Nota
Nuevas generaciones: lo que se fue, lo que quedó y lo que no queremos que vuelva tras la pandemia
Las redes de whatsapp. La autogestión. La pregunta de Naomi Klein a Chávez. Los desafíos del movimiento feminista latinoamericano. La idea de ser «más inoportunas». Cómo se vive y muere en Suecia. Y la lista de cosas que no queremos que existan nunca más: algunos de los temas que viajan de Estocolmo a Buenos Aires, en la sexta entrega de un emotivo intercambio entre América Vera Zavala y Claudia Acuña.
Buenos Aires, Argentina, 9 de abril de 2020
Querida América:
Me hiciste llorar con tu carta, seguramente porque cuando la leí estaba en uno de esos momentos sensibles que te enciende el aislamiento, pero también porque tocaste temas que son motivo de preocupaciones profundas y sin resolver que en estas situaciones te acechan como fantasmas que reclaman que definamos de una vez por todas dónde deben habitar: si acá o en el más allá.
Los tres timbres que tocaste son certeros: la autogestión, Venezuela, No estás sola.
Me invitás a pensar estos temas, pero no sé si soy capaz de hacerlo así y ahora. Mis reflexiones siempre fueron producto de charlas colectivas, pero no provocadas por las palabras que así escucho, sino por lo que esas palabras me hacen sentir. Solo puedo pensar con el cuerpo, y en particular con los pies, recorriendo realidades y situaciones muy diferentes, que me permiten no solo trazar un panorama, sino sobre todo un horizonte.
El encierro nos cercena eso: la mirada hacia lo que todavía no hay, pero está. La artista Hito Steyerl reflexiona justamente sobre lo que significó para la cultura occidental crear el paradigma del horizonte vertical en su libro Los condenados de la pantalla, y también los esfuerzos de muchos artistas por romperlo, y algo de eso hay en juego en este encierro: descubrir cómo experimentar otras formas de ver, de representar y de producir que no sean las que naturalizamos como únicas y por eso mismo, provocaron este colapso.
Es cierto que no estoy sola en este aislamiento social y que además conecto a través de grupos de wathsapp con no menos de 500 personas, todos los días. Sí: todas esas personas estamos conectadas a través de intereses concretos (el día del anuncio del aislamiento obligatorio formamos una red de mujeres que ya suma más de doscientas integrantes; desde la batalla legislativa por el aborto legal estamos en red cotidiana 156 periodistas profesionales; además formo parte de un grupo con familias sobrevivientes de femicidios; otro con las revistas culturales independientes; una red de psicólogas y hasta uno inesperado, que se armó hace una semana, para promover bailar en casa los sábados a la noche, entre otros). Me llegan así intercambios de información, pedidos, necesidades, informes de situaciones territoriales, y listados con las cosas que funcionan bien, mal o están cerradas y necesitamos reclamar que se abran. No recibo por estas vías reflexiones ni estados de ánimo, y mucho menos pensamientos sobre algo que no sea ya, urgente, necesario. Uno de esos grupos de wathsapp nuclea a mujeres de la Mesoamérica a las que conocí en un congreso de Economía feminista. Una de ellas fue la única que hoy se atrevió a compartir una mirada hacia el horizonte: “A nivel del movimiento de mujeres y feminista no hemos podido articular como colectivo ninguna propuesta. Estamos teniendo muy poca capacidad de propuesta de carácter estructural”.
Y esa es la tarea más urgente.
Trato entonces de reflexionar sobre esos tres temas, no a pesar sino con estas dificultades, que gracias a ese mensaje comprendí que no son personales ni locales, sino resultado de uno de los síntomas más preocupantes de esta crisis: perder la posibilidad de que desde los tejidos sociales periféricos del poder y de quienes tanto hemos aprendido a crear soluciones para enfrentar crisis podamos elaborar colectivamente un horizonte.
