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Zanon, la definición: ¿Desalojo o expropiación?

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El 20 de octubre vence el plazo para la cooperativa FaSinPat (Fábrica Sin Patrón) de administraciòn de la planta de cerámicos de Neuquén. Los obreros exigen la expropiación (que el gobierno neuquino analiza), para continuidar la gestión iniciada hace 7 años, que generó 220 nuevos puestos de trabajo y tejió inéditas formas de solidaridad, resistencia y creatividad. Aquí, un plus: La revoluzanón permanente.

Una vez más los obreros y obreras de Zanon salieron a la calle acompañados junto a los docentes de ATEN, los trabajadores de la salud, judiciales y los estudiantes del Comahue, en una nueva marcha que reunió más de 7.000 personas en Neuquén. Reclamaron frente a la Legislatura provincial que se trate el proyecto de expropiación de la fábrica en forma definitiva antes del 20 de octubre. Esta fecha es clave en el futuro de Zanon porque marca el fin del plazo que autoriza la administración a la cooperativa FaSinPat (Fábrica Sin Patrón). Además, por esa costumbre de los ceramistas de andar juntando solidaridades, han sumado el apoyo rockero de La Renga y un recital especial en el playón de la fábrica, el jueves 9. Casi un detonador de sueños. Si hoy hubiera que apostar a una posibilidad real, es posible que se dictamine la prórroga que habilita a la cooperativa a administrar la fábrica durante un año más, mientras se da tiempo para concretar la expropiación. Pero se sabe que nunca es prudente esperar sentado: los obreros esperan en otro de sus picos de movilización.
El proyecto de ley de expropiación que fue presentado por los ceramistas en tres oportunidades cuenta, además, con el respaldo de 90 mil firmas. Mu, el periódico de lavaca, se sumó con la campaña Zanonizate. Sin embargo, las autoridades no dejan de pensar otras alternativas diferentes a las de los trabajadores. El secretario general del Sindicato Ceramista, Alejandro López detalló para lavaca las propuestas que analizan desde el Estado:

  • “Se ha conformado una comisión, autodenominada ‘Interpoderes’, en la que está representado el ejecutivo provincial, los diputados oficialistas y opositores y los trabajadores de FaSinPat. Esta instancia analiza algunas variantes de salida a nuestro conflicto.
  • “Hace dos meses el gobierno planteó que la solución es la compra de la fábrica. Esto para nosotros es totalmente descabellado porque para comprar la fábrica hay que hacerse cargo de la deuda que dejaron los antiguos dueños. Es decir, poner más de 230 millones de pesos, lo cual es inviable por las necesidades que hay en la provincia. Además con esta medida se estaría legitimando el proceso de vaciamiento, el lock out patronal que cometió la familia Zanon.
  • ”Cuando el gobierno entendió que no tenía fundamento para avanzar en la compra de la fábrica, empezó a plantear la compra de los créditos privilegiados. Esto significa arreglar con tres acreedores que tienen carácter de ‘privilegiados’ que son el Banco Mundial, la empresa italiana SACMI y el Instituto Autárquico de Desarrollo Productivo que responde al gobierno provincial. La variante es muy compleja porque llevaría la fabrica a remate y corremos el riesgo de perder lo que hemos construido en estos años”.

