Nota
Las cinco pandemias que azotan al Culo del Mundo. Por María Galindo
En otro texto provocador e imprescindible, la activista boliviana María Galindo propone pensar y actuar sobre 5 urgencias que, dice, no pueden justificarse ante el avance del coronavirus: el fascismo, la colonización, la corrupción y desidia estatal, la violencia machista y el hambre. Cómo azotan cada una de estas otras «pandemias» a los países latinoamericanos a los que bautiza como Culo del Mundo, «en el sentido ambiguo de lugar de placer y de desprecio al mismo tiempo». El miedo y el hambre como fórmula de control; los préstamos financieros como método de colonización; las miradas ancestrales de la salud, más acá del sanitarismo; el rol de las ollas populares no institucionales y gestionadas por mujeres; la pregunta de si las salidas van a venir de los Estados quebrados y corruptos; la violencia machista, la crisis de cuidados y la frase de George Floyd traducida por Galindo: «En el centro de la pandemia nace el movimiento NO PUEDO RESPIRAR que en código andino quiere decir NO AGUANTO MÁS».
Por María Galindo, habitante vitalicia de la anormalidad. Mujeres Creando/ Bolivia.
Agradecida con la lectura crítica de Claudia Acuña y la edición de Helen Álvarez.

En esta parte del mundo desde donde escribo es urgente decir que no estamos enfrentando a una pandemia sino a cinco, y al mismo tiempo. O, si prefieren, a una pandemia que múltiples capas, adheridas una a la otras, donde la capa visible y externa es la del coronavirus. Esa capa funciona como la superficie evidente detrás de la cual se esconden y legitiman las cinco pandemias, a saber:
1) La pandemia del fascismo que afecta las estructuras y libertades democráticas y que moviliza el conjunto de prejuicios en torno de la enfermedad, el contagio y la “protección” de la población.
2) La pandemia colonial que afecta las relaciones Norte/ Sur, y las relaciones con los sures del mundo presentes en todas las sociedades, la relación con el conocimiento y manejo de la enfermedad y el sobreendeudamiento de toda la región para el recrudecimiento de un contrato colonial global más severo.
3) La pandemia de la corrupción y la desidia estatal.
4) La pandemia de la violencia machista que afecta directamente el lugar de las mujeres y la crisis de cuidados.
5) La pandemia de las pandemias que es la del hambre.
Hay un juego de espejismo entre una pandemia y otra, un juego que confunde y paraliza la protesta: cuando estás interpelando una pandemia se superpone la de otra para desactivar o relativizar todo argumento de resistencia.
En pocas palabras, el coronavirus justifica todo.
Mientras escribo este texto ha muerto una mujer en los brazos de su hijo. Murió por tuberculosis en la puerta de un hospital donde por pánico no la dejaron entrar. Es tan pequeña la madre que parece una niña acurrucada en los brazos de un adulto, porque además de la tuberculosis la ha aniquilado el hambre. ¿Fue primero el hambre y luego la tuberculosis?, ¿Tuvo también que ver el coronavirus para que no pudiera pasar la puerta de un hospital o usaron ese pretexto para no recibir a nadie porque ni hay ni hubo nunca allí lugar para nadie más? Como quieran colocar el orden de los factores su muerte televisada y transmitida se convierte en rutinaria.
¿Qué está pasando en este sur bautizado como Latinoamérica que he preferido nombrar como Culo del Mundo, culo en el sentido ambiguo de lugar de placer y de desprecio al mismo tiempo?
¿Hay alguna continuidad entre lo que pasa hoy en México, Perú, Brasil, Ecuador, Argentina o Bolivia?
La región misma es imposible de describir bajo un solo prisma, no hay uniformidad; ¿Qué es entonces lo que hay de común entre el cavado de fosas para los cadáveres en Brasil, el endeudamiento acelerado boliviano o ecuatoriano y la enésima amenaza de quiebra del Estado argentino, que nos hace pensar en la pronta quiebra de muchos Estados de la región?
