#NiUnaMás
Travesticidio de Diana Sacayán: comenzó un juicio clave
Por primera vez bajo la figura de “travesticidio”, comenzó un juicio histórico por el crimen de Diana Sacayán a salla llena y con una calle que clamó justicia. Quiénes son los acusados, los cargos que enfrentan por un crimen «triplemente agravado por haber sido ejecutado mediante violencia de género, por odio a la identidad de género y con alevosía». La historia para comprender lo que está en juego.
Por Florencia Paz para www.lavaca.org
Es lunes 12 de marzo y, aunque no parezca, en Argentina es un día histórico. Hoy se iniciaron las audiencias por el asesinato de la militante trans Amancay Diana Sacayán y, por primera vez en el país, se juzga un crimen bajo la carátula de “travesticidio”.
Por este crimen de odio, está acusado Gabriel Marino, imputado del delito “homicidio triplemente agravado por haber sido ejecutado mediando violencia de género, por odio a la identidad de género y con alevosía, en concurso ideal por robo”, según reza en la carátula.
Las audiencias son ante el Tribunal Oral en lo Criminal Nro. 4 de la Ciudad de Buenos Aires, integrado por Adolfo Calvete, Ivana Bloch y Julio César Báez. Por el Ministerio Público Fiscal participa Ariel Yapur. Frente a los Tribunales, desde las 8 de la mañana, hay una radio abierta y un escenario empapelado con fotos de Diana y carteles exigiendo justicia por su asesinato. Decenas de personas comienzan a rodear a los y las integrantes de la “Comisión de Familiares y Compañerxs de Justicia por Diana Sacayán – Basta de Travesticidios”, entre quienes se encuentra el hermano de Diana y querellante en la causa, Say Sacayán. A las 10:30 se inicia la audiencia y tanto la sala adentro como la plaza afuera están llenas.Dos horas más tarde, la Comisión baja por las escalinatas y se funde en un abrazo con quienes esperan afuera, con las banderas en alto. Desde el escenario, recuerdan la importancia de este juicio y de la figura de travesticidio, sobre todo porque con frecuencia estos crímenes de odio no se investigan. Desde 2015, hubo solo cuatro condenas por asesinatos de personas trans y nunca bajo esa categoría. Say toma la palabra y desde el micrófono comparte:
– Esta primera audiencia fue la presentación formal, bastante duro para nosotros como familia, ver por primera vez a este tipo. No dejan de pasarnos millones de cosas, de sensaciones por el cuerpo. Me quedo con una sensación extraña, de tener ganas de llorar, de tener ganas de vomitar, de tener ganas de gritar, de tener ganas de decir un montón de cosas. Y a la vez, mantengo la calma, cierro los ojos y pienso en Diana y en todo el trabajo que ella ha hecho y el legado que nos ha dejado. Me fortalece. Vamos a estar acá la semana que viene, voy a declarar. Esperamos, al menos, cuatro audiencias más.
La vida de Diana
Hace ya dos años y medio que Amancay Diana Sacayán engrosa la estadística que indica que la expectativa de vida de las personas trans en Argentina no supera los 40 años. Un dato contra el que luchó cada día, con militancia barrial – en su amado Gregorio de Laferrére –, con su participación en espacios de activismo nacionales e internacionales, con su trabajo en el Área de Diversidad Sexual del INADI, con su liderazgo en el Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación (MAL), con su periodismo en El Teje y el suplemento Soy, con la irreverencia con que ocupaba cada espacio por el que transitaba. Lucha incansable motivada por vivir en carne propia transfobia, como también por la vivida por todas sus compañeras, en especial por sus travas matanceras, por las que golpeó (y pateó) cada puerta del Estado para construir políticas para una población históricamente excluida y subordinada, cuando no directamente asesinada. La suya.
Diana aprendió el lenguaje de la política cuando tuvo que convencer a diputados y senadores para que aprobaran la Ley de Identidad de Género o la de Cupo Laboral Trans en la Provincia de Buenos Aires. Aprendió el lenguaje académico para no ser “objeto” de ningún estudio o producción universitaria. Aprendió el lenguaje de los medios para poder discutirles (y enseñarles) a los periodistas cómo tratar respetuosamente los temas de la población trans. Todos lenguajes que tuvo que aprender para hacer escuchar su propia voz – trava, conurbana, originaria – y no ser hablada por otros. Por un conjunto de otros heterogéneo, oscilante entre la admiración, la incomodidad, la compasión rancia y el más llano prejuicio discriminatorio. Un otros que, en última instancia, no pudo tenderle puentes sólidos para que saliera de las tramas de exclusión, marginalidad y violencia que atraviesan la vida de toda travesti en el país y la región. Pero también hubo otres compañeros, que son quienes hoy se paran frente a Tribunales para exigir justicia por su travesticidio.
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Susy Shock, en la puerta de Tribunales en la primera audiencia por el travesticidio de Diana.
