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Aurora Cividino: la otra cara del 26 de junio

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Las víctimas y familiares de los asesinados el 26 de junio del 2002 formaron una comisión que busca justicia. Allí está Aurora Cividino, asambleísta baleada durante aquella cacería, que ha pasado por un laberinto hospitalario dedicado a no atenderla. Su historia, sus opiniones sobre Kirchner, Duhalde, la izquierda y el poder, y la travesura de un muchachito llamado Dante.

En la Argentina, afortunadamente, no existe ninguna agrupación, partido, movimiento, secta o club que lleve por nombre Aurora Cividino.

La policía bonaerense hizo lo posible, el 26 de junio de 2002. Aquella tarde nublada de muerte Aurora recibió dos balazos que le han dejado una invalidez que sólo el Estado parece incapaz de ver.

Pero no la mataron: Aurora vive.

Y forma parte de la Comisión de Víctimas y Familiares del 26 de junio que ha comenzado sus actividades (ver aparte) y recibe adhesiones en [email protected].

Con muletas, paciencia y espíritu, Aurora se mueve de aquí para allá y está casi todos los 26 en el Puente Pueyrredón, participa en eventos como Enero Autónomo, querella al Estado y a la policía bonaerense, además del comisario Alfredo Fanchiotti, y parece decidida a no seguir desperdiciando energías en sus choques con el sistema de salud porteño, que ha hecho más por enfermarla que por curarla. El dilema es: ¿quién asumirá que Aurora debe tratarse?

El 26 de junio de 2002 Aurora -de la Asamblea de Plaza Dorrego- marchó a la movilización en el Puente Pueyrredón convocada por la Asamblea Nacional Piquetera. “Fuimos siete compañeros, entre ellos un discapacitado físico, con muletas. Yo había evaluado que iba a haber represión ese día, se veía venir, pero fuimos igual”.

Aurora y su grupo estaban en la bajada del puente, del lado de Avellaneda, cuando escucharon lo que fue la segunda tanda de balazos de la policía. “Empezó una corrida y el compañero de la asamblea, el discapacitado, soltó las muletas y se tiró al piso. Fuimos las tres mujeres que componíamos el grupo. Los hombres ni se dieron por enterados: uno corrió enseguida y se escondió. Las mujeres no podíamos llevar a este hombre, que además de su discapacidad estaba excedido de peso, debía pesar 120 kilos por lo menos. Se nos ocurrió llevarlo a las camionetas de los medios y noticieros y dejarlo ahí”.

Aurora siguió escapando de la policía, y encontró a un joven al que le había explotado cerca una granada de gas lacrimógeno, y presentaba síntomas de asfixia. “Me detuve a darle bicarbonato, siempre llevo a las marchas porque neutraliza el gas lacrimógeno. Lo llevo en polvo y me lo pongo en las fosas nasales, en la lengua y, si puedo, en la cara”. Hubo bicarbonato para el joven, y también para un camarógrafo. Siguió la carrera y comprobó que tenía a los policías a unos 40 metros, pero a la vez se encontró con un espectáculo inesperado: “Había dos grupos de tipos disfrazados de piqueteros rompiendo todo, las vidrieras, todo lo que veían, rodeados por dos hileras de policías que los miraban sin hacer nada. Estaban todos como en familia. Ahí dije: son servicios, mejor disparar. Cuando empiezo a correr recibo un golpe en la pierna y caigo. Al principio pensé que era un cartucho de gas lacrimógeno. Intenté levantarme y no pude. Pedí ayuda, unos compañeros piqueteros me levantan y empiezan a correr pero veo que no pueden hacerlo: no les daba el físico. Uno de ellos me soltó pero después lo vi en el hospital: le habían baleado una pierna. Por suerte me pudieron llevar hasta una estación de servicio, ahí les pedí que se fueran para que no los agarrara la policía. Yo ya estaba jugada”.

Aurora sintió ese golpe en la pierna izquierda pero no un segundo balazo en la derecha. “El de la izquierda está determinado que lo hizo Fanchiotti con arma larga”. Se trata del comisario Alfredo Fanchiotti, que comandó el operativo y está imputado como el principal responsable material de la represión. “Me dio en el fémur, unos centímetros arriba de la rodilla. Fue de espaldas. El segundo me dio en la pierna derecha, ingresa por abajo y se aloja en la rodilla. Se ve que fue disparado desde arriba, desde algún edificio, rebotó en la calle y me dio. Ahí estábamos sobre Pavón, a unos 15 metros de donde empieza el supermercado Carrefour. Yo recuerdo haber pasado por el Bingo y a los pocos metros caí”.