Si de comunes denominadores que recorren todo el continente se trata me atrevo a decir que la violencia machista, la corrupción gubernamental y el lavado de manos de las oligarquías locales -que en ningún país han asumido responsabilidad alguna- son los infalibles, sea que gobierne la derecha fascista o la izquierda progresista; sea que se haya optado por la cuarentena rígida, flexible o el negacionismo.
Les pido entonces permiso para hablar en términos generales, sabiendo que según qué país te toca en suerte estos elementos funcionan de manera distinta.
Coloniavirus: la densidad colonial de la pandemia
Pido permiso a la ecuatoriana residente en Barcelona Mafe Moscoso, de quien tomo el título de «Colonialvirus». Ella denomina así a la pandemia para denunciar lo que ocurre en Guayaquil y describir el papel de las “exiliadas del neoliberalismo” expuestas como los cuerpos portadores del virus, y el papel de las oligarquías.
La capa colonial de la pandemia no es ni tangencial, ni de detalle; la envuelve completamente.
La densidad colonial supone que los países del sur compren desde los insumos médicos pasando por pruebas, reactivos y respiradores hasta los medicamentos en un mercado neoliberal-colonial y a precios especulativos, inaccesibles para nuestras economías.
La densidad colonial supone la preparación por parte del Fondo Monetario Internacional de un proceso de endeudamiento acelerado, que aprovecha la situación de pánico para que los gobiernos den las espaldas a las sociedades, mientras contraen más deudas que empeñan el futuro, los bosques, la selva, el territorio, las materias primas estratégicas, como el litio o el mismo oxigeno de la Amazonia. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional están dispuestos a hacer préstamos a todo tipo de gobiernos en época de pandemia que favorecen la destrucción de la economía porque en ese contexto el endeudamiento se presenta fácilmente como salvataje cuando en realidad representan la firma de contratos de dependencia colonial, a futuro.
Nuestros remedios
Se ha hecho escarnio de la propuesta que enarbolé en un artículo que publiqué al comienzo del azote del colonialvirus sobre la medicina casera y ancestral como salida. Parece ser que hay que creer dogmáticamente que este es un problema que lo resolverá únicamente la investigación corporativa en laboratorios de inteligencia artificial.
El problema no está en poner en una línea dicotómica una medicina con la otra, menos en colocarlas en una escala colonial de “primitivo” versus “desarrollado”. Lo más necesario es integrar una con la otra y entender que los principios psicosomáticos de las medicinas ancestrales y su comprensión holística del funcionamiento del cuerpo. Son concepciones que deben ser integradas a toda medicina urgentemente.
Por otro lado, la medicina en la mayor parte de nuestros países es un recetario copiado sin pensamiento ni investigación propia, por eso nos enteramos por la BBC y desde Canadá que las llamas que conviven con nosotr@s en los Andes pueden ser portadoras de un anticuerpo efectivo, o nos enteramos que en las ciudades de altura, como Quito o La Paz, la incidencia es menor porque hasta al colonialvirus le da maldealtura. No son nuestras universidades de Medicina ni nuestros laboratorios quienes investigan porque en la mayor parte de nuestra región no hay investigación y, cuando la hay, es en condiciones de extractivismo informativo.
La microbiología y la inteligencia artificial pueden dar una solución específica y temporal a este virus, pero déjenme ahora reirme un poco de quienes esperan con fe esa solución. ¿Dónde está el laboratorio independiente no vinculado a los poderes de la farmacéutica transnacional? ¿Qué conocemos realmente del virus desde estos centros de información y qué se nos oculta desde estos mismos centros de información?
