Nota
Juicio a los fumigadores
Comenzó el juicio a dos productores y un aeroaplicador por violar las distancias restrictivas al fumigar con agroquímicos en el barrio Ituzaingó Anexo, al sudeste de Córdoba, en dos causas que se investigan de manera unificada. Es uno de los resultados de una lucha de más de una década de las Madres de Ituzaingó, que se manifiestan en la calle durante todo el desarrollo de las audiencias. Desde el 11 de junio tuvieron lugar las primeras jornadas en los Tribunales II de la capital cordobesa, con acusaciones cruzadas entre la defensa, los testigos y los representantes de la querella. El tribunal escuchó las declaraciones del ex subsecretario de Salud, el doctor Merardo Ávila Vázquez, denunciante en una de las causas, de Sofía Gatica, una de las Madres de Ituzaingó, de médicos y vecinos del barrio. “Lo importante es que el juicio se está realizando, y que no solamente está sirviendo para mostrar a parte de los responsables, sino que además se va haciendo cada vez más notable los que no están, quiénes faltan sentarse en el banquillo de los acusados”, analiza para lavaca Raúl Montenegro, biólogo y denunciante en la “causa madre” que engloba las dos denuncias que se investigan en este juicio.
Los acusados son los productores Francisco Parra, Jorge Gabrielli, y el aereoaplicador Edgardo Pancello, por fumigaciones sucedidas en 2004 y 2008.
Gol en contra de la defensa
La primera sesión tuvo como protagonista al doctor Merardo Ávila Vázquez, ex subsecretario de salud de la Municipalidad de Córdoba, responsable de denunciar una de los hechos y además querellante en la otra causa iniciada por Sofía Gatica, una de las Madres de Ituzaingó. En la jornada del lunes 11 el defensor de uno de los acusados (el productor agropecuario Parra) planteó recusar a Ávila Vázquez porque ya no es secretario de Salud de la Municipalidad. Los defensores de los otros acusados adhirieron, pero el tribunal rechazó el intento.
Merardo Ávila Vázquez pintó un panorama de la situación epidemiológica del barrio Ituzaingó Anexo; resaltó la infracción a la ley provincial de agroquímicos 9.164 que prohíbe la aplicación aérea de endosulfán o glifosato en cultivos ubicados en proximidades de zonas pobladas. El intento por recusarlo acaso haya aumentado la legitimidad de su intervención.
Cáncer: 193 casos
El martes 12, declaró una de las afectadas, Sofía Gatica, durante casi dos horas. También mencionó los distintos relevamientos que registraron enfermedades en el barrio desde fines de 2001: “Hasta el año 2010 encontramos 193casos de cáncer entre los vecinos, además de malformaciones como púrpura o labio leporino”, dijo y recordó un estudio realizado por la Municipalidad en noviembre de 2011 que detectó 140 casos de cáncer en el barrio.
Gatica se refirió a la denuncia que radicó en 2004 y por la cual está imputado el productor Franciso Parra por “contaminación dolosa”. La defensa del productor le pidió a Gatica que ubique en un mapa los campos donde se habrían violado las distancias restrictivas en la aplicación de agroquímicos; la mujer tuvo algunas dificultades para hacerlo debido “a un loteo reciente en la zona”, según explicó. Por eso el tribunal ordenó una inspección ocular en la zona el próximo lunes 18.
Leer avionetas
Luego Gatica relató el suceso del 11 de febrero de 2004 que investiga el juicio: ratificó que vio junto a un grupo de vecinos una avioneta “tipo mosquito” fumigando el campo del acusado Parra. Tras la denuncia, la policía allanó los galpones del productor y encontró bidones con restos de pesticidas. “Aunque ese día no le tomé los datos de la avioneta, ya en dos o tres ocasiones había registrado las letras LV-AXC. Era la misma avioneta, de color amarillo o anaranjado, según la influencia del sol”, aseguró.
Y terminó su exposición con un mensaje al juez que conduce la audencia, Lorenzo Rodríguez: “Espero que piensen que somos seres humanos y que velen por nosotros».
¿Faltan pruebas?
Los argumentos de la defensa se basan en la supuesta “falta de pruebas” para incriminar a los productores y el aplicador. En instancias anteriores, los tres acusados se habían negado a declarar como parte de su estrategia defensiva: nadie está obligado a declarar en su contra. En las sesiones próximas se espera que brinden su versión de los hechos que han derivado en cientos de muertes y enfermedades.