López cuenta que la semana pasada los funcionarios provinciales, por primera vez, comenzaron a decir que la expropiación es una salida viable. Con estas palabras en los oídos los trabajadores de Zanón viajaron a Buenos Aires para entrevistarse con los síndicos que llevan adelante el caso. Ellos respondieron que si el gobierno de Neuquén toma la decisión política de expropiar no plantearán ningún tipo de objeción. De todas maneras, relativiza estas declaraciones porque no se han hecho públicas y para no cometer el error de confiarse con respecto a cuestiones que aún no están materializadas.
Raúl Godoy, otro de los obreros de Zanón, reconoce que estos siete años de gestión demostraron lo que los trabajadores son capaces de hacer: “La autoorganización y mantener una fábrica en pie al servicio de la comunidad”. Detalla que se abrieron los portones a la comunidad mapuche, a los estudiantes y docentes de la universidad, a los movimientos de trabajadores desocupados. En los momentos más duros, llegaron a recibir el apoyo más inesperado: los presos de la cárcel local donaron parte de sus raciones de alimentos para que los obreros pudieran seguir resistiendo.
Godoy explica que la fábrica no sólo concentra la resistencia, sino que reúne a muchísimas iniciativas fundadas en la creatividad. En este sentido destaca la asamblea que realizaron los artistas de diferentes disciplinas para organizarse y comenzar a trabajar en pos de que la planta continúe en manos de sus obreros. Godoy anuncia: “Lo que va a pasar es que el conjunto de la comunidad se va a levantar para defender a Zanon bajo control obrero” .
La revoluzanon permanente
(Versión completa del artìculo publicado en Mu, el periódico de lavaca)
Son 480 hombres y mujeres que todos los días producen el desafío de poner en marcha una fábrica, resistir las amenazas de desalojo y crear formas de gestión social. Cuáles son para ellos las claves de esta dura batalla por la que están dispuestos a todo y que este mes puede terminar si la legislatura neuquina se decide, al fin, hacer lo que debe.
Dicen que es una fábrica de cerámicos, pero en realidad produce otra cosa. Es lo primero que se me ocurre pensar frente al tremendo predio que se asoma tras el portón. Estoy tratando de calcular la dimensión de este fenómeno recorriendo con la mirada la postal. El parque, los playones, los edificios, los depósitos y las grúas que frenéticamente transportan de acá para allá las cajas estampadas con un logo que sintetiza todo en pocos trazos: un apretón de manos en medio de una ruta.
Abracadabra: la mano está tendida frente a mí y la ruta está a mis pies.
–Bienvenidos.
Nos dice sonriente Raúl Godoy.
Acaba de comenzar nuestro recorrido por ese parque de sensaciones llamado Zanón.
Gorra rapera, ojos transparentes, barba candado y paciencia zen. Godoy parece un Sabina patagónico –más rocker o menos gastado que el español– pero su fama proviene de otros ámbitos: es obrero, sindicalista, integrante del pts y referente de la batalla que desde hace ocho años vienen librando los hombres y mujeres de Zanón. Su magia, en cambio, proviene de cualidades más extrañas: saber escuchar, dejar hablar, esperar, correrse a un costado o incluso desaparecer para dar espacio a que otros cuenten, sin presión, lo que piensan de él. Esta enumeración, justamente, es la que me está dictando uno de sus compañeros y –abracadabra– cuando busco a ese Godoy que nos acompaña a todos lados recién me doy cuenta de que no está en ninguno. Por no quedarme con la boca abierta, pregunto:
–¿Cuánto mide Zanón?
Si no entendí mal, la cosa es así: todo comienza donde estamos ahora, en esta habitación con estantes repletos de frascos de vidrio y una gran mesa en el centro, donde apoya las manos Manoplas para dejar en claro su apodo. A su lado, Carlos –33 años, un hijo de 2– es el encargado de descubrirnos los misterios de su sección: el laboratorio. Durante mucho tiempo era un lugar que custodiaban con recelo, cuenta Carlos, porque allí se esconden los secretos de la producción. Si hoy están a la vista es porque ya ganaron el primer round. “Cuando arrancamos, un proveedor se dedicó a llamar a los otros para que no nos vendan insumos. Entonces, para evitar que se supiera quién no participaba del boicot, ésto estaba bajo siete llaves. El que conoce del tema, con solo mirar los estantes ya lo sabe.”
-¿Y qué cambió?
-Que ya nos venden todos, incluso el que nos boicoteó.
La alquimia
El laboratorio –como su nombre lo indica– es el lugar de experimentación y creación. Aquí urden lo que llaman el “modelo”, es decir, eso que en base a la experiencia, el saber, el hacer y el deshacer y el sacar conclusiones de todo ese proceso, finalmente genera una pieza que puede ser reproducida al infinito. Hoy tienen 30 modelos. Arrancaron con uno, que armaron con los pocos materiales que encontraron. Lo apodaron El Obrero y tenía tres variantes: celeste, gris y blanco. Para el mercado, se trataba de un cerámico. ¿Hace falta decir que para ellos era mucho más? Hace falta.
Primero, tuvieron que estar en seis meses en la ruta, en una carpa. Fue el tiempo que les consumió el infierno institucional –judicial, legislativo y estatal– ciego a sus reclamos.
Luego, tuvieron que comprobar en esa ruta quiénes estaban dispuestos a darles una mano. Lo dirá Godoy, con nombre e incluso, con cifras. “Teníamos que resolver la situación de 240 familias y creamos un fondo de huelga. El pts aportó 10 mil pesos, el mst 5 mil, el po –que no estaba de acuerdo con el fondo de huelga– lo mismo aportó 600 pesos. Hubo una campaña en la Universidad del Comahue para que cada alumno aporte 1 peso. El sindicato del subte nos mandó alimentos. El movimiento piquetero nos dio otra mano. Y la gente que pasaba por acá siempre nos dejaba algo. Incluso los presos de la Unidad 11 nos donaron su ración de comida durante tres días. De los que menos tenían, más recibías. Durante todo ese tiempo tuvimos que aguantar llevándonos a casa 50 pesos cada uno, así que el apoyo de la familia fue clave. Fueron los meses más críticos.”
-¿Cuál fue la peor amenaza?
-El fantasma del escepticismo. Cuando los compañeros planteaban ¿vamos a poder solos contra este monstruo? Es un cuestionamiento lícito. Incluso el más fuerte duda en esos momentos de su propia fuerza.
-¿Y cómo lo superaron?
-Con ideología. Diciendo: lo único que tenemos para perder son nuestras cadenas. El no, ya lo tenemos. Busquemos lo positivo. Eso nos alimentó. Porque la cuenta es sencilla: el escepticismo te mata. Y lo que te mantiene vivo es la asamblea. Cara a cara, podés debatir o pelearte, ganar o perder, pero siempre sale algo bueno, porque hay reflexión. Votamos en la asamblea empezar a producir recién después de meses de debates. El tema de propiedad privada fue un problema: los compañeros sentían que esto no era nuestro. Y hasta que no hubo convencimiento, no pasamos ni a considerar la votación. Cuando más del 80 por ciento se sintió seguro, votamos. Y el resultado fue una mayoría absoluta. Pero cuando terminó la votación, el silencio era… aterrador. Nadie sabía cómo empezar. Los primero que hicimos fue organizarnos por sector. Cada sector tenía que limpiar y hacer un inventario de lo que había y de lo que faltaba.
¿Qué faltaba en el laboratorio?, le pregunto a Carlos.
Cerebros. Llamamos a los chicos que habían trabajado en este sector –tres ingenieros y dos técnicos químicos– y ellos nos dieron una mano. Nos enseñaron todo lo que sabían. Hoy, ese mismo trabajo lo hacen un maestro mayor de obras, un perito mercantil, un profesor de historia y un electromecánico.
-¿Cuál fue la fórmula que aprendieron?
-Respeto y compromiso. Y responsabilidad. Sin responsabilidad, no podés hacer nada. Un error nuestro significa mucho, pero un acierto más, porque nos beneficia a todos. Sabemos que nuestros compañeros aguantan nuestros errores, nos bancan, pero eso te compromete más. Acá hay gente con mucha experiencia que nos aporta buenas ideas y en eso nos apoyamos. Nuestro punto de referencia fue cómo trabajábamos antes, sacándole la presión de si lo hacés bien o mal.
-¿Cómo se arranca desde cero?
-Con mucho huevo. Organizar esto fue difícil. Hasta hoy es difícil. La incertidumbre lo hace difícil. Y también es difícil de entender cómo es ahora trabajar acá. Nos quedamos para no perder lo que teníamos y lo que pasó después no podíamos ni imaginarlo. Para mi es un privilegio trabajar acá, pero también un desafío.
-Mirado desde este laboratorio ¿cuál es ese desafío?
-Desde acá hay que ser frío. Lo que determina si una idea es buena o mala, posible o no, es el costo. La cultura del mercado se volcó a valorar sólo lo económico y dejó de lado la valoración de la calidad. Mantener entonces el equilibrio entre precio y calidad se hace cada vez más difícil. Pero nosotros no queremos hacer cualquier cosa. Nosotros no pensamos como el resto: que lo mejor es el que el piso de tu casa te dure dos años, así volvés a comprar cerámicos. Nosotros pensamos: cambiá el piso y que te dure mucho, para que al menos eso no sea más un problema.
De 1 a 10, ¿cuántos puntos le das a los productos que hacen?
