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Vilma Ripoll: «La gente se siente aparateada por la izquierda»

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Vilma Ripoll, ex diputada porteña por Izquierda Unida, hizo varias cosas raras en la política actual: cumplió un acuerdo, dejó su banca de legisladora, y volvió a trabajar como enfermera. Aquí explica su visión sobre la división en la izquierda, el PJ y Kirchner y el nuevo sindicalismo.

-No es un gesto habitual de la dirigencia política argentina renunciar a un espacio de poder. ¿Por qué dejó su banca de legisladora porteña?

-En Izquierda Unida teníamos un acuerdo programático que incluía también compartir los cargos obtenidos, de manera tal que todas las fuerzas que integran el frente tengan la posibilidad de pasar por la experiencia de llegar a la Cámara. Este tipo de cosas facilita ampliar la unidad. Saber que vas a tener la oportunidad de participar aunque salga electo solo un diputado le da más perspectiva al acuerdo. En la primera Legislatura, como sacamos dos diputados, no tuvimos necesidad de renunciamientos. Los compañeros independientes, como Patricia Walsh, que no son parte de este acuerdo, cumplen todo el mandato. En esta oportunidad, como la única que renovó soy yo, me tocó la posibilidad de demostrar si cumplíamos o no el acuerdo. Resolvimos cumplirlo y traspasar la banca a Marcos Wolman, que es de la otra fuerza.

-¿Y no tiene síndrome de abstinencia?

-No, volví a lo mío porque siempre fui trabajadora, tengo 21 años de antigüedad en el Hospital Italiano. Me parece que hay que dar señales de que no hay que quedarse a vivir de la política, que es lo que habitualmente hacen los diputados que se van. Uno tiene que volver al ámbito del que salió. Eso ayuda una barbaridad, es un cable a tierra. Si no, siempre estás dentro de ese circuito, de esa caja de cristal que tiene resonancia propia y bastante poco que ver con los reclamos de afuera. Además, me parece que esta es una manera de darle señales al resto de la izquierda: nos parece que la tarea pendiente de la izquierda argentina desde el 2001 es avanzar en construir una alternativa grande que ayude a que el tipo que quiere romper con los grandes partidos tenga una opción atractiva, sólida. Alguien que toda su vida estuvo en el peronismo y de repente rompe con él, es difícil que se vaya a un grupito chiquito o a una alternativa con poca entidad o trascendencia. En ese camino, desde 2001, hubo oportunidades. Desaprovechadas, esencialmente por (Luis) Zamora, que no se presentó a presidente cuando tenía el 15 por ciento de intención de voto sin arrancar la campaña. Después no quiso ninguna unidad, cosa que podría haber roto la polarización Ibarra-Macri. Se presentó solo, sacó votos, que después se transformaron en distintas rupturas. Eso da señales de que no quiere gobernar.

-¿Toda la culpa de los problemas de la izquierda la tiene Luis Zamora?

-No, pero era un referente fundamental. Nosotros le ofrecimos lo siguiente: yo me bajaba de la jefatura de gobierno y lo votábamos a él. Pero él tenía que aceptar, porque eso conlleva acuerdos políticos.

Zamora decía que no quería formar un frente con las demás agrupaciones porque el reclamo del «que se vayan todos» también incluía a la dirigencia de la izquierda. Dijo eso y después fue candidato a jefe de gobierno.

Si toda la construcción depende de una sola persona, algo debe estar fallando.

Desde Izquierda Unida le hicimos todas las propuestas. Porque creemos que hay que avanzar en una política de unidad de la izquierda y los luchadores No vemos la posibilidad de avanzar hacia la centroizquierda: para nosotros es una experiencia que ya fue, y que la gente experimentó con la Alianza. Lo vimos con los sectores nuevos que rompen con los viejos partidos. Para ese lado, Zamora tenía una ubicación privilegiada. La gente lo había elegido como una referencia de no corrupción y coherencia política. Le guste a él o no, era la persona a quien había que hacerle el planteo.

-Más allá del nombre de Zamora, ¿por qué tiene tantas dificultades la izquierda para generar unidad?

-Creo que es un mal que arrastramos. Para mí se debe a que en este país existió el peronismo. Y para sobrevivir a él, la izquierda siempre tuvo que recurrir a recursos sectarios. Porque no era fácil. Ahora es mucho más fácil porque el peronismo se está disgregando, se desintegra.

Sin embargo, una vez más, el peronismo parece haber generado su propia oposición. Ayer fue Menem-Duhalde y hoy son kirchneristas versus duhaldistas.

Pero ya no es una organización de la magnitud, de la fuerza y la estructura que tenía. Creo que esa adaptación es la que no ven algunos sectores de izquierda. El cambio que hay que dar ahora es para atraer a sectores de trabajadores que rompen masivamente. Para nosotros es un ejemplo Santiago del Estero, donde tenemos todo un movimiento de base con gente que rompió con el juarismo. Presentamos una alternativa unitaria desde el primer día, y en este momento somos la alternativa de la izquierda.