Diana entendió a la fuerza que su cuerpo era un territorio de batalla, mucho antes de que fuera una consigna masiva. Allí llevaba las marcas de las perdidas y de las ganadas. En ese cuerpo que por su mera existencia generaba un odio transfóbico capaz de matar. Como también generaba placeres y deseos silenciosos, hasta indecibles. Un continuo de violencias sistemáticas ancladas en la discriminación por identidad de género cuyo último eslabón es el «travesticidio social», como lo llama su hermano Say. A Diana la mataron en su departamento en Flores el mismo fin de semana que la policía bonaerense reprimía el Encuentro Nacional de Mujeres en Mar del Plata. Dos días después, cuando su amigo Martín encontró el cuerpo atado de pies y manos y con 27 lesiones, comenzó el duelo, pero también, comenzó otra lucha.
La lucha en la Justicia
Desde un primer momento en la causa se habló de crimen de odio, por tratarse de una activista por los derechos de las personas trans, y también, de acuerdo a los fiscales en la etapa de instrucción, Di Lello y Labozzetta (Fiscalía Nacional en lo Criminal de Instrucción Nº4), por “los signos de ensañamiento que exceden claramente la mera intención de matar”. Los tres imputados en la causa son Federico Cardozo, Félix Alberto Ruiz y Marino, este último preso desde el 28 de octubre de 2015. La causa está dividida en dos partes:
- por un lado continúa la instrucción sobre los primeros dos imputados.
- y por otro lado, el juicio oral que comenzó hoy con Marino como acusado.
“Hay muchísimas pruebas que comprometen a Marino; sus propios testimonios, pruebas de ADN y de huellas digitales, y videos de cámaras de seguridad”, señaló Darío Arias de la Comisión de Familiares y Compañerxs de Diana.
Desde el inicio el hermano de Diana, Say, se constituyó como uno de los querellantes. De igual modo lo hizo el INADI, que por primera vez asume ese rol en una causa judicial. También se implicó en el proceso la Ufem – unidad fiscal especializada en violencia contra las mujeres y personas lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transgénero, transexuales e intersexuales (LGBTI) del Ministerio Público Fiscal– para velar por la perspectiva de género durante la investigación y el juicio. Sin embargo, aún con todos estos actores involucrados y suficientes pruebas para imputar a Marino, el camino hasta las audiencias requirió de organización, trabajo y militancia.
La Comisión de Familiares y Compañerxs de Diana logró que la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de Capital Federal rechazara la decisión del juez Gustavo Pierreti, quien pretendía cerrar la etapa de instrucción cuando sólo había certezas acerca de la participación de Marino en el travesticidio. A raíz de esa demanda, el proceso avanzó hasta llegar a la etapa preparatoria del juicio oral en su contra. Mientras, la Justicia continúa investigando la responsabilidad de Ruiz y Cardozo. La investigación para identificar a por lo menos un segundo asesino está a cargo de la Dra. Cristina Caamaño.
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Say Sacayán.
Otra de las conquistas de la querella encabezada por Say Sacayán fue que el fiscal Marcelo Saint Jean se autoexcluyera de la investigación luego de interponer un recurso ante la Secretaría Técnica, Disciplinaria y Derechos Humanos de la Procuración General de la Nación remitiendo información del archivo del CELS y la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires que lo apuntaba como defensor de genocidas en la causa “Circuito Camps” y de policías acusados por gatillo fácil. En su lugar fue designado Ariel Yapur como fiscal del juicio.
Pero la lucha central giró en torno a que el asesinato de Diana fuera caratulado como “travesticidio”. “A mí no me da lo mismo que los asesinos de Diana vayan presos por femicidio que por travesticidio porque sobre el cuerpo de Diana y el ataque que sufrió están las violencias contra la comunidad trans y travesti. La muerte de Diana es una muerte política y por eso queremos convertirla en un hecho político porque la Justicia tiene la oportunidad de resarcirse por la invisibilización que ha operado desde siempre sobre el colectivo. Queremos una condena ejemplar por travesticidio”, dijo Say. Finalmente, gracias al trabajo de los fiscales Di Lello y , el fiscal Yapur dio lugar a caratular la causa como “travesticidio”. Y en la acusación contra Marino, se incluyen dos agravantes de homicidio de acuerdo al artículo 80 del Código Penal: el inciso 4, que habla de crímenes de odio “por placer, codicia, odio racial, religioso, de género o a la orientación sexual, identidad de género o su expresión” y el inciso 11, que se aplica en femicidios y refiere a violencia de género.
El juicio de todas las travas
Según el Observatorio de Crímenes de Odio hacia la comunidad LGBT de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires y la FALGBT en 2017 hubo denuncias de 61 casos de violencia o ataques callejeros por orientación sexual o identidad de género y 11 asesinatos (9 a mujeres trans y travestis; uno a un varón trans y uno a un varón cis gay). Entre la multitud que se agrupa en la plaza, las protagonistas son todas las personas trans que vinieron a acompañar a la familia pero que, fundamentalmente, viven este juicio como una causa propia. A continuación, algunas de sus palabras para sintetizar este día.
