Nota
Agroecología y biodinámica en Mendoza: Elogio de la locura

Mendoza tiene historia de movilización antiminera. Pero no todo es “no”. Hay además producciones agrícolas sanas, incluso de vinos, que reman contra la corriente tóxica, la crisis climática y sintonizan con las nuevas tendencias de consumo. Primera parte de un viaje a formas distintas de acción y pensamiento que conectan, aunque parezca una locura, el cielo con el suelo. Por Sergio Ciancaglini.
Mendoza, tierra así bautizada como gesto de obediencia hacia el español Hurtado de Mendoza, por carambola de la etimología quiere decir en vasco “montaña fría”. Nombre adecuado, al menos antes de la crisis climática que está derritiendo nieves y glaciares de los Andes. Quienes más están haciendo para recuperar clima, salud y producción son personas y comunidades a las que un reconocido ingeniero agrónomo provincial siempre consideró “medio chifladas”. Tiempo después Marcos Persia, el reconocido ingeniero, se sumó a los medio chiflados y fue presidente de la organización que los nuclea.
El dilema: ¿quiénes son racionales y quiénes chiflados en esta época? Marisol Cortez, sombrero de paja y mate a cuestas, me dirá que está loca de contenta. Sandra, con las manos metidas en el ajo, celebra que su nueva vida es una locura. Y más personas me hablarán de fuerzas sutiles, cuernos de vaca, sabores y astros, mientras recorren viñedos inesperadamente fértiles pese a la sequía.
Mendoza es una provincia bella en un mundo que tiende a ponerse feo. Tiene una sociedad movilizada que en 2019 logró dar vuelta la intención sin grieta de instalarles la megaminería de oro, cobre, uranio, potasio & afines. Las asambleas interpretaron que el oro podría terminar como aquel español: Hurtado de Mendoza.
La respuesta social fue el Mendoaguazo. Pueblos enteros, gremios, credos religiosos, pueblos originarios y reinas de la Vendimia, con el lema “El agua vale más que el oro” lograron lo impensable: la derogación de la ley pro minera, y la rehabilitación de la 7722, la “guardiana del agua”.
Pero las riquezas siguen estando allí, y eso les despierta trastornos de ansiedad a las corporaciones que buscan utilizar a su favor a funcionarios, jueces y políticos centrifugados por la crisis económica de la que esperan salir como siempre: en los 90 fueron las joyas de la abuela (empresas estatales) y desde entonces son los bienes comunes o recursos naturales en plan feria americana.
En Mendoza aprendieron que frente a esto no se trata solo de decir “No”, sino que además se puede mostrar otro tipo de trabajo, de propuesta productiva y de formas de ser.




Oficina no, vaca sí
Es bromatóloga, docente, pero su sueño es ser una futura campesina. María Teresa Cañas, Guni, participa desde siempre en las movidas antimineras y además es inspiradora de la Cátedra de Soberanía Alimentaria local y contacto y cómplice de cantidad de proyectos de agroecología: producción sana, sin venenos, que cuida suelo, agua y salud devolviendo vida a los cultivos, entre otras cosas. “La agroecología entró por el lado de las asambleas, tanto frente a la minería como frente al modelo vitivinícola industrial de monocultivo y contaminante por los agroquímicos. Creció el concepto de la producción local y sana de alimentos, y fue un encuentro natural con las ideas de las asambleas”. Ejecuta Guni unos educados bocinazos al pasar por un pequeño santuario con banderas rojas junto a la ruta. “Saludo al Gauchito Gil. Por si acaso”.
Llegamos a Villa Tulumaya, Lavalle, a recorrer 4 hectáreas y las nuevas lógicas de la finca Cosmos. Trabajan allí nueve personas, más gente que en las producciones de materias primas transgénicas que vaciaron los campos convirtiendo a la Argentina en uno de los países con menos población rural del mundo (el 92% es urbana).