- La autogestión: No suelo hablar del amor en relación a las fábricas recuperadas, pero sí suelo hablar mucho, así que puedo haber mencionado esa palabra. Sí hablo del afecto, en el sentido más amplio del término. Está claro hoy cómo nos afectamos unos a otros con lo que producimos, incluso en solitario o, más concretamente, incluso a pesar nuestro. La autogestión tiene siempre muy presente este principio porque puede producir sin dinero, pero no sin comunidad de intereses. Ese afecto es central, la mecha que enciende la producción. No se trata de la solidaridad ni de la igualdad –por usar dos términos que suelen asociarse a este tipo de producciones- sino de sintonizar exactamente, con la precisión que solo puede darte la sensibilidad social, qué necesita la época, qué no soporta más y qué está dispuesta a sostener, a pesar de todo y en medio de todo “lo otro”.
Concretamente, nosotros estamos pasando ese examen ahora, una vez más. Estamos acostumbrados y sabemos que para trascenderlo hay muchas cosas que podemos hacer, pero hay otras que ya no dependerán de lo que hagamos, sino de lo que la época esté dispuesta a hacer con nosotros. Si mirás los números, está claro quién no está dispuesto a sostenernos: desde septiembre pasado el Estado no nos paga lo que nos debe y el nuevo gobierno ha decidido distribuir la pauta oficial solo entre los medios corporativos, así que no tenemos un solo aviso desde diciembre. Sin esos pagos y sin esos ingresos, estamos claramente en desventaja frente a los medios comerciales, que han obtenido en una reunión que realizaron por teleconferencia con el ministro de Industria la promesa de que contarán con descuentos impositivos, subsidios para compra de papel, aportes de 10 mil pesos que pagará el Estado por cada salario y excepción de pago de aportes jubilatorios, además de la pauta, claro. Nosotros, nada. Por la cuarentena, tampoco podemos abrir nuestro local ni dictar nuestros cursos, así que la suma de ingresos por cualquiera de las otras vías diversas que abrimos para sostenernos en momentos así, están cerradas. Siempre, en estos casos, nos ha sostenido la revista papel que editamos todos los meses, pero los kioscos de ventas de revistas están cerrados y el precio del papel, que siempre cotiza en dólares, aumentó en los últimos seis meses un 300%, aumento que no podemos trasladar a quienes están suscriptos, por ejemplo, porque nos han pagado esas ediciones por adelantado y nosotros, más allá de los desquicios del mercado, debemos cumplir con quienes han confiado así en nuestra producción.
¿Entonces?
¿Qué hacer?

En estos momentos hay una nueva generación a cargo de la cooperativa, que ha crecido en tiempos menos violentos y tuvo que enfrentar los cuatro años de macrismo sin experiencia previa en represiones brutales, persecuciones a medios opositores, inflación desmesurada, cambios galopantes de precios de insumos y todas esas pestes neoliberales. Es esa generación la que ahora debe superar esta nueva prueba, más difícil por cierto y mucho más imbricada.
Y lo que hicieron fue crear contenidos, muchos, diversos, por todos los canales abiertos y posibles, sin pausa, con entusiasmo y con confianza: si la época los necesita, serán sostenidos.
La respuesta comienza a llegar y con ella, los ingresos. (Suscribánse a la edición online de lavaca.org, ¡por favor!)
Estamos hablando de economías de sobreviviencia, así que está generación ya sabe que nunca será reconocida por las instituciones que otorgan los certificados de prestigio ni nunca será millonaria, pero sí que hay algo más poderoso que cualquier poder y ese algo es estar vivo.
Hay muchos medios de comunicación muertos, algunos incluso prestigiosos y millonarios. No es ese nuestro juego ni nuestro partido: nosotros estamos jugándonos el horizonte, que es lo que hoy vale una fortuna.
Nuestro recurso, entonces, es el afecto: que nos quieran nos salva.
- Siempre recuerdo ese único viaje a Venezuela, así como no puedo olvidarme de la única vez que vi a Chávez. Fue en el marco del Foro social de Porto Alegre, en un encuentro privado en el que me colé. Pude ver así el momento en el que saludó a Naomi Klein y escuchar lo que ella le preguntó:
-¿Por qué detrás de la revolución bolivariana veo a un hombre y no a un pueblo?
Chávez no le respondió.
Había que tener una mirada entrenada en el divisar horizontes para poder hacer esa pregunta en aquel momento, y esa Naomi, tan joven, tan modesta, fue la única capaz de comprender antes que nadie que ahí estaba el problema y que de ese problema nadie hablaba.
¿Cúal era ese problema?
Llamésmosle caudillismo.