Florencia Guimaraes: Este día para mí es un día más de revolución travesti, de revolución trava. Estamos acá muchas compañeras de diversos espacios abrazándonos en este comienzo de juicio histórico. Es histórico que el juicio de una trava llegue acá a los Tribunales de esta manera, con tantos medios alrededor, con tanta visibilidad. Es por lo que luchamos. Para que el juicio de nuestra compañera Diana Sacayán sea visible. Porque el juicio de Diana es el juicio de todas las travas. En su figura están todas nuestras compañeras muertas y asesinadas. Y lo digo así porque hay que separar los travesticidios de las otras muertes de compañeras que ocurren todos los días antes de los 35 años de edad por las condiciones de vida a las que nos someten. La sociedad tiene que preguntarse ¿por qué las travestis no están atendiendo un kiosko, un almacén, no están en la escuela, pero sí están todas las noches en una esquina? ¿Por qué mi vecina travesti que vive en el piso de arriba, en el rancho de al lado, en la casa de atrás de un día para el otro desaparece y nadie se entera? Hay que empezar a visibilizar eso. Parte de este juicio para eso. Diana es la cara de todas nosotras, es la cara de todas las travas pobres, villeras, negras, putas. Por eso tenemos que seguir sumando compañeros para abrazar esta causa y a gritar junto a nosotras ¡Justicia por Diana Sacayán!
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La bandera colgada en Tribunales sintetiza qué esperan familiares y amigxs de cara al juicio que recién comienza: Justicia.
Susy Shock. – Este día significa todo. Desde lo íntimo, sentirse parte de un colectivo que está atravesado todo el tiempo estos crímenes de odio. Nos parece vital poner la figura de travesticidio, que la comunicación pueda empezar a plantearse esa figura. También significa la necesidad de encontrar esa tranquilidad que significa un acto de justicia, que este semejante edificio pueda acariciar a este colectivo que viene perdiéndola toda, después de haberle entregado todo a este país. Me parece que hay que acompañar a la familia de Diana, abrazarnos como colectivo, en esta coyuntura espantosa. Siempre elegí recordar a Diana desde su costado más divertido, con esa chispa, nuestras risas, que fuera de los activismos, de la calle, de pensar leyes, también era juntarnos a cantar. Ella, junto con Lohana y Marlene, siempre fue una gran abrazadora de quienes hacemos arte, por eso nuestro vínculo fue a partir de ahí. Estar en ese otro tiempo fuera de la lucha, conocer otra parte de las Dianas, de las Lohanas, que es un universo. Somos un montón de cosas, nos atraviesa no solo el género, la clase, la raza, sino también las bellezas, el arte, la necesidad de que te acune una canción porque te lleva a tu origen. Diana venía de Tucumán, entonces también había un vínculo con la copla y con el folklore muy intenso. Porque tenía que ver con esa niña llena de sueños, que es lo que tenemos que recuperar. Eso también lo podemos llamar justicia.
Gabriela Abreliano: – Es un día histórico por todo lo que significó Diana y por cómo se logró incorporar a la Justicia la perspectiva de las identidades trans dentro del sistema judicial. Que se reconozca la identidad de Diana como una persona trans en un proceso judicial es algo que nunca sucedió en Argentina. Estamos hoy acá visibilizando esto, queremos que se haga justicia, para equiparar a las personas trans como ciudadanas argentinas, que nos reconozcan. Estamos en una situación muy grave del país, donde no solo los derechos de la población trans se están vulnerando, sino de todos los ciudadanos, pero en esta población tiene un impacto mucho más fuerte, mucho más violento. Si el sistema judicial no se pronuncia con responsabilidad sobre este caso da libertad a que toda la transfobia siga creciendo.
#NiUnaMás
Arte contra la impunidad femicida
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«Hoy, en el día del cumpleaños de nuestra hija, nos enteramos por los medios de una nueva injusticia. Es otra violencia institucional más que sufre nuestra familia y el tercer fallo que pretenden imponer a un mismo crimen: el femicidio. Hoy inauguramos El cuarto de Lucía, arte contra la violencia femicida. Durante mucho tiempo estuvimos preparando este momento. Queremos invitarlos a que nos acompañen. El camino de conseguir justicia es demasiado largo. Gracias por estar. Familia de Lucía Pérez».
Con ese comunicado Marta Montero y Guillermo Pérez, los padres de Lucía, respondieron desde Mar del Plata al fallo del Tribunal de Casación Penal que, el día en el que Lucia cumpliría 25 años, dieron a conocer (sin informar a la familia ni a sus abogados) su decisión de revocar el fallo por femicidio contra Matías Farias, dejándolo solo en el marco del abuso sexual.
