CABA
La olla de la vida: Natalia Quiroga
¿Qué tienen que ver las ollas populares con el FMI? ¿Cómo pensar una salida desde Moreno y no desde Wall Street, con la docente Corina y no con los buitres? ¿Por qué quienes organizan la resistencia son, casi siempre, mujeres? Posibles respuestas desde la economía feminista emancipatoria. POR FRANCO CIANCAGLINI
Cuando Natalia Quiroga supo que a la docente de Moreno Corina de Bonis le habían escrito en su panza con un punzón “ollas no”, no pudo dejar de pensar en el libro de Rita Segato La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Era el fin de la metáfora y el comienzo de una escalada de violencia que mezcla ausencia estatal con presencias mafiosas, un combo que Quiroga cazó al vuelo para leer con su lente: el de la economía feminista emancipatoria.
Quiroga aclara que la economía feminista emancipatoria se separa de las economías feministas neoliberales, que plantean las ideas de empoderamiento, reclaman políticas públicas y piden igualdad e inclusión. Esta otra visión de la economía se lee no desde organismos multilaterales, sino desde Moreno: desde las ollas. “Las ollas son tan subversivas porque convocan una legitimidad indiscutible, donde las mujeres tienen el poder de organizar las condiciones más importantes de reproducción. Cuando las mujeres convocan a la olla es un acto que desordena el subordinamiento a los poderes locales, es autogestionado”, dice. “Pero a la vez, ese proceso también permite organizar una denuncia muy fuerte. Tiene un poder emancipatorio y también de señalar lo que está ocurriendo, una capacidad de contestación, de interpelación”.
Las denuncias de las mujeres de Moreno son múltiples y urgentes: no hay clases, hay amenazas, falta comida. Quiroga describe la situación de estos barrios como un “sitiamiento por hambre” donde las mujeres son las que ponen el cuerpo: “EL FMI se está escribiendo sobre el cuerpo de las mujeres con punzón y mucha violencia, a través de una economía de la precariedad, de sitiarnos por hambre”, plantea Quiroga, oriunda de Bogotá pero radicada desde hace años en el país. “Lo que están viviendo los territorios es una luz sobre lo que no hay: no hay trabajo, no hay escuela, no hay alimentos, no hay servicios públicos”, define la investigadora.
En Moreno, en efecto, las ollas organizadas por las docentes corren por fuera del aparato estatal y político, y dejaron al descubierto la verdadera función que tienen las escuelas allí además de ser lugares de enseñanza: proveen alimentos. Las mujeres son tanto las que cocinan como las que dan las clases. Basta pensar en la vicedirectora Sandra Calamano, que abría hasta los sábados la escuela que luego explotó, o en la docente torturada Corina De Bonis. Quiroga lee: “En América Latina la mujer nunca logra ser individuo finalmente, ni siquiera en el capitalismo, porque la mujer es un lugar de paso, de la reproducción de la especie, de las políticas públicas, de la contención y de sostener y garantizar que la seguridad más elemental sea posible: cuando no hay nada se espera que en el hogar haya esa contención. El mismo capitalismo configura a esa identidad femenina como nunca individual y siempre responsable de todos los que no pueden valerse por sí mismos, incluso del varón que se suponía que tenía que ser proveedor. Y yo creo que lo que hace el movimiento de mujeres es poner un dique social que impide que el cuerpo de las mujeres siga siendo zona de sacrificio. Decimos ya no más”.
Otro ejemplo de sacrificio: “Así como el barrio de Ituzaingó Anexo (Córdoba, donde nacieron las Madres de Ituzaingó pioneras en denunciar el modelo agrotóxico) es una zona de sacrificio para el capitalismo por agrotóxicos, nosotras rechazamos y nos oponemos a que nuestros cuerpos lo sean. Y las ollas populares lo que hacen es transformar eso en acto político, y llevarlo a la escuela como lugar público”.

Natalia Quiroga es coordinadora académica de la Maestría de Economía Social de la Universidad General Sarmiento y co-coordinadora del grupo de trabajo de economía feminista emancipatoria de CLACSO.
