Sigamos en contacto

Nota

Creer o legislar: Un debate desparejo en la Universidad de Salta expuso los argumentos vs. las creencias

Publicada

el

La Universidad de Salta fue sede de otro debate sobre la legalización del aborto, al que asistieron expositores a favor y en contra del proyecto. Participaron la cineasta Lucrecia Martel, abogadas, periodistas, psicólogas y un diseñador gráfico. El auditorio estaba repleto y había tanto pañuelos verdes como celestes. Los argumentos a favor y en contra de la ley. El expositor que niveló el debate hacia abajo. Y las palabras finales de Martel, que sacuden a una provincia movilizada por el aborto legal.

Salta está prendida fuego, en el buen sentido, al calor del debate por la legalización del aborto. Durante el fin de semana hubo todo tipo de eventos alrededor de la Ley que se votará el 8 de agosto en el Senado (ya cuenta con media sanción en Diputados). Discusiones en programas de televisión, radio, teatros y universidades, con posturas a favor y en contra. Si bien las cámaras fogonean títulos y posturas con rating, los dos debates más interesantes ocurrieron en el teatro Teatrino, el sábado pasado, y el lunes en la Universidad Nacional de Salta.

Salta, la verde


 
El Consejo Superior de la UNSa ya había aprobado una resolución en apoyo a la legalización del aborto. Recordemos que en Salta pisa fuerte la Universidad Católica, y en la provincia en general lo estatal suele estar mezclado con los intereses católicos. Según relataron los propios alumnos de secundarios (presentes en la actividad del sábado como oradores, y en la del lunes como espectadores) a pesar de un fallo de la Corte Suprema los contenidos religiosos siguen presentes en los establecimientos públicos.
En ese contexto, las dos facultades que resisten desde la trinchera pública son la de Humanidades y la de Ciencias Naturales, las cuales organizaron este debate en conjunto como eco de la resolución del Consejo de la UNSa. La idea fue conformar un panel con tres expositores a favor y tres en contra del proyecto de IVE (uno de estos últimos se ausentó), según un método de debate moderado por la decana de la facultad de Ciencias, Alicia Kirchsbaum, la anfitriona de la jornada: cada expositor tendría 10 minutos y luego el auditorio podría preguntar por escrito. Al calor del debate, la dinámica prevista se iría alterando.

Creer o legislar: Un debate desparejo en la Universidad de Salta expuso los argumentos vs. las creencias

A diferencia de otras jornadas monotemáticas, el debate en la UNSa tuvo público a favor y en contra de la legalización del aborto. Foto: Nacho Yuchark

Confusiones y creencias

La primera en exponer fue la periodista Mariana Arnez, quien agradeció la convocatoria y adelantó estar “a favor de las dos vidas”. Desde ese lugar leyó la jurisprudencia que habla de que “la vida comienza desde la concepción” (luego sería desmentida por la abogada Mónica Menini, otra de las expositoras) y dijo que gracias a su labor periodística conocía la realidad del interior del país: aseguró que “en los suburbios del norte no quieren la ley”.
Luego la periodista se dedicó a trazar una peligrosa parábola que iba de la droga, al aborto. Contó el caso de una niña de 12 años que, según el relato, la propia Arnez debió contener para que “no se clavara un cuchillo en el vientre”. Según Arnez, la niña estaba perdida en la droga: “Tenemos que poder ayudar a esa niña”, dijo Arnez, y en el auditorio que hasta entonces escuchaba respetuoso alguien mencionó que esa ayuda es, precisamente, la ley en debate.
Para entonces el auditorio se había llenado, tanto con público a favor como en contra del proyecto. Fue durante la exposición de la periodista que la balanza se equilibró cuando entraron dos contingentes de jóvenes (evidentemente, de alguna parroquia o colegio religioso) a sentarse entre en los bancos, desplegando sus pañuelos celestes.
Envalentonada, Arnez siguió: “No estoy a favor de un delito para tapar otro delito”, dijo, y volvió a hacer hincapié en “no vulnerar la vida por nacer” (luego se debatiría sobre ese punto, sobre esa “vida”).
Arnez estaba de acuerdo con todos los expositores en algo: “El Estado no hace nada para cambiar esa realidad”, aunque no se supo si se refería a la droga o al aborto, o a las dos cosas juntas.
Al final propuso algo insólito: “Dejar de lado esta discusión” (ahora sí, hablaba del aborto) para hablar de la necesidad de una Ley de Adopción. La abogada Menini recordó que esa ley ya existe. “Perdón, sí”, dijo Mariana Arnez, “hablo de una real aplicación de esa ley”.
Por último, ya sin leer el discurso, citó el salmo 189.

