Nota
Thelma Jara: falleció la madre víctima de un momento denigrante del periodismo argentino

Este jueves falleció Thelma Jara de Cabezas, a los 94 años. Su hijo Gustavo desapareció en mayo de 1976, a los 17 años. Y la parió madre, militante y fundadora de la organización Familiares. La propia Thelma fue secuestrada en 1979, torturada en la ESMA y obligada a posar en un falso reportaje que publicó la revista Para Ti como parte de la campaña de la dictadura, diseñada por una multinacional que luego trabajó para Monsanto. Esa empresa ideó el slogan «Los argentinos somos derechos y humanos». Como memoria y homenaje, reproducimos la nota y entrevista a Thelma que la periodista Claudia Acuña escribió para el número 37 de la revista MU.
El momento más denigrante del periodismo argentino tiene fecha: setiembre de 1979. Fue cuando la dictadura desplegó en los medios los servicios de la agencia multinacional Burson Marsteller. Pagó 1 millón de dólares para que le diseñaran una campaña que neutralizara la primera visita de una comisión internacional dispuesta a investigar las denuncias por violaciones de derechos humanos. Se sabe hoy que a Burson Marsteller le corresponde el copyright del inolvidable slogan “Los argentinos somos derechos humanos” que el entonces ministro del Interior, Albano Harguindeguy, mandó imprimir en 250.000 calcomanías autoadhesivas. Lo que no se sabe aún es si esta historia de Thelma Jara de Cabezas hay que leerla en el contexto de esa campaña y como una de sus mentiras más exitosas y perdurables.

Aparatos
Estoy sentada en la cocina de la modesta casa de Thelma y, con pudor, coloco el grabador arriba de la mesa. No es casual que en ese momento me muestre el celular que le entregó el programa de monitoreo de testigos de los juicios por delitos de lesa humanidad. “A las dos y media me tienen que llamar para control”, me advierte. Noto la paradoja: el teléfono y el grabador tienen el mismo tamaño. Y en esa mesa, los dos se convierten en un arma.
Rezo
La memoria de todo sobreviviente es un arma cargada de recuerdos. Thelma los dispara sin orden. No hay relato: hay fragmentos. Son esquirlas que por su intensidad se precipitan sobre la mesa. “Mi cabeza ya no es tan clara. Hay cosas que no recuerdo y otras que no puedo olvidar. Por esas, rezo”.
Rupturas
Thelma es una princesa guaraní. Nació en Corrientes, se casó en Ushuaia, parió a sus 2 hijos en Buenos Aires y regresó al fin del mundo hasta que dijo basta. Desde entonces, se radicó en Carapachay, donde crió a sus varones, sola. Trabajaba de asistente dental. Era activa, moderna, decidida. Los 70 la encontraron sin tiempo para la política, pero alentando a sus hijos a volar tras sus sueños. El mayor, Daniel, se fue a México a estudiar cine. El menor, Gustavo, comenzó a participar en la agrupación Montoneros. El 10 de mayo de 1976 lo secuestraron en un operativo callejero. Había militado sólo seis meses. Tenía 17 años.
Madres
La desaparición de Gustavo convirtió a Thelma en una de las fundadoras de Familiares, la primera organización de derechos humanos nacida en plena dictadura. “Familiares era apenas un escritorio dentro del departamento de la Liga Argentina de Derechos Humanos, ahí en Callao y Corrientes, justo arriba de la confitería Odeón”, evoca ahora Thelma. “En esa época no entendía por qué no querían que vaya a Plaza de Mayo. Me escapaba igual y me quedaba un ratito, para hablar con otras madres. Ellas tenían muchas ideas, siempre pensaban qué hacer. Con el tiempo me di cuenta de que mis compañeros no querían que fuera por cuestiones de seguridad. Pero eso lo entendí mucho después: el peligro”.
Papa
La princesa guaraní se convirtió, entonces, en un cuadro montonero. En plena dictadura y con un coraje que la llevó hasta la mexicana localidad de Puebla, donde en febrero de 1979 se celebró una reunión del Episcopado latinoamericano. Logró entregarle al Papa Juan Pablo II las denuncias por las desapariciones en Argentina. De ahí, viajó a España a entrevistarse con la conducción de Montoneros. En todo el trayecto estuvo escoltada: la siguieron.