Para ese poder farmacéutico, como habitantes del Culo del Mundo hemos servido de cuerpos de experimentación, de poblaciones descartables, de l@s que no importan, y también como territorio de extracción de conocimientos. ¿Cuánto tardará en llegar una vacuna al chaco argentino, a la amazonia peruana o boliviana, donde hoy miles y miles sufren el dengue? Seremos literlamente l@s últim@s en recibirla. ¿Cuál será su costo real? No podremos pagar su precio con dinero, que es papel, pero sin duda pagaremos completa la factura empeñando nuestra tierra.
La densidad colonial es desgarradora cuando hablamos de l@s incontables desplazad@s trabajador@s temporer@s que han quedado fuera de todo servicio de salud, frente a quienes se han cerrado fronteras declarándoles parias y a l@s que ninguna sociedad les ha reconocid@ como pertenecientes: ni sus sociedades de origen, donde sus remesas mensuales han garantizado ingresos económicos imprescindibles, ni las sociedades donde han garantizado servicios de cuidados imprescindibles con trabajo precarizado y sin derechos.
El colonialvirus ha sido el pretexto político más “limpio” e incontestable del neoliberalismo para abrir la circulación de mercancías y cerrar la circulación de personas.
Europa ha pasado de cerrar sus fronteras nacionales a cerrar sus fronteras continentales y por fin habitar su sueño fascista de que el peligro es el otro. Ese mismo día han surgido las voces de cientos y miles exigiendo la regularización inmediata de td@os l@s calificad@s como ilegales y hasta ahora solo Italia lo ha hecho.
¿Cuál es el sistema de salud responsable de curar a l@s infectad@s que llegaron a España desde Guayaquil o el Beni en Bolivia, regiones donde los contagios suponen algo muy parecido a un genocidio?
El virus en su densidad colonial es una frontera que divide los cuerpos y las poblaciones entre las dignas de vida y las indignas de vida, entre las regiones desde donde se elaboran y discuten los protocolos y las propuestas y regiones donde esos protocolos no se piensan, sino que se copian.

Nos vamos contagiando
Miedo y hambre juegan un juego mortal en nuestras calles y nuestras economías.
Salir a comprar alimentos es prepararse para visitar el salón del hambre; la gente está saliendo a pedir limosna con creatividad, con dignidad y con originalidad, te sostienen la mirada, te cortan el paso con delicadeza, te extienden la mano o te ofrecen dulces y todo tipo de inventos prácticos para enfrentar la vida. Ayer compré un ensartador de aguja aunque en mi casa no hay agujas, ni hilos. La mirada del vendedor, sus demostraciones, su dignidad, su ropa, su aliento, su bozal casero, todo él era un grito de dignidad magnetizante.
Abundan las variedades de mascarillas que prefiero llamar “bozales para humanos” para todo gusto y bolsillo, porque de eso también hay que sobrevivir, pero la mascarilla universal parece ser de piel de mandarina. Los cítricos han invadido las calles y es con cítricos con lo que con ingenuidad nos defenderemos por acá de la pandemia, mientras nos vamos contagiando el colonialvirus y las ganas de vivir al mismo tiempo.
Caminando en los barrios populares de tanto en tanto me vienen vahos de olor a hierbas que deben estar hirviendo en gastadas ollas que perdieron la tapa hace décadas. La gente se ha refugiado en la medicina casera y en los conocimientos de la abuela. Los vahos vienen de lejos porque los pueblos amazónicos han decidido espantar la pandemia con largos rituales.
Las ollas comunes -que son ni más ni menos que la respuesta colectiva y no individual al hambre- no sólo representan un acto de desobediencia, sino que son noticia corriente y cotidiana. Las hay de todos los tipos y bajo todo género de organización en todo el continente. Tienen dos características comunes:
1. Son organizadas y gestionadas por mujeres no por una cuestión de servidumbre, sino por un saber hacer-
2. No son estatales ni institucionales y son super efectivas como medida social frente al hambre. Nadie se atreve a intervenir, descalificar, ni desactivar olla común alguna.