8. Los niveles de control de calidad que tenemos no los hace nadie en el mercado.
Buda & Trostky
Ahora estamos en el sector donde se decoran los cerámicos y el encargado de mostrarnos la variedad de diseños es Juan Riquelme, el coordinador. Juan se entusiasma hablando de los productos, pero se queda sin palabras cuando cambiamos de tema. “Mucho no me gusta hablar”, dirá pudoroso. Para saber qué piensa Juan e intuir incluso lo que siente alcanza con conocer a su hija Belén, 20 años, pelo y cejas color fucsia, ojos cielo, diseñadora del sector que coordina su papá. Ella tampoco hablará demasiado, pero dirá lo suficiente: “Papá se la pasa preguntando ¿qué podemos hacer? Todos los días, todas las noches.”
Así nació la idea de hacer cerámicas con el abecedario, las tablas o el mapa argentino, entre otros de los productos que Zanón fabricó especialmente para donar a escuelas, hospitales y jardines de infantes. Ahora Juan está ensimismado en una nueva idea: hacerlos en braile. “Es que esta semana visitó una escuela de ciegos y no va a parar hasta poder entregarles algo en nombre de Zanón.”
Para Juan eso se llama “devolver”.
Belén dirá, como al pasar, que en julio cumplirá tres años de trabajo en la fábrica, pero que desde hace mucho más “ayuda” a Zanón.
¿Cómo?
-Empecé acompañando a mi papá para que no caminara solo.
Belén no dice nada más y será Godoy quien completará la historia. Juan vivía –como él– en el barrio San Lorenzo. Juan es budista y Godoy trotskysta. Durante aquellos primeros y difíciles meses, no tenían plata ni para el colectivo. Belén tiene la misma edad que la hija mayor de Godoy. Las dos los acompañaban cuando iban caminando desde sus casas hasta la puerta de la fábrica.
-¿Cuántas cuadras?
No sé. Nunca sacamos la cuenta.
Belén me dirá entonces que la distancia no se calcula en cuadras, sino en kilómetros.
Las dos chicas se reunían por las noches para pintar chalecos con la leyenda “Yo apoyo a mi papá” que lucían los fines de semana en la carpa. Ellas fueron las que acercaron el conflicto a las escuelas. Cuenta Godoy:
–Un día nos citó la maestra. Cuando llegamos, tenía un volante arriba del escritorio: lo habían llevado las chicas para repartirlo en la escuela. Yo estaba buscando palabras en mi cabeza para explicarle lo que estábamos pasando, cuando la maestra nos dice: “Las chicas ya nos contaron todo. Los llamamos para saber cómo podemos ayudarlos.”
Andrés Blanco ahora trabaja en el sector estampado, pero antes pasó tres años en la sección compras. Es una de las leyes del control obrero de Zanón: los puestos de administración son rotativos.
-¿Hay diferencia entre trabajar en la administración y en la producción?
-Mucha. En la administración tenés relación cotidiana con los buitres y una visión concreta de la usura. Todo el tiempo estás alerta para que no te pasen por arriba. En producción, la relación es con tus compañeros. Para mi, el desafío en la administración fue aprender a hacer ese trabajo y transformarlo.
-¿Cómo?
-Nunca tomando una decisión solo. Consultando todo con los compañeros.
Andrés fue uno de los encargados de lidiar con el boicot de los proveedores, en aquellos primeros días de producción autogestiva. “Costó muchísimo abrir la cadena de pagos, porque nos tildaban de usurpadores. La primera compra fue con pago anticipado: 3.500 pesos. Y a prender velas hasta ver llegar la arcilla. Imaginate lo que significaba para nosotros esa cifra. Y al viejo Zanon, los mismos proveedores lo financiaban un año. Si no, no hubiese podido generar la tremenda deuda que les dejó de clavo.”
Otras ventajas del patrón: pagar sólo el 25% de la factura de luz. El resto, lo cubría un subsidio que le otorgaba la cooperativa que administra ese servicio. De su directorio, participa el gobierno provincial e incluso delegados gremiales que responden a la cta. Sin embargo, la gestión obrera de Zanon no tiene descuentos: paga el 100 por ciento.
Ir por más
Andrés también participó de la primera delegación de la fábrica que viajó a Buenos Aires, en una vieja combi que consiguieron prestada. Buscando apoyo para poner en marcha la fábrica, golpearon todas las puertas posibles e, incluso, las imposibles. “A Moyano lo fuimos a encarar al Salón de los Pasos Perdidos del Congreso, donde daba una conferencia de prensa. Nos respondió: ´agarren un plan y déjense de hinchar las pelotas.´ De Gennaro nos dijo que las cuentas de la cta estaban mal y nos propuso que nos afiliáramos. Por eso cuando miro para atrás, siempre digo que cada una de esas cosas que vivimos nos educó. La experiencia nos enseñó a no quedarnos con el no, a siempre ir por más.”
-Y cuando mirás para atrás, ¿qué encontrás que fue clave para avanzar, pese a todo?
-La asamblea.
Hacer o crear política
En Zanón las asambleas son semanales y si hace falta, más. Una vez al mes, le dedican una jornada. Se paraliza la producción los tres turnos y durante ocho horas debaten y aprueban informes que separaron en tres rubros: político, judicial y económico. Dice Godoy:
–Eso es lo único que nos mantiene vivos. Si no, te firmo donde sea que hubiésemos sido derrotados. Sin asamblea no hay gestión obrera que valga. El patrón te puede hacer producir con un látigo, pero la gestión obrera depende del convencimiento que tenga cada uno de que todos tiramos para el mismo lado. Nuestra principal inversión es la asamblea.
Godoy agregará, entonces, que otra de las claves fue no eludir el debate político. “Muchos conflictos empiezan por problemas internos y se quedan ahí, no debaten por qué se generan. Nosotros no le tuvimos miedo a que ese debate abra diferencias, sino al contrario, hablamos de esas diferencia y encontramos los puntos en común.”
Otro obrero me dirá después lo mismo de otra manera: “Godoy consulta a sus compañeros del pts y yo consulto a mi mujer. Los dos hablamos con los que tenemos más confianza”. Para Godoy, la asamblea es el lugar donde esas dos visiones se encuentran y se superan.
-Sus compañeros ¿no les recriminan el uso del discurso militante?
-Podemos hablar desde ese lugar porque nos hemos ganado el respeto de nuestros compañeros.
-¿Y cómo se ganaron ese respeto?
-Porque supimos respetar. Y el error que comete la izquierda es no hacerlo.
-Muchas veces el problema es que la izquierda aparece alentando más el conflicto que la solución…
-Es que hay una izquierda abonada al régimen, de diferentes formas, que opera con las lógicas del poder. Pero cuando se logra que la izquierda nutra la experiencia de una lucha obrera, tus compañeros ya no piensan que es un pecado mortal tener una mirada política.
Obligaciones vs. responsabilidades
La primera consecuencia directa de esta mirada fue, en Zanón, entender quiénes eran sus aliados y cuál era el escenario de combate. Godoy lo sintetiza así: “En la calle y unidos con quienes estaban librando la misma batalla que nosotros”. En Neuquén esto significó encontrarse en la ruta con los movimientos piqueteros, que los defendieron siempre, y poniendo el cuerpo, ante cada amenaza. Por eso, cuando Zanon tuvo la posibilidad de ampliar los puestos de trabajo, la asamblea votó la incorporación de quienes más los apoyaron: media docena de puestos fueron para el mtd, un par para el Teresa Vive, otro para el Polo Obrero y otro para Barrios de Pie. El siguiente cupo se cubrió con organizaciones sociales de mapuches y discapacitados. El tercero fue para familiares y recién el cuarto buscó cubrir las vacantes teniendo en cuenta qué especialidades les faltaba reforzar. Cuenta Godoy: “Tuvimos problemas con la gente del mtd porque jamás habían tenido un trabajo. Y fueron discusiones fuertes, porque la lógica ahí opera al revés: ¿qué significa tomar una responsabilidad? Para algunos significa una obligación y para otros, una forma de hacer algo concreto para cambiar el sistema de relaciones de poder. Producir junto a otro te crea responsabilidades, no obligaciones. Por eso, acá tenemos la responsabilidad de cumplir con nuestra parte de trabajo, de asistir a las asambleas. Pero es totalmente voluntario asistir o no a una movilización.”
Ya es mediodía y en el comedor nos esperan fideos con tuco de sabor casero. Arriba del mostrador que separa el comedor de la cocina han colocado –como en cada rincón de la fábrica– una cerámica que recuerda: “Daniel: siempre te recordaremos. 15-7-2000”. Debajo de esa cerámica, sirviéndome los fideos, está Ana, la mamá de Daniel. No hace falta hacerle ninguna pregunta para que comience hablar.
–Todavía lo lloro, todavía no me entra en la cabeza cómo pasó. Salió ese día de mi casa diciéndome ´chau mamá´y a la hora y media me estaban llamado por teléfono para avisarme que estaba en el hospital.