Foto: Martina Perosa
Política doméstica
Sus estudios y preocupaciones (es coordinadora académica de la Maestría de Economía Social e investigadora docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento, entre otros papiros) giran en torno a captar cómo desde el feminismo se está configurando una comprensión de la economía que vuelve insostenible la subjetividad individualista, consumista, que delega lo político y perpetúa la lógica neoliberal. “Lo que me desvela es hacer de la economía feminista una forma de entender la vida cotidiana, lo micro y lo macro. Cómo no dejar que estas iniciativas sean solamente de la crisis sino que permitan imaginar una forma en donde la economía vuelva a la producción y a la reproducción”, dirá.
En ese sentido, Quiroga retoma las teorías-prácticas de la economía social y comunitaria, y manotea el linaje político de las Madres de Plaza de Mayo para invocar esa capacidad femenina de fisurar el discurso individualista. “Las mujeres pueden denunciar la desposesión sobre lo reproductivo de una forma que es incontestable desde el capitalismo y por tanto es reconocida por la sociedad. Y para completar muchas de esas luchas no solo denuncian esa desposesión sino que han sido capaces de demostrar que hay otras maneras de vivir. Eso es lo más peligroso”.
La arqueología de las ollas populares remite necesariamente al 2001, allí donde Quiroga ve otra clave de lectura. “Una de los grandes cambios que ocurrió en 2001 es que se politiza lo reproductivo, y actividades que eran femeninas como la cocina son las que permiten sostener el piquete. Lo que pasa es que eso quedó como un hecho excepcional y no pudo configurar la política a largo plazo. La pregunta hoy es cómo configuramos una política donde nuestros roles y nuestras formas de entender lo político nunca se separen de la olla, de la vida cotidiana, donde además los hombres puedan ocupar ese lugar que no han ocupado históricamente: el lugar de lo doméstico. Compartir y hacerse cargo de lo doméstico y permitir que haya otras voces que se escuchen. Al momento de hablar las mujeres desaparecen o tienen que tomar comportamientos masculinos para ser parte de la política. La idea es que ya no sea así”.
Entre ollas y pañuelos, Quiroga interpreta que en esta época se puede pensar en una proyección a largo plazo de este tipo de economía: “Muchas de esas mujeres que organizaron la vida y la emergencia están acá y sus hijas hacen parte del movimiento de mujeres de Argentina. Tenemos esa hermosa combinación de dos generaciones que se encuentran, y creo que eso nos va a permitir poder construir una política que no sea solamente para enfrentar la crisis sino que permita la emergencia de esa nueva forma de ver la vida en lo económico. Eso me parece que pasa sobre todo por poner el centro y la cabeza en la vida, en una vida territorializada, en una vida con otros”.
Olla y meditación
Quiroga plantea que post 2001 uno de los “grandes fracasos” tuvo que ver con que “se subsumió al país a un paradigma distributivo, poniendo en el centro al Estado como distribuidor”. No lo dice desde una pose ultra ni purista, sino autogestiva: “El Estado te quiere manejar la olla. Lo ves con este gobierno: Margarita Barrientos, te hago olla y meditación. El problema es que éstas mujeres (las de Moreno) están definiendo qué le ponen a la ollas, qué cocinan, con quiénes cocinan y además cocinan sin pedirle permiso a nadie: por eso las tienen amenazadas”.
Para Quiroga, entonces, el problema fue no discutir de fondo lo otro que también estaba creciendo: el modelo empresarial monopólico y el sistema económico financiero, que se acomodaron en la Casa Rosada luego con el macrismo: “Ese parentesco tan explícito entre los fondos especulativos y todos los miembros de este gobierno permite que ahora entendamos que la economía tiene que hacerse cuerpo, tierra, naturaleza, y eso pasa por que las mujeres podamos poner en el centro una agenda económica donde ni la deuda, ni los intereses, ni la especulación sean el objetivo principal”.
Para Quiroga la lógica económica de este gobierno es una cadena de bombas que se desactivan y activan: corto plazo. “En cambio la lógica económica que traen las ollas populares es una lógica muy sostenible en el largo plazo: cómo resolvemos los problemas con lo que tenemos, con las capacidades de cada persona y entre todos. Se piensa en la comida del día para todos y también en cómo garantizar la comida en los siguientes días. Es una lógica sostenible porque se está pensando una economía ligada a la vida”.
