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En Chaco con la mamá de Cecilia Strzyzowski: “Si la impunidad sigue van a subir los números de desaparecidas y desaparecidos”

«Me han sacado tanto, que hasta me sacaron el miedo». A tres semanas de haberla visto por última vez, la mamá de Cecilia Strzyzowski, Gloria Romero, recuerda a su hija: desde su nacimiento, sus bromas permanentes, el sueño de conocer a Messi y de viajar, hasta los intercambios entre madre e hija de memes deportivas y «choluladas». Cuenta a lavaca cómo le cambió la vida, lo que está atravesando, la necesidad de encontrar justicia, y de encontrar a Cecilia: «Despedir a mi hija como corresponde», dice.
Habla de los “intereses políticos” que se colaron en el caso y del apoyo que recibe de mujeres «del partido del Coqui» (Jorge Capitanich). Mientras tanto, la investigación avanza con pruebas halladas en el terreno de la familia Sena que ya están siendo peritadas y comprometen cada vez más a los imputados. Además, el equipo de fiscales a cargo de la investigación y el Procurador General de Chaco adelantaron que el juicio de la causa será por jurados.
Por Franca Boccazzi
Tres inyecciones diarias tuvo que darse Gloria durante un buen tiempo para combatir los problemas de fertilidad que le impedían concretar el deseo ferviente de ser mamá. La mala racha de abortos espontáneos terminó cuando, por fin, uno de los muchos intentos se convirtió en un embarazo delicado, pero viable. Seis meses después nació Cecilia, tan deseada y soñada que cuando llegó a este mundo ya tenía su primera bicicleta nueva esperándola para pasear.
Cecilia superó las dificultades de ser una bebé seismesina gracias a los cuidados intensos y el amor de su familia. La voz de Gloria, del otro lado del teléfono, se torna maternal y sincera: “¿Entendés lo que era Cecilia para mi?”.
El termo y el dólar blue
Gloria Romero vive en Resistencia, Chaco, y desde hace 22 días que no descansa en paz: desde que su hija se encuentra desaparecida su vida cambió para siempre. “Yo vivía en mi mundito de correr, el fitness y nada más. En Facebook vas a ver que me gustan las artesanías, hago artesanías, me gusta tejer, bordar”, dice y sigue: “Yo era una ama de casa común, que vivía en un termo porque no me gusta la televisión, no miro noticieros porque a mi no me cambia la vida que el dólar blue suba porque ni siquiera he conocido un dólar en mi vida. Yo sabía que tenía que laburar y nada más, como cualquier persona de clase media pobre”.
Cecilia Strzyzowski tiene 28 años. Su familia la vio por última vez el jueves 1 de junio. Desde entonces, la extrañan. Para Gloria no hay dudas de que la mayor característica de Cecilia es el humor y la alegría hasta en los momentos más difíciles: hace 10 años la joven fue quien la sacó de la silla de ruedas después de haber tenido un accidente y pasar por una rehabilitación muy dolorosa. Cada vez que Gloria rezongaba para levantarse y caminar Cecilia parodiaba una escena famosa de la película Hombres de honor y le gritaba: “¡Cocinero, quiero mis 12 pasos!”. Con una voz risueña Gloria define: “Así era, te juro. Tenía una personalidad que no podías estar 5 minutos sin reírte, era alegría 24/7 y con un humor negro… Yo creo que si estuviera en este momento incluso haría chistes de su propia muerte”.
¿Qué cosas le gustaban?
Estaba empezando a ahorrar porque quería ir al próximo mundial, me decía: «Mami, vamos a ir al próximo mundial, no sé cómo pero nosotras vamos a estar ahí». Porque es re futbolera, súper futbolera, y además de ser bostera soñaba con conocer a Messi. También quería aprender básquet, quería aprender a tocar el violín, a pintar, estaba haciendo un curso de pintura, de escultura, otro de estética. Ella hacía mil cosas a la vez. Otro sueño que tenía era conocer a Tinelli, ser coreógrafa y llegar a trabajar con él. Tenía tantas ganas de vivir y tanto miedo a la muerte que lo que más le preocupaba si se subía a un avión era que el avión se cayera.
¿Qué relación tenías con tu hija?
Estábamos 24/7 conectadas por Whatsapp o Instagram. Nuestra vida era mandarnos memes, contenido de deporte o de la cholulada. Y las charlas eran eso, la dieta fitness, el nuevo top deportivo, las zapatillas para correr, alguna receta de budín proteico… Éramos dos taradas -dice entre risas-; si alguien ve nuestras conversaciones parecíamos adolescentes, porque éramos muy compinches. Antes de que ella se casara íbamos al gimnasio juntas, y después de que se casó salíamos juntas o ella venía a casa los fines de semana. Nuestra relación era así, como amigas.
¿La notaste cambiada el último tiempo?