La certeza sobre Fanchiotti se debe al análisis de las imágenes televisivas. “La investigación del fiscal muestra que fue Fanchiotti porque había un fotógrafo independiente que venía detrás mío. En el video se escucha el balazo, y yo caigo. Hay otra filmación de un canal abierto donde la hora coincide, lo enfocan a Fanchiotti disparando y el panorama es el mismo. La diferencia es de ángulo entre el camarógrafo independiente y el canal”.

Aurora reconoce que los balazos no le dolieron. “No sentís más que el golpe. Yo hubiera seguido corriendo, pero no podía. Te digo más: estuve internada con un compañero de la Verón que había recibido un balazo en el tórax, tenía un pulmón perforado, y sin embargo lo corrieron desde Avellaneda hasta Gerly hasta que pudo esconderse e ir al hospital. Recién ahí se enteró de lo del pulmón”.

En la estación de servicio Aurora tuvo un nuevo contacto con la policía. “Apareció un agente de apellido Robledo que dio la orden de que se fueran los periodistas que andaban por ahí y me quiso hacer subir a una supuesta ambulancia, que ni camilla tenía. Ordenó que vinieran paramédicos y apareció una moto con un cartel de la firma Vital. El médico que estaba ahí llamaba a una ambulancia, varias veces, y justo apareció cuando estos supuestos paramédicos me iban a hacer un entablillado. Resulta que como no me pueden llevar, se llevan a uno de los pibes que me había ayudado, y lo torturaron en un descampado. En ese caso también está hecha la denuncia penal”.

En el Hospital Fiorito Aurora vio la cantidad de personal convocado: “Ni podían circular las camillas de tanta gente. Te daba la pauta de que todo estaba preparado. Yo había evaluado que iba a haber represión. Lo que no había evaluado era que la iba a recibir yo misma”.

Aurora considera que su caso forma parte de esa especie de cacería selectiva ocurrida el 26 de junio. Darío y Maxi, se sabe, venían siendo identificados por su actuación en marchas y piquetes. “Me parece obvio que a mí también me marcaron. Me balearon dos personas distintas. Yo también venía de cierta actuación política. No estoy en ningún partido, pero fui de las primeras que llegó a Plaza de Mayo el 19 de diciembre del 2001 porque vivo cerca. Ahí ya me filmaron según me enteré después. Otra vez fue en una marcha al Sheraton, para repudiar al indio del Fondo (Anoop Singh). También estuve el 25 de mayo del 2002 cuando entramos al Colón a la función de gala desplegando banderas. Cuando las asambleas marchábamos los viernes, estuviera donde estuviera, aparecía en la televisión. Me enteraba porque me lo decían: che, te vi. Yo jorobaba diciendo que les iba a ir a cobrar cachet a los canales”.

Aurora es parte de esa generación que militó en los 70, y se dedicó a la familia durante la dictadura (tiene cuatro hijos, dos varones y dos mujeres, que van de los 31 a los 18 años). “Yo siempre me sentí una militante, pero suelta, no orgánica. El 19 fui espontáneamente a la plaza. Yo olía que había una calma previa a la tormenta cuando decían que la gente no reaccionaba”. Aurora había trabajado durante 17 años en el Hipódromo, en pelea gremial y personal con el sindicato: “El mismo sindicato pidió mi despido por oponerme a la reforma laboral en el 95”. Tuvo algunos trabajos inestables, el último en una empresa de telemarketing (ventas telefónicas): “Venden celulares, cuentas corrientes, pero con mentiras. Yo no quería engañar a nadie y trataba de convencer a los clientes de que lo que vendía era útil, pero no les mentía. Ética. Entonces me quisieron echar. Cuando fui a cobrar lo que me debían, no me pagaban. Entonces decidí quedarme ahí hasta que me pagaran. Terminaron sacándome con la policía”, describe Aurora, en lo que constituye un nuevo aporte al conocimiento del empresariado nacional.