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Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.
«Es el Estado narco cubriéndose» dijo Guillermo Pérez a lavaca. La referencia: los imputados son probadamente narcos que vendían droga a menores en la puerta de la escuela a la que concurría Lucía. Pero al anular el delito de femicidio, la pena de perpetua se reduce de manera drástica. Todo esto, debería pasar por la decisión final de la Corte provincial.
«Es una provocación para afectar a la familia, el día del cumpleaños de su hija» sostuvo Gustavo Melmann, el padre de otra joven asesinada, Natalia, hace 24 años.
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Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.
Sobreponiéndose a la sorpresa, la familia inauguró en Mar del Plata El Cuarto de Lucía, visitado por cientos de personas que quisieron conocerlo, interiorizándose con la situación general de violencia contra las mujeres. «No nos van a hacer callar» dijo Marta.
Así, la noche del viernes se llenó de arte para reencontrar lo que Marta llamo «luz»: capacidad para recordar a Lucía y a miles de mujeres asesinadas, y seguir transitando todos los caminos contra la impunidad. Participaron 20 grupos de música y danza.
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Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.
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Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.
Marta diálogó con lavaca.
–¿Por qué se inaugura hoy la Casa de Lucía?
–Porque hoy es el día que nació hace 25 años; a esta hora estaba con contracciones; ella nació a las 20. Fue tan lindo como padres; teníamos a Matías y tener una hija fue re lindo. Por eso hoy estamos festejando la luz, que es ella; la luz en la cual está ella. El festejo de hoy es la luz de Lucía.
Presentamos el cuarto de Lucía, donde vamos a trabajar desde todos los sentidos; todo lo que nos atraviesa como mujeres, como madres, como víctimas. El cuarto va a estar para eso. Se ha transformado en una obra de arte en donde trabajamos, hacemos los informes, donde ponemos el foco en lo mal que hace las cosas la Justicia.
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Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.
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Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.
–Hoy recibieron justamente una noticia de la Justicia con una nueva medida de impunidad.
–Sí, como ya estamos acostumbrados, y es triste decir eso porque después de 8 años deberíamos tener una condena como corresponde, y no seguir luchando de esta manera.Se le pierde el respeto totalmente a la vida del ser humano que se ha ido y a las familias que quedamos. Pero seguiremos trabajando y no bajaremos los brazos. Hoy más que nunca este lugar debe ser de abrazo de amor, de contención por todo esto que nos pasa también.
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Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.
–¿Por qué creen que recibieron la noticia hoy?
–Porque la Justicia es perversa. Es tan grande la perversión que tienen, que también eligen con quién hacerlo. Porque también hay que acallar a estas víctimas, pero estas víctimas no se van a callar jamás. Jamás. Entonces, estoy segura que lo hacen para destruirnos, pero lejos de eso, estamos cada vez con más fortaleza, con más lucha y ayudándonos entre todos.
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Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.
Guillermo Pérez agregó:
“En estos momentos tan crueles que estamos pasando no hay que dejar de hacer cosas humanas. Tenemos que hablar de las cosas que podemos hacer juntos”.
Marta: «Hay una industria judicial, donde te siguen haciendo ir para atrás, mientras la gente como nosotros tiene que seguir trabajando y pagando abogados, buscando justicia y que no haya impunidad. Por eso también es algo perverso lo que nos siguen haciendo».
El Cuarto de Lucía podrá ser visitado como parte de la actividad marplatense de la Campaña Somos Lucía, que incluye entre otras cosas, cursos, talleres, encuentros, y seminarios de capacitación a personal judicial.
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Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.
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Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.
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Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.
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Fotos: Florencia Ferioli para lavaca.
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Otoño Uriarte: cuando el tiempo que pasa es la verdad que huye
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Por Dolores Reyes y Camila Vautier. Este miércoles 5 a las 13.30 se conocerá la sentencia sobre el crimen de Otoño Uriarte en Cipolleti, Río Negro. “Una vez más, una chica hermosa y bienamada descartada entre ramas y restos de basura” escriben Dolores y Camila sobre el caso de la menor asesinada en 2006: tenía 16 años.
Dolores Reyes es una de las más relevantes escritoras argentinas del momento y una mujer capaz de entender como pocas estos tiempos tormentosos. Fue además perseguida por el oficialismo y sus trolls por su tremendo y maravilloso libro Cometierra. Camila Vautier se define como periodista feminista, socorrista y sureña.
Ambas han trabajado juntas este artículo para lavaca. Los detalles de lo que pasó. La movilización y los testimonios. Los niveles de impunidad que suman en muchos casos más años que los que tenía la víctima. La expectativa sobre el tribunal (María Florencia Caruso Martin, Amorina Liliana Sánchez Merlo y Juan Pedro Puntel) y la posibilidad de lograr un bien siempre esquivo: justicia.
