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Empresas recuperadas por sus trabajadorxs, con Alberto Fernández: inteligencia común y celebración para quienes inventaron un nuevo modo de producir

“Siempre se cierran fábricas, pero nosotras sabemos cómo abrirlas”. Así hablan las personas que celebraron este lunes el Día de lxs Trabajadorxs de Empresas Recuperadas. Con la consigna “ocupar, resistir y producir” lograron revivir fábricas vaciadas o fundidas por las patronales. En tiempos de “inteligencia artificial” proponen la inteligencia común: la capacidad colectiva, autogestiva y cooperativa de crear situaciones y soluciones que el sistema económico solo suele empeorar. Durante el acto se emitió además un capítulo de Las cosas que hay que hacer para trabajar, el documental realizado por la Cooperativa de Trabajo Lavaca.

Imágenes del acto en Llavallol. (Fotos Lina Etchesuri).
La Cooperativa de Trabajo Cotramel, ex metalúrgica Canale, fue la sede de la celebración por el Día de lxs Trabajadorxs de Empresas Recuperadas, que reunió a más de 2.000 trabajadoras y trabajadores de todo el país en un acto en la localidad bonaerense de Llavallol que encabezó el presidente de la Nación, Alberto Fernández.
En tiempos de inteligencia artificial, el encuentro fue convocado bajo una consigna original: “Futuro con inteligencia común: trabajadores y Estado para recuperar Argentina”. También fue el motivo del festejo de un movimiento que cumple 25 años de recuperación de fábricas y creación de fuentes de trabajo, con más de 400 unidades productivas en todo el país y aproximadamente 18 mil trabajadoras y trabajadores.
“La inteligencia común es el trabajo que hacemos día a día: no solamente un empresario puede manejar la empresa, sino también sus trabajadores”, apuntó Silvia Ayala, de la Cooperativa Mielcita, fábrica de alfajores, galletitas y golosinas. “Y a ese futuro podemos aportar muchísimo. Por ejemplo, cómo hacer para no perder los puestos de trabajo. Siempre se cierran fábricas, pero nosotras sabemos cómo abrirlas”.

Murúa, Tolosa, Alberto Fernández, Pérsico y Nicolás Macchi, presidente de la cooperativa Cotramel (ex Canale). (Fotos Lina Etchesuri).
Mientras llegaban micros y delegaciones de las provincias, y un equipo técnico acomodaba cuatro micrófonos en una mesa sobre el escenario, en las pantallas se estaba proyectando el primer capítulo de Las cosas que hay que hacer para trabajar, la serie audiovisual de ocho capítulos que lavaca produjo y estrenó este año. El capítulo, casualmente, trata sobre el encuentro federal del año pasado, que también contó con la presencia del Presidente, pero en la Cooperativa Aceitera La Matanza.

Durante este gobierno, por primera vez las empresas recuperadas tuvieron un reconocimiento institucional desde el Estado. En diciembre de 2019, Eduardo Vasco Murúa, histórico referente de la metalúrgica IMPA y del movimiento, asumió como director nacional de Políticas de Inclusión Económica, conocida en el sector como la Dirección Nacional de Empresas Recuperadas, donde se lanzó la línea Recuperar, con proyectos de subsidios, créditos y capacitaciones a las empresas, así como el RENACER, un registro nacional que permite un mapeo de las empresas en el país.

Fotos: Lina Etchesuri.
“La construcción de políticas públicas que tuvieron como protagonistas a nuestros compañeros en lugares institucionales, como nunca antes en la historia, también da cuenta de esa inteligencia común”, subrayó Gisela Bustos, abogada del movimiento, miembro de la Cooperativa 19 de Diciembre, y directora en el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES). “En un mundo donde se discute y se sufre la transformación vertiginosa del ámbito del trabajo, venimos a plantear un mojón: defendemos el trabajo y decimos que es posible. No lo planteamos como un panfleto, sino como algo posible y concreto. ¿Qué planteamos a ese futuro y al mundo? Que es posible sostener las fuentes de trabajo desde una mirada social, solidaria y popular, y que tengan a trabajadores y trabajadoras en el centro de la escena”.
Al escenario subieron Alberto Fernández, el Vasco Murúa, la ministra de Desarrollo Social de la Nación, Victoria Tolosa Paz, y el presidente de la Cooperativa Cotramel, anfitrión de la celebración, Nicolás Macchi. También se sentó, pero sin micrófono, el secretario de Economía Social, Emilio Pérsico. Fue el único que no habló.
Previamente, Macchi había recorrido con el Presidente y la ministra las instalaciones de la fábrica, cuya historia contamos en MU.
La ex Canale y el futuro del trabajo
Cotramel es un predio de seis hectáreas y media, producen hojalatería y litografía, y su ex nombre, Canale, es sinónimo de toda una historia, que pasó a manos de SOCMA (Macri), luego Nabisco y Kraft, en procesos de concentración, extranjerización y desguace de la industria alimentaria. El predio de Llavallol era parte de esa empresa, que colapsó, y sus trabajadores conformaron la cooperativa en 2018 para defender el trabajo, sobreponiéndose al vaciamiento y a las patotas de la UOM. “Alberto, acá se respira lucha: somos resultado de las políticas que van en contra de nuestra clase”, dijo Macchi. “La mayoría de nuestros compañeros tienen más de 20 y 30 años de antigüedad, y todos pasamos por lo mismo: rupturas familiares, llanto, todo. El trabajo dignifica”.