En realidad, Daniel –22 años, sostén de su familia– murió antes de que llegara la ambulancia de un paro cardiorrespiratorio: el tubo de oxígeno de la enfermería de la fábrica estaba vacío. Su muerte se convirtió en un trágico símbolo del vaciamiento que sufría la empresa en tiempos de Luis Zanon. “Ya no pagaba los salarios ni invertía en mantener la seguridad de la fábrica. Lo de Daniel fue el límite, la primera vez que dijimos basta”, contará Godoy después. Ahora, es Ana la que sigue recordando en voz alta aquel día que está congelado en su cabeza. “Los muchachos me mandaron un taxi para que me llevara al hospital y cuando llegué, le pidieron a los médicos que me dieran una pastilla antes de darme la noticia. Por las caras que tenían me di cuenta que pasaba algo grave, pero nunca me imaginé que mi hijo, que tenía apenas 22 años, iba a morirse así. Si pude reponerme de ese golpe, es porque siempre estuvieron ellos al lado mío. Nunca dejaron de visitarme, de llevarme ayuda, y apenas pudieron, me llamaron para que venga a trabajar acá. Yo tengo 62 años, así que imaginate: ¿quién me iba a dar trabajo? Acá estoy rodeada de los compañeros de mi hijo, me siento querida, apoyada y encuentro la fuerza para seguir adelante.”
Ana me mira con sus ojos mojados. Tiene las manos aferradas al delantal.
Me pregunta:
–¿Algo más?
Y me ofrece una rodaja de pan.
Lo que ya se ve
Para que la arcilla se convierta en baldosa son necesarias cinco horas de molienda y otras tantas de compactación, secado y pulverización, aunque seguramente implique más cosas que no llegué a entender, a pesar de la paciencia de Luis –coordinador de la sección molienda y atomización– para explicarme el proceso.
Luis entró a Zanón en el año 79 y aunque lo echaron en el año 98, no dejó de trabajar en la fábrica: el despido fue un pase mágico para convertirlo en proveedor. “Tuve que sacar monotributo, factura. Y todo para poder seguir haciendo el mismo trabajo”. Intuyo que el motivo que lo obligó a aceptar ese mal acuerdo fue el mismo que motivó a la empresa a forzarlo: Luis es viudo y padre de siete hijos. Con la maniobra, la empresa se ahorraba –entre otras cosas– el salario familiar. “Me dieron la indemnización, pero como después no me pagaron las facturas, me comí esa plata y quedé vacío. Al tiempo, y aunque no quería, me tuve que ir a trabajar a otro lado, en changas, porque a mi casa, algo tenía que llevar.” Cuando al año sus compañeros recuperaron la planta “me llamaron para que ponga en marcha este sector. Para mi fue algo muy lindo. Imaginate, con todo lo que pasé acá. Y eso que fui supervisor, jefe. Que me llamen mis compañeros era una manera de reconocer que nunca me creí las boludeces que me decía la empresa.”
¿Por qué aceptó?
Porque era un desafío y, la verdad, una venganza personal. No sabía qué iba a pasar, si iba a poder llevar un peso a mi casa, pero era una buena revancha. Hablé con mis hijos. La mayor en ese tiempo tenía 19 años, pero el resto todavía era muy chico. Pero entendieron y me apoyaron, incluso me acompañaron a algunas marchas. Eso me bastó.
¿Y cuál es la diferencia entre cómo trabajaba antes y ahora?
Yo hago las cosas tal cual las hacía antes, pero mejor. Empezamos de la nada y llegamos a lo que llegamos porque cada uno pone todos los días lo mejor que tiene. Sigue siendo un desafío, pero ya demostramos que se puede hacer algo sin patrones, sin mandamás. El compañerismo es algo muy lindo, que te llena, te da orgullo. Siento que vamos por buen camino y cada vez veo más cerca la solución. No porque sea fácil, sino porque la veo.
¿Qué ve?
Que hoy por hoy es un problema político. Y la solución, también.
La hora de los hornos
Las baldosas que salen crudas de la sección de Luis viajan hasta los hornos transportadas por una máquinas solitarias, que ejecutan movimientos sincronizados. Se desplazan, hacen filas, suben brazos, bajan bandejas y regresan a su lugar como por arte de magia, a través de unos pasillos infinitos que forman catorce hornos de 95 metros de largo, cada uno. El sector tiene, entonces, la dimensión de un pequeño barrio, con calles por donde transitan robots. En cada esquina, hay un obrero controlando el proceso.
El cocido consume dos horas y media e implica, entre otras cosas, que la baldosa sea tragada por un horno a 585 grados y escupida cuando alcanza los 1.162 grados. En una de esas bocas está ahora Franco, 27 años, menos de dos en Zanón. Él representa la generación de los nuevos y lo hace notar apenas saluda.
–Todo lo que sé me lo enseñó El Viejo.
El Viejo es Alberto Berra y Franco lo convoca haciendo sonar una sirena, porque las distancias en ese sector son así de elocuentes. Cuando Don Berra asoma, Franco lo presenta:
–Mi maestro.
Don Berra tiene 64 años, veinticuatro de los cuales vivió en Zanón, siempre al lado de los hornos. “Tengo el ojo y la experiencia que se necesita para cuidar esto, porque cada error que se comete lo pagamos muy caro. Y digo pagamos porque lo que se pierde sale del bolsillo de todos. Acá nadie te manda, así que es tu conciencia la que te mueve a hacer el trabajo como corresponde.”
Casi sin tomar aliento, sigue Don Berra: “Esta era una empresa rica que vimos empobrecerse. Se empobreció la fábrica y nos empobrecimos nosotros. Los patrones, no. Ellos no pagaron nunca ni las deudas ni las consecuencias. Eso se lo dije al síndico cuando me lo crucé acá. Le dije también: “¿Ve este horno encendido? Lo prendí yo. Y para apagarlo me va a tener que matar.” Esa es nuestra riqueza.
Don Berra parece un personaje de película y esto en Zanón significa que es literal y doblemente cierto. El documental Corazón de fábrica lo muestra en el afiche, parado frente a los hornos. El título de la película es una frase que dijo Don Berra en una asamblea. “Si esto se apaga es porque la producción, pero también nosotros, estamos muertos”.
Los fantasmas
Estos fantasmas son los que acechan a los hombres y mujeres de Zanón todos los días. Y en algunos más que en otros. Los ojos claros de Godoy se ponen transparentes cuando recuerda el peor de todos: 8 de abril de 2003.
El juez de la quiebra había decretado el desalojo y los síndicos viajaron desde Buenos Aires con la orden de ejecutarlo. La noche previa, los trabajadores se reunieron en una asamblea para decidir qué harían. Cuenta Godoy:
–Todos dijimos y repetimos: ninguno tiene la obligación de quedarse, ni siquiera moral. Pero nadie se movió. Nos preparamos a resistir. Estábamos alertas, tensos, cuando nos avisan que por la ruta se acerca un micro. Nos asomamos por las ventanas –que parecían trincheras– y vemos un colectivo que se para frente al portón, se abre la puerta y se asoma un pie hinchado. Era Hebe. Detrás de ella, bajó una docena de Madres. Hebe ese día me regaló un pañuelo. Y yo pensé: ya está. Ya entendí todo: soy un desaparecido que tiene la oportunidad de dar pelea. Acá lo que único que va a morir es el temor. Después, empezaron a llegar de todos lados. Había gente que estacionaba su cero kilómetro en el playón para armar un cordón alrededor de la fábrica y gente que estacionaba al lado el carrito del bebé. Los tres claustros de la Universidad del Comahue decretaron un paro y movilización, también el gremio docente y la cta. Había tanta gente alrededor nuestro y nosotros, unas horas antes, no sabíamos si íbamos a estar solos. Eso te cura el miedo.
Lo legítimo
Parece un trono, pero es el estrado desde el cual Julia juzga la calidad de las cerámicas que acaban de abandonar los hornos. Desfilan ante ella sin pausa, una tras otra y una tras otra, cual película de Carlitos Chaplin. Julia tiene un marcador indeleble en la mano y cada vez que pasa por delante de sus ojos una cerámica cachuza, la marca con una cruz. A Julia le sobra experiencia y concentración para hacer justicia con su marcador y hablar al mismo tiempo. A mi, en cambio, me da vértigo la coincidencia entre lo que está diciendo y lo que está haciendo. Precisa, breve y contundente, Julia dictamina:
“Esta es una lucha constante. De todos los días y de cada uno. Lo sabemos. Y la vamos a seguir todo lo que haga falta (marca una cruz). Hay gente que te apoya en todo lo que hacés y hay gente que siempre va estar en contra, hagas lo que hagas. Eso también lo sabemos. Como sabemos que la solución en bien sencilla: los diputados tienen ahora la posibilidad de darnos la expropiación. Firman y listo (otra cruz). Está en sus manos (y otra). Sabemos que ellos tienen mucha experiencia en beneficiar empresas. A las petroleras, por ejemplo. ¿Con qué argumento entonces van a negarnos a nosotros la expropiación?”
Al terminar el recorrido, le pido a la gente de prensa y difusión algunas fotos sobre los momentos claves del conflicto. Me convidan un mate, dos, y con el tercero me entregan cuatro dvd. En tres están algunas de las películas que se hicieron sobre Zanón: Fábrica sin patrón, No retornable y Corazón de fábrica. En el cuarto copiaron 1.784 fotos sacadas por ellos mismos en movilizaciones, recitales, asambleas, actos solidarios. Es apenas una muestra de todo lo que fueron capaces de hacer en estos años.
Me despiden con un regalo: un cerámico con el calendario 2008 y el retrato de Carlos Fuentealba, el maestro asesinado por la policía del gobernador Sobich.
Cuando ya estoy a la vera de la ruta, esperando el auto que me regresará a eso que llamamos realidad, alguien me toca el hombro y –abracadabra– me tiende su teléfono celular. Del otro lado, la amable voz de uno de los coordinadores de prensa me dice:
– Zanón mide 12 hectáreas.
Y hasta en ese pequeñísimo detalle queda claro qué produce Zanón.

