Nota
La marea que contagia vs. las presiones conservadoras: cinco diputadas y diputados analizan la votación
En el comienzo de una sesión histórica, desde dentro del Congreso tres diputadas y dos diputados analizan los últimos días, las presiones de sectores conservadores y una nueva forma de hacer política que empieza a aparecer.
«Queda abierta la sesión con la presencia de 129 diputados». La frase quedará en la historia: así comenzó hoy el tratamiento del Proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo en la Cámara de Diputados.
Mientras tanto, la calle se sigue llenando y la generación verde interpela al parlamento con una sola discusión posible: aborto legal o aborto clandestino.
La marea que contagia verde vs. las presiones conservadoras
La diputada del Frente Renovador Cecilia Moreau y el diputado de Cambiemos Daniel Lipovetzky coinciden en que fue la marea que impulsó el movimiento de mujeres la que llevó el debate hasta el Congreso. “Fueron las que nos dieron fuerza y las que sacaron la careta a muchos dirigentes políticos que no se animaban a discutir este tema”, dice Moreau y agrega que los medios de comunicación también empujaron. Lipovetzky, que también resalta que el presidente apoyó el debate legislativo, sostiene: “Estamos muy cerca de dar el paso”.
Los últimos días para llegar hasta este momento donde la legalización está en el horizonte se difundieron presiones de grupos conservadores y la iglesia. Moreau: “Fue difícil el fin de semana. Se bancaron escrache a los que apoyan, en las casas, en los colegios de los hijos, aprietes de los gobernadores”. Y da un ejemplo concreto: “(Juan Luis) Manzur, que fue Ministro de Salud, salió a declarar que los diputados debían votar al deseo del gobernador. Son conceptos de la edad media. En primer lugar nosotros somos representantes del pueblo, no del obispo de Tucumán ni del gobernador. Y en segundo lugar somos Estado laico”.
Lipovetzky suma: “Hay mucha presión, es lógica, es una ley histórica. Lo que no está bien es que un diputado deba decidir su voto en base a esa presión. La gente nos eligió para que votemos leyes que cambien la calidad de la vida en la gente”.

Daniel Lipovetzky, del PRO.
Ir a misa y legislar para las mujeres
La diputada de la UCR Alejandra Martinez es de Jujuy. También está a favor del proyecto: “Llegué con una carga emotiva muy especial que tiene que ver con una convicción que surge no de mis creencias religiosas, sino de mi trabajo territorial en la ciudad de Perico”. Desde ahí sale su seguridad de la necesidad de legalizar el aborto. Dese ahí también le llegan mensajes del cura, aunque ella no lo toma como una presión: «Como fiel de la iglesia tengo que ir a misa, pero como representante del pueblo argentino tengo que responder a un Estado que es laico. Defiendo en el Congreso políticas públicas que puedan resolver problemas de la gente”.

Martinez, de Jujuy.
La revolución de las hijas
Daniel Filmus, diputado del Frente para la Victoria, nombró en su discurso a sus hijas. Fue una de sus ellas la que le dijo: “Estoy muy contenta que compartas mi posición”. Aclara que no fue él quien impuso esa mirada, sino que se encontraron en ese camino: “Tiene 15 años, está en el secundario y milita por sus posiciones. Avanza en la misma dirección y es sensacional que pase eso”.

Daniel Filmus, del FPV.
Su hija es parte de la generación que está haciendo la revolución y no va a parar hasta concretarla: “La calle no va a parar, las escuelas no van a parar, las universidades tampoco y el movimiento de mujeres va a seguir trabajando incansablemente hasta que salga”.
La misma sensación tiene la diputada Moreau: “Vamos a terminar, más temprano que tarde, derribando las culturas retrógradas y regresivas. Vamos a demostrarles que cambió la sociedad y el grito de las chicas por más derechos llegó para quedarse”.

La diputada Moreau.
Una democracia feminista
La diputada correntina Araceli Ferreyra reconoce que la construcción del consenso legislativo fue transversal y puede dejar aparecer una nueva forma de construcción democrática: “Mujeres trabajando juntas y hombres antipatriarcales que empiezan a asumirse. No basta con decir: apoyo una agenda de género. Así como nosotras tuvimos que ser feminacidas, tuvimos que parirnos feministas para deconstruir la violencia, porque hay también hombres que empiezan a plantearse qué es ser antipatriarcal. Eso es un avance y no hay retroceso. Terminamos esto y vamos por más derechos: no se termina acá”.

Araceli Ferreyra, de Corrientes.
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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