Creer o legislar: Un debate desparejo en la Universidad de Salta expuso los argumentos vs. las creencias

Una de las espectadoras del debate pidió que le sacarámos esta foto y, mientras sostenía al muñeco, dijo a la cámara: “Tiene tres meses”.
Foto: Nacho Yuchark

La autonomía de la mujer

Luego fue el turno de Verónica Bissdorff, psicóloga que trabaja en consejerías de salud sexual. Bissdorff hizo hincapié en el “principio de autonomía” de la mujer y del paciente en general, según los derechos del paciente que consagra la Ley de Salud Pública, planteando así que “les mediques no deben decidir qué hacer”. Cuando la psicóloga utilizaba el lenguaje inclusivo, la parte celeste del auditorio sonreía en tono irónico.
Bissdorff relató casos puntuales sobre cómo el protocolo existente para el aborto (Salta adhirió al protocolo de aborto no punible recién en 2018) permite atender el aborto según ciertas causales, y que en el mismo se menciona que el riesgo de la salud de la mujer no es solo físico, sino integral.
En ese sentido Bissdorff retomó la cuestión del principio de autonomía planteando que “el deseo de no maternar”  la mayoría de las veces se da “de manera consciente” y no como un evento desesperado y sin acompañamiento. La idea intentaba equilibrar el ejemplo de la periodista Arnez del puñal en el vientre.
Finalmente, dejó una pregunta que compararía la situación de los médicos (“como profesionales del Estado”) frente a las mujeres: “Si los profesionales tienen libertad de conciencia para intervenir o no en un aborto, las mujeres también deberían tener poder decisión”. Por si la idea no era lo suficientemente clara, sus palabras finales lo fueron: “Dejen de tutelarnos”.

Creer o legislar: Un debate desparejo en la Universidad de Salta expuso los argumentos vs. las creencias

En orden, Mariana Arnez y Mauro Rodríguez, en contra; y Verónica Bissdorff, Mónica Menini y Lucrecia Martel, a favor.
Foto: Nacho Yuchark

El stand up sin gracia

El siguiente orador niveló hacia abajo el debate. Mauro Rodríguez fue presentado como estudiante de filosofía, pero entre el público le sacaron el disfraz: Rodríguez fue el diseñador gráfico autor de un flyer famoso en Salta que mostraba a un bebé con un arma en la sien.
Ese nivel de razonamiento, a lo que se sumarían cuotas de grosería, fue el que manejó el no tan joven estudiante, una especie de standupero anti aborto legal, pero sin ninguna gracia.
Sus primeras palabras llamaron a “intentar entender su postura”, algo que con los minutos sería cada vez más difícil. Rodríguez dijo “no discutir sobre leyes” cuando de eso se trataba el debate, “porque me importa mi pueblo bajo la premisa de lo que es una vida”. Hasta ahí, todo bien.
El diseñador gráfico siguió citando jurisprudencia floja de papeles (“la pueden ver acá en mi tablet, cuando me bajo se acercan y se las muestro”) y citó al científico que descubrió que el síndrome de down se debe a una copia del cromosoma 21: “Creo en su teoría”, dijo. Y aclaró, porque hacía falta: “Digo creo no en el sentido religioso, eh, digo que me parece razonable”. La cita al científico y la referencia al Síndrome de Down serían el golpe bajo final de su exposición.
El filósofo-diseñador utilizó el ejemplo para demostrar que “toda la información ya está en ese momento en el embrión”, y puntualizó: “El color de ojos, de pelo, de piel”. El ejemplo gráfico desató risa en el auditorio, tanto verde como celeste: “Una vez cerrado el huevo, nada se agrega. Ya está el pollito”.
Ya sin derecho ni ciencia que manotear (luego Lucrecia Martel se referiría a esto) Mauro volvió a suplicar entendimiento de su postura, diciendo: “Entiendan el fervor de un tipo que no quiere que se mate gente. Yo no creo en un Estado totalitario que separe a dos clases de personas”. No se sabe si se refería a los vivos a los muertos, a quienes están en contra o a favor, o a los filósofos de los diseñadores.
Antes de dejar la palabra, Rodríguez tenía preparado dos golpes bajos. Dijo, por un lado, que la fundación IPPF financiaba la campaña a favor del aborto legal en Argentina y que, por ejemplo, “muchos de los pañuelos verdes que veo hoy acá” provenían de ese financiamiento. Luego, ante el abucheo general de un público ya harto de escucharlo, Rodríguez se retractó y pidió disculpas. Pero contraatacó: “Que hay un movimiento ideológico detrás de esto con espurios fines, es comprobable”.
Horas antes, para un reportaje que se verá en la revista MU de agosto, visitamos justamente la cooperativa textil Diseños de mi pueblo, conformada por diez mujeres, pionera en la fabricación de los pañuelos desde 2015 y encargada de regar no solo Salta sino varias ciudades del país con las telas verdes. Ninguna sigla de IPPF se vería allí, sino al contrario: una historia contra viento y marea protagonizada por mujeres que, incluso, no están todas a favor de la ley, pero sí del trabajo digno.
Para terminar, Mauro Rodríguez dijo: “Los países que tienen aborto legal son los que tienen menos tasa de síndrome de down”. Entre aplausos celestes y abucheos verdes, el diseñador gráfico paso el micrófono con gesto triunfador. Durante el resto de la jornada se dedicaría a hacer ademanes irónicos mientras hablaban los expositores a favor de la ley.