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Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda.
Pasaron 18 navidades sin Otoño Uriarte
18 cumpleaños sin Otoño
18 años se cerraron sin Otoño e infinitos están por comenzar
18 años de impunidad es mucho tiempo, demasiado, y una constante que abruma: En nuestro país la impunidad es más larga que la vida de nuestras chicas muertas: 17 años Melina Romero, 9 años Nair Mustafá, 16 Lucía Pérez. La injusticia eterna para todas ellas se ha convertido en nuestra gran vergüenza nacional.
En la sala 6 de la Oficina Judicial de Cipolletti, el calor es agobiante. Son las 9:40 de la mañana del 26 de diciembre de 2024 y la audiencia lleva cuarenta minutos de demora por la ausencia de uno de los acusados. En esa sala se están por escuchar los alegatos finales del proceso judicial que debía sacar a la luz la verdad sobre el femicidio de Otoño Uriarte, desaparecida la noche del 23 de octubre de 2006 en Fernández Oro, hallada sin vida seis meses más tarde en el desarenador de un canal de riego. Una vez más, una chica hermosa y bienamada descartada entre ramas y restos de basura.
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Roberto Uriarte, el padre de Otoño, frente al Tribunal que este miércoles dictará sentencia sobre el crimen de la menor asesinada. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda
La tensión en el aire se siente al respirar. De un lado, espera sentado Roberto Uriarte, el papá de Otoño. Con su remera negra y el pelo largo y canoso, parece haberse vuelto un experto de la espera. Ya hace tiempo que no cree en la justicia, en ese poder judicial al que denuncia como parte del “entramado de complicidad y encubrimiento que hubo en estos 18 años”. Pero ahora en sus ojos hay un dejo de tristeza todavía más profundo: la verdad, esa esperanza última que es tanto su derecho como el de su hija, amenaza también diluirse.
Aun así, se aferrará a ella hasta el final y se lo verá siempre presente, exclamando ante quien preste un micrófono o un oído, que todos están esperando la verdad para Otoño, porque justicia sería que ella continuase entre los suyos invenciblemente viva.
Las audiencias son tan largas, densas y dolorosas que en cada una de ellas el tiempo parece detenerse. En la sala declararon los testigos –varios de ellos bajo amenazas–, los vecinos que la vieron por última vez, las amigas que estuvieron con ella el último día, su familia, los expertos, los peritos, el médico forense.
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Algunos de los acusados. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda
Algunos, pocos, policías. Como el comisario ahora retirado Ives Vallejos, jefe de la comisaría local en ese entonces, quien, pese a la relevancia del caso, dijo casi no recordar prácticamente nada de él. Vallejos no pudo explicar cómo supo la vestimenta que llevaba Otoño el día de su desaparición para describirla al detalle en el radiograma emitido minutos después de que el padre realizara la exposición policial. El papá de Otoño no se lo había dicho porque ese día se había ido a trabajar temprano, sin siquiera ver a su hija.
O el actual ministro de Seguridad y Justicia de Río Negro, Daniel Jara, quien declaró luego de que Roberto Uriarte fuera a pedirle personalmente, durante el acto por el día de la Policía, que se presentara a declarar de manera presencial y no por escrito, como iba a hacerlo, amparado en una acordada del Superior Tribunal de Justicia. Jara encabezó la comisión policial investigadora del caso y sostuvo que “la evidencia siempre apuntó a los acusados como responsables del crimen”.
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También desfilaron por el juicio los cuatro imputados que se dijeron inocentes o se echaron culpas entre ellos e incluso hacia la cúpula policial, sombríos, llegando tarde o quedándose dormidos en pleno juicio. La abogada de la familia Uriarte, que hizo lo imposible por juntar testigos y pruebas, presentando los elementos que posibilitaron este juicio por Otoño un día antes de que el caso prescribiera para siempre, y los abogados defensores, algunos ya con historial de representar acusados por violencia de género, con sus trajes y su indiferencia como escudo.
Afuera, en las puertas del juzgado, el amor y el deseo de que este feminicidio brutal se esclarezca de una vez juntaba a las amigas de Otoño, a sus hermanas, a su familia, a sus profesoras de la escuela. Se pasaban el mate en ronda mientras empapelaban las paredes con la cara de Otoño, con los ojos de Otoño, con las ilustraciones de Otoño que llevan casi dos décadas pidiendo verdad. También se pasaban consejos para soportar. La injusticia multiplica el daño y para todas ellas el juicio fue revivir todo eso que desde hace 18 años habían tratado de guardar muy adentro, hecho una bolita detrás del corazón, para de alguna manera poder seguir con sus vidas. Pero abajo de las montañas de bronca y de la tristeza que se vuelve insoportable, Otoño hecha carne en sus cuerpos sigue ahí. Algunas tomaban té de valeriana, tilo. Otras llegaron hasta el clonazepam. Soportar es difícil y Otoño vuelve hasta hecha pesadillas.