Aurora estaba en el Fiorito, baleada y rodeada de enfermeros aterrorizados y controlados por la policía. Apareció un médico joven quien ordenó hacerle una tracción en la pierna izquierda. Aurora ya no confiaba en nadie y preguntó qué iban a hacerle. “No me limpiaron la herida, no me dieron un calmante, nada. Pero en vez de explicarme qué iban a hacer, hablaban entre los médicos sin dirigirme la palabra. Como les dije que me informaran qué iban a hacer, el médico empezó a gritarme y a decir que si yo estaba ahí, la culpa era mía. Medio me maltrató. Le dije que ninguno de mis hijos me trataría así. Usted tampoco hubiera sido mi madre, contestó, y yo le dije: por supuesto: un hijo así yo no tendría”. Todo este ameno diálogo concluyó con la única cosa importante, que fue comenzar el tratamiento: “Era un pibe de clase media, sin mucha experiencia. Y encima estaba todo lleno de canas”. Aurora se refiere al hospital y no a la cabellera del médico.

En el hospital ya había unos 25 de los 40 heridos que se conocen de aquel día (varias decenas decidieron huir y no figuran en la nómina oficial). Darío y Maxi ya habían sido asesinados: “El hospital era un correveidile, venían todos a contarte”.
La internación llevó casi un mes: “Metían presos comunes en tratamiento en nuestras habitaciones y salió la policía uniformada pero quedó la de civil. Un cana una noche entró a mi habitación y salió al rato. Yo supongo que era para intimidarme. La noche siguiente quiso abrir la puerta y le grité: ¿qué carajo querés? Ahí no molestó más”.

Empezó el debate por la operación. Le dijeron a Aurora que no había férula, o que había pero la cotización era con un dólar a 5 o 6 pesos, y varios etcéteras que alargaban la intervención. “Me decían que si esperaba la férula de Bienestar Social, podía tardar meses. Les dije a los médicos que existen figuras legales para esa situación, que los abogados de la Liga por los Derechos del Hombre podían iniciar una causa por abandono de persona, y que iba a denunciar todo como ciudadana italiana -tengo la doble nacionalidad- ante la embajada. A las dos horas apareció la férula”. Puede intuirse qué es lo que ocurre con los pacientes que no poseen tal arsenal de argumentos.

Aurora cuenta que tenía cuatro puntos de fractura, una expuesta, y de acuerdo a los estudios le faltan cinco centímetros de fémur izquierdo pulverizados por la bala. Le colocaron una placa de unos 20 centímetros asegurada con un clavo en medio de la fractura y ocho tornillos. Aurora venía con problemas de columna -dos operaciones incluidas- que se agravaron con esta situación.

En este punto la historia de Aurora podría ser tema de cualquier relato de Franz Kafka: “En el Argerich, el equipo de columna me dice que tienen que cambiarme la prótesis para fijarme más la columna. Me aconsejaron también operarme la pierna para alinearla, con un injerto para alargar el fémur. Pero me mandaban al Fiorito. Y yo quiero atenderme en el Argerich porque soy ciudadana de Buenos Aires, vivo en la zona, y tienen obligación. Después salió que tengo una osteomielitis, una infección en el hueso, y un compromiso severo en el nervio ciático de las dos piernas. Fui al Ramos Mejía y el médico me dijo que la infección no permitió que se mineralice el callo. Pero que él no me iba a operar y que fuera al Fiorito. Fui al Fernández, y me dijeron que estoy bien, para no tener que operarme. Claro, sabiendo mi historia, que me baleó la policía, se lavan las manos y no quieren saber nada. Fui al Santojanni. Ahí por lo menos me sacaron el yeso que iba desde la ingle hasta los dedos del pie izquierdo. A los pocos días le dije al médico del Santojanni que lo que me dolía era la rodilla, no la fractura, y me dijo que yo era una psicótica, que imaginaba los dolores”.

La idea de catalogar como psicóticos a los pacientes es un hallazgo del sistema público de salud, que permitiría agilizar muchos engorrosos tratamientos. A Aurora le dolía la rodilla porque la tracción en su pierna fracturada durante casi un mes, y el yeso durante otro, le habían producido una artrosis mecánica. “Después me explicaron que el líquido de las articulaciones se había fibromatizado. Qué sé yo. Al doblarla, me dolía. Pero este médico, además, me atendía con otros dos o tres pacientes a la vez. Así, no atiende a ninguno. Ya me di cuenta cómo son: ciegos, sordos y mudos”.

Para tratarse la infección le dieron turno el Muñiz, donde estuvo internada tres días con el objetivo de hacer una punción y analizar el material en patología. Nunca aparecieron los médicos. Era enero y retrasaron su regreso de las vacaciones. “Lo que pasa es que un médico del Ansses me dijo que la operación fue demasiado rápida. Cuando hay balazos se hace primero un tratamiento con antibióticos durante tres meses porque al ingresar la bala arrastra tejido epidérmico, o restos de tela y es fácil que haya infecciones. En ese caso se trataría de mala praxis”.