Luego Murúa repasó parte de la historia del movimiento, agradeció a sus compañeras y compañeros, y sostuvo que, ante el cambio de forma en las condiciones del capital, el camino es el de una central sindical que contemple todas las formas de trabajo, asalariadas y cooperativas. Destacó la importancia de generar mecanismos de acceso al crédito para cooperativas y de contemplar una reforma en la seguridad social para que lxs trabajadorxs no deban jubilarse con la mínima por ser monotributistas, luego de perder los años de aportes tras los fraudes patronales.
A su turno, la ministra Tolosa Paz reconoció que “cada empresa que se cae es el desenlace de políticas que no creen en la capacidad productiva” del pueblo, y afirmó que no es sólo tarea del movimiento “poner de pie” cada estructura cooperativa.

A.F: Capitalismo, plata y “planeros”
El cierre estuvo a cargo de Alberto Fernández: “La realidad es que el mundo ha cambiado. Ni siquiera es el que conocimos con Néstor. Tiene un capitalismo muy perverso, más preocupado por lo financiero que por lo productivo”. Destacó que ese proceso motivó el despliegue de la economía popular: “No es una coyuntura, la economía popular vino para quedarse. Es imperioso reconocerla y darle un marco que la contenga”.
Tomó nota de que hoy la fábrica está funcionando al 20% de su capacidad productiva por la dificultad de acceder a los insumos: “Le preguntaba a Nico cuánta plata falta. ¿50 millones de pesos? Cuesta mucho acceder al crédito a las cooperativas. Tiene mucho sentido que le prestemos atención”. Y cerró con una frase que, en minutos, ya estaba en varios portales informativos: “Ahora el 10 de diciembre va a haber otro gobierno. Uno o una de los nuestros va a sucederme, y lo que hay que explicarle a la mayoría es que el problema no está adentro, está enfrente. El problema son los que dicen que la economía popular son planeros que no quieren trabajar”.
Inteligencia común y emociones hechas proyectos
Al cierre del acto, lavaca se acercó a Macchi: “Le conté toda la historia. Uno tiene ganas de contar y ser escuchado. Y que actúen en consecuencia. No sé si van a actuar, pero es importante que estén acá”. Macchi pasó en cinco años de dormir en la calle y enfrentarse a la seccional de la UOM a recibir al Presidente: “El sueño era mantener el trabajo y hoy está más que cumplido. Me gustaría lograr que mi hija no tenga que pasar por lo mismo. Papá ya peleó, ¿por qué tiene que seguir peleando la generación siguiente? Yo le decía al Vasco que somos hijos de ellos, pero en algún momento tiene que llegar el corte. Pusimos el cuerpo, hicimos el desgaste. Hay que institucionalizar esas necesidades que tenemos como sueños a futuro. Afianzar el sector. Y que recuperar una empresa no tenga que ser algo tan doloroso”.
Murúa también estaba emocionado: “Todavía nos quedan seis meses de gestión. La intención de estar con el Presidente era discutir ante los trabajadores lo que estaban exigiendo los trabajadores. Ahora mi labor es convencerlo para que se pueda hacer”.
Sobre el futuro, la inteligencia común, y la recuperación de Argentina, las tres dimensiones de la convocatoria: “Todavía es un desafío. Tenemos que desarrollar plantearnos como un actor importante dentro de la economía popular. Vamos al eje de la discusión política y en contra de todas las intenciones de la clase política que lee los viejos libros, ya sean los capitalistas como los keynesianos. Se acabó. Para esta inteligencia común que tenemos que lograr, necesitamos un aparato estatal que la comprenda. Sin eso, va a ser imposible. Es la tarea que nos toca. Hay que seguir peleando por esos derechos, y la política que deberían dar otros sectores la tenemos que dar nosotros. Y convocar para no perder ese rumbo, para no perder la Nación”.



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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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