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La abogada de la familia Gabriela Prokopiw. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda
En la sala a Roberto lo sigue Gabriela Prokopiw, abogada querellante, y en el otro extremo, la fiscal Teresa Giuffrida. Enfrente, con los rostros entre las manos, los cuatro acusados de secuestrar, ultrajar y torturar a Otoño hasta su muerte, parecen hacer envejecido por portar una maldad infinita, que niega no ya la vida a sus víctimas, sino el simple derecho a la verdad.
La audiencia de alegatos finales es la última oportunidad de la acusación para demostrar la responsabilidad penal de los cuatro: Néstor Ricardo Cau, su hermano José Iram Jaffri, Maximiliano Lagos y Germán Ángel Antilaf, como coautores de la “privación ilegítima de la libertad agravada por la duración, participación de más de tres personas, por ser la víctima menor y por el resultado muerte”, de Otoño Uriarte. No feminicidio porque en 2006 esa figura no existía en el Código Penal argentino –se incorporó recién en el 2012– y, además, porque la escasez de pruebas contundentes impediría una condena bajo esa calificación legal. Sólo hay indicios, dirá la fiscal.
Y la justicia, una vez más, se nos escapa.
En ocho horas el juicio por Otoño llegará a su fin, Un proceso que parece no juzgar solo a sus asesinos, sino desdoblarse sobre sí mismo para demostrar cómo funciona en nuestro país la justicia para las mujeres.
O cómo no funciona…
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Otoño tenía 16 años cuando fue desaparecida mientras volvía a su casa en la zona de chacras de Fernández Oro, un pequeño pueblo del Alto Valle de Río Negro que en ese entonces no tenía más de 6.000 habitantes y en el que sus vecinos decían conocerse “todos con todos”.
Tras su desaparición, gran parte de la comunidad se movilizó para encontrarla. Marcharon todos los días durante seis meses, empapelaron el pueblo y las ciudades cercanas con un cartel que decía “se busca” y la cara de una Otoño sonriente, desbordante de posibilidades de futuro, absolutamente viva. Rastrillaron cada chacra, cada pastizal y cada descampado. Dieron vuelta cielo y tierra en busca de cualquier indicio que les dijera que esa pesadilla no podía ser cierta, que Otoño tenía que volver.
En la parroquia del padre Pancho se organizaba la logística y se reunían a rezar. El polideportivo del pueblo era el punto de encuentro tras la jornada de búsqueda para escuchar el parte policial. “Sin novedad”, era la respuesta. “Sin novedad”, como se repite un mantra indiferente que adora a algún dios que hace tiempo nos ha abandonado.
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La fiscal Teresa Giuffrida viste un blazer color crema y una pollera tubo, es la primera en hablar. “El paso del tiempo conspira para que tengamos detalles certeros de todo lo que ocurrió en este hecho entre el 23 de octubre de 2006, que es cuando desaparece Otoño, hasta el 24 de abril de 2007 que es cuando se encuentran sus restos”. Así comienza su alegato y continúa: “Pero más allá de que no podamos tener todo por acreditado, detalles certeros de lo que ha ocurrido, hemos podido acreditar circunstancias que permiten establecer la responsabilidad penal de cada uno de los imputados que ha llegado a este juicio”.
Algo importante, dice: “El día 23 de octubre de 2006, cuando Otoño sale de su casa para ir a la escuela, no pasaba por su cabeza que no iba a regresar”.
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Ese lunes Otoño se sentó donde lo hacía siempre: sobre la ventana, tercera fila de su aula, la primera que se ve al entrar. Había salido de su casa temprano, había dejado a su hermano menor en la parada del colectivo, se había encontrado con su amiga Leire –quien la esperaba para ir juntas a la escuela–, había dejado la bicicleta en lo de su compañera Ercilia para seguir caminando rumbo al CEM 14, donde cursaba el tercer año de secundaria.
Después se quedó contraturno a la clase informática, fue a educación física, asistió a la clase de voley y a eso de las nueve de la noche pasadas, se encontró con Federico Saavedra en la Plaza María Elena Walsh. Caminaron juntos por la avenida Cipolletti, llegaron hasta la rotonda y siguieron por la ciclovía paralela al ferrocarril.
“Cruza la vereda. La veo cruzar de una vereda a la otra y seguir caminando como a una cortada a la calle Libertad. No veo si ella sigue o dobla. En la pista había chicos jugando a la pelota, se viene la pelota a los pies de mi marido. Me doy vuelta riéndome. Camino para atrás, levanto la cabeza y veo a una persona. Iba cruzando el puente. Es lo último que veo: ella caminando con su colita alta” declaró Silvina Troncoso, una de las últimas personas en verla desde la pista de atletismo.
Esa noche, Federico Saavedra volvió a su casa, pero Otoño nunca regresó.