En cambio, plantea que para este programa económico neoliberal no hay futuro. “Las ollas en las escuelas muestran cómo esos espacios donde están presentes las mujeres son espacios muy anfibios en el sentido que tienen la capacidad de situarse en el campo de la reproducción, de unir la producción con la reproducción. Politizar la reproducción y dejar de que esté debajo de la mesa, algo para lo cual en lo financiero la reproducción – la vida de los seres y la naturaleza- no existe”.
Las contraposiciones más evidentes entre una y otra economía podrían contrastar el pago a los buitres versus cómo esa plata no se usa para el sistema de subsidios a servicios públicos, salud o educación, o la reciente medida oficial de trasladar los coletazos de la devaluación en el gas a los usuarios y no a las empresas. “En la economía feminista emancipatoria la vida de las personas sí cuenta”, resume Quiroga.
Otras formas de vivir
¿Cómo pensar una economía basada en la vida sin que quede naif? Natalia se ríe: “Frente a la mortalidad que genera el capital me parece que es estratégico decir ‘vida’. En este momento estamos en una lógica de la muerte, porque claramente lo que hay actualmente es un ataque brutal contra las condiciones más elementales de la vida. La economía feminista tiene esa capacidad de nombrar la vida, pero fijate que es una vida que interpela la forma en la que la ha organizado el capital. No está funcionando alrededor del mercado, del consumo, de las tarjetas de crédito… Esa economía feminista más decolonial, más emancipatoria que se construye en América Latina, plantea que se puede organizar la vida de muchas otras maneras”.
Para profundizar esto Quiroga propone otro concepto: autonomía reproductiva. “Significa salir del mercado y dejar de pensar que las personas necesitan tener un determinado volumen de ingresos para tener una vida feliz. Creo que el capitalismo nos ha acostumbrado a pensar que es absolutamente normal que haya cosas que necesitemos y que no podemos tener. Y que podemos pasar toda su vida si tenerlas. Un ejemplo clave es el de la vivienda. La vivienda se ha conviertido en casi todo el mundo en una ilusión transgeneracional inalcanzable. Pero se nos olvida que la vivienda debería ser un elemento central en la seguridad y los fundamentos de abrigo de la vida misma. Las viviendas no son construidas para que los seres humanos las habiten sino para ser transadas en el sistema de capital. Pero al plantear una mirada diferente, no economicista ni subordinada al mercado, se genera el espacio para esa economía feminista, y para pensar la vida de formas distintas.
¿Cuáles serían ejemplos o inspiraciones?
Hoy en la Ciudad de Buenos Aires hay muchos espacios que han sido reconfigurados con estas lógicas. En estos momentos de crisis el florecimiento de todas las redes de bolsones de alimentos es una señal. Lo importante es romper con la lógica monopólica de que tres cadenas de súper tengan el control sobre la alimentación de millones de personas. La economía feminista se piensa desde la cocina: no piensa en su único placer sino en todos los que está alrededor. Y la cocina es un espacio de discutir, de resolver problemas, de hacer con otros. Se organiza entre todos la vida cotidiana.
¿Cómo pensar la relación con la naturaleza en el conurbano?
En general se ha pensado que cuando se habla de la naturaleza es el río y la montaña, pero la invocación de la naturaleza es lo que te rodea. En los conurbanos de la Argentina pensar la naturaleza significa comprender la necesidad de un agua no contaminada. Que no nos fumiguen la cabeza. O poder acceder a alimentos que no sean transgénicos. Ser periferia urbana en el capitalismo implica también ser el lugar donde se llevan los residuos, ponen un basural al lado: eso es naturaleza.
¿Cómo sería una ciudad habitada por lógicas femeninas?
Las manifestaciones de mujeres, si bien están pidiendo cosas serias, son momentos de la alegría, de espíritu festivo, una gran fiesta, una gran algarabía. Sin estado, sin policías, sin represión. ¿No? Una ciudad habitada por lógicas femeninas debería ser como una algarabía permanente. Debe ser por eso que no nos quieren dejar hacerla.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
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