CABA
El partido más importante

Ella es hija de uno de los 30.000 detenidos-desaparecidos y él, hijo de un represor de la última dictadura. Ambos son hinchas de Racing. Julián Scher los reunió en el Cilindro para hablar de todo lo que nos une, además de los colores, y también de lo que no: las historias familiares, lo que sabe y lo que se arrancó, las preguntas entre ellos, las contradicciones, y las elecciones desobedientes.
Por Julián Scher
-Hubiera querido tener un papá como el tuyo.
-Me duró poco.
-Y a mí el mío me está durando demasiado.
Leonardo Miranda, hincha de Racing, está sentado sobre una silla blanca de plástico en el Recinto de Honor del Estadio Presidente Perón. Es la mañana del 24 de marzo y el viento se cuela con fuerza por la única puerta abierta. Integrante de Historias Desobedientes, el colectivo de familiares de represores que condenan el accionar de sus parientes, se le ponen los ojos vidriosos cuando le dice a Zulema Chester, también hincha de Racing, que le hubiera encantado que su papá fuera alguien como Jacobo Chester y no alguien como Ricardo Benjamín Miranda Genaro, jefe del Departamento 2 de Informaciones de Mendoza, condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad desde el 22 de marzo de 2013.
Dos voces que coinciden en dos puntos: por un lado, ambas enfatizan la certeza de que la Argentina sufrió un genocidio que merece el máximo repudio por los tiempos de los tiempos; y, por el otro, ambas suscriben el afecto hacia el club que acaba de cumplir 119 años. A su vez, las separa una abismo insoslayable: ella es hija de uno de los 30.000 detenidos-desaparecidos y él, hijo de un represor de la última dictadura.
Zulema escucha a Leonardo desde el sector opuesto de la mesa, a un metro de distancia, con la mano apoyada en el sobre de papel madera donde guarda el carnet de socio eterno de Racing que recibió el 7 de diciembre de 2021 adentro del campo de juego del Cilindro. Jacobo, su viejo, trabajador del Hospital Posadas, fue secuestrado el 26 de noviembre de 1976 por el grupo de tareas que operaba en el centro clandestino de detención que funcionaba adentro del centro de salud. Zulema y su mamá reconocieron los rostros de los represores. No se los olvidaron jamás.
Se ven por primera vez en la cancha del club del que son simpatizantes. Es el sitio que podía reunirlos. Suben a paso lento hasta una de las plateas bajas. Posan para una foto. Zulema es de la Academia por su papá y lo acompañó varias veces a la tribuna de chiquita. Sintió una vez más el orgullo de la herencia cuando Racing les restituyó la condición de asociados a su viejo y a otros 45 hinchas y socios detenidos-desaparecidos por la última experiencia genocida que sufrió el país. Leonardo siguió el acto desde su Mendoza natal. Aprendió a querer esta camiseta de la mano de un amigo de la secundaria que le contagió la locura celeste y blanca. En su casa eran de River pero había algo en esa pertenencia que no encajaba. Conoció la popular de Avellaneda promediando la década del noventa cuando visitó Buenos Aires para un congreso universitario. El bautismo en la cancha lo impresionó.

Leonardo pregunta primero:
-¿Qué tan al tanto estabas de la vida de tu papá?
-Nada me era ajeno. Mi papá era algo como muy mío. Mi viejo no era un militante político. Era un buen tipo, empático con el dolor de los demás, solidario con sus compañeros y con sus amigos. Laburaba en las guardias del Hospital y hablábamos mucho de lo que pasaba en la calle. Me decía que llevara la Estrella de David adentro de la ropa porque nadie tenía por qué saber cómo pensaba o cómo me identificaba. Eso me permitió entender muchas cosas que pasaron después.
-¿Y cómo fue el día siguiente al secuestro?
-Enseguida entendimos que todo tenía que ver con el Hospital y fuimos a buscar una respuesta ahí. El Posadas estaba tomado militarmente desde el 28 de marzo de 1976 y ya había un clima enrarecido. Mamá, que también trabajaba ahí, volvía y contaba que se habían llevado a fulanito. Mi papá pensaba en cómo acercarse a la familia para ayudarla. Intentamos hablar con el director pero no nos recibió y en la comisaría tampoco tomaron la denuncia. No fue fácil.
Ahora es Zulema quien toma la posta:
-¿Cuándo te diste cuenta?
-De grande. Soy el más chico de cinco hermanos. Mi infancia fue con un papá adorable: me llevaba a pescar, jugaba a la pelota. Me crié en el Barrio Policial y crecí yendo al Círculo Policial. Yo sabía que él era un policía muy reconocido que se había retirado con la máxima jerarquía. Gran parte de mi vida la pasé teniendo un papá “normal”. La derogación de las leyes de impunidad fue el primer detonante porque desató tensiones que no existían. Pero recién en 2012, cuando empezó el juicio, caí en la realidad. Fui a ver al defensor oficial y me contó que mi padre estaba imputado por el secuestro de Antonia Campos y de José Alcaraz. Y que Martín, el hijo de ambos, de sólo nueve meses, había sido apropiado aquel 6 de diciembre de 1977. Ahí comenzó el proceso de vergüenza que me llevó al lugar de la desobediencia.
-¿Entraste alguna vez a la D2?