En el Ansses Aurora tramita la jubilación por invalidez, pero una junta médica dictaminó que apenas tiene el 45% de discapacidad. La apelación debería demostrar que supera el 75% requerido. “Se olvidaron de la osteomielitis, el acortamiento de la pierna, el problema de rotación de la cadera, y con todo eso paso el 75%”. Además, Aurora se quedó sin el plan “jefes de familia” porque su hijo menor cumplió 18 años. Conclusión: “Estoy meada por los elefantes”.

El laberinto médico la dejó sin saber a dónde ir, o sabiendo a dónde no quiere ir. “Yo no voy más a ningún hospital porque es más el desastre mental que me hacen que otra cosa. No puedo cada vez discutir con un médico por qué tienen que atenderme. Yo podría interponer un recurso de amparo, pero ¿quién va a una operación como la mía con la espada del recurso sobre la cabeza? Además, los médicos saben que al operarme van a tener que declarar en el juicio civil, y no quieren. Para mí, son afines al sistema y tienen una falta total de ética”. Según sabe, un militante del MTD de Solano tampoco logra que le hagan la cirugía reparadora correspondiente en su maxilar inferior. “Además, hay cosas de locos. Yo tengo mi problema de columna. Y ahora las muletas. No puedo estar mucho tiempo parada. Pero para conseguir turno en el Argerich tengo que ir a las 3 de la madrugada. ¿Cómo hago?”

Desde el punto de vista médico Aurora supone que le quedan un par de fichas: una invitación a atenderse en Venezuela (que no se concreta por la inestabilidad política en dicho país) o esperar el milagro de las últimas décadas para muchos argentinos: un tratamiento en Cuba.

Mientras tanto, sigue sintiéndose muy cómoda deambulando incansablemente en esa “militancia suelta” y tratando de entender al país. “Las cosas que hace Kirchner son las que le convienen a él. Lo de la Corte, o descabezar mínimamente a la bonaerense que respondía a Duhalde y que él no podía manejar. De hecho, fijate cómo reforzaron las vallas en la Plaza de Mayo para el acto del 20 de diciembre del 2003. Eso es porque el gobierno tenía miedo de que Duhalde se mandara otra como la del 2001. Porque seamos sinceros: lo que pasó en la provincia el 19 de diciembre del 2001 fue manejado por Duhalde. Lo que él no calculó fue todo lo que pasó después, cuando la gente salió a la calle”.

Aurora cree que el problema de fondo para entender lo que ocurre es el siguiente: “El capitalismo no puede resolver el problema del 50 por ciento de la población que está en la pobreza y un estado de indefensión total. La única manera de arreglarlo es a palos, matando. Como en el resto de América Latina”. Si ese es el diagnóstico, ¿cuál es el tratamiento? “Bueno, los partidos de izquierda piensan que tienen el patrimonio de muchas cosas. Pero no es así. Se creen que con actos como el del 20 de diciembre logran algo, pero el 19 y 20 no son patrimonio de nadie. Yo conozco a los heridos de aquel día, y ninguno era de algún partido político”.

Sin embargo en el acto de diciembre la Corriente Clasista y Combativa, por poner un ejemplo, le pegó a los motoqueros, que sí habían participado de los hechos del 2001. “Yo converso mucho con la gente. Si hablás con las bases de la CCC, del PO, del MTR, del MTD, lo que opinan es más o menos lo mismo. Lo que está dividido es la superestructura. Están en una lucha de poder, y es una lucha de poder burguesa. Para subir en la jerarquía de poder partidario, tenés que usar una metodología burguesa, si no, no subís”.

A ella le han ofrecido cargos partidarios: “Si hubiera querido, hubiera agarrado. Pero no me interesa el poder. Hay que hablar con las bases, no con las superestructuras. Yo tengo un lenguaje que me permite entenderme con todas las bases, aunque sean de distintos movimientos”.

El cálculo de Aurora es que en las dirigencias -incluso en las piqueteras- hay una estimable cantidad de burócratas. “Pero a corto plazo van a desaparecer porque la realidad es que caen los planes, y ahí van a caer los burócratas. Pero mientras tanto, la gente tuvo la experiencia de lucha, estuvo en la calle, peleó. Por más que se hayan caído las asambleas, hay gente por todos lados moviéndose. Por ahí no se ven, pero están. Para mi eso es revolucionario. Una revolución lenta, pero sobre seguro”.