Veneno, pero de noche
El miércoles 13 declaró otra de las Madres de Ituzaingo y médicos que avalan técnicamente el testimonio de los afectados. Eulalia “Vita” Ayllón relató lo mismo que dijo a la Revista Mu de junio: primero, la felicidad que a los vecinos les traía ver el verde campo de soja, y cómo los chicos corrían detrás del avión fumigador como un entretenimiento; luego, las reacciones que a esos chicos les traía la estela de agroquímicos: “Se les irritaban los ojos y se les secaba la garganta”, por señalar las causas más directas; también se dieron cuenta que los plaguicidas arrojados mataban las plantas de sus jardines.
Vita puntualizó fechas las fumigaciones en “mosquito” o avioneta. Y contó cómo, debido a las ordenanzas municipales que forzaron las Madres, las fumigaciones comenzaron a hacerse de noche “para que los vecinos no pudieran tomar la matrícula de la aeronave”.
“Nunca vi tanta diabetes”
Declaró también el médico clínico de la Municipalidad de Córdoba Eduardo Alberto Molina: “Nunca vi tantos pacientes con diabetes e hipotiroidismo como en el barrio”. Frente al cáncer, estas enfermedades quedan relegadas periodísticmente, pero forman parte del paisaje de envenenamiento físico y social de Ituzaingó. La médica pediatra Inés Flamini: “En 2005 se hizo un estudio de traza de contaminantes en niños. Dio positivo para agroquímicos».
El jueves 14 de Junio desfilaron ante la Cámara 1° los vecinos Eliana Quinteros, quien dijo sentirse mal y pidió no declarar, y Víctor Hugo Castaño, quien ratificó haber visto “varias veces” la máquina fumigando.
Cuidado con el emblema
El biólogo Raúl Montenegro sigue de cerca los episodios del juicio, como querellante de la “causa madre” pero también como apoyo técnico de las Madres desde el comienzo de su lucha, allá por 2001. Desde la Fundación para la Defensa del Medio Ambiente (FUNAM) que preside es responsable de denunciar la relación de distintos contaminantes (no sólo plaguicidas nuevos sino también antiguos y otros contaminantes como el PCB) con la situación de salud en el barrio Ituzaingó, en hechos que van del 2002 al 2004. Se considera que esa es la “causa madre” de las dos que se están desarrollando. “Daría la impresión de que una vez que haya una condena, ya está. En el caso de Ituzaingó Anexo hay que tener mucho cuidado de no olvidar al barrio real y a los contaminantes de los que se está hablando en este juicio. Está casi como emblematizado el barrio, pero nosotros marcamos que no es un emblema, que es real, y que sigue teniendo estos problemas al momento en que se hace el juicio”, asegura.
El barrio contaminado
Lo actual es el loteo y construcción de un barrio pegado a Ituzaingo Anexo, en las mismas tierras contaminadas donde se echaban los plaguicidas (los mismos que se están investigando en el juicio). Mu recorrió el barrio hace dos semanas y charló con los primeros inquilinos del predio: los terrenos se ofrecían con comodidades inusuales, cuotas, etcétera. A simple vista, además, se notaba en la tierra removida un coctel de residuos (hasta electrdomésticos) de lo que supo ser, antes de las fumigaciones, un basural. Se detectó en esos suelos la presencia de plaguicidas como Malation, Endosulfán, Isómeros de DDT y otros, ya en 2003. Los primeros pobladores de este nuevo loteo hecho sobre semejantes tierras– parejas jóvenes, su primera casa- no sabían de estos detalles pero sí de los “rumores” de contaminación. Y conocían a las Madres de Ituzaingó. La empresa a cargo del loteo, Tierras del Sur, salió a desmentir públicamente las denuncias sobre el estado de esos suelos.
Se frenó la construcción
La FUNAM presentó una denuncia que aportaba estos y otros datos; días después la Municipalidad ordenó clausurar el barrio, también tras la nota publicada en Mu. ¿Por dónde se moverá esta causa? Dice Montenegro: “Además de toda el tema químico de los suelos, el loteo no tenía autorización. Por eso es que el juez dispone la clausura. Estamos estudiando la posibilidad de una acción contra la gente de la empresa”.
Lo que falta juzgar
En total, cuatro son las denuncias que involucran al barrio Ituzaingó Anexo, dos de ellas unificadas en el juicio que empezó el lunes 11, otra considerada “causa madre” (que apunta a las responsabilidades políticas y empersarias del sistema de fumigaciones) y una última que involucra a la empresa que loteaba hasta hace semanas sobre las tierras contaminadas. Las Madres de Ituzaingó y otros vecinos están involucrados ya sea como testigos, querellantes o desde fuera de los tribunales, donde en cada jornada se realizan actividades de apoyo. Su futuro se resolverá en este pasado que se investiga, donde además de los hechos puntuales de las violaciones en el uso de plaguicidas, coinciden Montenegro, Gatica y “Vita” Ayllón, sigue pendiente la responsabilidad de funcionarios y agentes del Estado.
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


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Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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