Creer o legislar: Un debate desparejo en la Universidad de Salta expuso los argumentos vs. las creencias

La estudiante Milagros Peñalba, que disertará en el Senado a favor de la ley, sostuvo este cartel en dirección al escenario durante todo el debate.
Foto: Nacho Yuchark

Estar a la altura

Lucrecia Martel, aunque no era la siguiente expositora, no aguantó a esperar el micrófono. Horas antes ya había presenciado un debate junto a Rodríguez para el diario El Tribuno. Calma, serena, Martel dijo “estar harta de discutir esto”, en referencia a su raid mediático en programas y debates que redundan en los mismos argumentos.
La cineasta (que sigue recibiendo premios y elogios por su última película Zama; el último, del New York Times como segunda mejor película del 2018) les habló a Arnez y Rodríguez: “Ustedes quieren buscar medicina y derecho para una cuestión que tienen en el alma. Y yo respeto eso, pero el Estado es laico. Las creencias se dejan en la casa”. Luego  desarrollaría la idea en conversación con lavaca.
Para terminar dejó una pregunta: “¿Cuál es la solución que dan ustedes a las 40 mil (tomando el propio número de los provida) de mujeres que abortan clandestinamente? No es muy difícil de entender: estamos pidiendo que ingresen al sistema de salud”.
Ninguno de los dos oradores anti aborto legal se dieron por aludidos.

Creer o legislar: Un debate desparejo en la Universidad de Salta expuso los argumentos vs. las creencias

Martel se mostró tranquila pero dijo estar “harta” después de una semana repleta de debates en radio y tevé. Por momentos se paró y se volvió a sentar, hasta que le tocó tomar la palabra.
Foto: Nacho Yuchark