¿Cómo logran generar trabajo? Hay viñedos con elaboración de vinos La Mocha (tinto, naranjo y rosado, $2.500 la botella). Con el resto de plantas de la finca más un laboratorio crearon un sector de cosmética. Son como dos cocinas, una para la elaboración de productos líquidos y semilíqudos, otra para sólidos. “La cosmética es como una repostería” cuenta Laura Manzano, ex licenciada en administración.
Laura trabajaba en oficinas, se separó, y hace unos 15 años se encontró con una palabra rara: biodinámica. “Me habían prestado el libro Sembrar, plantar y recolectar en armonía con el cosmos, de la alemana María Thun”. Hizo algún curso, y viajó a Santa Fe, a la Granja Naturaleza Viva de Remo Vénica e Irmina Kleiner: “Fue demasiado. La belleza y todo lo que producen. Remo decía: si planto tantos girasoles gano tanto, pero si los elaboramos como aceite ganamos tanto más, y le damos trabajo a tanta gente”. Naturaleza Viva tiene 15 familias en 200 hectáreas de producción que los Vénica llaman agroecológica y biodinámica. Marta todavía se asombra. “Algo me latió adentro, volví, renuncié a la oficina y me compré una vaca. Me instalé acá inspirada en Naturaleza Viva y dije: es la vida que quiero”.
La vida que quiere: producen champús para distintos tipos de pelo hechos de jarilla, ortiga, caléndula, romero, tea tree, y varios más. Acondicionadores; jabones de lavanda, olivo, manzanilla y amaranto, pasta dental con extracto de romero y menta, desodorantes fitocosméticos; cremas faciales diurnas y nocturnas, exfoliantes, restauradoras; emulsiones corporales, bálsamos. Fabrican también mermeladas (ciruela, durazno y varios etcéteras), tomate triturado, pasta de berenjenas, orégano y milenrama biodiámicos… el infinito y más acá. Y tinturas madre de jengibre, cola de caballo, consuelda, romero, caléndula, cardo mariano, carqueja, equinacea, lavanda, propóleo, romero, valeriana, vid.
“Tenemos 2 hectáreas de viñedos, y el resto para plantas aromáticas y medicinales, hortalizas y frutas, y pastura de animales” cuenta Laura sobre ese estallido productivo que se puede explorar en la página web de la finca Cosmos.

Romanticismo + datos duros
Qué es eso de la biodinámica? Laura mira la finca: “¡Qué difícil! Es una forma de cultivo que nace de un filósofo austríaco, Rudolf Steiner (fallecido en 1925). Creó la antroposofía, las escuelas Waldorf, y antes de morir habló de agricultura. Básicamente dijo que había que investigar la relación entre lo que sucede en el cosmos y en la tierra. Que se puede potenciar lo agrícola para tener alimentos con una cualidad diferente”. ¿De qué modo? “Son técnicas agronómicas. Se alimenta y enriquece el suelo para que las plantas se desarrollen de la mejor manera. Aparte está todo lo espiritual que forma parte de la agricultura biodinámica, que me encantó”.
El suelo del viñedo está cubierto de plantas. Un alambrado lo separa de un campo vecino de aspecto desértico, solo vides y un suelo grisáceo. “De esa finca tradicionalmente te dirían que está ‘limpia’, sin yuyos. La nuestra sería ‘desordenada’. En los otros campos andan con las mochilas fumigando, contaminando. Ponen fertilizantes químicos que hacen que las plantas crezcan pero débiles. Atraen plagas y tienen que envenenar más todavía. Aquí el suelo cubierto conserva mucho mejor la humedad. El agua no se evapora, las plantas son fuertes. Pensá que tenemos agua por regadío una vez cada nueve días. Y mirá cómo está todo”. Miro: todo está vivo.