Especialmente desobedientes viejos y viejas prohibid@s de salir están en las calles. La policía tampoco se atreve a cuestionarles. Ahí están ellos y ellas con 70, 75 y 80 años en busca de subsistencia. Mil formas en las que l@s ancian@s de nuestras sociedades están desafiando a la muerte misma. Lo que consiguen lo comparten con sus amores y al día siguiente de nuevo les ves en las calles marcando el ritmo de una cuarentena que no es lo peor ni lo más duro por lo que han pasado.
Quizás la mayor potencia de las gentes de esta región está precisamente ahí. No es que nos ha venido una crisis, sino que vivimos en crisis, no es que esperamos respuestas sino que las inventamos continuamente de forma artesanal e intuitiva apelando a las herramientas del propio contexto, y es eso lo que en la región se ve por todas las esquinas. Remedios caseros, inventos de nuevas formas de ganarse la vida y de lanzarse a la muerte al mismo tiempo. Los días se han convertido en festivales coloridos del fin del mundo.
El Estado y la pandemia de la corrupción
Seguramente en lo que a corrupción se refiere el gobierno boliviano debe de ser hoy uno de los más sobresalientes de la región. El escandalo de la compra de 500 respiradores a un 300 por ciento más de su precio es tan sólo la punta del iceberg.
Compramos vía intermediaros las pruebas más caras de la región, pero hacemos el menor numero de pruebas de la región. Varias capitales del país no tienen laboratorio de procesamiento de pruebas y los pocos laboratorios que hay están colapsados y entregando los resultados tardíamente, pero además las pruebas ya llegan tardíamente a los laboratorios pues son transportadas por vía terrestre.
Las cifras de contagio son bajas porque hay un subregistro descomunal debido a la negligencia estatal que funciona como mentira colectiva. La función más importante del Estado como es la educación pública está suspendida y los planes de convertirla en virtual no pasan de ser una mentira colectiva.
El gasto militar se ha triplicado porque la movilización de tropas es contínua y se ha utilizado la pandemia para la legitimación de la presencia militar en las ciudades.
Ninguno de los sectores oligárquicos vinculados a las transnacionales o que representan las grandes concentraciones de capital en la región han sido convocados a asumir ni siquiera una parte de los costos de la pandemia. Es más: en muchos casos han sido los primeros que han pasado a los gobiernos sus listas de pérdidas y requerimientos. Mientras la población está perdiendo trabajo, sustento, educación e inclusive la vida las oligarquías se están lavando las manos y dándose el lujo de hacer caridad. Grotesca es la imagen recurrente de las donaciones caritativas para sacarse la foto de portada.
¿Podemos entonces permitirnos pensar que las soluciones van a venir desde el Estado? ¿Podemos contentarnos con hacer una lista de demandas post colonialvirus para pasarle a los gobierno? ¿Es sólo cuestión de cambiar un gobierno por otro?
¿Es realmente la salida darle al Estado la administración de una renta básica universal que es lo que propone la CEPAL (Comisión económica para America Latina)y la izquierda llamada progresista? ¿Cuánto nos va a costar cada peso boliviano, cada sol peruano, cada peso chileno o argentino que retiremos de una ventanilla del Estado?
En esta región me atrevo a decir que la pobreza no es la falta de ingresos sino el despojo, no es la falta de ingresos sino la destrucción sistemática del ecosistema, la destrucción de la selva y de las aguas dulces.
La propuesta de la CEPAL tiene mucho que ver con un reendeudamiento de nuestras sociedades y con la contención de la revuelta que se está cocinando en las otras ollas comunes que son las ollas de las ideas, las rabias, el dolor y las frustraciones. Por un año de renta básica firmaran en nuestro nombre la reincorporación pasiva y sin objeción ni debate al capitalismo patriarco/colonial extractivista.