Derecho mata chamuyo

Así, siguió la doctora Mónica Menini, quien retomó la cuestión de la financiación del aborto por “la empresa con espurios fines” relatando: “Cuando trabajaba para que haya anticonceptivos en los hospitales me decían que trabajaba para los laboratorios. Y ahora, me dicen que estoy financiada por no sé quién. Basta”.
Como abogada, Menini citó jurisprudencia pura y dura que retomo el Pacto San José de Costa Rica que había mencionado el diseñador gráfico para aclarar la letra: “El Pacto de San José de Costa Rica, en el artículo 3º inciso 1º, dice textualmente: “Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho está protegido por la ley y en general a partir del momento de la concepción”. Este “en general” implica no siempre; no siempre estamos hablando desde el momento de la concepción”. Menini aclaró que en derecho ni una coma está de más.
Luego la abogada se dedicó a explicar la idea de la “progresión” según el cual la adquisición de derechos se logra con el crecimiento: “Cuando tenemos 5 años tenemos unos derechos, a los 13 otros y a los 18, otros”, graficó. En ese sentido, el derecho a la vida y a la decisión en el aborto es el de la mujer, dijo, único sujeto de derechos plenos según todos los tratados y convenciones.
Menini recordó que no hay una línea en la Constitución Argentina que hable de la vida desde la concepción y, en plan local, recordó el fallo Cristina Espinoza que plantea la constitucionalidad del aborto en Salta: “La Corte provincial o ratificó dos veces en distintas causales”.
La doctora Menini sería luego la encargada de explicar pacientemente qué es el aborto y qué es una persona según la actual jurisprudencia, ante las preguntas del auditorio celeste. En cambio, la única pregunta que quedó sin responder fue la más simple de todas, que ya había sido elaborada por Lucrecia Martel. Estaba dirigida a los expositores en contra de la legalización, y decía: “Sabiendo que el aborto clandestino es una realidad, ¿cuál es la salida que proponen ustedes?”. Rodríguez dijo que la pregunta era capciosa, y se negó a responderla.

La ley o la fe

En el cierre de la ronda y en diálogo con lavaca, Martel amplió lo que había esbozado en el escenario, hablándole de nuevo a quienes se manifiestan en contra de la ley en Salta: “En general las personas que están en el grupo que se autodenomina pro vida no sinceran su posición. En vez de estar buscando justificaciones en la ciencia o el derecho, digan que el tema es el alma, que para la fe católica el alma está presente desde la concepción. Si dicen eso es más fácil comprender que nadie quiere violentar la posición de personas que expresan la fe católica. Digan eso y no estemos embarrando la cancha por dónde empieza la vida en la ciencia o el derecho, porque esos son aspectos en que los humanos nos ponemos de acuerdo. En el alma no nos ponemos de acuerdo porque es dogma de fe. Acepten que para las personas que no pensamos como ustedes necesitamos una ley que incluya a las mujeres que abortan en el sistema de salud público”.
Martel tuvo una agenda agitada estos días, en los cuales recorrió canales de radio y programas de televisión. Su reflexión de los debates: “Yo lo lamento porque no he ido por mis películas a la televisión. Pero siento mucha responsabilidad porque acá hay 40 mil mujeres – siguiendo el número de los provida- que el año que viene no tienen que ir de nuevo al sistema de clandestinidad del aborto. A mí me preocupa eso y quiero que entren en el sistema de salud: quiero que no muera una mujer por un aborto, y que la sociedad comprenda que una mujer tiene derecho a decidir ser o no madre”.
Salta está prendida fuego. El humo es celeste. La llama, verde.

Nota

Un abrazo contra la motosierra

Publicada

el

Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Seguir leyendo

Nota

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo: -No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

Publicada

el

Una muela, zapatos blancos y un charco. Un edificio llamado Máquina de escribir. Flores amarillas frente al mar, un dibujo de puño y letra. Lo narco las drogas. Su paso por Buenos Aires y la señora que venía de la verdulería. La memoria, lo real, las mujeres, el ambiente, el fin de la humanidad. El Nobel, los diluvios, las pestes, las guerras eternas. Las respuestas de la vida frente a los sordos poderes de la muerte. La cordialidad, la generosidad, el humor. Hace diez años murió Gabriel García Márquez, dicen. Lavaca publicó esta nota -estos recuerdos- aquel día, cuando se conoció la última noticia sobre ese escritor que nunca dejó de sentirse cronista, y decía que el periodismo es el mejor oficio del mundo.

Texto: Sergio Ciancaglini, lavaca.org
El señor Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo:
-No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

