy discutido».
Mava contestó: «Tuvo que ver con una discusión colectiva», y Neka recordó que el asunto tenía historia preia: «En realidad ya veníamos de antes. Muchos compañeros cobrábamos hasta 300 pesos como capacitadores, en un plan de la provincia de Buenos Aires. Hubo una gran discusión porque eso iba a generar una desigualdad. Al final hubo consenso y se decidió que los que cobraban 300 iban a repartir 150 en el fondo comunitario. Nunca hubo ni un compañero que no lo aceptara, o que se haya quedado con los 300. Lo del bar fue lo mismo. Hoy además se están vendiendo sandalias, zapatos, artículos de cuero, remeras, y todo eso va al fondo productivo y se planifica qué se va a hacer. Porque puede haber alguien con una necesidad especial. Se decide en función de las necesidades más urgentes. Y se cubre a los que están sin trabajo y sin planes».

En la ronda hubo otra pregunta para Neka, sobre su comentario acerca del riesgo de que el movimiento se convierta en una isla, o en un grupo sectario. «Es un riesgo. Estamos construyendo un movimiento autónomo, con prácticas horizontales, pero muchas veces los criterios que acordamos para funcionar como colectivo se vuelven tan rígidos que se tornan reglas. Y esas reglas terminan convirtiendo a la organización en un espacio jerarquizado y burocratizado que no se diferencia mucho de otros espacios, como ser un partido político. De pronto se juzga a los compañeros, no por lo que hacen o por el aspecto humano, sino por la regla. La mirada tiene que ser mucho más integral».
«Otro debate que tenemos: hay proyectos del barrio, como las murgas, donde participan hijos de papás que no participan en el movimiento. Como hay un aporte económico del movimiento, eso genera discusión: ¿por qué hay que aportar para hijos de personas a las que no les calienta el movimiento? Pero entonces el debate es: ¿qué movimiento queremos construir? ¿Queremos trabajar con el barrio, o no nos interesa? Ahora tenemos la posibilidad de concretar la creación de una escuela, para avanzar en la alfabetización, y aparece el tema. ¿Para quién va a ser? Uno podría plantear también si sólo desde los planes podemos construir organización, o si podemos generar además otros espacios como el educativo o el de salud, con los que también se construye organización. Y nos abre mucho más a otras realidades».
El Vasco señaló otro conflicto, que reside en la salida de integrantes del movimiento, sino en lo que describió como un estado de apatía y de negación: «La apatía es muy fuerte. Creo que los planes son nefastos y generaron toda una cultura. Hay compañeros que cuando se les dice que hay posibilidades ciertas de que los planes se caigan, o se limiten, hasta se niegan a discutirlo. Es un bloqueo. Y no es que no tengan apego a lo colectivo. Trabajan como el que más, o participan en cualquier lucha, pero cuando se habla de ese tema, aparece una cerrazón enorme. Hay confusión, chatura. Es distinto si se trata de salir a pelear a la calle. En fin, los planes generan una mentalidad asistencialista, de dependencia hacia el Estado. Incluso, una forma de lucha que creo que se ha agotado precisamente por eso».

Breve aclaración (para entender este aspecto de lo conversado, que implica un fuerte cambio en los estilos de acción). Los MTD perciben que los planes no tienen futuro. En Allen cuentan que los apoyos estatales para emprendimientos productivos se hacen bajo el acuerdo explícito de ir reduciendo hasta anular los planes de las personas incluidas en tales proyectos. El recorte es generalizado en todo el país: en Allen ven cómo se afeitan las barbas de los vecinos de otros movimientos piqueteros, y ponen las suyas en remojo.
Pero lo principal es otra cosa, dicen a coro:
«Nuestro proyecto no es seguir construyendo sobre la base de planes. Lo mismo pasa en Solano que ya no sale a la calle a reclamar por planes. Hacemos un esfuerzo para reconvertir a los movimientos. Se trata de ir gestando la base material de la autonomía a través de proyectos diversos, incluyendo en los movimientos a los trabajadores formales, sosteniendo un trabajo más abierto y contenedor de otros sectores sociales, y profundizando el trabajo territorial, por ejemplo».
En el caso de Allen, además de la panadería hay cría de conejos, gallinas, proyecto de huerta y vivero, dos talleres de costura, dos de tejido, uno de fabricación de dulces, conservas, fabricación de licores y construcción (que está edificando galpones e instalaciones de otros proyectos, como el educativo).
Entre los proyectos «no sustentables» se encuentra el plan de erradicación del analfabetismo «Yo sí puedo», el área de salud, una guardería infantil, dos comedores, dos merenderos, un plan de ayuda para el primario. Los proyectos estrictamente económicos: ¿son sutentables en el tiempo? Actualmente todos los proyectos, salvo los asistenciales, tienen un excedente económico, y cada uno de ellos decide qué sector del MTD apoyar. A la vez, cada emprendimiento aprobado por el ministerio de Desarrollo, tiene sus cálculos de costos y plazos para convertirse en rentables. El de panadería, por ejemplo, de aquí a seis meses debería estar permitiendo un ingreso de unos 300 pesos mensuales para unos 12 integrantes. Ya existe el acuerdo para que todas las escuelas de Allen compren el pan de sus comedores al MTD.
«La idea general no es simplemente productiva. Implica una apertura hacia el trabajo social y territorial; los proyectos van a tener que sustentarse también con los vecinos del barrio» explica el Vasco, «a partir de la idea de la autogestión».
Pero si efectivamente se cortaran los planes, ¿qué haría un MTD como el de Allen? ¿Entraría en una dinámica de cortes y reclamos?
Respuesta: «Todas las organizaciones piqueteras han salido a hacer ese reclamo. Nuestra idea, queda dicho, no es seguir construyendo en base a los planes, sino seguir gestando la base material de la autonomía».
Otra aclaración. El corte de la ruta 22 permitió acelerar el otorgamiento del subsidio para el proyecto de panadería, pero ese es el único monto recibido hasta ahora (ni siquiera se implementó la segunda parte acordada, destinada a la compra de insumos). El MTD está poniendo en marcha el emprendimiento por sus propios medios. «Esto lo aclaramos porque el gobierno en el fondo quiere hacer pura propaganda, está macaneando, y va a terminar diciéndole a muchos movimientos: les dimos la oportunidad y no hicieron nada».