Secuestro
Thelma fue secuestrada el 30 de abril de 1979 en la puerta del Hospital Español, en plena Capital porteña. Había ido a cuidar a su ex marido. “Lo trajeron desde Ushuaia en avión sanitario. Cáncer terminal. Moribundo. Son las 7. Lo sé porque justo entra un médico y se enoja mucho porque yo estoy ahí y no es el horario de visita. Salgo y veo una fila de autos en la puerta, uno detrás del otro. Atrás mío siento que hay alguien, caminando apurado. Hay algo raro en las luces de los autos. ¿Qué hago? Decido ir hacia la esquina porque hay una parada de colectivo, y veo mucha gente en la cola, esperando. Ahí, el que está atrás mío me agarra de los pelos, me pone la mano en la boca y me empuja adentro de un auto. Me llevan a un lugar. No sé dónde estoy. Es la ESMA, donde empieza todo el trajín de torturas.”
Daniel, el hijo mayor de Thelma, es quien pone en contexto este recuerdo. “En esa época en Familiares se había organizado un grupo de mujeres muy fuertes, decididas. Estaba Cata Guagnini (dirigente trostkista, dos hijos desaparecidos: Diego y el periodista Luis Guagnini), Lita Boitano (madre de Miguel y Adriana, ambos desaparecidos), Graciela Lois (su marido, Ricardo, tenía 24 años cuando lo secuestraron), Lilia Orfanó (también con dos hijos desaparecidos: Daniel y Guillermo), todas madres que trabajaban muy duro y con mucho carácter. Alguien me contó, no recuerdo quién, que la idea era secuestrar a alguna de ellas y eligieron a mi madre. Luego supimos por qué: Julia Sarmiento, que era miembro de Familiares, fue secuestrada y comenzó en la ESMA a colaborar con los militares. Ella la acompañó a Puebla, probablemente sabía que era la única de ese grupo de madres que integraba la conducción de Montoneros”.
Caramelo
Dispara Thelma: “Durante las primeras tres semanas me torturan. Un día por semana. No me acuerdo si lloraba, no me acuerdo si gritaba, no me acuerdo si sentía dolor. Nada, nada, nada: ya no me acuerdo. Me acuerdo que me sacan toda la ropa. Los gritos: ´Vieja de mierda, hablá´. ¿Cuánto tiempo dura? Un ratito no es, te aseguro”.
¿Rezabas?
No. Ahí no.
Ahí no hay dios
No. Ahí no hay nadie ni nada. Están ellos, 5 ó 6. Está Marcelo: le veo la cara cuando me levanta la venda y me dice: “Mirá”. Y se pone la picana en la mano. “La tengo dormida de tanto darte máquina, y vos nada”. Él se queja y la que recibe tortura soy yo. Después, unos sobrevivientes me contaron que mientras estaba en la sala de tortura, ellos estaban en un cuarto cercano y ahí la luz titilaba, porque cuando dan mucha máquina la tensión baja. También me contaron que una de esas veces lo vieron salir a Marcelo todo transpirado, con la ropa empapada en sudor, quejándose por el trabajo que yo le daba. Marcelo me secuestró y me torturó. Después supe que fue también el que me siguió a Puebla y a España. Fue también el que me acompañó a Uruguay para dar una entrevista a un diario y el que estaba en otra mesa, en ese bar donde hice la entrevista de la revista Para Ti”.
Marcelo es el represor Ricardo Miguel Cavallo, condenado el 26 de octubre de 2011, en el primer juicio por los delitos cometidos en la ESMA, a prisión perpetua.
Otros de los torturadores de Thelma eran el médico naval Carlos Octavio Capdevilla y el enfermero Juan Barrionuevo, que al momento de ser procesado se había convertido en diputado provincial a cargo de la comisión de salud de la legislatura de Tierra del Fuego.
Dispara Thelma: “Después de torturarme me tiran arriba de una frazada, en el piso. Dicen: a esta, nada de agua ni comida por 72 horas. Tengo los ojos vendados. Escucho el ruido de un papel de caramelo. Me acuerdo que uno de los guardias, el más joven, come caramelos de azúcar quemada, esos que se llaman Media hora. No dice nada. Sólo el ruido del papel, muy cerca, como si lo hiciera sonar al lado de mi oreja”.