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Agrotóxicos: la Corte Suprema avaló las fumigaciones que sufren 1.021 escuelas rurales en Entre Ríos

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La prohibición de fumigar a menos de 1.000 metros de escuelas fue reducida a 100 metros por decreto del gobernador de Entre Ríos, y ahora la Corte avaló esa decisión. La apelación de vecinas y vecinos fue rechazada por sus cuatro integrantes basándose en el artículo 280 del Código Procesal Civil y Comercial, que admite el rechazo de la Corte “cuando las cuestiones planteadas resultaren insustanciales o carentes de trascendencia”. La fumigación con productos cancerígenos sobre niños y docentes quedan en ese ámbito según el fallo que será apelado esta vez ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La falta de acceso a la justicia, la burla al derecho, el desamparo de las comunidades en una provincia donde reinan el lobby del agronegocio, la contaminación y el ambiente tóxico, en la voz de las y los afectados.

Por Francisco Pandolfi

El 28 de febrero pasado el máximo tribunal del país falló en contra de las 1.021 escuelas rurales de toda la provincia de Entre Ríos. Hasta el momento, tenían un resguardo de las fumigaciones de agrotóxicos a una distancia de 1.000 metros en aplicaciones terrestres y de 3.000 en aéreas. Ahora la resolución posibilita el uso de venenos a sólo 100 y 500 metros respectivamente, límites establecidos por el decreto del Poder Ejecutivo impulsado por el gobernador Gustavo Bordet, alineado con el agronegocio.

¿Qué es lo “insustancial”?

La Corte, conformada por los jueces Horacio Rosatti –presidente–, Carlos Rosenkrantz –vicepresidente–, Juan Carlos Maqueda y Ricardo Lorenzetti, se tomó desde febrero de 2020 –cuando se elevó la apelación– hasta febrero de 2023 para responder un puñado de palabras: “El recurso extraordinario, cuya denegación origina la presente queja, es inadmisible (art. 280 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación). Por ello, se desestima la presentación directa. Notifíquese y archívese”.

El artículo 280 aclara el porqué de la negativa al amparo presentado por el Foro Ecologista de Paraná y la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (AGMER): “La Corte, según su sana discreción, y con la sola invocación de esta norma, podrá rechazar el recurso extraordinario, por falta de agravio federal suficiente o cuando las cuestiones planteadas resultaren insustanciales o carentes de trascendencia”.

A esta última instancia se llegó luego de varios años de denuncias, enfermedades, resistencias y muertes. Aldana Sasia es abogada especialista en lo ambiental, integrante de la Coordinadora Basta es Basta y del Foro Ecologista, y quien presentó el recurso de queja. El panorama: “Es una lucha que viene desde hace muchos años; antes del proceso judicial, desde distintas organizaciones y a través del gremio docente AGMER, se había iniciado la campaña Paren de Fumigar las Escuelas, porque había muchos casos en que se pulverizaba al lado, en horario de clase. Hubo un montón de sintomatologías en los niños y situaciones en las que tuvieron que suspender las clases. Las organizaciones nos unimos y acudimos a la Justicia en 2017, cuando presentamos el primer amparo para que se establezca una distancia de resguardo, ya que no había ninguna legislación que protegiera a las escuelas. Así obtuvimos la primera sentencia que fijó una distancia de 1.000 metros terrestres y de 3.000 aéreos, fundados a partir de estudios científicos que acompañamos en el reclamo. Ese fallo fue confirmado en todas las instancias, hasta que en enero 2018 el gobernador provincial Gustavo Bordet sacó un decreto reduciendo esas distancias a 100 y 500 metros”.

