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Feminismo de potrero
La 9 es la estrategia futbolera de mujeres de La Matanza para derribar los lugares comunes, y construir autonomía a fuerza de toques, gambetas y mucho coraje.
La entrada al club 9 de Julio no es compleja, pero un paso en falso conduce a una pileta de barro. Llovió demasiado en la madrugada y una de las esquinas de la cancha de once está inundada, por lo que se postergó la fecha del campeonato del sábado. De todas maneras, son optimistas respecto a los partidos del domingo, dicen.
El griterío, adentro, es constante. Frente al buffet, esperan seis mujeres. Todos las conocen. Los miércoles y los viernes, de 22 a 23, la cancha les pertenece. Tienen fama. En esta porción de Isidro Casanova, en La Matanza, el fútbol une. Y es la mejor herramienta que estas mujeres encontraron para disputar un partido jodido: ser ellas mismas.
Las jugadoras tienen entre 24 y 52 años. Elizabeth Palomares trabaja en “casa de familia” y le dicen Chechu. Junto a Fabiana Aquino y Dora Medina, son las históricas del equipo. Cuentan que se hacían llamar “Las esponjas”, hasta que algunas internas fracturaron el plantel. Anahí Saldaña es arquera y, dicen, de las más calentonas. Aporta info a la historia del equipo: la separación, paradójicamente, las unió más.
Todas coinciden que entre mujeres hay más competencia. Chechu manda al frente a Sandra Alcalá: “En los partidos se transforma. Cambia totalmente”. Ella se defiende y dice que es por la pasión. Y agrega: “Cuando nos ven jugar, la mayoría de los hombres no lo pueden creer. Y un montón de veces nos han querido hacer partido. Hemos ganado y perdido”.
El equipo no tiene entrenador y Anahí reconoce que quizá sería importante contar con uno. “Capaz haría falta, porque en algunos torneos estás jugando contra chicas de Boca, y aun así lo más bajo que salimos fue cuartas, viste”, dice, demostrando el potencial del team. Ahora están jugando un campeonato en Laferrere, pero parece que a veces se pone muy caliente. “Te matan en la cancha. Y cuando salís campeón, lo que recibís es una remera. A veces no vale tanto esfuerzo, porque a dos chicas las quebraron y los clavos les salieron 2.800 pesos”, aclara. Una tenía obra social. La otra no, por lo que hicieron un partido para ayudarla con la recaudación.
¿El árbitro es hombre o mujer? Hubo una chica, pero se fue. Fabiana cuenta: “Si a los hombres no los respetan, imaginate a una mujer que está a la par nuestra”. Anahí recuerda una imagen de la liga masculina: “Hubo una vez que la árbitra le pegó un cabezazo a un jugador. ¡Las cosas que le habrán dicho!”.
Uff.
Parar la pelota
Tras la división, estas mujeres conformaron un verdadero ritual alrededor del fútbol: los viernes, después del partido, se juntan en alguna casa o en el mismo club para comer y divertirse. Cada una lleva pizza, queso, paty, milanesa o lo que hayan acordado esa misma tarde. Juegan al truco o bailan. A veces, hasta las 7 de la mañana. “Es nuestro cable a tierra”, reconocen todas. “Es olvidarnos de todo: de nuestra casa, los problemas, la plata, tu marido. Es nuestro espacio”, grafica Chechu. Anahí pone su ejemplo: trabaja en una fábrica de papel higiénico en El Palomar y luego, en casa, el trabajo no se corta. “Me vengo a desconectar, no quiero que me vengan a hinchar”. Todas coinciden en señalar una virtud de Anahí: “Su marido es un amor”.
Soraya Alarcón está en una cooperativa de limpieza y saneamiento de arroyos, en Laferrere, y suma: “Es cortar con la rutina de la casa, de la familia, y hacer una actividad distinta, que a vos te guste. Y no tener que estar haciendo cosas solo para los demás”. Anahí sale con los tapones de punta ante el prejuicio de los hombres: “Vos no lo podés hacer. Ellos sí. Vienen a las 3 de la mañana y te dicen ´estuve jugando a la pelota´. Ahora, yo vengo a las 4 y me preguntan: ´¿Dónde estuviste?´ ¡Jugando a la pelota también!”.
Jugar de memoria
Solo fue una pregunta, pero el equipo se mostró compacto y atacó con cada respuesta. ¿Qué cuestionamientos se hicieron sobre el rol de la mujer y el machismo, a partir del fútbol?
Sandra: “Yo, cuando estaba con mi marido, jamás hubiese pensado que podría llegar a decirle: ´voy a jugar a la pelota.’ ´Estás loca, andate a gimnasia´, me decía. Y no me permitía contestarle ¿por qué no? Es lo que a mí me gusta”.