En la huerta tienen de 20 a 40 variedades de tomates, zapallo, lechugas, pepinos, porotos , maíz. Parte lo consumen y el resto lo transforman en productos de venta (tomates triturados, salsas, mermeladas). Se ven patos que pastorean. “Cada animal tiene una función, y los patos no nos tocan las aromáticas, pero sí las que no queremos como el sorgo de Alepo”. Familia ensamblada, Laura vive con sus hijas y su pareja Raimundo Laugero que tiene otros dos hijos. Informa, ante esa especie de jardín botánico: “Acá está mi alma”.
Esto puede sonar romántico, pero el alma de Laura no pierde de vista lo productivo: “Son años de trabajo también en lo comercial para sostener la estructura. Hay cada vez más demanda de este tipo de productos y gente sumándose a trabajar de este modo. Hacemos lo que nos gusta. Y algo tan lindo, no es tan lindo si no lo compartís”.


Los chiflados
Llega el ingeniero agrónomo Marcos Persia, asesor de la Asociación para la Agricultura Biológico-Dinámica de Argentina (AABDA), representante en Mendoza de la Dirección Nacional de Agroecología y uno de los grandes impulsores cuyanos de toda esta experiencia. “La agroecología se centra en lo material, los nutrientes, asociaciones de cultivos. La biodinámica hace lo mismo, agregando un concepto de lo no material, lo que está a nivel de la energía. La palabra clave tal vez sea vitalidad. ¿Cómo medimos la vitalidad? ¿Por qué cambia? La biodinámica trata de pensarlo”.
La AABDA plantea que el objetivo es “vitalizar a la tierra, los cultivos, los animales y al ser humano, produciendo alimentos de altísima calidad”. Eso se logra utilizando “preparados biológico-dinámicos (compuestos por productos minerales y orgánicos: vegetales y animales que llevan un proceso de maduración), con la incorporación de materia orgánica (compost, abonos verdes, cercos vivos, rotaciones de cultivos, purines, etc.), con técnicas de labranza que minimizan los efectos negativos sobre la estructura, microflora y microfauna del suelo e incluyendo en los cultivos el componente animal, generando sistemas mixtos agrícola- ganaderos”, lo cual los convierte en la práctica en captadores de CO2 que contribuyen a la disminución del efecto invernadero y el calentamiento global, además de la producción de alimentos sanos.
Dice la AABDA: “Su visión no queda acotada a lo que ocurre en la tierra de cultivo, sino que se eleva hacia el cielo y está pendiente de los acontecimientos astronómicos registrados durante el mes y el año. Ritmos de la luna, el sol, los planetas, y sus distintas posiciones respecto a las estrellas del Zodiaco. Que influyen directamente en los ritmos de la naturaleza, los biológicos y sobre el crecimiento vegetal”.
Los calendarios biodinámicos indican los mejores momentos para siembras, cosechas, crianza animal y todas las actividades del campo. Sistematizan la influencia de las fases lunares en los cuerpos y los cultivos, algo que se conoce desde siempre (aunque los urbanos hemos sido un tanto podados de esa percepción). Mucha gente en el mundo –la biodinámica es global– utiliza los calendarios hasta para saber cuándo cortarse el pelo. Todo esto puede resultar discutible para muchas mentes pero la biodinámica más que discutir plantea experimentar y observar resultados. “Es un cambio de paradigma. La humanidad y la ciencia están comprendiendo que hay una pifiada, que la relación con la naturaleza tiene que ser diferente”.
Marcos estudió agronomía en Mendoza. “La facultad es pura cabeza, yo quería salir a hacer”. Participó a comienzos de siglo en el inicio de la Unión de Trabajadores Sin Tierra (que inspiró la creación de la Escuela Campesina de Agroecología), en cooperativas rurales, contribuyó en 2004 al armado de la Bioferia de producto agroecológicos, a la que luego se sumó otra opción, la Vida Feria, y hoy es docente en una tecnicatura agroecológica en el Valle de Uco.