Volviendo a la Ronda, Oscar retomó el tema de la apatía que observa en muchos de sus compañeros: «Tal vez sea más fácil trabajar cuatro horas y cobrar 150 pesos, que empezar a pensar en entrar a un proyecto productivo, que exige iniciativa y responsabilidad. Por ahí pasa el miedo, a lo mejor».
Discutir las cosas colectivamente tampoco es una solución automática. «A veces en las asambleas hay unos silencios que son de lo más comunicativos. Los compañeros no quieren hablar -graficó el Vasco- y el ambiente se pone más cerrado que culo de muñeca de porcelana. Así como otras veces las asambleas son entusiastas, participativas, y votamos reverendas cagadas».
Como todas las rondas, esta no terminó con una conclusión, documento, ni con una verdad revelada, sino con múltiples conversaciones y comentarios. Hubo también algunos encuentros posteriores entre los visitantes y anfitriones: anecdotario frondoso, y mucho buen humor. Alguien contó, por ejemplo, la vez que los MTD sureños fueron a apoyar la ocupación de tierras por parte de unas familias y se toparon con la policía, conducida por un comisario que propuso que propuso evitar enfrentamientos con una consigna: «Tenemos que estar todos juntos para luchar contra el ALCA». De todos modos el terreno fue ocupado, en ese paraje llamado La Angustia. También se recordó la historia de unos militantes italianos que fueron confudidos con periodistas de la RAI, lo cual aceleró notablemente algunas decisiones municipales con respecto a reclamos del MTD.
Algunas reflexiones posteriores a la Ronda.
Y una última frase para agendar.
Oscar:
«Estos encuentros te ayudan a pensar el momento. Tenemos que tomar lo que nos dan sin perder nuestra autonomía. Lamentablemente algunos la han negociado. Negociaron sus principios. Hay movimientos que nunca van a dejar de luchar. Nosotros planteamos la lucha ahora de un modo diferente, desde el trabajo y la responsabilidad. Otros creen que la lucha pasa exclusivamente por el corte de ruta y el piquete. A mí me parece que no es así. El panorama ahora es demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces.
«Hay que cambiar una mentalidad. Están los que quieren quedarse atados a los planes. Trabajar cuatro horas, cobrar 150 pesos, y listo. Yo digo: antes trabajaron toda la vida para otra persona, ahora pueden construir algo por sí mismos, en un grupo o movimiento. Algo distinto, no seguir dependiendo del Estado. ¿Qué va a pasar con esos compañeros de aquí en más? Lamentablemente me parece que algunos van a quedar en el camino. Y otros seguirán, pero con decisión de defender la autonomía».
Carlos:
«Una reunión como esta va a ir generando impacto dentro del movimiento. Hay lazos afectivos con las organizaciones y los compañeros que vinieron, y la posibilidad de irradiar experiencias. Acá a veces sentimos la soledad. Encima a nivel político nos miran a distancia, porque saben que nuestra posición es no transar ni negociar.
«Hay que pensar en los proyectos y a la vez en cómo sustentarlos con valores distintos al sistema de explotación. Con nuevas formas de relación.
«Pero eso es ya. El futuro ya llegó. No podemos pensar si viene el Estado de bienestar. Hay que buscar una economía alternativa, acompañándola con espacios de reflexión. Podemos tener los mejores galpones o las mejores máquinas, pero si no logramos también esa lucha contra el egoísmo y por el compañerismo, vamos a estar un poco complicados.
«Lo más destacable para mí es que hay muchos compañeros que no tienen planes, y trabajan en el movimiento. Jóvenes que empiezan a ver las cosas de modo diferente. Eso es lo que se viene a futuro.
Magdalena:
«Yo entré hace pocos meses, estudio enfermería, no tengo trabajo y vine solamente por el plan de 150 pesos para trabajar cuatro horas. Pero después de compartir con los compañeros muchas experiencias entendí que no solo vale lo del plan, sino que hay algo mucho más importante: la construcción de nuevos valores. Y me me sentí parte de este proyecto abierto.
«Nosotros fuimos desplazados de la sociedad. No se nos dio una oportunidad. Unos por viejos a los que nadie toma. Otros por jóvenes sin experiencia. Todo para no permitirte la dignidad del trabajo. Pero seguimos peleando contra los valores egoístas del capitalismo. A veces me parece que ahora quieren incluirnos de nuevo en el sistema, porque nos ven como peligrosos: pensamos distinto. Y es cierto. Creemos en otras cosas, creemos que están equivocados, y que lo único que han producido es miseria, hambre, egoísmo, maltrato entre las personas.
«Yo no sé qué pasará. Nadie sabe. Yo sigo estudiando, y voy a seguir aquí. Lo que sabemos es que seguimos para adelante.
«¿Sabés qué pasa? Nos dieron por muertos, pero estamos vivos».

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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