Chechu: “Cuando estaba casada, la nena tenía, en ese momento, 2 años y una mamá me había invitado a jugar. Yo le decía a mi marido: ´¿Me cuidás a la nena?´. Era un no. Él es re futbolero, pero no se la bancaba. Recién después de que me separé, empecé a venir acá”.
Anahí: “No sé si es porque vienen a jugar al fútbol o porque tienen miedo de que se ´desvíen’t. Si vos vas a jugar al fútbol sos lesbiana, piensan. Y sí, hay lesbianismo. Hay en el fútbol y hay en todas las profesiones”.
Sandra: “El hombre perdió la autoridad esa que tenía. Olvidate: la mujer trabaja, siendo que el hombre nunca dejó que trabaje. Bueno, si ves que trabaja, siendo él tan machista, cría a sus hijos, atiende su casa, y tantas otras cosas, ¿por qué no va a poder hacer algo que a él no le guste? Un deporte o lo que sea. Ahora se cambió mucho. Me acuerdo que para mi papá era la mujer adentro de la casa y adentro de esa burbuja. Y nada de nada. Ahora yo veo chicos que vienen a jugar acompañados de la mamá, no del papá. La mujer cumple el rol del hombre como si nada, pero el hombre no el de la mujer: no se va a poner a lavar, a planchar, a cocinar”.
–Son más boludos… –remata Fabiana.
Soraya: “A mí, al igual que a todas las chicas, nos ayudó mucho la difusión y la importancia que últimamente les están dando a las mujeres. Que hablen de la mujer golpeada, la mujer muerta, la maltratada. Recién hace poco se está reconociendo, aunque eso siempre pasó, siempre existió y nada: nunca le dieron bola”.
Sandra: “En las primeras veces que vine a la práctica, creo que la segunda vez, mi marido me cerró la puerta y estuve dos horas esperando que me abra. Dijo: ´Quedate con la pelota y todas esas lesbianas´. Y lo dejé a él”.
Golazo. Queda claro que el planteo táctico de estas mujeres está diseñado para ganar otro partido: el de la autonomía.
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Ciudad Macri
Gobierno porteño bajo la lupa. Licitaciones privadas, obras para la foto. Irregularidades sin sanción. El “top six” de empresas favoritas. Tejes y manejes del subte y el metrobús. Datos sobre la gestión del espacio y las obras que se realizan en la ciudad de Buenos Aires.
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Mucho y nada
El espacio donde hoy funciona el predio conocido como Costa Salguero dejó de ser público en 1991, durante la presidencia de Carlos Menem, cedido por ley nacional al Gobierno de la Ciudad por un plazo de 30 años. Sin perder tiempo, el 1° de mayo de aquel año la empresa Telemetrix SA obtuvo la concesión.
Se calcula que actualmente paga 100 mil pesos de canon y recauda un millón mensual entre las 23 subconcesiones que ocupan las 17 hectáreas.
Telemetrix SA fue fundada por Luis Alberto Gutiérrez y Federico León Bensadon, quienes también son titulares de la empresa constructora EMACO SA. Son contratistas del gobierno porteño, además, en la remodelación de la fachada de la Estación Retiro y en un plan habitacional en villa La Cava, entre otras 9 obras.
Otro dato: en Costa Salguero celebró Mauricio Macri su casamiento con Juliana Awada y en sus salones se festejó también el triunfo del PRO, en la segunda vuelta de las elecciones porteñas, en julio de 2009.
La historia del edificio del ex Padelai (San Juan y Balcarce, barrio de San Telmo) es un caso emblemático de cómo se generan las políticas de exclusión en la Ciudad de Buenos Aires. En 2003, 60 familias fueron desalojadas a palazos y gases por el gobierno de Aníbal Ibarra. Seis años más tarde, Macri cedió el predio gratuitamente y por 30 años al Centro Cultural de España en Buenos con una única condición: que presentara plazos para realizar las obras y la línea de la programación cultural. A principios del 2012 el CCEBA se sinceró: no podrían construir y sostener el centro. “Con los ocupas no podemos”, ampliaba un comunicado emitido desde la embajada española. Se referían así a las 42 familias que ingresaron para reclamar sus derechos. Son integrantes de la Cooperativa de San Telmo, titular de las escrituras y el certificado de dominio del predio. Allí planean mantener una serie de cuartos donde puedan vivir las familias, a la vez que proyectan en la planta baja la edificación de una galería cultural a cargo de organizaciones sociales y artistas independientes y hasta un centro médico.
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En el banquillo
Cuatro profesionales del Hospital Garrahan irán a juicio por defender sus derechos. Es la consecuencia de aquel conflicto de 2005 que logró la atención mediática sobre la gestión de la salud pública y que, por primera vez en 14 años, se otorgara un aumento salarial para sus trabajadores. Cómo está hoy la salud del mejor centro infantil del país. Lo que está en juego. Lo que se ganó y todavía no se perdió.
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