¿Cuándo dice «nosotros» a quién se refieres?

-Al Movimiento Socialista por los Trabajadores, a Izquierda Unida, a sectores de derechos humanos, al MOCASE, a periodistas, abogados. Movilizan cinco mil en Santiago del Estero… Eso es lo que hay que lograr. Acá es más difícil porque la izquierda tiene partidos que se hicieron en una tradición de sectarismo para sobrevivir a la existencia del peronismo. Fueron sectores de izquierda que dieron la pelea entre trabajadores y acá los trabajadores siempre fueron peronistas. Creo que esa fue la explicación histórica. Lo que le falta a algunas corrientes es ver que ninguna, por si sola, va ser la alternativa de atracción. Hay que unirse, también, a las nuevas comisiones internas que surgen, nuevos sectores de luchadores, que hay un montón.

Precisamente, los nuevos líderes gremiales se reivindican como hombres de izquierda pero se presentan como apartidarios. Son ex de todo, pero actualmente no están con nadie.

Por esa conformación, nadie que ofrezca una salida de un solo sector los va a ganar. Se los puede ganar con una alternativa donde ellos jueguen un rol, y también sus organizaciones. Desocupados, FUBA, telefónicos, ferroviarios, subtes, las nuevas conducciones que limpian a las viejas, todos deben tener un lugar en una organización tipo PT (por el partido brasileño) para decirlo de alguna manera. Donde nadie pierda su identidad pero pueda dar una pelea en común en todos los terrenos, desde lo gremial hasta electoral. Hay sectores que no lo ven y lo único que logran es que la gente huya despavorida. Siguen siendo sectarios, como si el peronismo siguiera igual, no ven que hay cosas nuevas de la izquierda y del peronismo. No es que lo del 2001 se cortó, sino que no surgió el lugar donde expresarse. No hubo alternativa para expresar el «que se vayan todos».

-¿Qué grado de responsabilidad le atribuye a la izquierda en la desmovilización social que se produjo a partir del 2003?

-La máxima, por no haber logrado una alternativa. El proceso, como todos los procesos, tiene picos de ascenso, que después bajan. Pero en la conciencia siempre queda un piso y el nuevo proceso se arranaca desde un escalón mas alto. No es que la gente ahora vuelve a creer en la justicia, ni en el Congreso, ni en los viejos partidos. Se arranca de un proceso en el que ya no creen en nadie, independientemente de que haya habido algunos errores en los sectores de izquierda.

-¿Cuáles?

-Hubo errores, pero también se dio una pelea política feroz con los viejos partidos, como se da ahora en Cromañón. El que dice que no tienen que entrar los partidos a las marchas es el gobierno, que mete su gente, que aparece como independiente. Los que los conocemos sabemos que es así. Lo que pasa es que hay una ruptura muy grande con los políticos, que incluye a la izquierda también: la gente se siente «apareteada» (manipulada por los aparatos partidarios) por la izquierda. Y hay quienes efectivamente aparatean. Hay sectores de izquierda que lo tienen como forma de actuar.

-¿Cómo se aparatea la masacre de Cromañón?

-Ahí no se puede aparatear. Se puede hacer un intento de conducir, pero te desborda. Igual que el 2001. Se puede aparatear una asamblea, una reunión donde metés todos los integrantes de un partido para coparla y así ganás las votaciones, vía el copamiento. Pero no podés aparatear esas movilizaciones.

-¿Qué siente usted cuando va a las manifestaciones de Cromañón y los chicos de quince años le gritan a los partidos que bajen las banderas?

-Nosotros estamos en contra de eso. Porque consideramos que si mi partido apoya y el radicalismo no, y el ARI no, y el peronismo no, se tiene que saber quién acompaña y quién no. Detrás de esa política, que la meten los sectores que no acompañan, está la idea de tapar a los sectores que no van, que no votan la interpelación en la Legislatura, a los que hacen roscas para que haya una comisión investigadora trucha, para sostener a Ibarra. Es una pelea política. Nosotros estamos en contra de que no lleven banderas, pero somos respetuosos de los que están involucrados. Si ellos dicen que no quieren banderas, nosotros los respetamos. Y no llevamos banderas.

-Tal vez las banderas hoy resultan expulsivas para buena parte de la sociedad.

-Al principio, la gente tiene miedo de ser copada. Entonces, la primera reacción es que no haya banderas. Pero después se va viendo, en un proceso, que hay sectores no quieren copar.

-La historia muestra que muchas veces familiares de víctimas de distintas tragedias terminan divididos en tantos pedazos como tiene la izquierda.