Violencia machista y crisis de cuidados
Lo que peor han resuelto los Estados es la cuestión de l@s niñ@s convertidos en pájaros enjaulad@s, cuya responsabilidad de contención ha estado y está descomunalmente descargada sobre las espaldas de las madres. Agravada con el hecho de que empieza la ola de flexibilizacion de la cuarentena, no se abren las escuelas ni hay soluciones para la crianza demostrando que sobre las espaldas de las mujeres se puede descargar todo sin límite alguno e incluso sin lógica.
El colonialvirus es una crisis de cuidados que ha colocado a los cuidados en la doble vara de los trabajos recargados y mal pagados masivamente realizados por mujeres y, al mismo tiempo, en los únicos realmente útiles a la hora de salvar vidas, contener emocionalidades y construir sentidos colectivos.
Suprimir la calle para las mujeres ha sido suprimir el espacio emancipatorio histórico. Ha significado suprimir la otra ciudad efímera que habitamos y montamos cada día. Ha sido un auténtico encarcelamiento en la familia nuclear patriarcal que andábamos disolviendo y en el espacio de captura de nuestras energías. Ha sido colocarnos a merced de las frustraciones de un macho que está en decadencia y que no encuentra su propio lugar en el mundo. Los índices de feminicidio en cuarentena son la prueba de esto que estoy diciendo. Los índices de violencia machista y violencia sexual que rompen todo sentido romantizado de hogar son la prueba de lo que estoy diciendo. La calle es nuestra casa y el espacio del afuera es el espacio en el que estamos construyendo libertad.
Esto coloca a la familia y al Estado en la misma línea de las instituciones caducas, de mamotretos arcaicos que en esta crisis han mostrado su ausencia de respuestas, su peso como mito y su inocultable decadencia.
La comunidad no es la suma de familias, sino la ruptura de estas para la construcción de nuevas afectividades, contenciones y complicidades.
El Estado no es la entidad llamada a resolver lo que la post pandemia trae, sino que la sociedad organizada, las voces criticas y las hambres acumuladas somos quienes necesitaremos elaborar no un pliego de peticiones a gobierno alguno sino un marco de redefinción política de la democracia como un eje radical de participación y no como un aparato de marketing electoral, de la economía como un eje de construcción de bienestar y de la colectividad como el lugar del desorden afectivo.
Debajo del hambre están creciendo las ideas.
Debajo del hambre siguen floreciendo los sueños.
Y mientras enterramos a l@s muert@s, ell@s todavía calientes se confabulan con nosotr@s para decirnos que no murieron de coronavirus sino de capitalismo.
En el centro de la pandemia nace el movimiento NO PUEDO RESPIRAR que en código andino quiere decir NO AGUANTO MÁS.
Nota
La Estela: tierra guaraní en escena

Las actrices Casandra Velázquez e Ivana Zacharski crearon un unipersonal sobre una niña litoraleña que descubre aventuras al amparo del monte misionero. El calor agobiante, la siesta obligatoria, los árboles de yerba mate y las leyendas de ese territorio se cruzan con la inspiración de Clarice Lispector como punto de partida.
Por María del Carmen Varela
A la hora de la siesta el pueblo entra en una pausa obligatoria barnizada por un calor agobiante. Ni el sueño ni el sofoco detienen a la niña, que abandona su cama con sigilo y logra escapar al amparo del monte. Encuentra en la intemperie el abrigo que no es costumbre en su casa. Cada día la espera una aventura distinta, aunque no siempre hay juego y risas. Rebelde, divertida, decidida, busca compañía para sus andanzas y si no la encuentra, transita en soledad. La salvación a cielo abierto, la naturaleza como sostén y una fascinación: “La Estela”.
