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Dos Santos: «Nuestra principal arma es la conciencia»
El sociólogo brasileño Theotonio Dos Santos pasó por Buenos Aires para participar de la II Asamblea Nacional de Lucha Contra el Alca. Profesor de Economía de la Universidad Federal Fulminense y pionero, en los 60, de la Teoría de la Dependencia, analiza en esta entrevista las derivaciones que puede tener la nueva política exterior norteamericana en el futuro latinoamericano.
¿Qué consecuencias puede tener para América latina la nueva política exterior que George Bush estrenó en la Guerra de Iraq?
La guerra es el resultado de la evolución de la política norteamericana. Responde a la posición de una fracción muy numerosa pero no necesariamente mayoritaria, porque hay que recordar que Bush no ganó la elección: todos sabemos que hubo fraude. Sin embargo, sectores muy importantes de su gobierno y la sociedad adscriben a esta corriente de pensamiento fundamentalista que considera que Estados Unidos tiene una misión histórica en el mundo y la transformaron en doctrina militar y política. Estados Unidos se pone arriba de todas las naciones como defensor de la libertad. Piensan que la idea de la libertad es norteamericana, pero se olvidan que la Estatua de la Libertad se la regalaron los franceses. Y por eso se consideran con el derecho de juzgar quién está a favor o en contra de esta misión histórica. A tal punto, que actúa preventivamente si piensan que alguien amenaza la seguridad americana encarnada en esa idea de libertad y se ponen por encima de las Naciones Unidas y los tratados internacionales. En este contexto, todos los intereses americanos pasan a ser manejados dentro de esta visión. Latinoamérica, no hay que olvidarse, es un continente con mucha riqueza, con agua, con biodiversidad. Y en los 80 y 90 Estados Unidos tuvo que aceptar que los latinoamericanos se reunieran por separado con los europeos, que haya una coordinación iberoamericana. Por eso, Estados Unidos inmediatamente respondió con la Iniciativa de las Américas y el ALCA. Bush busca poner a Latinoamérica bajo su completo dominio. El Alca es un proyecto de anexión.
¿Por qué identifica al ALCA como un proyecto de anexión?
Después del Nafta, México es considerado casi como un estado más de Estados Unidos, pero sin derechos: los mexicanos no pueden entrar a Estados Unidos. El libre intercambio es una idea que se maneja, pero que no se practica. Existe en los aspectos donde le interesa a Estados Unidos, pero donde no le interesa hay control, restricciones. Y las clases dominantes de nuestros países, tan sumisas y dependientes, aceptan estos acuerdos mientras los pueblos se sienten traicionados. Con el ALCA, los países de América latina no van a tener ningún poder. Se abren las puertas para los productos norteamericanos, pero Estados Unidos no las abrirá. En el Fast Truck que fue dado ahora a Bush hay restricciones muy claras, sobretodo en los productos que podrían interesarle exportar a Brasil. Entonces se trata simplemente de poner a estos países bajo el control del mercado norteamericano.
En los últimos tiempos aparecieron presidentes latinoamericanos de mayor confrontación con Estados Unidos, como Chávez y Lula, ¿cuál puede ser la reacción de Estados Unidos si no logra imponer el ALCA?
Estados Unidos tiene problemas, porque hay una aproximación muy fuerte de América latina con Europa, que quiere la integración, no sólo el libre mercado. Se necesita jugar con Europa como factor de limitación de la acción norteamericana. Para Estados Unidos, en este momento no sería conveniente abrir un frente demasiado radical en esta zona. Por cierto tiempo creo que hay un margen de negociación. Pero Estados Unidos está avanzando con acuerdos bilaterales, sobre todo en América Central y en Chile. Por el momento el juego está dado en esa dirección.
¿Por qué a Estados Unidos no le convendría abrir un frente en esta parte del mapa?
Porque ya tiene un frente muy complicado en oriente medio. Hay amenazas contra Siria, contra Irán. Y el desgaste militar en Iraq va a ser grande. También tiene problemas con Corea del Norte, con China. La situación en Afganistan no está controlada, hay una rebelión permanente. Sus enemigos -Bin Laden, Saddam Husseim- están vivitos y coleando. Y la situación entre israelíes y palestinos es muy difícil de controlar.
No obstante, se habla de la militarización del continente.
Se van buscando áreas de influencia y el control de la región a través de acuerdos bilaterales. Con el acuerdo con Panamá hace pie en toda América Central. Con Colombia, en la región amazónica. Después está la Triple Frontera. Con Brasil intentaron, pero parece que no van a conseguir una base militar disfrazada de aeronáutica. Buscan asentar sus bases militares para controlar la región. El ALCA es la coronación económica de este proyecto.
¿Qué armas tiene Latinoamérica para resistir el avance norteamericano?
La principal arma es la conciencia de la gente. Hay una conciencia en el pueblo muy fuerte contra la hegemonía norteamericana. Y hay un margen de maniobra con Europa importante que permite que se disponga de alternativas de políticas. También existe una conciencia creciente de que no se puede mantener la situación de pobreza y la inequidad del ingreso. Lo que falta es que esa conciencia creciente se convierta en un movimiento político.
¿Por qué hay tantas dificultades para generar nuevos movimientos políticos en el continente?
El problema es que los gobernantes son miembros de una elite muy cerrada, tienen un control relativo de la opinión pública a través de los medios, y utilizan todos los recursos para convencer a la población de que no hay alternativas posibles de someterse a la fuerza de Estados Unidos. Y la gente, después de intentar en los 60 y los 70 con movimientos insurreccionales, fue derrotada. Los golpes de estado demostraron que la fuerza es un elemento muy a mano para los Estados Unidos. Por lo tanto, hay recelo de confrontar. Es natural. Pero hay que buscar los caminos por los cuales se puede avanzar, dominar situaciones intermedias, para llegar a una capacidad de confrontación mayor. Nadie quiere una confrontación militar. Muchos creen que el mundo cambió y que es no va a pasar. Pero lo que está pasando demuestra que la voluntad del uso de la fuerza es muy clara. Desde el punto de vista estratégico, hay cierto consenso de que el camino de la entrega a Estados Unidos es negativo, que mantiene la miseria, el retraso, que significa dependencia permanente. Pero tácticamente es más compleja la cosa, ¿cómo impedirlo? Es un proceso de largo alcance.
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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