La agencia
Fue el inefable José Alfredo Martínez de Hoz el que recomendó a la Junta Militar contratar los servicios de la agencia internacional Burson Marsteller para contrarrestar las denuncias que en foros y prensa internacionales lograron difundir Madres y familiares de desaparecidos. Su mano derecha, Walter Klein, por entonces titular de Coordinación y Planificación Económica, fue quien viajó a Nueva York para reunirse con Victor Emmanuel, el responsable de la “cuenta” argentina. Emmanuel admite su participación en el diseño de la campaña de la dictadura argentina en una entrevista que le realizó la investigadora Marguerite Feitlowitz y que publica en su libro A Lexicon of Terror, editado en 1998, y en el que cita extensamente el caso de Thelma. En ese entrevista, Emmanuel justifica: “La violencia era necesaria para abrir la economía proteccionista, estatista» de Argentina. «Nadie, pero nadie, invierte en un país envuelto en una guerra civil», dice, admitiendo también que «muchas personas inocentes probablemente fueron asesinadas”. Y agrega: «Dada la situación, se requería una inmensa fuerza».
Crímenes
De aquella época en Burson Marsteller solo queda hoy el octogenario fundador, Harold Burson, quien en una reciente entrevista explicó cuál es la especialidad de su empresa: “Una agencia de publicidad compra espacios en los medios para dar un mensaje directo. Nosotros nos dedicamos a generar espacios de influencia. Ya sea a través de personas o de medios. Nuestro objetivo es narrar la historia de nuestros clientes de modo de imponerse sobre sus críticos y que las cosas se miren desde nuestro punto de vista”.
La especialidad de Burson Marsteller son los crímenes. Algunos ejemplos:
- El gobierno de Nigeria los contrató en la segunda mitad de los años 1960 para refutar las acusaciones de genocidio en Biafra.
- Durante el gobierno del dictador Nicolae Ceaucescu, asistió exitosamente a Rumania en sus gestiones para obtener el estatus de nación más favorecida en el comercio internacional por parte de Estados Unidos. La campaña incluyó una visita a Rumania del conocido programa de TV NBC Today. El show se extendió durante una semana.
- Representaron a la empresa Union Carbide Corporation, fabricante de las pilas Eveready, para afrontar su responsabilidad por el desastre ocurrido en 1984 en Bhopal, ciudad de la India, que causó la muerte de 2.000 empleados y pobladores vecinos a la planta.
- En la década del 90 se especializó en capacitar a los ejecutivos y gerentes de empresas multinacionales de la industria petrolera, sobre el modo de comunicar a la opinión pública desastres producidos por derrames y explosiones.
Credo
Harold Burson admite que tienen un límite: no aceptan trabajar en campañas a favor del aborto. Su entrevistador le recuerda entonces su pasado con la dictadura argentina. Harold Burson responde: “Cierto, pero no trabajamos para la política interna nacional”. Ejemplo típico del credo de Burson Marsteller: no es mentira decir solo algo de verdad.
El objetivo del trabajo de Burson Masteller para la dictadura argentina era otro: diseñar una campaña que desacreditara el informe que la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA, iba a difundir en el mundo luego de su visita a Argentina.

Silencios
La CIDH estuvo del 7 al 10 de septiembre de 1979 en Buenos Aires, del 10 al 14 en Córdoba, el 14 y 15 en Tucumán, pasó por Rosario y regresó a la Capital Federal. Visitó los campos clandestinos de detención de La Rivera y La Perla, en Córdoba, y El Atlético y el Olimpo, en Buenos Aires, que ya habían sido desmantelados. También visitaron la ESMA y por ese motivo los secuestrados allí fueron trasladados. Dispara Thelma: “Nos llevan al Tigre. Hay un grupo grande que está secuestrado en un pozo, bajo tierra. Ahí está el marido de una sobrina mía. Lo sé porque yo cocino para todos. Otras chicas también cocinan. Pero a la segunda o tercera vez que me toca cocinar a mí, escucho una voz que grita desde el pozo: ´Esto lo hizo Thelma porque tiene el sabor suave de sus comidas´. Es Eduardo, el marido de mi sobrina”. Estaban en El Silencio, la isla del Tigre que monseñor Emilio Graselli le vendió a la patota de la ESMA, según la investigación que publicó Horacio Vertbitsky. “En ese libro –me dice Daniel, el hijo de Thelma- Vertbisky escribe tres veces que mi mamá le dio una nota a la revista Para Ti. Y no la dio: la obligaron, que es bien distinto. Lo llamé varias veces para aclarárselo, pero nunca me atendió”.