La actriz y bailarina Casandra Velázquez y la actriz y directora de teatro Ivana Zacharski dieron luz a esta niña litoraleña sumergida en la vastedad de un paisaje indómito y deslumbrada por Estela, la joven esquiva con mirada de pantera. Ivana y Casandra se conocieron a sus 18 años tomando clases de actuación con Pompeyo Audivert en el Teatro Estudio El Cuervo, poco tiempo después de que cada una viniera a estudiar teatro a la Capital. Casandra nació en Rosario y creció en Venado Tuerto (Santa Fe), Ivana es de Apóstoles, Misiones, donde se desarrolla esta historia que juntas llevaron a escena. Este universo, recorrido por Ivana, de tierras guaraníes surcadas por árboles de yerba mate y leyendas de peligros a la hora de la siesta, fue la inspiración para La Estela.
Ivana tenía ganas de dirigir un unipersonal y eligió a su amiga Casandra para actuarlo. El punto de partida fue un cuento de Clarice Lispector: La relación de la cosa. Casandra: “Los primeros encuentros fueron sin texto, nos acercamos a la obra desde el cuerpo, la respiración y la carne. En los primeros ensayos bailé un montón, unas danzas extrañas, medio butohkas, transpire, canté, corrí, toqué el bajo. Ivana empezó a escribir y yo a probar y actuar todos esos textos e hipótesis, el insomnio estaba presente, la obsesión con el tiempo, los fantasmas del futuro, algo vinculado a la materialidad del agua y el devenir del río. Aparecieron unos cuentos protagonizados por distintas niñas en paisajes litoraleños. Nuestro personaje de ese momento: una mujer en medio del insomnio, se contaba esos cuentos a ella misma para poder dormir”.

Foto: Gentileza La Estela.
Después de que Ivana hiciera un taller de escritura con Santiago Loza y Andrés Gallina, la historia fue tomando fuerza. Cuenta Casandra que algo se abrió y comenzó a aparecer la trama: “La obra apareció y nos empezó a hablar. Nos metimos adentro de esos cuentos, de esos paisajes y de esas niñas y dejamos de lado todo lo demás. Apareció algo muy mágico entre nosotras, algo de eso que las obras permiten, que es crear un universo común, descubrir conexiones y relaciones nuevas. Sentía que la obra estaba apareciendo y tenía voz propia, apareció el cuerpo de la obra y una forma de narrar”. Casandra recorre el escenario y su fuerza expresiva invita a adentrarse en la historia de esta niña llena de vitalidad y asombro. La vemos en su habitación, presa del calor de la tarde, en busca de libertad y juego, invocando protección divina cuando algo se le escapa de las manos, trabajando en el puesto rutero, pateando una pelota, como se patea a la injusticia, hipnotizada al descubrir la mirada felina de “la Estela”.
El entusiasmo de la juventud, las tragedias inesperadas, las súplicas, el goce de la novedad caben en ese cuerpo palpitante de sueños. Ivana y Casandra apelaron a sus propias vivencias para hilar la narración. Casandra: “Las dos pasamos nuestras infancias y adolescencias medio punkis en distintos paisajes litoraleños, lejos de esta ciudad, sus ritmos y velocidades. Había algo de ese universo común, de elegir siendo muy chicas irnos de las ciudades donde crecimos, que empezó a operar, casi telepáticamente. El ejercicio de revisitar esos paisajes y poblarlos de ficción fue fascinante, mirar el mundo con ojos de infancia nos abrió mucho permiso y nos devolvió mucha vitalidad, nos permitió vincularnos con la violencia, el dolor y la crudeza de crecer desde un lugar de mucho delirio y mucho juego. La obra es bastante impune en ese sentido, el relato no pide permiso, ni da explicaciones, sólo sucede. Justicia poética, decimos, un conjuro de liberación”.
Al cabo de dias de ensayo, la voz de la niña litoraleña comenzó a asomar y Casandra hizo un trabajo específico con la coach vocal Mariana García Guerreiro. El actor Iván Moschner también se sumó a pulir el fluir de la voz. Escuchar radios misioneras, discos y entrevistas a Ramón Ayala y otrxs artistas misionerxs colaboró con esa tarea. La niña que sube el escalón hacia la adolescencia, la que se enfrenta al monte y sus amenazas, se abre paso en la oscuridad con la lumbre de su irreverencia. Salvar y ser salvada, desafiar la imposición de la siesta, para correr a soñar despierta.