-Pero no solo por las fracciones de la izquierda, es por la pelea política que se da por la conducción. Milcíades Peña, que dio la pelea por la interpelación, al otro día fue a decirle a los familiares que no se movilicen, porque la que se movilizaba era la izquierda. Fue a hacerle el juego al gobierno y usó todo su prestigio y la muerte de su sobrino para hacerle la tarea sucia a los responsables del asunto. Lo mandó el kirchnerismo. Ellos utilizan a todas sus figuras para decirle a la gente que nos echen, que echen al sector que dice que para que haya justicia tiene que caerse Ibarra, o que se tiene que romper el pacto de impunidad con Juanjo Álvarez. Ellos tienen más poder que nosotros, tienen aparato, tienen plata para comprar familiares, tienen la prensa que dice que el culpable es el que arrojó la bengala. Es una pelea terrible, para lograr que salga a la luz la tremenda corrupción que había. Para nosotros hay que dar esa lucha, siendo respetuosos de los ritmos de los familiares. Es la única manera de que continúe, porque si no se divide y se frena. Si uno no logra entender ese problema es funcional a Ibarra y Duhalde, que quieren que con este pacto se terminen la movilizaciones.

-Esta lectura a contrapelo de una máxima aplicada por muchas agrupaciones de la izquierda: cuando no podés copar, rompé.

-Es lamentable pero es asi, hay sectores que hacen eso. Nosotros, en cambio, si no podemos incidir, acompañamos.

-Hoy la sociedad repudia la deuda externa, las privatizaciones, habla de distribución de riquezas. Todas demandas de la agenda histórica de la izquierda que, sin embargo, la izquierda no capitaliza electoralmente.

-No solo eso, todos se pintan de izquierda, hasta Kirchner. El doble discurso consiste en decir que ellos hacen esa tarea de izquierda: meten en cana a los genocidas, le pegan a las privatizadas, enfrentan al FMI. Hay un proceso a favor de la izquierda en la conciencia. Habiendo ese proceso si lográramos más unidad y presencia, podríamos desnudar con más fuerza el doble discurso y que sea más escuchada la verdadera salida de izquierda.

-Sin embargo, la unidad parece una expresión de deseos más que una realidad plausible.

-Nosotros hemos establecido mecanismos de todo tipo para evitar herir susceptibilidades. En la FUBA, cada seis meses rotamos los cargos, para compartir las experiencias. En la provincia de Buenos compartimos las lisas con el Partido Socialista. Con Partido Obrero dirigimos la FUBA y, sin embargo, no logramos hacer un acuerdo electoral o piquetero. El PO había dicho que la nueva clase era el piqueterismo, ahora se dio cuenta que no. Nosotros decimos que no se puede militar en los barrios si no le organizás el comedar, y los organizás para pelear. Se muere la gente, hay que ayudarlos a organizarse.

-La mayoría de las organizaciones piqueteras nacieron y se organizaron antes que los partidos de izquierda llegaran a los movimientos de desocupados.

-Es verdad. Pero solos tampoco se organizaban, los organizaron los punteros peronistas, las manzaneras. Ahora rompieron con esa estructura para venir a la izquierda, porque aquí vieron una posibilidad de que no los usen, de que ellos puedan ser protagonistas, de hay que hay reparto equitativo de las cosas.

-¿Y en la izquierda no se repiten las prácticas punteriles?

-En realidad, el grueso de los planes los siguen manejando los intendentes, y cada vez que recortan, lo hacen a la izquierda. Nosotros movilizamos seis veces más que los planes que tenemos. Tratamos de politizar, que la gente se haga dirigente de su barrio, que vaya un poco más allá. Hay pelea por los planes, en ese sentido, nosotros hacemos asambleas que resuelven para quienes van los nuevos planes. Se resuelve en cada local del partido, nunca de manera centralizada. De todas formas, cuando hay plata en el medio siempre hay problemas. Nosotros tuvimos que echar gente de los locales, porque empezó a manejar la comida y sacarla. Vienen del peronismo, entonces vienen con todas las mañas de ese movimiento. Hay que reeducar a esa gente, es toda una tarea.

-¿Se puede cambiar el mundo sin tomar el poder, como plantean las nuevas corrientes de izquierda?

-Son corrientes absolutamente equivocadas, funcionales al imperialismo. Y uno tiene que dar debate. Por eso fuimos al foro de Porto Alegre, una oportunidad interesante, porque ahí van muchos de ellos.

En realidad hay que construir partido. Si no, no se puede tomar el poder. Nosotros no estamos de a acuerdo con que haya un partido único ni nada de eso, pero hay que tener una estructura para dar peleas superiores, de lo contrario no ganas ni un sindicato. Si no tenés un partido no podés interpelar el poder. Nosotros estamos en contra de lo que fue la Unión Soviética, de la estructura de poder de Cuba de partido único, de China que es una dictadura basada en la esclavitud.

-¿Cuando piensa en un partido, piensa en una organización tal cual la conocemos?

-Hay que avanzar en organizaciones donde uno pueda convivir con diferencias, pero donde a la hora de la acción uno pueda ponerse de acuerdo. Además, hay que avanzar sobre las estructuras que actualmente no invitan a la participación.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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