¿En qué se basó el decreto para reducir las distancias? “No se fundó en ningún estudio científico, ni en investigaciones epidemiológicas, así que pedimos su anulación y la Justicia nos dio la razón”.

En aquel momento, abril de 2019, el entonces presidente Mauricio Macri visitó la provincia y –con evidente desconocimiento de lo que decía– planteó que el fallo judicial era “una ley absurda que no se basa en ningún rigor científico”. Mezcló fallo judicial con ley, con una única intención intención obvia: favorecer el agronegocio.

Continúa la abogada: “Sin embargo, a mediados de 2019 Bordet sacó otro decreto en el que volvió a reducir las distancias, presentando investigaciones científicas que se basaban en la volatilidad de la gota, o sea, hasta dónde puede llegar, cuyos ensayos no eran con veneno sino con agua, cuando la volatilidad es otra”. (Las partículas de los agrotóxicos tienen una capacidad de dispersión mucho mayor que las del agua y su grado de permanencia en distintos sistemas es enorme, por lo que se ha llegado a detectar este tipo de venenos hasta en la Antártida, o impregnando productos comerciales como pañales y tampones en el caso del algodón).

“Esas mediciones de volatilidad para nosotros son nulas, no tienen ningún sentido porque ni siquiera las hicieron con los productos que se usan realmente para fumigar, que no es lo mismo que rociar con agua. Además, el 80% de lo que se fumiga no cae en el sembradío, sino que va para otros lados, porque depende de la temperatura ambiente, de los vientos, del producto que se aplica. Es imposible calcular hasta dónde va a llegar cada fumigación”.

Agrega Aldana Sasia: “En medio de ese proceso, el gobierno provincial sancionó una ley que modificó la composición del Superior Tribunal de Justicia, cambió la conformación de la sala que venía tratando el tema y nos fallaron en contra, confirmando el decreto 2239 del Poder Ejecutivo. Ante esa sentencia, elevamos el amparo a la Corte Suprema, que acaba de resolver que las fumigaciones a las escuelas rurales no son una cuestión trascendente. Esto deja claro que el acceso a la justicia ambiental en nuestro país no existe”.

–¿Cómo puede explicarse que la Corte se expida de esta manera, en cinco renglones y después de tres años?

–Veo dos fundamentos en esa decisión. Por un lado, que resolver sobre instancias de fumigaciones de agrotóxicos en Argentina es sumamente complejo y podría llegar a debilitar toda una matriz productiva que tiene el Estado, que es la única salida que hoy avizora para sacar adelante un país o para pagar y arreglar con el Fondo Monetario Internacional. El otro fundamento es el burocrático: la Corte está llena de causas, todo se apela a la Corte Suprema de Justicia, sus miembros no saben lo que firman porque sacan cientos de sentencias. Deben ser muchos más, es lamentable la composición del órgano máximo con sólo cuatro miembros: hoy deben resolver alrededor de una sentencia cada 30 minutos. De esta manera, el acceso a la Justicia es limitado y acotado, y la Corte Suprema se convierte sólo en una caja recaudadora, ya que para acceder a ella hay que pagar un monto considerable. Esto también influye en que la trascendencia que tienen este tipo de causas no sean valoradas del modo que amerita.

¿Docentes centinelas?

El decreto 2239 que rige en toda la provincia de Entre Ríos, además de achicar las distancias de resguardo, creó un órgano de control de las fumigaciones con el nombre de “Unidad de Centinela”, integrado por un ingeniero agrónomo y por cada director de la escuela rural fumigada.

Estela Lemes es desde hace 23 años la directora de la escuela rural N° 66 Bartolito Mitre, de la localidad de Costa Uruguay Sur, departamento de Gualeguaychú. Tiene 58 años y se presenta como maestra rural, no como directora. Por la exposición a los agrotóxicos, se le detectó glifosato en el cuerpo, una atrofia muscular y un deterioro neuronal «que no tiene vuelta atrás», le dice a lavaca desde una de las aulas “rodeada de campo”.

¿Los obligan a cumplir la función de centinela? “Cuando a los directores nos llamaron para adoctrinarnos acerca de eso, yo les dije que no pensaba participar. Es una locura por donde se lo vea. Le hacemos el trabajo a quienes nos fumigan, analizando si están bien tomadas las medidas desde dónde se va a fumigar, como si los docentes no tuviéramos trabajo; nos quieren agregar más y encima ese. Lo rechazo y lo repudio; un trabajo gratis y nefasto, mientras ellos nos siguen envenenando”.

Estela habla con dulzura que más allá de la angustia que le genera el tema del que habla: “Yo pensé que iba a salir favorable la sentencia, porque quién puede querer que fumiguen a los gurises en una escuela. Si vos les preguntás a la gente común, nadie quiere eso, no hay licencia social, pero hay un trasfondo: por culpa de muchos años de malas políticas económicas, hoy se depende de un modelo productivo que tira veneno sobre los gurises. No les importa que sus plantaciones están rodeando las escuelas rurales. Hay mucho dinero en juego para el lobby y hay una estructura judicial a favor de que fumiguen con veneno, sino no hay manera de que hayan fallado en contra”.

Hace una pausa, y suma: “Encima tardaron tres años para escribir cinco renglones y con tanta liviandad nos dicen que nuestro reclamo no tiene trascendencia. Tengo mucha bronca, indignación, vulneran los derechos de mis gurises y del ambiente. Es muy doloroso; no me había pronunciado hasta ahora porque termino llorando y no me hace bien”.

–En lo cotidiano, ¿qué significa que puedan fumigar a 100 metros de las escuelas?

–Nuestra escuela está rodeada de campos; el alambrado está pegado a uno donde, gracias a la lucha que dimos desde hace cuatro años, ahora se dedican a la ganadería porque no querían que los siguiéramos denunciando. Pero hay campos muy cercanos que sí siembran y fumigan. Para que se entienda: que tiren venenos a cien metros es como que vos estás en tu casa y te fumiguen en tu patio o en tu vereda, porque la deriva llega a kilómetros. Este fallo de la Corte les abrió la tranquera a estos señores para que apliquen cuando quieran. De hecho, hace unos pocos días lo hicieron en una escuela de Gualeguay, sin receta y en horario de clase, lo que no está permitido. La decisión del tribunal minimiza el problema y así van a aparecer más casos… muchos más casos.

La Corte y el lobby sojero

En Gualeguay vive Ramón Velázquez, docente de primaria desde hace 15 años, referente del Foro Ambiental, coordinador del proyecto de forestación Gualeguay Te Quiero Verde e integrante del colectivo Humedales en Red. Es maestro de la escuela Nº 3 “Marcos Sastre”, tiene 45 años y mucho por decir: “El fallo de la Corte es la cara del lobby sojero, del agronegocio; después de tanto tiempo esperábamos otra resolución. Tanto la Corte Suprema de Justicia como el gobierno provincial tienen responsabilidades directas con este modelo agroexportador perverso y dañino, que deja fumigar a la gurisada”.