Recordé ese momento hace poco, cuando Rita Segato habló del caudillismo de Evo Morales como uno de los factores centrales del golpe en Bolivia, y cómo intentaron acallarla, calificándola de inoportuna, golpista y elitista por criticar al… caudillo caído. Deberíamos ser inorpotunas más veces, especialmente en América Latina, aun pagando el alto costo que pagó Rita por hablar de ese tema en ese momento. Nos debemos esa charla, especialmente nosotras, las feministas.
En mi barrio todos los comercios más pequeños –kioscos, cajeras de supermercados chinos, farmacias- están atendidos por personas venezolanas. También en las esquinas se aglutinan con bicicletas y motos, ataviados como repartidores precarizados de las empresas virtuales –Globo, Rapi, etc- para esperar cerca de los supermercados los pedidos y así, estar primero en las preferencias del bot que les da órdenes desde el teléfono. Son los más expuestos, los peores pagos, sin duda los más capacitados desde el punto del mercado laboral formal –por estudios universitarios, por edad, por responsabilidad- y que por la crisis venezolana han emigrado a un país tan inclemente como Argentina. Llegaron en el momento adecuado, cuando el anterior gobierno no pudo, por la resistencia social, modificar la ley laboral y flexibilizar así derechos que en Argentina son fuertes, pero cada vez para más pocos. La migración de venezolanxs funcionó entonces como la flexibilización laboral de facto: le pagan la mitad, los obligan a trabar el doble. Un ejemplo es Vaca Muerta, la mayor reserva de petróleo del mundo, enclavada en la Patagonia: a los ingenieros venezolanos no le reconocen los títulos, así que ganan la mitad, pero saben mucho de algo que acá se desconocía: el fracking. Tenemos entonces a personas que huyeron de su hogar para escapar del derrumbe de una revolución castigando a una tierra a la cual no pertenecen.
Venezuela, entonces, ya no es un país sino un estadío del capitalismo del desastre, capaz de producirlo en cualquier parte porque ha logrado primero destrozar lo primero: las raíces, aquello que te hace sentir parte de algo más grande y más importante.
- No estás sola es exactamente eso. El título de mi novela lo sugirió un periodista amigo, Gerardo Rozín, porque me escuchó decírselo a una muchacha muy joven que llegó a nuestro local buscando ayuda para escapar de la violencia de su ex pareja. Es una frase que uso desde hace años y que estos días tremendos veo repetir en tantos lados –desde mensajes de wathsapp hasta anuncios oficiales- pero para mí no es simplemente un grupo de palabras, sino una forma de recuperar aquello que este sistema nos mutila: la capacidad de sentirnos parte de este mundo, de todo, todito, desde el cielo hasta las entrañas del petróleo, y comprender así que somos mucho más fuertes, más inmensos y más resistentes, pero también más responsables y dependientes de todo aquello que hagan y todo aquello que dejen de hacer los demás, todos. Unidos así, desde lo más profundo y más intangible, la soledad es un estado pero también un desafío. Es la manera que tiene nuestro destino de ponernos a prueba para enseñarnos así que somos humanos.
Ahora, esto que llamamos pandemia nos recuerda que no podemos seguir comportándonos como si no fuéramos cuerpos capaces de ser afectados por otros cuerpos.
Ahora, cuando el aislamiento social nos niega la posibilidad de admirar el horizonte, tenemos que aferrarnos a esa memoria ancestral, primitiva, de especie, porque solo así podremos comprender, quizá, supongo, deseo, por qué parar este mundo horrible es necesario, sanador y por qué no, también, una segunda oportunidad que nos da la época para intentar que este planeta nos quiera.
Te abrazo,
Claudia
Estocolmo, Suecia,15 de abril de 2020
Querida Claudia:
Pasaron varios días desde la última carta, y muchas cosas en el mundo, pero acá en Suecia, y en mi vida, no. O mejor dicho, pasaron cosas importantes, pero que no tienen que ver con el coronavirus. El jueves, el primer día de la Semana Santa con mi hijo Ernesto fuimos a un entierro. La verdad es que yo lo acompañe porque era su amigo, un chico muy encantador, de ocho años, que después de sufrir mucho tiempo un cáncer ya no pudo más.