Aurora tiene un nieto, Dante, de casi ocho meses. Recién está conectándose con el mundo a fuerza de berridos, asombro, sonrisas y sensaciones. Empieza a gatear, quiere pararse para caminar, señala cosas que quiere. No es fácil saber si crecerá en un lugar donde los médicos curen en lugar de enfermar, y donde la policía proteja en lugar de balear a los ciudadanos. Temas espesos para un chiquito que nació en una fecha asombrosa para cualquiera salvo para la abuela, que intuía que la vida iba a hacer esa travesura.

Un año después de la muerte, el plomo y el dolor, el 26 de junio del 2003, nació Dante. Su abuela sonrió al enterarse por teléfono, cuando terminaba el acto en el Puente Pueyrredón.

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Septiembre en Mu Trinchera Boutique

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Obras de teatro, música, comida rica, dos ceremonias especiales, y una propuesta para las infancias: este septiembre te esperamos en nuestro espacio (Riobamba 143, CABA) con todas estas propuestas. Recordá que si sos suscriptor, tenés descuentos.

Sábado 7 de septiembre, 20.30hs

TERROR DE ARRABAL

Tres barrios porteños, tres leyendas urbanas y la pesadilla de una inquilina en busca de hogar. Terror de Arrabal es un unipersonal de narración oral que recorre leyendas urbanas de la Ciudad de Buenos Aires en el camino de una inquilina que mudanza tras mudanza no para de chocar con lo paranormal.

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Domingo 8 de septiembre, de 13 a 17 hs

PACHA URBANA

Una ceremonia para testimoniar la vida y celebrar el placer del encuentro colectivo. 

Un ritual para nutrir el cuerpo y el alma, con el escenario urbano de fondo, con nuestros pies sobre el territorio que nos cobija.

Empanadas salteñas, bebidas, DJ y fiesta: todo incluído.

Anfitriona y cocinera: Carla Morales Ríos

Musica en vivo y DJ: Big Mama Laboratorio 

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Sábado 14 de septiembre, 20 hs

NENA GORDA

Un biodrama que surge de la convicción de que una herida personal es un interesante y genuino punto de partida para la creación. En éste caso, el foco está anclado en lo más íntimo y a la vez universal: el cuerpo propio y la mirada de los otros sobre él.

Regresar, a través de sus objetos, al cuarto de la infancia; aquel sitio que alberga aún el recuerdo, las memorias, los deseos de otros proyectados sobre nosotros.

Una foto. Una pequeña bailarina clásica llamativamente gorda es el disparador para preguntarnos ¿Qué tiene que cambiar para que el cuerpo de una niña sea suficiente?

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Domingo 15 de septiembre, 18 hs

MARYTA DE HUMAHUACA

KILLA RAYMI (la Fiesta de la Luna)

Maryta de Humahuaca, cantora indígena, jujeña, llega a Buenos Aires para presentar sus nuevas canciones en una ceremonia con artistas invitadas.

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Viernes 20 de septiembre, 21 hs.

Maca Mona Mu

Nos invita a recibir la Primavera

presentando su disco Ruca.

Canciones enhebradas a través del elemento fuego para iluminar, abrigar, cocinar y encender nuestros sentidos.

La voz de Maca Mona Mu narra emociones íntimas que exponen la nueva sensibilidad de esta época.

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Sábado 21 de septiembre, 20.30 hs

SER EVA, por Eva Basterra Seoane

Textos y canciones para no olvidar, el arte para testimoniar y celebrar la vida. 

La Eva artista, la que se rebela, la que se entrega, la lucha, la que grita, la que muerde, la que sueña, la que vive.

Un encuentro mensual, con una invitada especial en cada ocasión. En esta oportunidad: Graciela Daleo, docente, investigadora, sobreviviente de la ESMA.

Eva es escritora, cantora, murguera, feminista, hija de Víctor Basterra y Laura Seoane, sobrevivientes de la ESMA. El testimonio de Victor fue crucial en el Juicio a las Juntas Militares, inmortalizado en un texto de Jorge Luis Borges.

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Domingo 22 de septiembre, 16 hs

FESTIVAL MOSTRES E INFANCIAS

¡Primer Festival para Infancias libres y Todo Tipo de Familias, porque deseamos que crezcan en toda su diversidad!