Yo sabía que García Márquez había rechazado contactos con un enviado de Times, con periodistas de la televisión japonesa, y con suecos indescifrables. Un humilde cronista argentino quedaba naturalmente fuera de juego. Le respondí que lo compadecía, y que frente a un dolor de muelas no había argumento, clemencia, ni ruego que esgrimir de mi parte. Cuando me estaba despidiendo desolado, me detuvo:
-Pero a las 3 de la tarde puede ser. Voy antes al dentista, a ver si lo soluciona.
Esa historia revolotea en mi cabeza desde hoy, cuando estaba con Osvaldo Bayer grabando el programa de radio Decí Mu, y nos interrumpió el teléfono. Osvaldo atendió, dio media vuelta, anunció: “Murió García Márquez”, y me dejó alborotados los ojos, las neuronas y el corazón.
Revolotea la historia porque aquella tarde me encontré con un escritor que cambió la historia de la literatura, que había ganado el Nobel, pero que fue capaz de decirme: “Todo eso está muy bien, pero yo me siento periodista”. Quisiera contar lo que aún no he olvidado de aquel encuentro para mí inolvidable.
García Márquez volvió efectivamente a las 3 de la tarde, bajó de su Mercedes, y miró preocupado el charco oceánico que un aguacero de Cartagena de Indias, Colombia, le había instalado en la playa de estacionamiento. Llevaba zapatos blancos, pantalones blancos y guayabera blanca, como cantante de sábado televisivo. Cruzó el charco apoyándose en los tacos. Al llegar a la otra orilla nos dijo “pasen por favor” a mí y al fotógrafo, enviados por una de las autodenominadas “revistas de actualidad” a cubrir las noticias sobre un asunto entonces llamativo, letal para los colombianos e incomprensible para nosotros: el narcotráfico.
No existían los celulares ni Internet, o sea que todo esto se ubica en la prehistoria de 1984, con la carambola de estar en el charco correcto, y de que un dentista providencial había rescatado del dolor a su paciente. García Márquez nos hizo subir. El edificio tenía balcones escalonados hacia la playa: lo llamaban Máquina de escribir. El departamento tenía dos ambientes, con vista al mar, una verdadera máquina de escribir (¿Olivetti, Remington, dónde estará la revista donde publiqué la nota?). El escritorio miraba al mar. Y había flores amarillas que siempre conviene tener a mano, explicó, para ahuyentar a la mala suerte.
Me planteó que no aceptaba hablar si lo grababa o si tomaba notas. Me dijo algo más o menos así: “No me gustan los grabadores, prefiero que conversemos con libertad, y que todo dependa de tu atención. Luego tú escribirás lo que te parezca, y eso es un beneficio para mí: los periodistas me mejoran. La memoria mejora a la realidad”.

Gabo en Argentina
La publicación original de Cien años de soledad ocurrió en Argentina gracias a una editorial llamada Sudamericana, que ya no existe. Fue en mayo de 1967, plena dictadura de Juan Carlos Onganía, y el lanzamiento fue acompañado por una entrevista realizada por Ernesto Schóo, editada por Tomás Eloy Martínez y publicada en tapa por la revista Primera Plana que dirigía Jacobo Timerman.
García Márquez me contó que el éxito del libro fue inmediato. “Ahí, en Buenos Aires, empezó todo”, me dijo. Sudamericana había dispuesto editar 5.000 ejemplares, lo que para Gabo era un despropósito y el augurio de un fracaso para el libro de un desconocido escritor colombiano. Pero esa primera edición se vendió en 15 días, y la segunda fue de 10.000 ejemplares. En junio Gabo llegó a Buenos Aires. Me contó que viajó con Mercedes Barcha, su esposa: “Estábamos en un café y vimos pasar a una mujer que llevaba la bolsa de sus compras, con lechugas y tomates y Cien años de soledad”. La pareja fue al Instituto Di Tella a ver una obra de Griselda Gambaro, y el público los ovacionó de pie. Mientras él me lo contaba, todavía asombrado, yo recordaba que eran tiempos de The Beatles, revolución cubana, hippies, peronismo clandestino, rebeliones nacientes y todos los embriones de cambio, desventuras y utopías que se desplegarían en los años siguientes.
Cien años de soledad fue el libro de la época, y de varias generaciones. Tengo las dos ediciones que mis padres compraron para poder leerlo en simultáneo. Macondo era una patria. Entre la feria y la intelectualidad, miles de libros seguían vendiéndose y además se exportaban. El éxito se contagió en Europa, esto avivó el interés por otros autores (Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa) y estalló el llamado boom de la literatura latinoamericana. “Buenos Aires fue generosa conmigo. Nunca volví. No sé por qué. Tal vez por una superstición: a un lugar donde todo fue tan perfecto, quizás convenga no volver” me dijo, o creo que me dijo, mirando el Caribe.