Falsedades
Thelma fue una de las últimas en llegar a la isla. Cavallo y la patota de la ESMA la habían trasladado con documentos falsos a Uruguay para posar en una falsa entrevista que fue publicada el 22 de agosto de 1979 en el falso diario World News, perteneciente la secta Moon. En esa nota le adjudicaban una frase: “Estoy secuestrada por los Montoneros”.
La nota fue reproducida por la agencia oficial Télam y varios diarios locales la publicaron como cierta. De esta manera la dictadura se anticipaba a la denuncia sobre la desaparición de Thelma que presentaría, días después, la organización Familiares en la cita que tenía pautada con la CIDH. Carlos Muñoz, otro de los sobrevivientes de la ESMA trasladado a la isla, declaró en el juicio: “Orlando González, alias Hormiga, que era fotógrafo del Centro de la Marina o Club la Marina, le tomó a Thelma las fotos en Uruguay, que yo revelé, donde se la veía en lugares típicos de Montevideo como si ella estuviera en una especie de exilio”.
Operación
El mismo día que llegó la CIDH a Buenos Aires, la revista Para Ti publicó en su tapa el falso reportaje titulado “Habla la madre de un subversivo muerto”. Cinco páginas, varias fotos y un argumento: una Madre desacreditaba las denuncias de las Madres.
Cuando Thelma declaró extensamente en el juicio a los ex comandantes de la dictadura, el 24 de julio de 1985, detalló que antes de esa entrevista la llevaron a una peluquería, que ubicó en la avenida Cabildo. Luego, le compraron ropa en Once. La entrevista se celebró en la confitería Selquet, en el barrio de Belgrano. El periodista que firmó el reportaje es Eduardo Scola y Tito La Penna, el fotográfo que retrató a Thelma. Ambos declararon como testigos en la causa que investiga el delito cometido con ese falso reportaje.
Dispara Thelma: “No me dan ninguna explicación. Me dicen que la revista Para Ti quiere saber algunas cosas. Me arreglan un poco. El periodista pone un grabador en la mesa y me hace 2 ó 3 preguntas que no tienen nada que ver con nada. Todo muy seco. El fotógrafo está parado. Se mueve. Parece nervioso. Todo es muy rápido. Después, veo que en la ESMA todos tienen la revista en la mano. Se la pasan. Mirá, dicen. Ellos. A mí no me la muestran. Pero algo pasa después de ese reportaje. Me llevan a una oficina, donde todos los días tengo que copiar algo. Son recortes de diarios, que tienen párrafos señalados. Yo tengo que copiar esos párrafos, a mano. No tiene sentido. Una locura. Todos los días, copiar párrafos. Creo que es nada más que para tenernos ahí, obedeciendo, como esclavos. Dura mucho tiempo, unos cuantos meses. En esa oficina, siempre con la puerta cerrada. Un día abre la puerta así, de golpe, un oficial joven, y me grita: ´Vos nos debes odiar por todo lo que te hicimos´. Le contesto: ´No tengo ese pensamiento. No odio. Lo que siento es un gran dolor, por ustedes y por nosotros´”.
¿Qué te hicieron con ese reportaje?
No lo supe mientras estaba secuestrada ni mucho después de salir, porque no había leído Para Ti.
Heridas
Thelma se dio cuenta de lo que le habían hecho meses después de que la liberaran, el 7 de diciembre de 1979. Su hijo Daniel, que había regresado a Argentina como parte de la llamada “contraofensiva” fue detenido. A Thelma le avisó el represor Cavallo, quien viajó especialmente a Corrientes para darle la noticia. En la puerta de la cárcel, mientras hacía la fila para ver a su hijo detenido, la increpó un familiar de otro preso político. Le gritó: “Traidora”.
Había leído -y creído- la nota de Para Ti.