La pulverización sin receta agronómica y en horario de clases se llevó a cabo el pasado 9 de marzo en la Escuela Nº 51 “Sofía Clotilde Fernández”. Explica Ramón: “De la escuela no quieren hablar, porque sucede que los mismos peones mandan a sus hijos a estudiar; es algo muy complejo y nos pasa siempre. Hace tiempo, junto a Estela Lemes fuimos a dar una charla a una escuela y nos esperaba una patota sojera. Había montones de padres de los gurises, gente de la Sociedad Rural, de algunas federaciones, todas dependientes de este modelo. Cuando terminamos de hablar tuvimos algunos altercados. Podrán argumentar lo que quieran, pero me pregunto, ¿se necesitan más pruebas que el veneno encontrado en el cuerpo de Estela? Hace poquito se encontraron agrotóxicos en la cuenca del Río Uruguay, uno de los más importantes de la provincia; tenemos el veneno en el agua, en el suelo, en el aire y en tantos cuerpos por lo que ingerimos permanentemente”.

El Derecho, analizado a los 12 años

Hay muchas coincidencias en lo que denuncian Estela y Ramón. En el fondo del problema, en las formas del problema, y también en donde hacen foco principal: la niñez; las y los gurises.

Constantino tiene 12 años y es nieto de Estela. Vive en la ruralidad, en el municipio de Costa Uruguay Sur. Nació con problemas respiratorios porque su mamá, en el embarazo, estuvo expuesta a los pesticidas. Tiene pelo largo, sonrisa ancha y una timidez que no le impide contarle a lavaca sobre sus convicciones, deseos y sueños de un futuro distinto: “Es importante resguardar la salud del ambiente y de los niños y maestros de escuelas rurales. Es un derecho que tenemos y que no debe ser vulnerado”.

Habla con firmeza : “Es necesario el cuidado del ambiente porque es nuestra casa común y si seguimos permitiendo su destrucción no habrá nada que dejarle a los niños del futuro. Mi abuela me contó lo que decidió la Corte Suprema y no me gustó; no quiero que fumiguen más niños y niñas de las escuelas rurales”.

El año pasado, Constantino junto a dos compañeros fueron los únicos representantes de la provincia en la Consulta Regional del Comité de los Derechos del Niño de la ONU, sobre el cambio climático y sus consecuencias. “Participé con dos amigos, Bauti y Candy. Fue una linda experiencia donde nos expresamos sobre el tema; estuvo genial, porque había niños y niñas de toda América Latina y del Caribe. Además. En esa visita a Buenos Aires también hicimos la ronda con las Madres de Plaza de Mayo”.

Lorenzetti y Bordet no responden

En el Hospital Garrahan, reconocido centro pediátrico de la Ciudad de Buenos Aires donde llegan a atenderse infancias de todo el país, trabaja Mercedes “Mechi” Méndez, enfermera comprometida desde hace más de una década en la denuncia de los efectos de los agrotóxicos. No habla representando a la institución, con la cual lleva adelante una lucha interna por la negación de la problemática concreta, por no tener una historia clínica ambiental, por no contar con un laboratorio para pesquisar los tóxicos que las niñeces llevan en sus cuerpos.

Habla desde su labor, en el sector de Cuidados Paliativos. Lo que la moviliza es no no ver morir a más infancias de los pueblos fumigados: “El día que salió el fallo de la Corte justo estaba en Paraná, acompañando ‘La ronda de los martes’ (actividad que desde el 2017 organiza la Coordinadora Basta es Basta, rodeando la casa de Gobierno de Entre Ríos para exigir el fin de las fumigaciones).

La de la Corte es una decisión inexplicable, totalmente perversa que da una libertad absoluta para continuar envenenando. Tuve la posibilidad de visitar escuelas rurales, alumnos, y de escuchar sus relatos, de ver sus dibujos sobre el tema. Me acuerdo de uno en que una nena sangraba con los ojos hinchados; otro en que los animales vomitaban. A los niños no sólo los fumigan en la escuela, también mientras van o vuelven de las clases. Es un modelo de exterminio”.

Para acompañar la apelación de las organizaciones ambientales, la Defensoría de las Niñas, Niños y Adolescentes de la Nación también hizo una presentación a la Corte Suprema exigiendo su resguardo.

“Tampoco les importó ese pedido. Ni que en la causa nosotros presentamos estudios sobre la composición del agua, el aire, la tierra, que daba cuenta de la presencia de sustancias peligrosas, así como en la sangre de muchos niños”, afirma la abogada Aldana Sasia. “La Corte dejó mucho que desear. El juez Ricardo Lorenzetti en sus conferencias, en sus libros, habla de la importancia del cuidado del ambiente, pero borra con el codo lo que escribe con la mano. Nada de lo que viene diciendo en tantos papeles escritos se está aplicando”.

Tanto el pedido de entrevista a la vocera de Lorenzetti, como al propio gobernador Bordet, no fueron respondidos a lavaca, actitud recurrente y antidemocrática de los funcionarios implicados en estos temas.

Denuncia en la CIDH

¿Cómo se sigue, tras la sentencia del máximo tribunal nacional?

Aldana: “Por un lado, queda acudir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para proteger a los más vulnerables, que son los niños y niñas que van a la escuela. Por el otro, interponer un amparo porque el decreto del Poder Ejecutivo no se cumple: los monitoreos de las fumigaciones se iban a hacer a través de GPS en cada una de las máquinas fumigadoras, toda una proyección tecnológica que no se hizo a la fecha. También prometieron la forestación de barreras arbóreas y no lo cumplieron”.

Estela: “Tenemos que ir a diferentes instancias judiciales para seguir explicando que no deben tirar veneno. Que debamos insistir en esto, habla de la insensatez que vivimos como pueblo. Sin embargo, estoy convencida de que no debemos abandonar la lucha por las presentes y las generaciones que vienen. Vivir en el campo es un privilegio, mientras no te fumiguen”.

Ramón: “Este fallo de la Corte Suprema no nos va a hacer bajar los brazos. Vamos a seguir trabajando, generando encuentros, conversaciones, acompañándonos, con escucha, con abrazos, con amor por el otro. Todo eso que no está en el modelo agrotóxico”.

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Mía: Cuando el arte abraza

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Mía es una obra de teatro que podríamos encuadrar dentro del biodrama o autoficción. Y es mucho más: es grito, es abrazo y, también es un espejo. La actriz y médica psquiatra Mercedes Bertuzzi expone en escena su propia historia: una situación de violencia machista que sufrió por parte de una ex pareja. Este sábado 18 de marzo y en el marco del 8M, esta obra testimonial se presenta en MU Trinchera Boutique a las 21 hs, entradas a la gorra.