La Estela
El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, CABA
Sábados a las 18 hs, hasta el 27 de septiembre
@laestela.obra
Nota
Litio: nace un nuevo documental

Este viernes 29 de agosto se presentará un nuevo contenido de Cooperativa de trabajo lavaca: Litio. Un documental dirigido junto a Patricio Escobar que refleja la lucha de las comunidades originarias y el paralelismo entre la reforma (in)constitucional de Jujuy, como experimento hacia la Ley Bases votada a nivel nacional.
“Te cuento esta historia, si me prometés hacer algo. ¿Dale?”.
Así arranca el documental Litio, una historia de saqueo y resistencias, que continúa…
Un documental independiente y autogestivo de cooperativa lavaca y dirigido en conjunto con Patricio Escobar, que traza un hilo conductor entre la reforma (in)constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Este proyecto tiene algunas particularidades: por un lado, no se trata de una única pieza audiovisual, sino de varias. Una más larga, de 22 minutos; y otras más cortas, de menos de 6 minutos. Por otro lado, se propone un documental en construcción permanente, al que se le irán agregando nuevas piezas de una cadena extractivista que parece no tener fin. Para esto, creamos una página web (que también estrenaremos el viernes 29) en la que iremos agregando los nuevos eslabones que surjan a futuro relacionados al oro blanco.
LITIO muestra cómo viven las comunidades de la puna jujeña en la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, y a la par, zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. Dato insoslayable: para obtener un kilo de carbonato de litio se utilizan hasta dos millones de litros de agua. Las imágenes se entrelazan con los ostentosos congresos mineros, la represión policial a las manifestaciones por la reforma (in)constitucional y la resistencia de un pueblo que no otorga la licencia social a la explotación minera.
“¿Cuánto cuesta, cuánto vale… nuestra Pacha?”, cantan las comunidades originarias. Esa bandera hecha canción – y esa pregunta- se construye a través de distintas entrevistas a las comunidades Santuario de Tres Pozos, Lipán, El Moreno, Tres Morros, Potrero de la Puna, así como a otros actores. También evidencia el silencio de las autoridades, que no quisieron hacer declaraciones públicas. “Todas las Salinas están cuadriculadas de pedimentos mineros. Allí viven las comunidades y debajo, en el subsuelo, están las minas”, cuenta Alicia Chalabe, abogada de las comunidades.
El documental plantea una premisa: la reforma (in)constitucional de Jujuy en 2023 impuesta por el entonces gobernador Gerardo Morales –a merced de la explotación del litio, ya que modificó el régimen de agua, de tierras fiscales y de la propiedad privada, y ratificó la propiedad exclusiva de la provincia sobre los recursos naturales, entre los que incluye el subsuelo y el mineral de litio– fue el experimento que sirvió de antesala a la Ley Bases aprobada en 2024. Esta profundizó no sólo la matriz extractivista mediante enormes beneficios fiscales a empresas mineras, petroleras y del agronegocio, sino también las relaciones carnales con Estados Unidos y particularmente con Elon Musk, dueño de la empresa Tesla que construye autos eléctricos, para lo cual el litio es fundamental.
LITIO termina con tres palabras, y se erige como punto de partida:
“Esta historia continuará
¿Dale?”.
Te invitamos a seguir construyendo esta historia, este viernes 29 de agosto a las 20, en MU Trinchera (Riobamba 143, CABA).

CABA
Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?
Por María del Carmen Varela
Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?
La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.
Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.
¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.
Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.
En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.
Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.
NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA
Miércoles 30 de julio, 21 hs
Próximas funciones: los viernes de octubre