Habrá:
-Ronda de Lectura con hadas travas madrinas: Susy Shock, Luz Ventura, Eugi
-Juegos participativos y Juegos cooperativos: Amarella y Amarellita.
-Talleres organizados por la Editorial Muchas Nueces.
-Música en vivo: La Banda de les Mostres, Susy Shock, Sofia Dieguez, Lelé Música, Amarella, Mika De Frankfurt, ¡y más amigues!
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Diez años después: comienza el juicio por el femicidio de Nancy Fernández

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Comienza este martes el juicio por el asesinato de Nancy Fernández que se extenderá entre el 3 y el 6 de septiembre en el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 7 de San Isidro. Por Anabella Arrascaeta.

Nancy tenía 36 años cuando el 2 de mayo de 2014 fue encontrada en su casa semidesnuda, violada y asfixiada. Venía reclamando justicia por su hija, Micaela Fernández (14), que un año antes había sido secuestrada, violada y asesinada (ambas en la foto de portada). Sin embargo, se caratuló el caso de Micaela como suicidio. El acusado es Juan Carlos Corvalán, conocido narco de la zona. Nancy y Micaela eran parte de la comunidad qom Yecthakay, de Tigre.

Esta historia, situada en el Municipio de Tigre, se teje entre muertes e impunidades. El crimen de Micaela Fernández fue caratulado como suicidio, y sigue impune. Este martes comienza entonces el juicio por el asesinato de su madre, Nancy Fernández, que se extenderá hasta el viernes 6 de septiembre en el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 7 de San Isidro. Hay un solo imputado por el femicidio: Juan Carlos Corvalán, narco de la zona.

El entramado detrás de estas muertes sigue aún sin visibilizarse. 

Diez años después: comienza el juicio por el femicidio de Nancy Fernández

Nancy Fernández, de la comunidad qom del Tigre. La asesinaron porque seguía denunciando que el caso de su hija Micaela no había sido un suicidio, sino un asesinato (Foto de Canal Abierto)

Los crímenes

En 2013, cuando Micaela Fernández desapareció, su madre Nancy fue a la Comisaría 6ª de Talar pero no le quisieron tomar la denuncia; había sido secuestrada y violada por varios hombres. Cuando su hija apareció días después, con golpes, cortes en la cara y el pelo cortado, Nancy insistió en denunciar lo sucedido y otra vez volvieron a negarle ese derecho. En una entrevista con la TV Pública, Nancy reveló que la policía la llevó a la comisaria, donde la ataron y golpearon. Cuenta Nancy en el video: “India de mierda, me dijeron, te callás la boca, no vas a hablar vos”. 

El 17 de febrero de 2013 Micaela apareció asesinada en la casa de Dante “Pato” Cenizo. Tenía un tiro en la cabeza. La investigación de su muerte estuvo a cargo del fiscal Diego Molina Pico, de la Fiscalía de El Talar, que a los pocos meses archivó la causa caratulada como suicidio. Dante “Pato” Cenizo solo estuvo preso por venta de drogas. 

Un año después, mientras Nancy, reclamaba justicia y denunciaba la complicidad policial en la trama, la encontraron en su casa semidesnuda, violada y asfixiada. Ahora, diez años después, su muerte llega a Tribunales. 

El reclamo de justicia

Nancy y su familia son parte de la comunidad Qom Yecthakay del partido de Tigre. Micaela tenía una hermana: Lisette Fernández, que tenía 12 años cuando asesinaron a su hermana, y 13 cuando asesinaron a su mamá. Cuando cumplió la mayoría de edad tomó el reclamo de justicia y se rodeó de las organizaciones que desde el territorio acompañan los reclamos por los femicidios locales. 

La misma red que acompaña por ejemplo el reclamo de justicia por Luna Ortiz (asesinada en 2017 cuando tenía 19 años) estará presente en los Tribunales acompañando a Lisette. 

“Es importante el acompañamiento porque es una causa fuerte. Esta red de mafia territorial se creía que al matar a Nancy y al morir su abuelo Eugenio de tristeza, Lisette no iba a hacer nada por su corta edad, pero cuando cumplió los 19 años decidió salir como particular damnificada, y es importante levantar junto a ella el pedido de justicia”, dice a lavaca Marisa Rodríguez, mamá de Luna Ortiz y miembro de la red que acompaña el pedido de justicia por Nancy y Micaela.

Marisa Rodríguez, la mamá de Luna Ortiz, junto a Lisette, hija de Nancy y hermana de Micaela que retomó el reclamo de justicia ante la audiencia que comenzará este martes 3.

Esa red garantiza por ejemplo que durante esta semana Lisette tenga cómo trasladarse al juicio, y se quede a dormir cerca de Tribunales. También organiza que la joven tenga la comida para la semana y las actividades de acompañamiento que sucederán en la calle mientras el proceso transcurre, además del claro apoyo y contención. 