Periodismo, droga y entusiasmo
Aquel día de 1984 García Márquez me contó una novela que estaba intentando escribir. No tenía título. Al año siguiente la reconocí ya publicada: me había anticipado El amor en los tiempos del cólera. Pero me dijo que pese a todo se seguía sintiendo fundamentalmente un periodista. “Escribo literatura como periodismo, con método. Todos los días intento tener dos páginas listas” me dijo sobre algo que hoy habría que traducir a unos 5.000 caracteres. “Tienen que estar impecables, sin tachaduras. Y tengo un truco: siempre dejo escrito el comienzo de lo que pienso escribir al día siguiente, para que me resulte más fácil comenzar”. Pero varias veces explicó esa idea de no diferenciar ambos oficios. “La crónica es como un cuento o una novela sobre algo real”. Algo más: “Tanto en la literatura como en el periodismo hay que ganarse al lector, capturarle el interés para que se quede leyendo”.
Planteó una teoría sobre las redacciones de periódicos y revistas: para él están puestas de cabeza, invertidas. El staff de las publicaciones ubica en el rol principal a directores y jefes que engordan junto a un escritorio y editorialistas que monologan desde su propia jaula.
“Pero ese esquema debería ser exactamente a la inversa. Los cronistas son quienes cumplen la labor principal porque son los que están afuera, donde las cosas ocurren”. En vista del contexto colombiano le pregunté si alguna vez se había drogado para escribir y me contestó: “No me hace falta. Yo nací drogado”.
Un detalle: fue la única vez en mi vida que pedí un autógrafo. En Cartagena sólo conseguí un ejemplar de El coronel no tiene quien le escriba. Le expliqué que no era para mí sino para mi novia. “¿Se llama la señorita?” Se lo dije. Dibujó un tallo, cinco pétalos, y escribió: “Para Claudia, con una flor. Gabo 84”.

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Aquel día, además, me regaló los seis tomos de su obra periodística, publicados por la editorial Oveja Negra. Y organizó todo para que, una vez en Bogotá, un auto con su chofer fuera a buscarnos al hotel para llevarnos al aeropuerto. “Así van más tranquilos” dijo, y nunca supe si se le había cruzado alguna sombra para disponer ese viaje. Nunca pude evitar recordarlo como una persona amable, entusiasta, alegre, generosa.
Con el tiempo entendí que esa cordialidad, ese entusiasmo, ese interés por el otro, era un modo ético y hasta político de pararse frente a la vida.

Ideas
En sus obras periodísticas pude leer las primeras crónicas que publicó en El Universal, de mayo de 1948, cuando era un chiquilín de 21 años. La primera celebra que se suspendió el toque de queda militar, al que define como símbolo de una decadencia. “Con este mundo materializado donde los peces de colores tienen que abrirle agua a los submarinos, con esta civilización de pólvora y clarines, ¿cómo se nos puede pedir que seamos hombres de buena voluntad?” y plantea que quizás ahora la gente pueda ir a dormir mansamente “antes de que los relojes doblen la esquina de la medianoche”. Luego escribe sobre indios, negras, retratos de la ciudad y de la época. Escribió sobre cine, sobre deportes, sobre todo. La pasión por conocer y por contar lo que el mundo estaba desplegando ante sus ojos.
A fines de los 50 García Márquez participó en Cuba con los argentinos Jorge Massetti, Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo en los primeros pasos de Prensa Latina, idea que puso en marcha Ernesto Guevara, hasta que el lado soviético de la vida isleña desplazó a este elenco por otro más dócil.
García Márquez nunca perdió la afinidad con el propio Fidel Castro. El director argentino Eduardo Mignogna contaba que cierta vez, invitado a La Habana, estaba comiendo con García Márquez cuando el propio Fidel cayó de improviso y comenzó a hablar con sabiduría de crítico sobre la historia del cine argentino, mientras Gabo se quedaba irremediablemente dormido en un rincón. Pero más allá del sueño o de los discursos de Fidel, García Márquez se plantó en defensa de Cuba como una cuestión cultural y estratégica frente a los Estados Unidos y la densa idea de controlar vida y obra del resto del continente.