“Los primeros años, luego de salir, fueron de mucha confusión, angustia y mucha bronca. Escribir me permitía depositar esas emociones en el texto. El primer objetivo fue descargar. Siempre estuvo el deseo de poder denunciar a través de ese texto que iba escribiendo, pero no estaba segura de si iba a encontrarle la forma. En el proceso empecé a entrenar con Marina Otero, ella hace autoficción, y ahí algo se destrabó, la vi, vi la obra”, cuenta Mercedes. Al terminar de escribir el texto, tomó conciencia de que no era exclusivamente autorreferencial sino que involucraba la historia de muchas otras. Así tomó coraje para llevarla a la escena. “En cada función se me acercan decenas de mujeres emocionadas a abrazarme diciéndome ‘somos muchas’. Todas pasaron por una situación de violencia o acompañaron a otra mujer que la pasó. Siempre termino la función con ganas de gritar cada vez más fuerte el texto de esta obra. Siento que estoy entregando mi historia al colectivo y eso hace que ya no me pese, ya no lucho contra ella. Cada mujer que se identifica con la historia se la apropia un poquito y le va dando más cuerpo al personaje de Mía”.

Con sus herramientas artísticas, Mercedes logró una obra poética, sin golpes bajos, con ironía y momentos muy divertidos.

En una escena, dos niñas juegan a ser actrices, prueban vestuario y declaman en nombre del amor. Las palabras son extraídas de las típicas canciones románticas de cantantes famosos, las que hemos aprendido y cantado a lo largo de los años. “Para quienes fueron víctimas, no es fácil hablar. La violencia nos deja mudas, vacías, solas, no hay palabras que alcancen para explicar. El arte nos habilita un lenguaje a través del cual poder decir lo indecible, nos devuelve la voz, en la forma que cada una elija expresarse. Y para quienes son público, adentrarse a la temática desde una propuesta artística creo que les permite hacerlo sin tantas resistencias. Te permite escuchar con otra disponibilidad. El relato atravesado por la dramaturgia, la música, los cuerpos. Mantiene su fuerza y su crudeza, pero es amortiguado de ternura, poesía, risa. Y eso permite que hablemos de violencia con personas que quizás no se acercarían de otras formas”. 

Cada vez que Mía fue presentada en distintos teatros —Mercedes quiere que la obra circule y abra a la reflexión— los comentarios de personas del publico se multiplican: “Presencié ese mismo diálogo”, “sentí exactamente eso”, “estuve en pareja con un tipo igual”. No solo es reparador para ella sino para muchas. “Romper el silencio es imprescindible. Me sigue sorprendiendo la cantidad de mujeres que se acercan después de la función a abrazarme emocionadas por haber ‘contado su historia’, estuvieron ahí mismo o acompañaron a otra. De todas las edades, todas las clases sociales. Es escalofriante, es triste. Pero es también esperanzador encontrarnos. Ya no nos estamos quedando calladas, estamos denunciando y estamos convencidas de cambiar esa realidad. El haber sido víctima de violencia ya no queda solo como una herida que duele y mejor callar y olvidar. Hoy somos víctimas enojadas, creativas y sobre todo, en red. Compartir Mía me abrió los ojos a eso… Es mi historia, es la de muchas otras y, por suerte, es parte de la historia que estamos modificando”.

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143

Sábado 18 de marzo a las 21 hs

Actúan: Mercedes Bertuzzi, Juliana Gotta, Gonzalo Pungitore, María Tibi

Entradas “a la olla”.

Podés reservar en este link:

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Punitivismo y feminismo en el caso de Lucía Pérez: una mirada sobre esa falsa dicotomía

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La abogada trans Cristina Montserrat Hendrickse analiza por qué es falsa la dicotomía que pretenden instalar sectores que siempre trabajan para categorizar las divisiones del movimiento feminista. Así crean grietas sociales que les permiten alentar congresos, investigaciones y polémicas de las cuales viven.

Por Cristina Montserrat Hendrickse

Una corriente muy minoritaria de los feminismos entiende que reclamar la sanción penal del femicidio es una actitud punitivista.

Llegan a tal conclusión partiendo del concepto de que el castigo refuerza la violencia.

Evidentemente la idea de la que se parte es correcta, pero el error de la conclusión reside en asociar pena a castigo. En no distinguir la finalidad de la pena que impone nuestro Derecho de la triste realidad de castigo que significa la ejecución efectiva de las penas privativas de libertad.

Los feminismos en nuestro país se encuentran justificados jurídicamente en la Convención Contra Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) incorporada a nuestra Constitución en 1994; la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra La Mujer (Convención de Belem do Pará) que es un tratado internacional de jerarquía superior a las leyes; y las leyes nacionales y provinciales que reglamentan a estos tratados.

Nótese que la convención de Belem do Pará obliga a los Estados a “sancionar” la violencia de género, además de prevenirla y erradicarla. El marco jurídico “sancionatorio” por excelencia es el Derecho Penal.

De allí que en nuestro sistema de derecho pretender eludir o abolir la punición de la violencia de género resulta jurídicamente anticonvencional, y por tanto anticonstitucional.

No por ello se deja de valorar el aporte del antipunitivismo feminista en cuanto sostiene que el castigo refuerza la violencia. Pero el problema del antipunitivismo reside en cuestionar al sistema (de origen convencional interamericano) de sanción de la violencia de género, y no al sistema de castigo que en los hechos (y apartándose del Derecho) sucede con la aplicación de la pena.

En efecto, la finalidad esencial de las penas privativas de la libertad es la reforma y la readaptación social de los condenados (art. 5.6. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, también incorporada a nuestra Constitución en 1994), sin olvidar el mandato de que “…Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas…” (artículo 18 de la Constitución Nacional). De ambas reglas de jerarquía superior surge que la finalidad jurídica de las penas no es el castigo, como erradamente lo entiende cierta expresión del feminismo antipunitivista, sino la resocialización.

De allí que se impone una diferenciación entre “antipunitivismo” y “abolicionismo” que permita distinguir: si se pretende que la pena no se constituya en castigo sino como resocialización (antipunitivismo); o si se pretende abolir todo tipo de pena (abolicionismo penal).

La primera debería hacer foco en una reforma penitenciaria feminista, que lejos de reforzar el patriarcado lo deconstruya, no aboliendo las penas, sino modificando su ejecución a la finalidad que el impone el Derecho.

La segunda implicaría la abolición de todas las prisiones; y además, el desafío de construir respuestas ante los crímenes o lo que cada sociedad considera crímenes.

Evidentemente el castigo refuerza la violencia. Por lo que el mismo debe ser eliminado del sistema de ejecución penal, pero no el sistema de sanción; salvo que se sostenga el abolicionismo, teoría también respetable, pero que resulta anticonstitucional en nuestro sistema de Derecho, al menos en materia de violencia de género ya que la República Argentina se obligó ante la comunidad interamericana a sancionarla.

Toda decisión que se aparte de ese compromiso violentaría el sistema jurídico argentino y comprometería a nuestra Nación frente a la Comunidad Interamericana exponiéndonos a ser destinatarios de reclamos, cuando no de sentencias condenatorias, ante el sistema interamericano de Derechos Humanos.

En resumen: debatamos sobre las cárceles, no sobre las penas.

Cristina Montserrat Hendrickse

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LA NUEVA MU. Lo que está en juego

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