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Desde un principio, se pensó que la desaparición podía estar ligada a la trata de personas para la explotación sexual. El 9 de abril de 2007 esa conjetura cobró fuerzas cuando el diario Río Negro publicó unas escuchas telefónicas, halladas en el marco de la investigación por el paradero de Otoño, que dejaban al descubierto la connivencia entre efectivos policiales de la Comisaría 8° de Choele Choel y proxenetas.
Recién en ese momento la jueza a cargo del caso, María del Carmen García García, tomó la decisión de cambiar la carátula de la causa de “averiguación de paradero” a “privación ilegítima de la libertad”, una medida que era reclamada desde siempre por la familia.
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En ese momento comenzaron a llegar llamadas anónimas que indicaban haber visto a Otoño en prostíbulos de distintos puntos del país. Dijeron que estaba en la Triple Frontera, en Posadas, Concordia, Córdoba, Tucumán, Córdoba. El 24 de abril de 2007, día que el cuerpo de Otoño fue hallado sin vida dentro del canal de El Treinta, en Cipolletti, Roberto Uriarte se encontraba en Santa Cruz siguiendo una de estas pistas. Hay quienes dudan de que ese llamado, que resultó contener información falsa, haya sido una casualidad.
El subjefe de la Policía de Río Negro en ese entonces era Víctor Ángel “Tito” Cufré, quien fue el primero en declarar ante los medios estar “convencido de que Otoño se fue de su casa por su propia voluntad”. Cuatro años después, el gobernador Saiz lo ascendió a secretario de Seguridad y Justicia de la Provincia. Actualmente, Cufré se encuentra con prisión domiciliaria por las muertes de Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco, de 29 y 16 años respectivamente, ocurridas durante la represión policial del 17 de junio de 2010 en Bariloche, tras el asesinato, también en manos de la Policía, de Diego Bonefoi.
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En este juicio, no se juzgó ningún tipo de complicidad, mal desempeño o responsabilidades de policías y funcionarios judiciales sino que se focalizó únicamente en los cuatro imputados. Para ampliar responsabilidades habría que esperar a un segundo juicio y el cansancio de los 18 años se hace sentir.
Mientras tanto, los restos de Otoño, finalmente en manos de quienes la amaban, volverán a las montañas, las playas y los lugares que ella conoció y supo querer, libres de las sombra putrefacta de sus asesinos y libres también de la impunidad exasperante de una justicia lenta e inficaz: [1] de más de veinte feminicidios en Cipolletti solo el de Agustina Fernández obtuvo una condena ejemplar.
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“No hay prueba directa pero sí hay indicios”, dijo la fiscal. “Y el valor que se le tiene que dar, pido que sea el que dice el Superior Tribunal de Justicia: los indicios, de manera concatenada y ordenados entre sí en base a los principios de la lógica, la experiencia y el sentido común permiten afirmar responsabilidad penal. No debe haber un análisis de los indicios por separado, el análisis es global”.
¿Cuáles son esos indicios? “Primero, el acoso, los imputados la estaban acosando”, aseguró la querellante Gabriela Prokopiw. Luego, la desaparición de la bicicleta de la casa de Ercilia y posterior aparición en casa de los hermanos Cau-Jafri, las pericias odorológicas que indicaron la presencia de olor de Cau, Jaffri y Lagos en el nylon hallado en cercanías a la usina donde fue encontrado el cuerpo, la presencia de perfil genético de Jaffri en la bombacha de Otoño. La declaración de Héctor Candia, ex amigo y compadre de Maximiliano Lagos, quien contó que este en una cena le confesó “que su tío el Cacha Pelada y su tía la Turca le habían pagado para ir a buscar a Otoño a un lugar especificado y que él la había llevado a la casa de unos hermanos, que ahí la habían tenido a la chica forzada unos días hasta que el Cacha Pelada le dijo que tenía que deshacerse de ella porque se le había complicado todo”. El nombre real del “Cacha Pelada” es Luis Miguel Ayala, uno de los narcotraficantes más conocidos de Allen, asesinado en 2011.
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Roberto Uriarte durante el juicio. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda
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A las seis de la tarde de un día extenso hasta la crueldad, en las puertas de la Oficina Judicial de Cipolletti, se descuelgan las banderas en donde la imagen de Otoño se reproduce como un mantra. Familiares y amistades se abrazan, se consuelan, se dan fuerzas para el día siguiente. En las paredes quedará el rastro de estos días de espera y lucha. Ahora, la suerte está en manos de los jueces María Florencia Caruso Martin, Amorina Liliana Sánchez Merlo y Juan Pedro Puntel.
El 5 de febrero a las 13:30 darán su veredicto y en él, quizás resida la última oportunidad de que la justicia salve para sí misma algunas migajas de credibilidad.
Para los imputados esperamos la cárcel que los aleje de las calles y de las otras pibas.
Para Otoño, memoria viva en los corazones y las paredes de Fernández Oro, su verdad.