-Mi papá me llevó una vez cuando era jefe. Me fui a curiosear y me topé con unos calabozos con personas. Salí corriendo y nunca dije nada. Volví mucho después, cuando ya había sido declarado centro clandestino de detención, y me paré exactamente en el mismo pasillo y vi exactamente el mismo calabozo. Mi papá llegó incluso a negarme que ahí hubiera calabozos. Pero eso no es nada. En nuestra última discusión, cuando le hablé de Antonia Campos y de José Alcaraz, me respondió que cómo sabía que estaban desaparecidos, que a lo mejor estaban en una playa paradisíaca del Caribe. Y ahí te das cuenta de que no es que no te quiera a contar a vos: es que mantiene a ultranza el pacto de silencio.
«Mi papá todavía vive con la ilusión de que el proceso judicial vuelva hacia atrás. Creyó que eso iba a suceder durante el gobierno de Macri».
Leonardo miranda
Leonardo asume que está para hacer pública su historia: “Racing es la oportunidad de reconectar con la mística futbolera, es la pasión loca por los colores”. Y sigue:
-Durante mucho tiempo, creí que mi papá se podía arrepentir. Pensaba que, si entendía lo que significaba desaparecer personas, a lo mejor aparecía algo de humanidad en él. Se lo pregunté: “¿Sentís algo? ¿Te pasa algo?”. Y no. No le pasaba nada.
Zulema revolea los ojos para los cuatro puntos cardinales. Acota que nadie llega al puesto de jefe del centro clandestino de detención de la Policía de Mendoza sin formarse durante años para eso. Dicho de otro modo: Miranda Genaro no era ningún perejil. Pregunta además si las hijas de Leonardo tienen contacto con el abuelo represor. Le inquieta también el rol de la madre de Leonardo en todo esto.
-Me cuesta mucho analizar a mi mamá. Creo que no estaba de acuerdo, que algo de esta rebeldía se lo debo a ella. Que no se atrevió a más por su mandato familiar pero que, en la intimidad, hubiera deseado otra vida. La voy a visitar cada dos o tres semanas porque pienso que cada vez puede ser la última. Y siempre me abre la puerta mi papá, que está mejor que ella de salud. Pido que entiendan que no es fácil para nosotros.
Miranda Genaro, 89 años, goza de la prisión domiciliaria. El 3 de mayo de 2017, la Corte Suprema de Justicia declaró aplicable la ley 24.390, más conocida como 2×1, para el caso del represor Luis Muiña. Muiña integraba la patota que secuestró a Jacobo Chester. Un tsunami de repudio produjo la marcha atrás. Se gritó, se grita y se seguirá gritando: el único lugar para un genocida es la cárcel. El tema asoma inevitable en la conversación. Zulema respira lo más profundo que puede. Leonardo detalla:
-Es una contradicción. Adhiero a la consigna general de cárcel común pero, por mi mamá, estoy a favor de la domiciliaria para este caso. Si ella no viviera, yo estaría más cómodo con que mi papá estuviera en la cárcel. Se mezcla todo. Sí quiero que lo exoneren cuanto antes de la Policía. Es una barbaridad que siga figurando con retiro efectivo.
Zulema calla. Leonardo aguarda. En medio de ese silencio, queda espacio para una pregunta:
-¿Soñás con que se te terminen las contradicciones con este tema algún día, Leonardo?
-Sí, claro. Lo hablé mucho en terapia. Se dará con el tiempo.
-El paso del tiempo –interrumpe Zulema- no cambia las cosas.
-Pasa que mi papá todavía vive con la ilusión de que el proceso judicial vuelva hacia atrás. Creyó que eso iba a suceder durante el gobierno de Macri.
Se miran a los ojos de nuevo. De fondo, las réplicas de los trofeos que la Academia obtuvo cuando fue heptacampeón entre 1913 y 1919. Zulema gira la cabeza hacia las copas: “Racing es mi papá agarrándome de la mano para entrar a la cancha”. Luego inquiere por los archivos genocidas que no aparecen. Leonardo contesta que desde Historias Desobedientes no sólo esperan aportar a los procesos judiciales sino también contactar a otros hijos para Interrumpir los mandatos perversos y la repetición de esos mandatos en el futuro. “Varios de mis sobrinos son negacionistas porque tres de mis hermanos defienden a rajatabla a mi papá”. Zulema enfatiza: “El silencio es perpetrar hasta el día de hoy los hechos. Es terrible que sigan sin decir dónde están los cuerpos y a quiénes les entregaron a los chicos”.
Nuevo silencio, nueva oportunidad para introducir otro interrogante:
-¿Estás de acuerdo con que no puede haber ni perdón ni reconciliación con alguien como tu papá?
-Sin dudas. Si a mí me desapareciera un papá como el de Zulema, ni perdón ni olvido ni reconciliación ni nada. Es un daño a la humanidad. Es lesa humanidad. Seríamos un país más solidario y más justo si no hubieran desaparecido a tantos compañeros. Puedo volver a la vergüenza de decir que mi papá fue culpable de que las personas como Jacobo desaparecieran. Fue culpable de que este mundo no pueda estar mejor.
Zulema asiente con una mueca y acomoda la palma de la mano justo encima de donde sabe que está el carnet de su papá. El resto le sale solo:
-Es lo bueno de la vida: mientras la tenemos, podemos elegir de qué lado nos paramos. Bienvenido a este lado de la galaxia.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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