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Lo que veo amanecer

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Trabajó en un call center para poder comprar sus equipos para hacer música. Se define como transtorta. Identidad, leyes, discriminación, familia y el valor de lo artístico.

Lo que veo amanecer

La cantautora Sasha Sathya lookeada con calzas, top y gorra al costado rapea en un video en internet:

“Parece interminable lo que veo amanecer
como un párpado que cede y finalmente deja ver.
Caminar me inspira, me revela estos errores
me hace frágil pero adviene que hay tiempos mejores”.

El tema se llama Nada Nuevo y la voz dulce de Sasha me acomoda de un saque en los tiempos raros y actuales. Tiempos en los que empezamos a abrir los ojos y a hablar de ciertas cosas que en muchos sentidos también amanecen.

Sasha Sathya es una artista musical de 33 años. Se crió en la zona sur del conurbano bonaerense y se define como transtorta. Éste es un término que ella misma inventó para nombrar lo que le pasa con las femineidades: quiere ser mujer, y le gustan las mujeres. Esa palabra es el producto de una exploración personal y profunda y, por eso, está en proceso de escritura de un manifiesto al respecto.

Compone todas sus letras y melodías en torno a los prejuicios sociales y vínculos personales que le tocó vivir. Se anima a hablar sobre las consecuencias que tiene ser una persona sensible en una sociedad careta.

Como código de su trabajo, revela que le encanta ser dueña de su expresión y usar en el escenario el mismo lenguaje que usa cuando le cuenta a una amiga que alguien le está quemando la cabeza. Tiene un valor enorme poder compartir experiencias y que sea lo más fácil posible de entender: un arte no hermético, sino abierto.

Sus canciones reflejan con sinceridad y audacia distintos momentos y caminos muy concretos de su vida. Los temas sobre los que canta son tan variados como universales. Una canción, Wacha, habla de una ex que la histeriquea y otra cuenta de una chica que le cortó una relación por Facebook.

Sasha dice: “Todavía no sé exactamente qué estoy buscando con mis letras pero sí sé que me empujó a escribir la necesidad de hablar de lo frágiles que podemos sentirnos algunas personas frente a otras, cuando nos vinculamos sentimentalmente”.

De todos modos, Sasha cuenta que no quiere transmitir la idea del “no puedo vivir sin vos”, sino que se pregunta por qué motivos ella misma elige involucrarse con personas que la lastiman, enigma del que ninguna sexualidad parece escapar.

Sasha nunca da respuestas cerradas, sino que abre preguntas, en las que cualquiera puede reflejarse.

Sasha también menciona la relación con su cuerpo como algo muy difícil y con constantes dudas. Todavía no es algo resuelto. En ella, además de lo que nos venden a todas como el cuerpo perfecto a conseguir, se suma lo invasivo que son los tratamientos hormonales y lo difícil que es tomar la decisión de hacerse o no cirugías. No se ha operado, y tampoco sabe bien si querrá hacerlo alguna vez.

La letra de uno de sus temas dice al respecto: “Siempre encuentro una excusa para despreciar mi cuerpo” y recuerda haber visto desde el escenario que una chica cantaba esa frase guiñándole un ojo a la persona que tenía al lado. “Fue muy fuerte ver lo que podía provocar al hablar de eso y darme cuenta de que digo cosas que también le pasan a otras personas”.

Comenzó a cantar desde muy chica, cuando todavía no era Sasha, pero se permitió una búsqueda interna y sensible de su verdadera voz. Esto llevó tiempo pero finalmente la encontró y, desde entonces, no está dispuesta a negociar con el silencio.

Sin fisuras

Sasha se estrenó como solista recién en una actuación en junio del 2014. A los 30 años, se comenzó a llamar Sasha Sathya. Hace mucho que sabe que cantar es lo que quiere hacer toda su vida, pero cuenta que no quiso encerrarse en esa idea, y por eso se lanzó a explorar otros caminos. Así, la búsqueda de identidad  en lo personal tuvo su correlato también en lo artístico, lo que la llevó a estudiar actuación y danza.

Explica: “Cuando te subís a un escenario, te tenés que posicionar en un cuerpo y  esa conexión era algo para lo que no estaba preparada en su momento”.

Una característica: “Yo aprendí a cantar antes que a escribir, siempre estuvo en mí. No creo que haya sido casualidad que a través de la música yo me visibilizara como un cuerpo, como una persona y como una voz. La música para mí fue el vehículo principal”, dice Sasha y agrega que desde un principio sus letras fueron una necesidad personal de canalizar experiencias de vida propias y fuertes.

Otra de las razones por la que postergó su carrera musical fue la económica. Es muy caro comprarse instrumentos. Trabajó en un call center, una experiencia que define como horrible. “El estilo del trabajo, la presión, la precarización”. El objetivo fue el de poder comprar los equipos que necesitaba para volver a cantar y ensayar. Siempre grabó de formas muy amateurs.

Hoy le pasa todo lo contrario: le ganó al call center, y desde el año pasado la música se volvió  una herramienta más para pagar la olla y está grabando un EP de cinco canciones producido artísticamente, nada más y nada menos que por Paz Ferreyra, Miss Bolivia. Paz encontró en la música de Sasha una voz que faltaba en la actualidad, y la está amadrinando para impulsar su talento.

Por todo lo que le costó llegar a este momento, Shasha reconoce que no le cae bien la vertiente que define como “fisura” del under musical. No le gusta ver gente que no valora lo escénico como un trabajo. Quiere vivir de lo que le gusta y se piensa como una obrera de la música.  “Hay gente que ni siquiera sabe por qué se sube a un escenario y lo hace igual. Me cuesta entender eso porque para mí las razones por las que canto son sagradas. Si no canto me faltan partes de mí misma”. 

Para que nada le falte, fue moldeando su vida hasta encontrar una voz que conecta reflexión y sentimientos, y un estilo que le permite abordar esos temas que la hacen cómplice de quien escucha.

Sasha Sathya

Sobre los cambios que trajo la Ley de Identidad de Género, Sasha comenta: “La sociedad se tiene que encargar primero seriamente de hacer algunas vidas más vivibles, en vez de ocuparse de quién es mujer y quién no lo es”. El documento es importante, dice, porque ayudó a muchas trans, pero muchas cosas no cambiaron.

Por eso plantea: “No quiero que no me discriminen en un bar porque saben que puedo llamar y denunciarlos con el INADI. Quiero que no me discriminen porque las cosas son de otro modo”. Shasha ha tenido que sufrir que la echen de bares por ser y lucir trans. “A la vez creo que muchas de las cosas que sí cambiaron, no fueron por una ley sino por el empoderamiento de las femineidades en general”.

Una noción: “Todas peleamos por eso, cada una desde su lugar. Es una conquista que nadie tiene por qué ostentar como un logro particular”. Cree que las femineidades, juntas y en general, son las que van a  destruir las prácticas machistas y patriarcales que se resisten a morir.

Le molesta que algunas organizaciones entren en una interna como si fuesen un partido político, sobre quién lucha y quién no por sus derechos. “Yo  me peleé con toda mi familia por tratarme en masculino. De hecho, no me hablo con mi familia por esa misma razón. Cuando me dicen que no estoy peleando por mis derechos por no estar en una organización, siento algo raro: es como que se ríen en mi cara. Mi forma de pelear es hacer arte”.

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