Nota
“Este libro es el resultado de un encuentro que transformó a la puta en un sujeto político”
Entrevista a María Galindo, fundadora de Mujeres Creando y creadora de Ninguna mujer nace para puta, luego de las presentaciones en Argentina del libro editado por lavaca.
¿Cómo fue tu contacto con el público, en ámbitos tan diferentes como el Rojas, las universidades o el Bajo Flores, a partir de Ninguna mujer nace para puta?
Yo creo que, justamente, el encanto estuvo en haber tenido contacto con diferentes públicos a partir de un personaje que genera tanto que pensar, sentir y revelar como es la puta puesta como espejo de la situación de las mujeres en nuestras sociedades.
Sin duda, y no por caer en un populismo barato y sin fundamento. Ustedes que estuvieron muy cerca nuestro en los debates. Saben que, el de Bajo Flores fue el encuentro más intenso y más sentido. A pesar de lo chiquito del espacio, a pesar de que hubo una especie de invasión de mujeres que no vienen del Bajo Flores y que interrumpieron permanentemente la comunicación con las mujeres bolivianas, a pesar de esos factores ellas son las que dieron un debate bien profundo porque tomaron los contenidos, como decimos en Bolivia, “a pecho”. Justamente allí y en ese contexto surgió la idea de hacer del libro un taller, porque el debate se abrió tanto en contenidos que no podía quedarse allí.
El Rojas que fue la presentación principal y con mucha presencia de medios y que fue además la única presentación en la teníamos un publico “misturita”, de todos los colores y lugares. Fue una presentación muy eufórica para nosotras, tanta alegría y tantas emociones que creo que él público disfrutó.
En lugares académicos como Gino Germania o la facultad de Ciencias Sociales yo quise apuntar justamente a cómo construimos pensamiento, qué pasa con la enorme distancia que hay desde esos espacios con los procesos sociales, el papel que juegan los intelectuales muchas veces haciendo de intermediarios, de traductores del pensamiento que se construye a nivel de los movimientos. Cayendo en una función parasitaria que recorta la realidad a la medida de sus intereses y teorías. Repensar el papel del testimonio en la construcción de pensamiento social, repensar la forma como se despoja al “otro” de su saber. Me gustó que, en muchos casos, los y las estudiantes sí que tomaron ese debate en serio porque lo viven todos los días, mientras que profesores se muestran muy reacios a entrar en esa discusión en el contexto además de un libro que te ofrece ese ejemplo de una manera muy directa. Es decir hablando otra vez desde la práctica.
En todo caso a mí me quedo sabor a poco de todo el conjunto de presentaciones, porque sacamos este libro casi pujando, con mucho esfuerzo físico, intelectual y psicológico y creo que ofrece varias líneas de discusión que no nos las devolvieron las personas encargadas de presentarlo, que se supone que lo habían leído, de quienes esperamos que asuman estas discusiones como propias, del conjunto de compañeras valiosísimas que estuvieron acompañando las presentaciones.
Me importa también mucho como asuman las hermanas en situación de prostitución este texto, no me importa en el sentido de la censura que pudiese operar sino justamente lo contrario. Acá en Bolivia la organización de las compañeras acaba de asumir el término mujeres en situación de prostitución y el Defensor del Pueblo también, directamente gracias a los debates e intercambios llevados adelante con la muestra en Cochabamba. En Argentina hemos trabajado en talleres con grupos de mujeres en situación de prostitución y el resultado fue que, por primera vez, muchas de ellas pudieron hablar en público, leyendo un texto que ellas mismas escribieron durante ese taller y que empezaba diciendo: “Soy una mujer, no una puta” y que forma parte de la introducción del libro. Cada oración fue escrita por una diferente y todas juntas formaron un sujeto social contundente. Eso es, en síntesis, este libro.
Las Mujeres Creando lo están estudiando para darnos una crítica pronto: esa crítica esa devolución que yo necesito como un bebe recién nacido necesita leche, sino el libro se queda como una nueva hemorragia.En mi trabajo espero mucho de los momentos de devolución.
Lo que si pude leer en las miradas y posturas físicas de quienes me escucharon sin hablar es que nuestras palabras no se reflejan de la misma manera en las pupilas de hombres que de mujeres. Creo que para las mujeres el libro se convierte en un problema, enseguida. Para los hombres, en cambio, se convierte en un desafío que se “pueden” permitir evadir.
El peligro de transformarse en víctima o sujeto de atracción
¿En qué medida el libro puede significar la apertura de espacios nuevos de pensamiento y de acción?