Fue en el cementerio Skogskyrkogården, no muy lejos de la casa donde vivía cuando me visitaste en Suecia cuatro años atrás. Es un cementerio muy bello, como en un bosque, es el único sito patrimonio mundial en Estocolmo. Los entierros son la ceremonia más importante de todas las ceremonias, porque realmente es por ti mismo: lo que realmente es central es tu adiós a la persona.
Un par de años atrás se murió una mujer, militante comunista de Gotemburgo. Su marido había participado de la Brigada Internacional durante la guerra civil en España. Ella desde su casa organizó las ayudas a las brigadas internacionales. Durante la Segunda Guerra Mundial estuvo en la escuela del “partido” en Moscú, luego trabajó como espía contra los nazis. En sus últimos años, en el asilo de ancianos se convirtió en rapera: siempre le pedían que cante y ella eligió el rap porque quería variar un poco. Así vivió y lucho hasta morir, cuando tenía noventa y pico. Se llamaba Greta y fui a su entierro porque la quería despedir como se merecía. Sabía que esa ceremonia me iba compensar su pérdida. Este entierro fue otra cosa. Nunca en mi vida me podría haber imaginado el entierro de un niño No es natural, es contra el orden natural, correcto. Ver esa mamá mirar el ataúd de su único hijo. Yo, sentada al lado de mi hijo que lloraba. Y hacerlo además, en tiempos de coronavirus, con restricción de cuanta gente podía participar (no más de 50 personas) estar sentados lejos de uno al otro y no poder ni abrazar a la madre.
Esa experiencia me hizo pensar que así muere mucha gente ahora, solas, totalmente solas, después de haber estado aislada en terapia intensiva durante semanas. ¿Qué hacer frente a semejante el dolor con esta soledad impuesta, con esta distancia social obligatoria, en momentos en los cuales lo que más necesitamos es cercanía?
¿Cómo está Argentina? ¿Cuánta gente está enferma, cuánta murió? ¿Cómo es la atención en los hospitales? ¿Como están siendo tratados las enfermeras y doctores?
En estos días vi un video muy lindo de la Afa, y pensé que cada país enfrenta el coronavirus de una manera que es típica de cada lugar. Eso de utilizar el fútbol como metáfora para la vida es muy argentino. Así como es muy sueco ser lagom, esa palabra que solamente existe en sueco y que google translate me dice que significa “moderada”, pero es más: es la manera de pensar y vivir sueca.
Y así entramos en Semana Santa, siendo diferentes. 90% disminuyeron los viajes de pascua, eso significa que mucha gente siguió la recomendación de la Agencia de Salud Pública de quedarse en casa. También significa que 10% igual se fue a sus casas de verano en Gotland o en la costa, a fuera de Gotemburgo o en la tierra de Wallander, Ystad, y al norte para esquiar. Y estos días, Para nosotros estos días en casa con toda la familia fueron distintos: la primera vez que desde el 9 de marzo –que se declaró la pandemia- que tuvimos un sentimiento de normalidad. No sabemos nada del futuro, ni podemos planear el verano, que para un país con tan poco sol y calor es muy importante. Pero comimos, salimos a jugar, miramos películas y la vida igual se sintió bien.
Cuando Arundathi Roy en su magnífico texto sobre coronavirus pregunta si la pandemia puede ser un portal hacia lo nuevo, hacia ese mundo diferente que tanto queremos y necesitamos, la respuesta me da miedo. Porque lo que era antes, lo que ahora los líderes y economistas llaman “la normalidad” era un sistema insostenible, y estas semanas no nos han dado suficientemente la oportunidad de cuestionar lo “normal”. Europa se está preparando para “abrir” el portal hacia “la normalidad”, salvo Francia que va seguir con la cuarentena un mes más. ¿Y después?
Tenemos que hablar sobre después, en otra carta.
Me escribes sobre la capacidad de sentirnos parte de este mundo, de una segunda oportunidad. En el último libro de Naomi Klein, On Fire, cuando agradece a su hijo escribe : “failure is not an option”.
Fallar no es una opción.
¿Cómo podemos crear el después, sin errar?
¿Podríamos hacer una lista de cosas que no queremos que existan en lo después? Cosas grandes, cosas chicas: todas las que se nos ocurran.
Y por favor cuéntame más sobre eso de bailar los sábados en la noche.
Te quiero mucho,
América
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
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