Bailes
Thelma cierra ahora los ojos y dispara: “A veces hacen bailecitos. Ellos quieren bailar: los guardias. Ponen la radio y discos también. Tango, y todo lo moderno. Los guardias se ponen a bailar. Las chicas, tan jóvenes, bailan. Y vienen los jefes, los que dan las órdenes, y bailan. Como en un comedor familiar, de club o de salón. Bailan. Y nosotros miramos, sin decir nada. Nunca sabemos cómo va a terminar nada. Nunca. Entonces, nos miramos entre nosotros, callados, como viendo un sueño, un sueño feo. Viendo esas caras, tan malvadas, repugnantes, procurando que eso no nos haga mal, no nos llegue al fondo. Esas caras, bien de película de terror. Tremendo, muy tremendo. Entonces, el esfuerzo por cuidar hasta la expresión, porque parece que todo gesto que hagamos nosotros puede servir de excusa para hacer más daño. Es muy raro lo que nos pasa. No hablar, observarlos. Sin hacer nada para no darles lugar a que hagan peores cosas. Aguantar, para que no se mate a nadie, para que no se torture a nadie. Aguantar, aguantar, aguantar… Pensar que ahora mi cuñada está yendo a la ESMA a bailar. Es jubilada. La pasan a buscar a las 9 de la mañana y la llevan a la ESMA y le dan el desayuno, charlas, conferencias, almuerzo, todo. Y baila”.
¿Vos no volviste?
Nunca más.
Diablos
Daniel, el hijo de Thelma, me pregunta si creo que es posible que un torturador, una bestia como el represor Cavallo puede haber ideado una estrategia mediática semejante como la que condenó a su madre. Relaciona entonces las fechas, la coincidencia de la campaña diseñada por Burson Marsteller y ese reportaje en Para Ti, en el contexto de toda la colaboración que prestó Editorial Atlántida a la dictadura. Dispara entonces hacia el corazón de las operaciones de prensa, que hoy gozan de excelente prestigio: Burson Marsteller acaba de ser nombrada Agencia Latinoamericana del Año 2013 por la publicación especializada en marketing The Holmes Report.
En Argentina, su flamante cliente es la multinacional Monsanto.
Plegarias
Thelma tiene un altar en su cuarto con las imágenes de Cristo, Sai Baba, la pirámide de Plaza de Mayo y la foto de su hijo Gustavo. Reza allí todas las tardes una larga cadena de oraciones que ella misma escribe para una lista infinita de nombres que ella misma escoge. Tiene un atado con papelitos donde anota plegarias y personas. Le pido que anote mi nombre. La fotógrafa, también. Thelma los escribe a mano, en su lista infinita. Y dispara: “Mi hijo Daniel me pregunta qué encuentro en esta espiritualidad. Le respondo: tranquilidad. Eso es lo que necesito. Eso es lo que todos necesitamos”. Entiendo: el eterno rezo de Thelma es contra la impunidad. Y por la verdad.
El juicio a los editores
La primera denuncia penal contra Editorial Atlántida y los responsables de la revista Para Ti por la publicación de la falsa entrevista a Thelma Jara de Cabezas se presentó en 1984 y fue archivada luego de la sanción de las leyes de impunidad. Su abogado era un profesor adjunto de Derecho Penal: Alberto Fernández, hoy más conocido como ex Jefe de Gabinete durante la presidencia de Néstor Kirchner.
El abogado y periodista Pablo Llonto, es ahora quien patrocina a Thelma en una nueva denuncia criminal contra los integrantes del directorio de Atlántida, “que estaban en conocimiento de la preparación y elaboración del reportaje y de otras notas sobre lo que sucedía en la ESMA y otros centros clandestinos”. La denuncia también involucra a periodistas “que en conocimiento del hecho realizaron el reportaje y con posterioridad no lo denunciaron”. La causa se tramita en el juzgado federal a cargo de Sergio Torres.
Ya declararon como testigos el periodista que realizó la nota y Tito La Penna, el fotógrafo. Dijo: “Hubo algo que me llamó la atención, y que después se lo comenté al periodista. Ella decía que buscaba a su hijo que estaba desaparecido. Y en esa época nadie hablaba de desaparecidos, nadie”.
El juez Torres citó, entre otros, al editor responsable de la publicación: Agustín Botinelli. Comenzó así una serie de apelaciones con las que el periodista intentó eludir su declaración indagatoria. Concluyeron hace unos meses, cuando la Cámara Federal de Casación resolvió que Botinelli debe presentarse ante la justicia. No lo hizo hasta hoy. Está esperando que el fallo sea confirmado por la Corte Suprema. En tanto, trabaja como jefe de la sección Sociedad del diario La Prensa.
(artículo publicado en la revista MU, número 37, de agosto de 2010)
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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