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Actualidad
Una marcha que hace Historia
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Por Claudia Acuña y María del Carmen Varela
Hay algo de revolución en este día que hará Historia y es una de las clásicas, que deja al mismo tiempo perplejas a las bibliotecas, sacude las cabezas, cuestiona a la política partidaria y enciende los sentimientos sociales. Es, además, de aquellas alegres y rabiosas, pero sobre todo, poética. Es lógico: si hay alguien a quien atribuirle la primera puntada que hizo posible esta jornada imposible es a una bordadora de esas bellas artes. Susy Shock fue quien comenzó a señalar el horizonte de esta utopía con precisión: un frente antifascista. Lo repitió tanto y en tantos lados y durante tanto tiempo, que cuando llegó el momento de escoger una palabra para esta convocatoria brotó ese término, como una flor que nace con el riego de los tiempos urgentes.
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A las trabajadoras sexuales de Constitución, en general, y en la voz de Georgina Orellano en particular –a quien días antes vimos azotada por las botas policiales– les debemos la puntada que la unió con la siguiente: antirracista.
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Susy Shock . Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
A las travas históricas, el coraje y la memoria, que sonó como advertencia o como reto y que sintetizó la voz disonante expresada por Marlene Wayar: “Estamos cansadas de luchar porque sus manos son débiles”.
El reloj, en cambio, lo marcaron las infancias y adolescencias: el sufrimiento concreto con el que castigaron sus vidas esas palabras crueles infringidas desde lo más alto del poder institucional.
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Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
Dirá hoy la actriz trans Flor de la V: “Ese es el límite. Desde que asumió este gobierno hace un año y meses, no paran de agredirnos, de decirnos cosas horribles sobre nuestras identidades y lo que sucedió en Davos fue la gota que rebalsó el vaso. Hasta ahí llegamos. Tenemos una ley de género que deben respetar y una de matrimonio igualitario que no pueden ignorar. La verdad es que hace décadas que nos bancamos el maltrato y el desprecio de una sociedad, pero hoy con leyes que nos reconocen, no lo vamos a permitir más”.
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Flor de la V Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
Juana y Agos, de El Teje –una organización autogestiva dedicada al cuidado de las infancias trans y no binarias– lo sintetizan así: “Había que decir basta para demostrar que la calle nos pertenece, que la palabra libertad nos pertenece, por sobre todas las cosas, para demostrar que las personas a quienes no quieren dejarnos existir somos aquellas que más unimos a esta sociedad”.
Poetas, putas, travas, infancias, adolescencias y juventudes trans y no binarias, las más empobrecidas, las más castigadas, las últimas de la fila se pusieron al frente y convocaron a mover este mundo horrible al que nos quieren condenar.
Lo siguiente fue la marea que emerge, brava y colorida, para desafiar las violencias. Ese tesoro social que tiene la Argentina y que nadie, nada, nunca, puede ni predecir ni controlar.
Una vez más el Nunca Más.
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Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
El plan
Otra vez Juana: “Este ataque es parte de un plan económico que impone quién accede al capital y quién no, quién accede al trabajo y quién no, quiénes acceden a qué tipo de trabajo y quiénes no. Quiénes tienen que hacerlo en la prostitución, quiénes tienen que empobrecerse para que unos pocos puedan tener mucho acceso al capital”.
Agos: “Para frenar el fascismo y estos discursos de odio poner el cuerpo es una estrategia eficaz, por eso estamos todes acá, pero formar parte de El Teje me hizo darme cuenta de que una buena forma de enfrentarlo es parar la bola, escuchar y bajar el ego”.
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Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
Juana: “Y armar red. Lo que propone el fascismo, lo propone desde la individualidad. Si logramos combatir este plan económico que nos obliga a tener dos, tres trabajos que nos sostengan, es a partir de preguntarle a la persona que tenemos al lado –no importa si es de nuestra comunidad o no– cómo estás, qué necesitas, en qué te puedo ayudar”.
En la calle, los obreros de la UOCRA saludan eufóricamente a las columnas y los bancarios sacuden abanicos con los colores de la diversidad. Los jubilados y jubiladas bailan. Las parejas con canas sostienen carteles hechos con cartón que proclaman “Basta de fascismo” y un joven alza su cartulina escrita con marcador azul para recordar: “El pedófilo no era gay: era tu diputado”, en referencia a Germán Kiczka, el legislador de la oficialista La Libertad Avanza, cuya causa por abuso infantil fue elevada a juicio el 21 de enero.
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Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
El balcón es para dos estrellas, María Becerra y Lali Espósito, que saludan a la multitud mientras le cantan “¿Quiénes son?”, una complicidad espontánea y profunda, que sólo se comprende con el resto de la letra:
“Yo tiro flores, bebé.
No tengo tiempo pa`nada,
menos para atajar tu agresividad”.
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Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
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Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
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Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
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Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
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