El juicio marca la posibilidad de empezar a desarmar el entramado de impunidad. Un primer paso en un largo camino que se inicia por juzgar como femicidio el crimen de Nancy, y que después pueda dar lugar a lo que todavía no se hizo increíblemente: vincular la muerte de Nancy con el crimen de su hija Micaela, y poder poner luz en la trama de responsabilidades y complicidades que mantuvieron durante 10 años sus femicidios sin justicia. 

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Talento eterno

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Ricardo Talento –actor, director, dramaturgo y docente, fundador del Circuito Cultural Barracas y uno de los principales impulsores del teatro comunitario–  se “mudó de casa”, como dicen las Madres de Plaza de Mayo cuando alguna de ellas parte hacia otras dimensiones. El recuerdo de Luis Zarranz, periodista, escritor y autor de del libro Actores Sociales, de Lavaca Editora: una investigación, descripción y guía sobre una experiencia de una profundidad única en el mundo, con Ricardo Talento como uno de sus emblemas. En esa obra Luis explica el rol del teatro comunitario en la reconstrucción del tejido social tras la dictadura, hasta el presente. Y en esta nota cuenta sus batallas, sus conceptos, lo que fue capaz de crear con la mirada siempre puesta en lo grupal. Su debate tanto con el liberalismo como con el progresismo sobre lo que significa el arte como producción social y autogestiva. La definición de la palabra “talento” que le falta a los diccionarios. El retrato de un imprescindible que supo combinar alegría, entusiasmo y comunidad.

Por Luis Zarranz

(foto de portada publicada por la Asociación Argentina de Actores y Actrices)

Ricardo Talento tuvo un apellido que le calzaba justo. Su virtud no estaba solo en su capacidad actoral o dramaturga sino en algo más trascendental y difícil de hallar: la potencia para generar proyectos artísticos comunitarios a lo largo y ancho del país.

En ningún lugar de eso que llamamos mundo existe algo similar –en términos de extensión, recorrido, articulación, transformación y hecho cultural– como el teatro comunitario argentino. ¿Qué es? Teatro de y para vecinos y vecinas. En nuestro país, más de sesenta grupos conforman una red nacional de enorme vitalidad en la que se fusionan conceptos tales como comunidad, arte, identidad, celebración, autogestión y juego: todo como parte de una unidad teatral.

Sin embargo, lo que hace más interesante aún al teatro comunitario es la generosidad fundacional con la que creció. Y es precisamente ahí donde emerge la figura de Talento junto con la de Adhemar Bianchi como directores de los dos primeros grupos del país: fueron ellos quienes durante los días aciagos del 2001 salieron por los barrios a propalar el encuentro de vecinos a través del arte, lo que permitió que surgieran diversos grupos hasta en los lugares más inimaginables del país.

Eso es Talento.

A partir de ese impulso, en pueblos de no más de seiscientos habitantes, por ejemplo, comenzaron a surgir grupos de teatro comunitario en los que participaba buena parte de la comunidad: la vieja estación de tren abandonada pasaba ser un escenario para una función, lxs vecinxs contaban ellxs mismxs la historia del lugar, es decir su historia.

Talento vio allí el hecho cultural en toda su dimensión transformadora.

Antes, mucho antes, en la década del setenta había participado en el Centro de Cultura Nacional José Podestá, en el grupo La Podestá y en el Grupo de Teatro Cumpa. En 1987 comenzó a dirigir al grupo de teatreros Los Calandracas. Finalmente, en 1996, en plena sobredosis menemista, fundó el Circuito Cultural Barracas y, junto a Adhemar, creó “El Fulgor Argentino Club Social y Deportivo”, la gran obra del primer grupo de teatro comunitario, Catalinas Sur de La Boca, hermano mayor del Circuito de Barracas.

Talento eterno

Imagen de la actual versión de El fulgor argentino, espectáculo organizado y creado en1996 por Ricardo Talento y Adhemar Bianchi, cuyo éxito lo renueva año año. Foto Lina Etchesuri

Pero todo el párrafo anterior engendra un error: nada de lo que haya hecho Talento podría conjugarse en singular. Sus iniciativas siempre propiciaron el encuentro con el/la otro/a para, a partir de allí, crear proyectos de índole grupal.