Si me disparo en sueños te podría decir muchas cosas que me vienen enseguida. La primera que considero fundamental es que este libro nos permite repensar la teoría feminista sobre la construcción de sujeto. Resulta que el feminismo ha sufrido una fuerte puesta en cuestión a través de la teoría queer, que precisamente logra poner en cuestión de manera brillante el sistema sexo-genérico que el feminismo utiliza como base de construcción de propuesta y teoría. Es así que ha surgido un feminismo entre comillas muy light, muy descafeinado y muy desorientado. Ese es un nuevo problema respecto del anterior que encarábamos nosotras, que fue el de la tecnocracia de género y la tecnocratización de los horizontes de lucha del feminismo, al menos en nuestro continente.
Con este libro y la presencia de la puta como personaje central de la teoría, de la crítica al Estado como Estado Proxeneta y de la puesta en cuestión del concepto de heterogeneidad y de diferencia puede significar la reorientación de los horizontes de lucha y de las bases de construcción de un sujeto político desde las mujeres.
Esto es un sueño, porque también puede darse un vacio en la posibilidad de discusión. Y esa vacío se produce si transforman a la puta en una víctima o en una atracción.
La posibilidad más modesta, pero no menos significativa, es que este libro permita u avance a las mujeres en situación de prostitución organizadas, al menos en la sociedad boliviana, aunque enseguida, por ejemplo, las chilenas me han escrito y quieren conocerlo y discutirlo. Y eso puede correr como pólvora hacia círculos de mujeres en situación de prostitución, agotadas ya por la repetición idiotizante del guión de la puta. Así aparecerán de la nada -quien sabe- otras hermanas rebeldes y dispuestas desde sí mismas a deshacer ese discurso. Entre las bolivianas, yo voy a dar la pelea amorosa de entendernos y medir lo que nos jugamos cuando podemos desatar la palabra en primera persona.
Otra de las fuerzas hacia la acción y el pensamiento que tiene este libro es develar el vacio de ciertos refugios “políticos” que tenemos las mujeres, y quien sabe otros actores sociales: esto de mujer migrante, por ejemplo, que no quiere decir nada; o de mujer estudiante, o de mujer indígena y así sucesivamente. Es un desafío a escoger el lugar desde dónde repensarnos sin caer en la banalidad y el refugio idiotizante. Esto implicaría pensar un Ninguna mujer nace para puta a partir de otros lugares sociales. En Bolivia, por ejemplo, tenemos un gran vacio, si intentamos ubicar el lugar desde donde puede pensarse una mujer indígena joven que ha hecho varias rupturas con mandatos culturales y que la cultura como referencia no le sirve, pero tampoco le sirve la “modernidad urbana tan mal hecha”, ni menos aun el concepto de ciudadanía.
Así que veremos. Por ahora lo que haremos es diseñar un taller bonito, no apto para intelectuales, ni para quienes quieren mirar de palco: o te pones en cuestión o no vengas al taller. Así va a ser.
“Sin sujeto no hay feminismo”
Las ideas de Ninguna Mujer nace para puta sumadas a tantas que vienen planteando Mujeres Creando, ¿significan un nuevo feminismo? ¿Cuáles serían sus características?
Mujeres Creando nació de una manera muy particular: nació rompiendo, criticando. Nació sufriendo. Que hayamos sido lesbianas las que sentamos las bases iniciales, pero además no de un feminismo lesbiano sino de un feminismo transformador y subversivo que contenía lo lesbiano, fue un atrevimiento que no nos lo perdona nadie: ni las propias lesbianas, menos aun la izquierda, etc.
En todo caso esto nos significó la necesidad de repensarnos todo el tiempo. Estábamos desempleadas, apartadas y hasta criminalizadas cuando empezamos. Teníamos miedo y todos esos elementos han dado lugar a que el resultado fuera una metodología de trabajo muy exigente: desarrollar la capacidad de respuesta inmediata, haber construido nuestro escenario propio desde la calle y todas esas cosas que son, sin duda, las características que nos diferencian a escala latinoamericana. Nunca nos adscribimos a las discusiones que circulaban como las oficiales porque todas esas discusiones estaban gastadas y eran meros ecos de procesos surgidos en los organismos internacionales, y en una suerte de atadura por parte del feminismo latinoamericano a feminismos como el italiano o el español.
Nosotras supimos hacer nuestro propio camino y allí seguimos. Las características de este feminismo es un feminismo propositivo, creativo, muy revolvente. Sus puntos altos a nivel teórico son muchos y muy importantes. Ninguna mujer nace para puta es un paso significativo en este sentido y en esta construcción del sujeto: sin sujeto no hay feminismo. Pero estamos hablando de un sujeto político y social, no de una figura o estrella mediática.
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


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Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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