“Por 2005 habré conocido a los biodinámicos a partir de Naturaleza Viva, y me parecieron re buenos tipos, pero medio chiflados. Hablaban de fuerzas, cuerpos etéricos, energías, y no me entraba en la cabeza, no cerraba con mi formación. Me puse a estudiar y empecé a entender que la luz solar o la luna influyen de manera increíble, solo que no te habías dado cuenta. Existe algo más de lo que puedo ver y tocar. Cosas intangibles”.
Nota Marcos mi propia perplejidad y dice: “Por ejemplo nuestras emociones no son algo material, pero son tan poderosas que influyen en casi todo. El materialismo se queda corto al querer explicarlo todo”.
¿Y qué tiene que ver eso con la producción? “Eso mismo hay que preguntarse. ¿Cómo impacta mi relación con el suelo, los cultivos, los animales, el agua? Al conocer esas experiencias de agricultura empecé también a percibir un cambio mío, corporal y anímico, la idea de un mundo si querés sutil pero de tremendo impacto para transformar lo material”. Los alimentos y sus componentes son materiales: “Pero también hay un componente sutil, una vitalidad que si no poseen, tampoco nos alimenta”. Por eso se habla de los alimentos sanos como “víveres”: que nutren de vitalidad.
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Marcos terminó siendo cinco años presidente de AABDA, y cuatro como vice. O sea, un referente nacional de los medio chiflados. “Además conocí las experiencias y organizaciones en Latinoamérica y Europa y la verdad es que el contacto con toda esa gente loca y lo que produce es algo que no tiene vuelta atrás”. Sobre las palabras: “Yo hablaría de una agroecología dinámica, donde la ‘dinamis’ está en esa parte inmaterial, lo del calendario, las formas de coordinar con esa energía que está en el cosmos, incluso con los preparados y el compost que revitalizan los suelos de un modo increíble”.
¿En términos productivos cuál es la diferencia con otros campos? Persia: “Según el lugar, la época o el cultivo, algunos trabajos dan resultados favorables en kilos o toneladas para lo agroecológico, otros al revés, pero en esos casos no se menciona que lo convencional depende de un enorme gasto de energía fósil, fertilizantes y químicos. Además son alimentos vaciados de sus componentes”.
Sobre la idea de que hay que producir más alimentos: “Es un enfoque engañoso para justificar a la agroindustria. El problema en el mundo en realidad es de distribución de los alimentos. Que la gente tenga acceso a la comida. No faltan alimentos sino que se los tira como parte de un estilo de consumo y para regular los precios. Por eso la agroecología plantea un sistema agroalimentario autónomo y soberano que les garantice comida a todos”. Así pasa Marcos de lo sutil a lo gruesamente político (temas de los que no habla ningún político).
Un ejemplo: “Tenemos 3 millones de habitantes en Mendoza. Abrís la producción de alimentos de cercanía. Suponete que empezás con 500 familias. Eso sería súper rentable para todos y estarías cambiando la ecuación alimenticia de la comunidad, paso a paso, para ver cómo llegar a cubrir la necesidad de toda esa población, aliando a productores y consumidores”.
¿Y el futuro? “El sistema actual no cierra ni humana ni ambiental ni climáticamente, y hay una demanda gigante de este tipo de producción en el mundo. La agroecología a la larga tiene que desplazar al modelo convencional. Es la agricultura del futuro, porque es mucho más beneficiosa para todos”.
Salvo, hay que decirlo, para las corporaciones que controlan la fabricación y venta de los llamados OCNIS: objetos comestibles no identificados, con los que reemplazan a los alimentos de verdad.
Producción realizada en colaboración
con la Fundación Heinrich Böll – Cono Sur.
(Este reportaje continuará, describiendo en qué se parecen una empresa que exporta vinos de alta gama a 27 países, una cooperativa de campesinos, un ex corresponsal de guerra, y mujeres que lograron reiniciar sus existencias y conectar el suelo, el cielo y la posibilidad de vivir mejor).
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Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
Nota
Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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