Las ventajas de la vida
Cuando me contó la noticia, le pregunté al propio Osvaldo Bayer sobre Gabo: “Tenía mi edad, pero yo aprendí de él. Es el mejor escritor que ha tenido Latinoamérica. Aprendí con él a amar la literatura, ver las cosas que se pueden hacer y crear. Para mí fue un hombre que luchó por la libertad, o sea un libertario, y cumplió la misión que tiene un intelectual: escribir para todos, para mejorar la sociedad, y para seguir soñando”.
De todas las ideas y escritos de Gabo, frecuentemente abominados por las academias, no resulta demasiado conocida su exposición al recibir el Nobel de Literatura en 1982, llamado La soledad de América Latina, que resulta un manifiesto por la descolonialidad, para usar términos actuales. “La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia” dijo ante la academia sueca. Repasa los golpes de Estado, crímenes y matanzas ocurridos en el continente. “Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad”.
Al recibir el Nobel de Literatura, García Márquez hacía periodismo sobre la realidad del continente, incluyendo la situación argentina: “Ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto, 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera donde están todos los habitantes de la cuidad de Upsala. Numerosas mujeres encintas fueron arrestadas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aun se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años”.
Otro concepto: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.
Y otro: “Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.
Se preguntó por qué le habrían dado a él semejante distinción, y postuló que se trató de un homenaje a la poesía: “En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”.

Mujeres, aborto y ambiente
Cuando le preguntaron sobre las prioridades de la humanidad para las próximas décadas, propuso que las mujeres asuman el manejo del mundo. “Alguien dijo: ‘si los hombres pudieran embarazarse, el aborto sería casi un sacramento’. Ese aforismo genial revela toda una moral, y es esa moral lo que tenemos que invertir. Sería, por primera vez en la historia, una mutación esencial del género humano, que haga prevalecer el sentido común –que los hombres hemos menospreciado y ridiculizado con el nombre de intuición femenina- sobre la razón –que es el comodín con que los hombres hemos legitimado nuestras ideologías, casi todas absurdas o abominables”.
Y luego plantea: “La humanidad está condenada a desaparecer en el siglo XXI por la degradación del medio ambiente. El poder masculino ha demostrado que no podrá impedirlo por su incapacidad de sobreponerse a sus intereses. Para la mujer, en cambio, la preservación del medio ambiente es una vocación genética. Es apenas un ejemplo. Pero aunque sólo fuera por eso la inversión de poderes es de vida o muerte”.
Son solo ideas sueltas para pensar, discutir, y leer, ahora que el reloj dobló no sé qué esquina, tras la malparida noticia sobre la muerte de Gabriel José de la Concordia García Márquez, hace unas cuantas horas de soledad.  

Seguir leyendo

Nota

La Ronda en la mirada de Lucía Prieto

Publicada

el

Sexta entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa Lucía Prieto. Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Cuando Alejandra López y Claudia Acuña me propusieron hacer este registro pensé  en el concepto de ronda, en la perfección del circulo, en lo mandálico de la continuidad, que no se distingue dónde termina y dónde comienza otra vez. Pensé en los jueves a lo largo de los años, en lo infinito, en la necesidad de lo grupal para que su movimiento sea fluido, en la potencia de lo colectivo. Las madres convirtieron la orden de circular en una astuta rebeldía infinita, que como todo lo que conlleva movimiento, es también transformadora. 

Fue, entonces, la idea de continuidad y de legado la que me hizo construir mi relato en el diálogo entre la juventud y las madres.

Entre esxs jóvenes están NIETES que así ,en inclusivo, se definen cómo la tercera generación en lucha: “Somos nietes de los 70 e hijes de la lucha de los 90“. Nacieron desde la necesidad de mantener viva la memoria y como las madres, entendieron que la fuerza de la resistencia reside en lo colectivo.

La Ronda en la mirada de Lucía Prieto

Sobre Lucía Prieto

Nací en 1984 en la ciudad de Buenos Aires, pero crecí y me crié en el Oeste del conurbano

bonaerense. Desde 2004 resido y trabajo en CABA. Me dedico a la fotografía hace más de 12

años y, aunque mi formación fue primariamente autodidacta, tuve la suerte de encontrarme con muchxs  maestrxs en el camino. Mis ejes de trabajo y mis intereses se centran en los feminismos, los derechos humanos y las problemáticas socioambientales.

La Ronda en la mirada de Lucía Prieto
Seguir leyendo

LA NUEVA MU. La vanguardia

La nueva Mu
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Lo más leido