Su nombre y apellido nunca fueron un nombre propio sino sustantivos colectivos. Por eso le preocupaba tanto combatir la aparente capacidad individual de un artista. Ese fue su verdadero arte: dialogar con la época para transformarla en comunidad: “Creemos que el arte es un derecho de todos. El mundo liberal creó la figura del artista como para decir que están los que se permiten desarrollar su actividad y tienen un don. Están diciendo que otros no lo tienen. Y, además, que se trata exclusivamente de una producción personal. Es un nefasto concepto liberal y hay otro del progresismo: la idea del arte como herramienta, como una utilidad. Nosotros creemos que en sí es transformador”.

Eso es Talento.

Así, en 2001, bajo su dirección, el Circuito Cultural Barracas parió una de sus emblemáticas obras: El casamiento de Anita y Mirko. Un casamiento como una excusa para generar un espacio de encuentro, intercambio y diversión que amortiguara la crisis neoliberal que, como un tsunami, arrasaba con todo. La fórmula que crearon lxs vecinxs fue medicina para curar el agobio, la desesperación y el desencuentro. Y fue también un éxito teatral que lleva veinte años ininterrumpidos de funciones agotadas sábado tras sábado, con más de 70 vecinxs actores en escena.

Talento eterno

El Casamiento de Anita y Mirco, obra y experiencia emblemática del Circuito Cultural Barracas desde 2001, otra muestra de la capacidad de Ricardo para reunir lo social y lo artístico y hacer una fiesta (literal y divertidísima) que comparten y actúan con el público más de 70 vecinas y vecinos del barrio. Foto Lina Etchesuri para lavaca .

Hace un tiempo, en una charla para una nota de lavaca, Talento me dijo: “En todo estos años cambió el clima político y el social, pero sigue esa necesidad de jugar, aunque sea por dos horas, a que no tenemos paranoia el uno del otro. En el fondo, el Casamiento es una ficción: ficcionamos que nos conocemos, que nos podemos divertir juntos, que podemos compartir una mesa sin que nos conozcamos. No es poca cosa”.

Eso es Talento.

Más Talento: “El teatro es la última ceremonia humana que le queda al ser humano. Cuando la comunidad la toma, vuelve a darle encarnadura, sentido. Porque a veces el teatro se vuelve una ceremonia hueca, no de comunicación sino de exhibición: de habilidades, de construcciones artísticas. Una de las cosas por la cual el teatro comunitario tiene tanta repercusión en el público es porque al tomarlo la comunidad vuelve a tener sentido esta ceremonia celebrativa. El vecino produce con otro vecino, que es el espectador: hay empatía y todos juntos estamos participando de un hecho colectivo”.

Así, con esas pócimas, Talento supo dialogar y protagonizar su tiempo: con otros/as: “Creatividad significa cómo puede imaginarse uno de otra manera, cómo puede modificar el entorno y puede construir política. Estás desarrollando prácticas a nivel comunitario, de construcción política, partiendo de la posibilidad de imaginar de otra manera. Y ejercerla, además, porque no es que lo decís teóricamente y después te vas a tu casa solo. No, lo estás ejerciendo todo el día en la práctica, con otros”.

Talento eterno

Cómplices y compinches. Adhemar Bianchi y Ricardo Talento, creadores de espacios de encuentro, intercambio y diversión para escaparle a la desesperación y los desencuentros. Foto LAVACA

Pocas veces palabra y acción se sintieron tan a gusto: eso sí es Talento.

Otra vez, cuando participó del Foro Social de Porto Alegre puso en discusión la frase “Otro mundo es posible”, leiv motiv de esos encuentros. Talento planteó dos cosas: primero que nada iba a ser posible si no éramos capaces de imaginarlo. Y, segundo, que no había que plantear otro mundo posible sino este, el de aquí y ahora, el que se manifiesta en el más político de los ámbitos: el cotidiano.

Eso es Talento.

Hay personas que dejan una huella tan imborrable de su paso por el mundo que resulta imposible mencionarlos en pasado, su tiempo es tan actual que siempre están en presente: eso es también es Talento. Y, por eso mismo, siempre están y estarán vivas: cada vez que un grupo de teatro comunitario se junte, cada vez que empiece una función, cada vez que surja otro grupo más, Ricardo Talento estará ahí, como parte inescindible de esa acción.

La Real Academia Española, que poco sabe del mundo real, admite tres definiciones de “talento”: “1) inteligencia (capacidad de entender). 2) aptitud (capacidad para el desempeño de algo). 3) Persona inteligente o apta para determinada ocupación”.

Le falta la más trascendental de las definiciones: “Talento: sustantivo colectivo teatral y comunitario”.

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