En el último año, después de que se casó, empezó a abandonar todo. Y yo le insistía: «Hija, no podés abandonar las cosas que a vos te gustan, tenés que seguir haciendo lo tuyo». La veía medio tristona. Ella había puesto una cafetería que no funcionó, entonces en las últimas semanas, antes de que pasara todo, le dije: “Listo, no anduvo la cafetería pero el local está cerrado y lo siguen pagando, sacá todo y poné un gimnasio que es lo que a vos te gusta”. Porque eso es lo que teníamos: cuando ella se caía yo la levantaba y cuando yo me caía ella me levantaba. Y bueno, sacaron todo e iban a poner un lugar para yoga, reiki y todo lo que tenga que ver con artes marciales y danza. Estaba con todo eso y, de repente, salió la propuesta del viaje y el proyecto de irse a vivir al sur.

La causa y la política
El 1º de junio Cecilia se despidió de la familia, pasó la noche junto a su marido César Sena y a la mañana siguiente fueron a lo de sus suegros: Marcela Acuña y Emerenciano Sena, quienes hasta ese momento se postulaban como diputado e intendenta de Resistencia en la lista oficialista del Frente Chaqueño. El plan era pasar un rato antes de viajar ese mismo día en avión desde Corrientes a Ushuaia con escala en Buenos Aires. Iban a pasar un tiempo allá porque tenían el proyecto de instalarse y trabajar en el sur.
Tras cinco días sin novedades, su tía abuela Mercedes Flores se acercó a la Comisaría Quinta de la capital chaqueña a denunciar su desaparición. El 6 de junio la fiscalía Especial de Violencia de Género 4 tomó el caso de la desaparición de Cecilia e inmediatamente lo calificó como femicidio.
El pasado jueves 22 de junio los fiscales a cargo de la investigación, José Cáceres Olivera, Jorge Gómez y Nela Velázquez junto al Procurador General de Chaco, Jorge Canteros, brindaron una conferencia de prensa en la que sostuvieron la hipótesis de que a Cecilia la mataron en la casa de la familia Sena y que “hubo un trabajo de inteligencia, muchas personas participaron de este hecho delictivo y tuvieron varios días para descartar pruebas”. César Sena, Marcela Acuña y Emerenciano Sena están detenidos. Además lo están por considerarlos partícipes: Gustavo Melgarejo, Griselda Reynoso, Fabiana González y Gustavo Obregón.
Por otra parte, los fiscales a cargo del caso anticiparon que cuando venza el plazo para resolver la situación procesal de las personas imputadas, van a pedir prisión preventiva. Además, confirmaron que la causa será llevada adelante mediante un juicio por jurados.
Mientras tanto, el cuerpo de Cecilia sigue sin aparecer, por lo que se convocó nuevamente al equipo de antropólogos de Córdoba que ya había descartado pruebas óseas y rastros biológicos la semana pasada, con el objetivo de que examinen nuevos restos óseos hallados en el canal Quijano del Río Tragadero, en el predio de los Sena, junto a un dije y anillos que podrían ser de Cecilia. Estas pruebas se suman a una valija con ropa quemada encontrada el domingo pasado que ahora está sometida a peritajes para confirmar si es la misma que Cecilia había preparado para viajar al sur junto a César Sena.
¿Sentís que hubo intereses políticos metidos en el caso?
Sí, eso fue lo más doloroso. Ya en la primera reunión que tuve con el fiscal Gómez terminó siendo una guerra campal entre mi abogado y él donde pelearon por cuestiones personales o de política, y yo, una mamá desesperada que quería saber qué pasó con Cecilia, estaba dibujada. La vida de una chica de 28 años que tenía más sueños que estrellas en el cielo, como ella siempre decía, no vale nada. Es solo un número. Somos descartables, y si la impunidad sigue van a empezar a subir los números de desaparecidas y desaparecidos. Yo pensé que esto había terminado hace 40 años y no. A mi me sacaron todo: a mi hija, la posibilidad de encontrar un cuerpo, me sacaron la posibilidad de un luto tranquilo, de llorar, me sacaron todo. Me han sacado tanto que hasta me sacaron el miedo.
¿Cómo te sentís respecto al apoyo de la gente?
El apoyo de la gente es muchìsimo, de la Multisectorial y, sobre todo, el apoyo de las mujeres, incluso de muchas que son del partido del Coqui (Jorge Capitanich).
¿Tenés esperanzas de encontrarla?
Yo quisiera encontrar aunque sea un pedacito de ella para llevarla a la Basílica de Itatí, porque ella era muy devota de la Virgen de Itatí. Quisiera tener algo para poner en una urnita y despedir a mi hija como corresponde, dejarla allá para que encuentre paz. Y bueno, tal vez nunca sepa cómo murió realmente, si le dolió mucho, si la torturaron. Eso me da vueltas en la cabeza, cómo fueron sus últimos momentos, si fue rápido, si sufrió… Es lo que más me duele, me duele en el alma.
La última imagen de Cecilia es del 2 de junio cuando ingresó con su esposo a la residencia de los Sena en la calle Santa María de Oro 1460, Resistencia, de donde no volvió a salir.
Todavía Gloria, su mamá, espera encontrarla.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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